viernes, marzo 23, 2007

Completamente

Luis Donaldo Colosio (1950 - 1994)



Yo veo un mexico..... con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.

Durante el acto conmemorativo del LXV Aniversario del PRI en el Monumento a la Revolución. Marzo 6, 1994

With love from Iraq =)

¿Crisis superada?

La semana pasada el presidente Calderón declaró, al cumplir 100 días en el poder, que habían sido superados el panorama sombrío y la crisis que se vivía en el país cuando tomó posesión. Y ciertamente el panorama político luce hoy diferente de lo que lucía a fines del sexenio de Fox. Baste recordar la situación en Oaxaca, los descabezados en Guerrero y Michoacán, así como la toma del Paseo de la Reforma por los seguidores de López Obrador e incluso la amenaza del PRD de impedir la toma de protesta de Calderón. Existe pues, un sentido de "normalidad" que no existía hace cuatro o cinco meses. Sin embargo, ¿qué tan cierto es esto? Veamos.


Por un lado se encuentra la situación de seguridad pública en muchos estados del país. Si bien es cierto que los operativos policiaco-militares han inhibido las manifestaciones de violencia que se presentaban en los estados donde se intervino, al parecer la violencia está brotando en otros estados, como Tabasco, en donde el gobierno no ha intervenido. Esto es, se está conformando el llamado efecto cucaracha que consiste en que la violencia del narco se desplaza de las zonas en las que el gobierno interviene a otras regiones del país. Ciertamente, habrá que ver las cifras de las ejecuciones para poder hacer comparaciones, pero si el propósito de los operativos era mejorar la imagen del país, los nuevos brotes de violencia, pueden dar al traste con ello.


Por otro lado, está la relación del gobierno de Calderón con el PRD. En este aspecto, es evidente que el panorama ha cambiado de manera muy sensible, a pesar de que existe un sector del partido del sol azteca que insiste en llamar a Calderón "presidente espurio". Sin embargo, lo cierto es que hay una mejor comunicación entre Los Pinos y el PRD, por lo menos con los legisladores de ese partido, aunque existen todavía temas pendientes, como la reforma electoral y la permanencia del Consejo del IFE, que marcarán el tono de la relación entre ese partido y el gobierno federal.


Si eventualmente se logra una reforma político-electoral en la cual esté incluido el PRD, es probable que la relación con el gobierno de Calderón mejore.

Por lo pronto, la forma en que se dio la negociación de la urgentísima reforma del ISSSTE no apunta en esa dirección, pero habrá que esperar para ver cómo avanzan las negociaciones en otros temas.


En la parte económica el panorama luce estable aunque no está claro que las promesas de Calderón de generar empleos se vayan a cumplir pronto. Ciertamente la estabilidad macroeconómica fue uno de los mayores logros del presidente Fox y la presencia de Agustín Carstens en la Secretaría de Hacienda augura una continuidad en ese sentido. Sin embargo, no está claro que la inversión vaya a fluir a carretadas y es probable que la generación de empleos que el país necesita tome todavía algunos años.

Adicionalmente a lo anterior, existe una percepción generalizada en la población de que el gobierno de Fox fue altamente ineficiente e incluso irresponsable, lo cual genera una presión sobre el gobierno de Calderón para que haga algo al respecto. El escándalo de la megabiblioteca Vasconcelos, la cual ha sido cerrada debido a fallas estructurales así como la agonía en que se encuentra el proyecto Enciclomedia, dos de las joyas de la corona foxista, han conformado la impresión de que el gobierno anterior fue un desastre, lo cual no está muy lejos de la realidad, y ello implica que el gobierno actual debe tomar medidas para exigir el cumplimiento de responsabilidades.

Y ese es quizás el mayor reto del presidente Calderón: cambiar la imagen tan arraigada en la población de que los presidentes protegen a los gobiernos anteriores. Ciertamente no se trata de encontrar chivos expiatorios de irregularidades reales o inventadas sino simplemente de que se finquen responsabilidades de acuerdo con la ley.

