domingo, abril 30, 2006

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Alboroto y caida

"LA VARA DEL GOBIERNO ES UNA ANTORCHA. SI TE QUEDAS CON ELLA MUCHO TIEMPO, TE QUEMARA LAS MANOS" Proverbio papágo

Niteroi Museu de Arte Contemporanea por : Klaus with K

La duda: elegir a un rey o elegir a un presidente

El debate entre cuatro de los cinco candidatos presidenciales marcó, para bien o para mal, el fin de una etapa y el principio de lo que será la recta final de la carrera por alcanzar la "silla grande". Los que debatieron y, sobre todo, el gran ausente, deberán cambiar y/o modificar esquemas y estrategias si es que quieren continuar, ya no se diga dentro de la contienda, sino con vida como alternativas reales para el Congreso de la Unión.
Por lo pronto, un recuento elemental muestra que el saldo negativo entre ganadores y perdedores, de la primera parte de la contienda, no se debe tanto a las bajas propias de la batalla, sino a los errores de los propios candidatos y, sobre todo, a los conflictos internos entre los partidos y sus respectivos pretendientes a los puestos de elección popular. De esa manera, el debate no fue más que una suerte de "revelador" que permitió ver no sólo el blanco y el negro de los candidatos, sino los grises de sus respectivos partidos.
AMLO, la proclama
Y debemos iniciar por el ausente -el que andaba ausente, porque luego del debate AMLO reapareció como pocos imaginaban-, ya que con su automarginación el candidato de la dizque izquierda confirmó que hay dos visiones de lo que será la próxima Presidencia mexicana, en los tiempos de la democracia electoral. Resulta que la ausencia de AMLO al primero de los dos debates previstos, previos al 2 de julio, son la mejor muestra que el candidato de la coalición Por el Bien de Todos no le apuesta a la democracia, sino a la "autocracia". Es decir, que el señor López Obrador no quiere una elección, sino una proclamación.
En pocas palabras, todos sabemos que una democracia es el mandato del pueblo, y que en un sistema presidencialista como el mexicano esa democracia es representativa. Es decir, que los mandantes, los ciudadanos, se dan el gobierno a través de la elección de los mandatarios. Esa elección se sustenta en reglas bien establecidas -la democracia electoral mexicana, por sus reglas y sistemas de elección, es de las más reconocidas en el mundo-, y en donde la confrontación de las ideas, de los programas de gobierno, es una parte fundamental.
Pero lo que pretende López Obrador no es la confrontación de las ideas, no es que los mandantes pongan a prueba las ofertas de los que intentan ser mandatarios, sobre todo ante otras alternativas, sino que le apuesta a la proclamación. El señor López Obrador reclama que sin más elementos que la fe en su credo, los ciudadanos decidan por él, quien es o pretende ser algo así como el elegido para sacar de la postración a los millones de mexicanos pobres. Esa apuesta, la de la proclamación, está más emparentada con una monarquía, con la autocracia, en donde el elegido, el rey, está por encima de la voluntad de los súbditos; en donde por mandato divino se da el gobierno.
AMLO se ha proclamado ganador de la contienda electoral, desde antes de que la propia contienda haya iniciado. Por eso defiende "de manera estratégica" su ventaja electoral, por eso se niega al debate, por eso monta conspiraciones y complots en toda encuesta que le resulta desfavorable, por eso considera que está en su contra todo aquel que no está con su causa. Se dice el elegido más allá de toda contienda electoral, por encima de toda confrontación de ideas y de programas. Y se dice perseguido por todo aquel que le cuestiona sus ideas y programas.
En la concepción "democrática" de AMLO no hay lugar para la comparación y confrontación de las ideas, de los programas y para otras alternativas de gobierno. Un ejemplo de ese mesianismo lo ofreció el propio López Obrador en una reciente visita a Campeche, en donde un grupo de periodistas locales le cuestionaron los métodos antidemocráticos que han adoptado las "redes ciudadanas" creadas en esa entidad y, sobre todo, la represión desatada contra los periodistas locales. En respuesta a los cuestionamientos por la antidemocracia del naciente grupo que "proclama" a AMLO, el candidato de la coalición Por el Bien de Todos les ofreció a los periodistas una breve disculpa, pero los invitó a "difundir mi palabra". Es decir, la fe lo justifica todo.
