Cuando hablo de "la moda" y la uno a la cuestión de los migrantes, no me quiero referir a la migración hacia la familia presidencial de México del diseñador francés Pierre Cardin, que ha dado la nota "de sociedad" al cubrir una monumental mordida de 6 mil dólares, oculta en un vestido-túnica obsequiado a doña Marta Sahagún, señora que ya podrá reseñar en sus memorias que se vistió al estilo Bardot o al Moreau.
No, lo que consigno en esas palabras es el grado de difusión que ha alcanzado la cuestión del movimiento migratorio de nuestros días, precisamente con motivo y a partir de las acciones realizadas en las últimas semanas, principalmente en Francia, aunque con reflejos notables en Alemania y Holanda. Es muy positivo que en la opinión pública mexicana se forme una concepción justa acerca del movimiento migratorio, como un hecho característico del desarrollo mundial contemporáneo, intrínseco a la globalización, aunque indeseable a los conductores financieros de la expansión mundial del capitalismo.
Si bien los comentarios de colaboradores amigos de otros órganos abordan sólo el conflicto en las afueras de París y Lyon, sus generalizaciones son útiles y certeras para desdemonizar la existencia y las protestas de los migrantes por las condiciones absolutamente deplorables y la discriminación en que son obligados a vivir.
Pero esa desdemonización no hay que dejarla en el terreno ajeno; es indispensable traerla al propio, y la solidaridad expresa de manera implícita al condenar la violencia con que al principio se respondió a la protesta, es necesario llevarla al movimiento migratorio mexicano y latinoamericano que en Estados Unidos sufre, con frecuencia, tratamientos como si se tratara de los terroristas que atacaron Nueva York en el 11/09/01.
1. Los años de este nuevo siglo han sido teatro de una constante agudización de las medidas de represión, amenazas de expulsión, terroristas en la más amplia expresión del término. Y no es que los estadounidenses no entiendan el carácter binacional en el caso mexicano o plurinacional en otros casos, de la población residente en las grandes ciudades y en los campos; el propio presidente Bush acepta la necesidad de contar con esos trabajadores para la economía de su país.
Los dirigentes del Estado vecino saben que ellos detentan una fuerza laboral cuya formación no les ha costado, que les obsequiamos en las nuevas migraciones.
Pero es necesario, para su criterio de explotadores, que esa fuerza de trabajo se sienta supeditada, "ilegal", que acepte castración de sus derechos humanos, civiles, laborales; que en lugar de cobrar seis dólares la hora, cobre cuatro e incluso tres o dos si se sabe candidato a la desocupación por no tener tarjeta del seguro social o poseer una que "no checa". Vale la pena recordar aquí una de las batallas que se dieron en 2003 en defensa de la trabajadora mexicana Elvira Arellano, quien el 10 de diciembre del año anterior fue arrestada junto con otros 43 que laboraban en los aeropuertos O`Hara y Midway.
2. Hoy nos ha llegado una conmovedora carta de 26 trabajadores, casi todos mujeres, que durante cinco años hicieron del hotel Merindiam uno de los mejores de Chicago; tras ello, la cadena Hilton lo adquirió y hoy los amenaza de expulsión por no poseer tarjetas del seguro que "chequen" y que, por lo tanto, sean "personas autorizadas para trabajar en EU", ¡después de que desempeñaron labores durante cinco años! Estos trabajadores como otros muchos recurren a la solidaridad de "las personas que creen en la justicia para los inmigrantes", emprenden su defensa legal, recurren al apoyo de sus paisanos; ellos saben que su expulsión a México significa volver a carecer de empleo, a sufrir las mismas carencias que los hicieron marcharse. Pero cada vez cobran mayor conciencia de que su presencia en la economía y en la sociedad estadounidense como sucede en Francia o en cualquier otro país receptor de migrantes es indispensable; ellos están sustituyendo a la vieja fuerza de trabajo nativa, sin renovación, que requieren la producción y los servicios. Y también están creando, junto a las grandes posibilidades del pensamiento y "el modo de vida americano", una nueva cultura.
3. El caso de la migración mexicana es un fenómeno nuevo, binacional, con raíces históricas y con expresiones contemporáneas en la economía, pero también en otras formas de la vida social. En un plazo breve, en términos históricos, las tendencias exclusionistas, racistas, de los grupos conservadores estadounidenses, serán derrotadas por la vida misma y la sociedad del país vecino habrá de aceptar la igualdad de derechos, como habrán de aceptarla también los franceses, los alemanes, los ingleses.
Pero, al tiempo que nuestros compatriotas conquistan allá una vida digna, no deberán perder su presencia en la vida mexicana; aquí también habrán de derrotar las tendencias a la exclusión, que hoy se manifiestan en las maniobras para hacer nugatorio el derecho incipiente a participar en la vida política nacional mediante su voto para elegir presidente de la República, derecho incipiente que sólo podrá convertirse en una conquista democrática real con la igualdad de derechos políticos con todos los mexicanos en todos los niveles.
Es en esa realización que habrá de desembocar el fenómeno binacional de la migración mexicana hacia Estados Unidos: en lugar de globalización de ganancias para los consorcios, universalización de derechos para los migrantes (mexicanos y latinoamericanos), aquí y allá.
Analista político, miembro del PRD.
Por: Gerardo Unzueta
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