Es cierto que la situación de crisis en la que vivía el país a fines de 2006 ha mejorado de manera sustancial y ello hay que atribuirlo, sin duda, a la capacidad política del presidente Calderón.

El ha sido el artífice del cambio en la percepción de la población de que hay alguien a cargo del timón del país, después de seis años en que el país se conducía por "piloto automático". Y ciertamente, este no es un logro menor.

Sin embargo, es difícil decir que ya todo camina sobre ruedas. Aunque el PRD está más dispuesto a dialogar, todavía existe una parte de la población que desconfía profundamente del gobierno de Calderón y que está convencida de que las elecciones de 2006 fueron fraudulentas. Para esa parte de la población el gobierno es sólo una red de complicidades.

Y en este sentido Calderón tiene que dar muestras de que la ley se va a aplicar parejo. Si el Presidente logra convencer a la opinión pública de que ello es así, caiga quien caiga, podemos empezar a hablar de que la crisis del 2006 ha sido, en efecto, superada.

domingo, marzo 11, 2007

oasis - acquiesce

Desde el Libano


Great Publicity




La ausencia de oposición

Felipe Calderón ha corrido con la fortuna de no tener una oposición política en las calles. No es poca cosa, considerando que literalmente tuvo que entrar por la puerta trasera para rendir protesta en el Congreso. Muchos daban por descontado un arranque accidentado y brotes de ingobernabilidad en los primeros meses. Más de algún analista planteaba la posibilidad de que las protestas generalizadas impidieran a Felipe sobrellevar su sexenio.

Lo cierto es que durante 100 días ha podido gobernar sin más contratiempo que esporádicas mantas apercibidas en controlados eventos públicos. Un visitante extranjero que hubiese constatado los escenarios incendiados de Oaxaca y Atenco, y las protestas postelectorales que reflejaban una sociedad dividida y enfrentada, podría pensar que el país es otro, apenas cinco meses después.


¿Qué sucedió? ¿Es mera fortuna, es resultado de las acciones de Calderón o una tregua engañosa? A mi juicio, es una mezcla de los tres temas anteriores y algunos más. La tregua se explica en parte por una especie de hartazgo de la mayor parte de la sociedad no politizada. Las campañas electorales habían sobrecalentado el ambiente porque apelaban a emociones y animadversiones. Pero una vez desaparecido el clima de competencia y belicosidad, los intereses de muchos coinciden en la búsqueda de estabilidad. La efervescencia social fue significativa, pero se quedó lejos de la posibilidad de desbordar el vaso (un alzamiento popular, un quiebre institucional, una insurrección generalizada). Con las protestas pasa lo que con el Alka-Seltzer: con el paso del tiempo disminuye la efervescencia. A menos que se incorporen nuevos ingredientes activadores de la burbuja de inconformidad.


Justamente, López Obrador y su equipo tienen parte de la responsabilidad de la desmovilización. Las acusaciones sobre fraude y corrupción en las casillas, el bloqueo de Reforma o su nombramiento como presidente legítimo y su gabinete de sombra desalentaron a muchos que sufragaron por su causa. Una cosa era apoyar a un candidato que estaba en favor de los pobres, y otra responder a un llamado que parecía apelar al todo o nada después del 2 de julio. Particularmente porque no había caminos viables para obtener "el todo". Los llamados de Jesusa Rodríguez para encadenarse a la puerta de una sucursal bancaria o del vocero Fernández Noroña para reventar todo acto público no parecían una vía clara para obligar al sistema a deponer a Calderón y dar el triunfo a AMLO. Eran acciones que servían quizá como desahogo de la rabia y la indignación de unos cuantos, pero muy ineficaces para canalizar políticamente a 15 millones de personas que habían votado por el tabasqueño.