En la campaña de AMLO pueden caber los ex priístas más antidemocráticos, pueden convivir las prácticas más antidemocráticas, pero todo se justifica "por el proyecto", por "la palabra" del mesías. Ese iluminado que sólo respeta "la voz del pueblo", la "voz divina", más allá de toda concepción democrática. Pero resulta que la volatilidad del voto que tiene -o que tenía a AMLO en los cuernos de la luna- no es precisamente un voto que esté de acuerdo con la concepción monárquica o autocrática de López Obrador, y ese voto comienza a moverse hacia otras alternativas, como por ejemplo, la otra concepción emparentada con la muy cuestionable izquierda mexicana.
Mercado, el fenómeno
Y es que para un amplio sector de los votantes mexicanos, la ganadora del debate del pasado martes fue Patricia Mercado, la candidata presidencial de esa naciente empresa familiar que es el Partido Socialdemócrata y Campesino. Y en efecto, la señora Mercado resultó gananciosa en una suerte de reinado de los tuertos. Es decir, se cumplió el refranero popular en esa referencia que dice que "en la tierra de los ciegos el tuerto es rey". Y es que la señora Mercado fue conocida, en el debate, más allá de las marrullerías y las peleas de su partido.
Patricia Mercado se metió, en sus intervenciones en el debate, en ese rentable espacio del "México real". Habló de y para los grupos vulnerables -mujeres relegadas, perseguidas y asesinadas; homosexuales, prostitutas, drogadictos, rezagados y/o expulsados del llamado desarrollo. Pero sobre todo se dio a conocer -en una contienda en la que no era vista más que como parte de las disputas por la franquicia de un nuevo partido político- como una alternativa discursiva. En efecto, Patricia Mercado fue una novedad, no tanto por su discurso, sino por su aparición en la contienda y, especialmente, en las pantallas de televisión.
La señora Mercado capitalizó de manera eficiente y contundente -como no lo hizo ninguno de los otros presidenciales- el reflector del debate, a pesar del bajo rating del propio debate. Y los dos, tres o cuatro puntos porcentuales que sumó a su causa -lo que le dará sin duda el registro a esa nueva empresa familiar que es su partido político- son los votos que le arrancó a esa izquierda que, si bien no representa López Obrador, sí se identifica contra la derecha y contra el PRI. La izquierda en realidad nunca apareció en el debate.
La propia señora Mercado se presentó como la única alternativa de la izquierda mexicana en la contienda presidencial y, en efecto, fue capaz de "jalar" para su partido y para su causa el voto de los grupos vulnerables, esos a los que "por estrategia" tampoco se ha acercado AMLO y con los que -por supuesto- tampoco se ha comprometido el candidato de la alianza Por el Bien de Todos. Los sectores vulnerables han sido abandonados por la derecha, pero también les había dado la espalda la derecha. Y por eso el triunfo de la señora Mercado. Y también por eso el nivel ganancioso del candidato del PAN, de la derecha.
Calderón, ¿el ganador?
Y se puede cuestionar lo que se quiera, pero sí, a despecho de muchos enamorados de AMLO y de otros tantos defensores de Roberto Madrazo, el ganador de la contienda mediática que fue el debate, fue precisamente Felipe Calderón. Pero el candidato de la derecha no ganó tanto por lo que dijo, por sus propuestas bien estructuradas, por sus ideas programáticas. No, ganó porque para los espectadores del debate y para los potenciales electores no fue posible confrontar las ideas derechistas de Calderón con una propuesta de izquierda. ¿Qué quiere decir eso?
Es muy fácil, quiere decir que Calderón fue congruente con sus principios y su proyecto de derecha. La derecha mexicana, esa que representa Calderón, está emparentada con un importante sector del viejo PRI, sobre todo aquel ligado a lo que fueron los gobiernos de Salinas y Zedillo -y por eso la incorporación de Diódoro Carrasco y de Benjamín González Roaro, dos ex priístas derechistas y elbistas que se sumaron al proyecto de Calderón-, derecha que también tiene vínculos con esa dizque izquierda del PRD, en especial con esa derecha que AMLO ha sumado. Y los casos de políticos como Alfonso Durazo, entre muchos otros, al proyecto de AMLO son el mejor ejemplo.
Calderón ganó el debate, sin duda, no sólo por sus propuestas, no sólo por la congruencia de su oferta, sino porque no existió una propuesta y un proyecto de la izquierda que contrastara con lo dicho por Calderón en el debate. Y es precisamente ahí donde está el mayor error de AMLO. Resulta que al no acudir al debate, López Obrador le dejó el camino libre, franco a la derecha en el poder. Ese error estratégico se tradujo en un reclamo por no haber tenido la capacidad de contrarrestar la oferta de la derecha con una oferta de la izquierda real, que habría derribado las ilusiones no sólo del gobierno del "cambio", sino las propuestas de Calderón.
Pero López Obrador no fue al debate no sólo por las muy "sobadas" razones estratégicas, tampoco desistió acudir al debate por miedo a confrontar sus ideas de izquierda. No, no acudió porque sus propuestas son las mismas de la derecha. Y la mejor prueba de ello es que el día después del debate, AMLO dijo que los debatientes, de manera especial los del PAN y del PRI, le habrían arrebatado sus propuestas. ¿Cuáles propuestas le arrebataron? ¿Las propuestas de la derecha? Nos guste o no, en el debate sólo estuvieron a la vista de todos, de los electores, las propuestas de la derecha, el "más de lo mismo" del gobierno de Fox.
Pero los potenciales electores que le dieron el triunfo a Calderón se movieron en esa dirección -la de dar por ganador a Felipe Calderón-, no porque haya sido el mejor, sino porque fue el único que apareció en la contienda. Ese fue el error, el gran error de AMLO.
En el fondo la ausencia de AMLO en el debate del pasado martes se puede comparar con la retirada de Diego Fernández de Cevallos de la contienda electoral de 1994, luego de que le ganó el primer debate a Ernesto Zedillo -otro priísta de derecha-, que era el representante de esa derecha incrustada en el PRI y que reclamó el "derecho de piso" en la política mexicana. Si en 1994 se retiró El Jefe Diego de la contienda presidencial -por razones estratégicas de la derecha mexicana-, en 2006 López Obrador se retiró del debate porque la derecha institucional tiene mejores argumentos que la derecha incrustada en el PRD, lo cual, nos guste o no, es una derecha que asaltó al partido que se dice de la izquierda institucional.
El PRI, el perdedor
Y en esa lucha, el gran perdedor no fue otro sino el PRI de Roberto Madrazo. Pero es claro para todos que perdió Madrazo, pero el verdadero perdedor fue el PRI, en tanto instituto político que se dice y tiene una fuerza nacional. El PRI se ha convertido en el partido que ha nutrido de sus hombres y mujeres -no los mejores hombres y las mejores mujeres-, sino a los más oportunistas, que ocupan los mejores lugares del PRD y del PAN. Se acepte o no, el nuevo y real jefe del PRI -que no es otro que Madrazo- vivió uno de sus peores momentos en el debate, pero en cambio el PRI ha vivido sus mejores tiempos, los de nutrir a todo el sistema político, a la derecha y a la izquierda, de su cultura, de sus cuadros, de sus mañas.
Todos los que presenciaron el debate vieron a un Roberto Madrazo que no era Roberto Madrazo. En las pantallas apareció un candidato presidencial nervioso, pegado a sus notas, a los consejos de sus operadores y de sus consejeros de imagen política. Si Madrazo hubiese sido el hombre que se enfrentó a Zedillo, que dijo "no" a los acuerdos cupulares del PRI de antaño, si se habría presentado como el retador del viejo sistema, otra habría sido la historia no sólo de Madrazo, sino de su partido y de su pretensión presidencial.
Y es que Madrazo se enfrentó no a Calderón y menos a Patricia Mercado, se enfrentó a otro priísta, a su tocayo, Roberto Campa, el habilidoso e inteligente ex priísta que jugó con dados cargados -dados cargados a favor de Felipe Calderón-, y que derribaron a Madrazo. Todos saben que Madrazo es casi la representación en la tierra de lo más cuestionable en el cielo, y Campa lo demostró. Y en ese lance mandó a la lona a Madrazo. Y ese golpe fue definitivo. Roberto Campa, nos guste o no, también fue un ganador. Y tendrá el registro de su partido, el Panal, y si no, al tiempo.