Por su parte, el gobierno actuó con suficiente prudencia o precaución en momentos en que la efervescencia pudo desbordarse. No intervino contra el bloqueo de Reforma, renunció al grito en Palacio el 15 de septiembre y al desfile el 20 de noviembre. Un choque abierto y represivo entre la masa indignada y la policía en la coyuntura postelectoral podría haber cambiado la historia. Pese a la torpeza del gobierno de Fox en materia política, sus operadores supieron calcular muy bien el momento para intervenir en Oaxaca de forma que el sofocamiento no se convirtiera en una chispa que provocara mayores protestas. Sigo creyendo que, mientras no se investigue al gobernador Ulises Ruiz, esta aplicación parcial e injusta del "estado de derecho" tendrá resultados contraproducentes a largo plazo. Pero, por lo pronto, el gobierno consiguió sus propósitos inmediatos de estabilidad y desmovilización.


El resto de la explicación tiene que ver con la crisis de los partidos mismos. El PRD y el PRI han enfrentado luchas internas y reacomodos poco propicios para estar en condiciones de encabezar una oposición articulada. Las distintas fracciones y los gobernadores de cada uno han buscado negociaciones unilaterales pensando más en el provecho propio e inmediato que en una estrategia de negociación de largo aliento para imponer límites o agendas al nuevo gobierno.


Más allá de la opinión de cada cual sobre Calderón, tendremos un país mejor si el gobierno cuenta con una oposición coherente, capaz de representar los intereses de muchos sectores que están ausentes de la plataforma panista. Hay un riesgo visible de que Calderón termine siendo rehén de los grupos de poder que se sienten responsables de haberlo llevado a Los Pinos. El mayor peligro para México es que el gobierno desatienda los problemas de desigualdad y pobreza que mantienen a muchos mexicanos en situación desesperada. Podría ser una desatención con resultados incendiarios.


Una oposición efectiva y democrática ayudaría a Calderón a obtener de los grupos de poder económico las concesiones que se requieren para introducir cambios en el modelo de cara a una sociedad más justa. O dicho de otra manera, los sectores poderosos no renunciarán a ninguna porción de sus privilegios, a menos que exista una presión social que los exija políticamente. Tal exigencia sólo puede venir por dos vías: una permanente e institucional a través de la oposición democrática o una irrupción descontrolada por la vía de la inestabilidad y la insurrección.


En sus primeros tres meses, Calderón ha carecido de una oposición activa. El PRI y el PRD hasta ahora han sido obstáculos en el Congreso, pero no constituyen una presión actuante que modifique la agenda de gobierno o las políticas públicas. En lo inmediato esto representa una ventaja para Calderón. Pero a la larga, la ausencia de una oposición que represente los intereses de las mayorías inconformes podría tener consecuencias deplorables para todos. Explorar las posibilidades de que AMLO u otro actor social pueda construir una oposición útil y necesaria será materia de otra colaboración.

jueves, marzo 08, 2007

Eternal Sunshine of the Spotless Mind - amazing movie

How happy is the blameless Vestal's lot!The world forgetting, by the world forgot.Eternal sunshine of the spotless mind!Each pray'r accepted, and each wish resign'd.y

TRANSOCEANICA

Migración en España

Las migraciones se han converti do en un rasgo característico de la globalización mundial; siempre se ha migrado, pero ahora se hace con más intensidad y facilidad. España ha invertido la dirección de sus migraciones en muy poco tiempo: de enviar migrantes por todo el mundo ha pasado, desde mediados de los 90, a recibir migrantes que contribuyen a su crecimiento económico y social.

El impacto del fenómeno en todos los órdenes es una realidad en la vida española ya en el arranque del nuevo siglo. Una sociedad relativamente homogénea en términos de nacionalidades ha evolucionado en brevísimo tiempo hacia una pujante diversidad racial, cultural, lingüística y religiosa, lo que ha hecho incorporar a la agenda del país el desarrollo de aquellas políticas que permitan encauzar de manera certera, es decir, adecuada para los intereses colectivos, esta nueva realidad. Dos serían las notas a destacar para dibujar un panorama general del comportamiento observado en estos años de crecimiento migratorio.