martes, abril 25, 2006

Rojo

Izquierda pervertida

Durante décadas enteras, muchas generaciones de mexicanos se educaron en la cultura de una izquierda que apelaba a mantener vivos los anticuerpos sociales -ante la hegemonía de un PRI antidemocrático, represor y corrupto-, para no perder las capacidades de asombro, indignación y crítica por los excesos de los gobiernos en turno y del partido único. Esa cultura de la confrontada izquierda mexicana -que sintetizó sus esfuerzos en el FDN de 1988 y en el PRD del 89- tenía en la discusión de ideas, en la defensa de las causas populares, en la organización obrera y en el repudio a la represión, entre otras, sus principales banderas de lucha, que con el tiempo se transformó en la disputa por el poder.
Si en el México de 1968, de 1988, o de 1994 -momentos estelares de la movilización social a partir de los postulados de izquierda-, algún intelectual, adivino o lector del futuro hubiese pronosticado que un gobierno de esa izquierda lanzaría a policías armados para reprimir una movilización obrera -de la que resultarían dos mineros muertos- que protestaban contra los caciques y el gran capital, habría sido quemado en leña verde.
Si algún despistado hubiese aventurado que otro gobierno surgido de la misma izquierda mexicana solapó que policías a su mando ejecutaran "en caliente" a delincuentes peligrosos -narcotraficantes- antes que detenerlos y someterlos a la justicia, ese despistado habría sido excomulgado. Y no se diga si otro iluso hubiese adivinado que un gobierno de izquierda recurriría a la cuestionada "prisión política", como venganza en las luchas de poder.
¿Qué habría pasado entre esa izquierda de hace no muchos años si algún curioso se hubiese aventado la puntada de adivinar que un candidato presidencial "se niega a debatir sus ideas, los postulados y las bondades de la izquierda para acceder al poder presidencial"? Seguramente nadie le habría creído y, en cambio, lo habrían acusado de reformista. ¿Y qué habría pasado si un periodista hubiese dicho que un gobierno de esa izquierda llegaría al extremo de organizar "comandos" para insultar a periodistas críticos de los gobiernos de esa izquierda? Le habrían dicho loco, por lo menos.
Por doloroso que resulte, se han cumplido esos pronósticos. La izquierda mexicana, convertida en poder estatal, y aspirante al poder presidencial, ha incurrido en esos y muchos otros excesos, mientras que intelectuales, politólogos, dirigentes partidistas, políticos y luchadores sociales han perdido la capacidad de asombro, de indignación y de crítica ante esas y muchas otras perversiones de la izquierda mexicana en el poder.
Resulta incomprensible que el gobierno perredista de Lázaro Cárdenas Batel -nieto del general Cárdenas e hijo del líder moral de la izquierda- haya decidido participar, junto con el gobierno del derechista Vicente Fox, para reprimir a trabajadores mineros de Sicartsa. Y es más insólito que haya ordenado a la policía de Michoacán disparar "en caliente" contra los mineros, cuyas luchas históricas fueron la bandera de la izquierda. ¿Pero a quién sorprende esa sinrazón? No a los intelectuales de izquierda, no a los políticos o periodistas, quienes intentaron, en un primer momento, solapar el hecho y exonerar al gobernador Cárdenas Batel.
Igual de aberrante resulta que otro gobierno estatal de izquierda, como el de Zeferino Torreblanca, y que un gobierno municipal, como el de Félix Salgado, hayan tolerado y solapado -si no es que ordenado- a la policía de Acapulco que "matara en caliente" a cuatro narcotraficantes. ¿Qué no fue ese el origen de la guerra sucia de los años 70? Los guerrilleros de los 70 enarbolaban una causa política, en efecto, pero actuaban al margen de la ley. Los narcotraficantes defienden, al margen de la ley, el negocio del narco, pero igualmente tienen el derecho a la justicia. Ningún gobierno tienen derecho a ejecutar a nadie. ¿No era esa una bandera de la izquierda? ¿Dónde están la capacidad de asombro, de indignación y de crítica de los intelectuales, periodistas y politólogos de la izquierda?
Ya hemos expresado aquí asombro, indignación y crítica por la prisión ilegal de Carlos Ahumada, el empresario corrupto que es mantenido como el primer preso político del gobierno de AMLO. También hemos señalado que es aberrante que aquellos que impulsan la llegada de la "¿izquierda?" al poder presidencial cierran ojos y oídos a esa claudicación de la izquierda que significa negarse a la transparencia en el gobierno de López Obrador. Pero resulta una auténtica perversión de la cultura de izquierda que el candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos se niegue al debate de las ideas, y que intelectuales, politólogos y periodistas justifiquen esa aberrante desviación con el sambenito de que "es una estrategia".
Frente a la posibilidad de llegar al poder todo "es una estrategia", y todo se justifica y se perdona hasta que con dinero público paguen "comandos" dedicados a insultar a los críticos de AMLO. La historia no los justificará. Al tiempo.

lunes, abril 17, 2006

El Evangelio de Judas

“Te lo he contado todo. Levanta los ojos y mira la nube y la luz y las estrellas que la rodean. La estrella que ilumina el camino es tu estrella.”

sábado, abril 15, 2006

KILL EM ALL

Inmigración y xenofobia

El enorme despertar de la comunidad inmigrante latina de Estados Unidos, en demanda del reconocimiento a derechos sociales elementales, ha provocado ya la ira de los grupos más irracionales y retrógradas de la sociedad estadounidense, que se han dispuesto a acosar y hasta amenazar de muerte a quienes respaldan tal iniciativa.

Las amenazas de muerte han llegado incluso al propio alcalde de Los Ángeles, Antonio Villarraigosa, quien, siendo de origen mexicano, no ha dudado en apoyar los planteamientos de aquellos que han pedido al Congreso de EU que apruebe una ley de inmigración que les ayude a normar la estancia y trabajo de más de 12 millones de inmigrantes que laboran en aquel territorio.

Se sabe además de represalias en pequeño contra seis empleados de un restaurante en Houston, que fueron despedidos por participar en las marchas de la semana pasada, así como el caso de 21 extranjeros que perdieron su empleo en Detroit, por la misma razón. Asimismo, los grupos paramilitares de vigilancia fronteriza -constituidos en su mayoría por fanáticos de ultraderecha- han redoblado sus actividades, para detener al mayor número de inmigrantes que les sea posible.
Es lamentable que con las marchas en favor de la legalización de migrantes, se hayan destapado los sentimientos xenófobos más bajos, en un país que hasta hace poco se enorgullecía por su pasado, precisamente, de inmigrantes trabajadores.