En primer lugar, los migrantes han llegado mayoritariamente a España ocupando puestos de trabajo de evidente déficit entre los trabajadores nacionales. Los servicios domésticos, la hostelería y la construcción han sido los ámbitos laborales donde en mayor medida se han incorporado migrantes. Esto ha conllevado una baja calificación laboral, que tan sólo se está elevando en los últimos años y fundamentalmente a través de las incorporaciones de trabajadores foráneos especializados realizadas desde sus centros en otros países por diversas grandes empresas.


En segundo lugar, la integración social de la población migrante, que ha crecido de manera tan intensa, se ha efectuado de manera casi natural, con una respuesta social mayoritariamente positiva, lo que no exceptúa la aparición de conflictos esporádicos y una evidente percepción pública de desconfianza, no al migrante como tal sino hacia la incorporación de tantas personas en muy poco tiempo.


La llegada en 2004 del presidente Rodríguez Zapatero a un gobierno que se ha caracterizado por su fuerte impronta reformista y por el desarrollo de un proyecto de fortalecimiento de la ciudadanía muy ambicioso también marca el rumbo de una nueva política migratoria que debía aprender de los errores del pasado y ser capaz de encauzar en términos positivos el fenómeno migratorio.

Y la arquitectura de esa nueva estrategia ha descansado en su carácter integral, desde la seguridad de que nos hallamos ante un fenómeno muy complejo que requiere de actuaciones en distintos ámbitos a modo de vasos comunicantes, partiendo de una lucha decidida contra las redes que promueven la migración no regular que tantas víctimas causan entre los propios migrantes.


El mensaje del gobierno español es nítido, sin equívocos: la opción de la irregularidad es un error y un grave riesgo, porque sólo puede llevar a la marginalidad y tarde o temprano a la devolución al punto de partida. Existen, en cambio, vías legales para acceder a trabajar en España: un itinerario que parte del acceso a las oportunidades de contratación desde los propios países de los migrantes, sin iniciar un viaje arriesgado e inútil si se llevara a cabo de otra manera, y que, pretendiendo ajustar la migración con las necesidades del mercado laboral, se sustenta en la oferta general al exterior de puestos sectorializados y provincializados de necesaria cobertura, buscando asimismo que los inmigrantes puedan laborar en España no sólo regularmente sino en absoluta igualdad de condiciones de todo tipo con los trabajadores españoles.


Al mismo tiempo, el gobierno ha activado una política muy ambiciosa para promover la integración social de los migrantes, desde la profunda confianza en que existe un espacio sólido para la convivencia colectiva a partir del respeto a las reglas y valores del estado de derecho. Las experiencias fallidas de otros países nos han mostrado que los errores se pagan caros y que la clave para acertar se encuentra en formular una política que haga iguales en derechos y obligaciones a todos los que viven y trabajan en España.

Este objetivo requiere de actuaciones a favor de la integración dirigidas al conjunto de la población -con independencia de su nacionalidad- que el gobierno está impulsando a través de un Plan Estratégico de Ciudadanía e Integración que ha aprobado hace apenas algunas semanas.

En definitiva, el gobierno de España está desarrollando una política de prioridades que descansa en la promoción de la llegada de la migración por las vías legales, que deja sin perspectivas los accesos al mercado de trabajo por métodos no lícitos y que despliega un marcado compromiso con la integración social de los migrantes, con seguridad uno de los retos colectivos de mayor alcance que se presentan al mundo y a España en las próximas décadas.


Esta política encuentra una dimensión crucial en la cooperación con distintos países y otros espacios de dialogo multilateral, porque el carácter global de las migraciones exige a nuestro modo de ver un esfuerzo sostenido para aunar esfuerzos que permitan un ordenamiento básico de los movimientos migratorios.