Los choques partidistas en el Congreso de aquel país, que han pospuesto hasta ahora cualquier decisión en materia migratoria, deberán moderarse y dar paso a leyes que en verdad normen el paso de trabajadores inmigrantes y su estancia en territorio estadounidense, lo que servirá tanto para salvaguardar la integridad física y laboral de dichas personas, como para hacer más segura la frontera común, al ordenarse el tránsito y bloquear cualquier intento terrorista por usar la frontera común de ambos países como vía de acceso a EU.

Resulta incomprensible la miopía de quienes se oponen a cualquier regulación migratoria, cuando toda esa fuerza laboral, que ya está allá, que tiene años, colabora en gran medida con el producto en bruto de varios estados de la Unión Americana. Sería suicida para varias economías estatales de aquella nación correr a millones de personas que cotidianamente les ayudan a hacer trabajos que son indispensables.
El Congreso de EU tiene gran responsabilidad en legislar con base en hechos reales, y no sólo con base en enfermizas teorías de políticos de derecha, que ven en los migrantes una afrenta a su estilo de vida o, peor todavía, un reto a una supuesta pureza de raza y sangre, que los equipara con los dictadores y genocidas más grandes de la historia.

También el gobierno del presidente George Bush debe tomar en cuenta que ser tibio en materia migratoria sólo alienta estas expresiones de radicalismo ideológico -antesala de un innecesario baño de sangre de activistas y migrantes-, por lo que, de no abordar el tema con la visión integral y de estadista que se requiere, le generará un grave descalabro económico a su nación y un irreparable daño a su seguridad nacional, que tanto dice proteger.