En el ámbito iberoamericano, el "Compromiso de Montevideo", documento monográfico sobre migración suscrito en la cumbre del pasado noviembre y en cuya elaboración tanto México como España han tenido un activo papel, ha supuesto un avance muy importante, ya que Iberoamérica ha acordado abordar desde la concertación un fenómeno que afecta poderosamente a sus países, con distintas expresiones y con multitud de movimientos.

Estamos hablando pues de abordar de manera común entre nuestros países un fenómeno como el migratorio, cuyo impacto y potencia supera las capacidades de cada Estado por si solo.


Desde el pasado año, con los Encuentros de las Migraciones celebrados primero en Madrid y más tarde en Montevideo, Iberoamérica en general ha dado pasos muy importantes. México y España, que han participado en este proceso para establecer las bases de un tratamiento iberoamericano común de la migración, sin duda están llamados, por su experiencia y capacidad, a desempeñar un papel de primera línea en este proceso de concertación que ya ha comenzado.



Secretaria de Inmigración y Emigración del Gobierno de España

¿Es posible una nueva relación?

Una golondrina no hace verano. Una gira tampoco. La política exterior de Estados Unidos hacia América Latina no ha merecido más que críticas y no de ahora sino de siempre. La política del presidente Bush para con la región ha sido, en lo fundamental, la misma que la de otras administraciones.

A las críticas se añade el reclamo, a veces también resentimiento, de los pueblos de América Latina ante la larga historia de intervenciones de Estados Unidos. En la región todos los países tienen algo que lamentar en su relación con esa nación. Esa es la realidad. Está ahí y no puede negarse.

¿Es posible construir otro tipo de relación? Sí, pero no es fácil. Surgen, entonces, otras preguntas: ¿cómo romper el círculo vicioso? ¿Cómo cambiar los términos de esta relación? ¿Cómo construir una que sea ganadora para todas las partes?

Estados Unidos y América Latina tienen que romper con la dialéctica del amo y el esclavo. Sigue presente. De ahí la virulencia del discurso de unos y otros. El amo sólo existe si hay alguien que se asume como esclavo. Hay todavía quienes se ven como tal; de ahí nace su discurso emancipador.

América Latina tiene que abandonar, para siempre, el discurso de víctima ofendida frente a Estados Unidos. No conduce a nada. Es desahogo y nunca propuesta. El lamento no cambia la condición de los países y sí les impide actuar. Los deja donde están.

Estados Unidos tiene que abandonar, para siempre, el discurso del victimario incomprendido frente a América Latina. Esa posición no construye y sí conduce al encierro y al rechazo del otro. Así, víctima y victimario, uno al amparo del otro, se reproducen y todo sigue igual. Eso es, precisamente, lo que hay que romper.

El cambio de fondo pasa, necesariamente, por dos conceptos: colaboración y corresponsabilidad. Son los que pueden transformar la relación. Estados Unidos y América Latina se necesitan, pero siempre que se asuman como iguales. Tan importante es el uno como el otro. Ambos tienen derechos y obligaciones.

Colaboración no es colaboracionismo. Es aceptar que los problemas de cada país exigen hoy de la ayuda del otro para resolverlos. Es el caso de la migración. Su solución exige de la colaboración de unos y otros. No se resuelve sólo desde la lógica nacional. Es, en esencia, un problema transnacional.

Lo mismo ocurre con la corresponsabilidad. Si uno no se hace responsable de su parte y exige que la tarea sólo la haga el otro, se podrán encontrar culpables, pero nunca la solución al problema. Es el caso del narcotráfico o el tráfico de armas. Si Estados Unidos no asume la tarea que le corresponde en su ámbito interno y sólo exige que los otros realicen su parte, todo seguirá más o menos como ahora.

La gira del presidente Bush busca un mejor entendimiento con América Latina, pero servirá de muy poco si no cambian los términos de la relación. Si no se entra a la etapa de la colaboración y la corresponsabilidad. De no hacerse así seguiremos, aunque sea lamentable, en las mismas. Una gira no hace verano.