Lo que el tricolor ya no fue


La derrota del PRI en la elec-ción presidencial de 2000 culminó un proceso de deterioro que se había venido acumulando durante varias décadas. Unos ubican la esencia de ese deterioro en el fracaso de los gobiernos de Echeverría y López Portillo, que descarrilaron al país, pues recurrieron a estrategias económicas populistas que desembocaron en la debacle financiera y política que potenció la estatización de la banca en 1982. Otros lo explican a partir de la orientación ideológica y el desempeño de las administraciones que buscaron corregir el desarreglo nacional a partir de 1983, esto es, los sexenios de los presidentes de la Madrid, Salinas y Zedillo.
Para muchos, esa derrota electoral representaba el final de dicho partido político, que condujo al país durante más de siete décadas, transitando por etapas brillantes, mediocres y otras francamente lamentables. Por contra para otros, entre los que me incluyo, ese sacudimiento debería detonar un periodo de verdadera renovación del PRI, capaz de recuperarlo como el partido que liderara una movilización política aglutinadora de individuos y corrientes con una visión liberal, democrática y progresista en lo social; para ellos, el PRI debió evolucionar hacia la versión mexicana de una socialdemocracia moderna, como la de España desde que Felipe González perfiló su proyecto de gobierno hacia mediados de los 80.
Para sectores del priísmo, ese proyecto representaba la oportunidad de preservar los principios liberales de la filosofía política de mediados del siglo XIX, la vocación democrática afianzada con la elección de 2000, así como el ideario social producto de la Revolución Mexicana, aun en un contexto donde dominaba un conservadurismo renovado, que representaron Thatcher en el Reino Unido y Reagan en Estados Unidos. El planteamiento era, "si España pudo, ¿por qué México no?".
Se manifestaron dos visiones que reflejaban una escisión muy profunda entre el priísmo: quienes visualizaban la derrota como una oportunidad para el avance político y social, y quienes se plantearon como prioridad recoger los retazos del aparato priísta, a fin de recuperar el poder sin saber para qué. Lo que se ha vivido en el PRI desde entonces es una secuela de manifestaciones de esa división, que hasta ahora no ha sido superada.
Durante el periodo inmediato posterior a la derrota, los liderazgos del PRI definieron, con razón, que lo más urgente era preservar su unidad, hasta donde fuera posible, y llegar juntos a una Asamblea Nacional que permitiera, primero, una verdadera catarsis; segundo, recuperar y actualizar el ideario liberal, democrático y progresista del PRI; y, tercero, lanzar una nueva plataforma que, de frente al electorado y a la sociedad en general, reposicionara a ese partido como adalid de una visión liberal, social y democrática moderna para la transformación de México, hacia una nueva prosperidad con mayor equidad. Sin embargo, dicha unidad se preservó más en apariencia que en sustancia; en todo caso, con la 18 Asamblea Nacional se inició un proceso gradual de desintegración del frente amplio que representó el PRI hasta entonces. El "agandalle" de dicha Asamblea por los grupos más porriles cerró la puerta a cualquier entendimiento.
La oportunidad para renovarse se canceló debido a la lucha por la presidencia del PRI. La máxima de "las ideas primero" fue aplastada por la de "controlar primero y definir después". A partir de entonces, Roberto Madrazo y sus "seguidores" se apoderaron del PRI en una manchada "victoria" sobre Beatriz Paredes. Ese Comité Ejecutivo Nacional empujó a dicho partido en diversas direcciones, que sólo aceleraron su deterioro. Ese periodo se define por dos características: su actitud excluyente hacia quienes no se rendían incondicionalmente a la voluntad de su liderazgo; y, la absoluta falta de capacidad para definir un proyecto ideológico alternativo, que se nutriera de lo mejor de la experiencia del PRI, reconociera y tomara en cuenta sus errores, y adoptara el entorno de globalización como una oportunidad para el PRI y para el país, no como una amenaza. En el mejor de los casos, hoy el PRI participa como un partido más en escaramuzas con otros en materia de ideas, plataforma, organización, democracia partidista y cuadros. Lo inimaginable sucedió. Paso a paso ese partido perdió sus ventajas en todo el espectro de atributos, en especial de un partido que había tenido la habilidad para gobernar a México, con altibajos incuestionables, durante más de 70 años.
¿Dónde quedó el PRI? Su identidad liberal desdibujada, ya que en la defensa de la libertad del individuo y de los derechos humanos fue superado por otros movimientos y partidos. Su visión de un Estado laico, con una educación gratuita y sin ingerencia religiosa para todos frustrada, por su falta de propuesta acerca de la aplastante burocracia y centralismo de la SEP y la resistencia al cambio de sus sindicatos. Su política social desorientada y sin fuerza, por no plantear alternativa a una política fiscal que confundió la disciplina con el debilitamiento estructural del Estado, que ahora es escuálido y no puede aspirar a proyectos sociales moral y políticamente impostergables. Su credibilidad como partido impulsor de gobiernos fuertes extinta, a raíz de su falta de proyecto en materia de reforma fiscal y su titubeante actitud frente a los excesivos y paralizantes controles que se imponen a dependencias y funcionarios públicos. Su defensa del federalismo sin rumbo, pues en vez de promover nuevas soluciones, sus gobernadores se sometieron a la rebatinga de participaciones federales y a mejorar su posicionamiento político personal. Su convicción en favor de una economía de mercado con mejor Estado desacreditada, ya que como oposición se plegó a intereses específicos de grupos y organizaciones monopólicas y oligopólicas. Su planteamiento de procurar una seguridad social amplia, financieramente viable, vencida, por la resistencia de sindicatos que crecieron bajo su cobijo, como lo mostró el del IMSS ante la propuesta de racionalizar las pensiones para futuros trabajadores. En soberanía y política exterior, el PRI se ha conformado con reiterar los principios de la Constitución, sin mostrar capacidad para desdoblarlos hacia una propuesta más acorde con las circunstancias de México. Su imagen de corrupción permanece inalterada.
¿Qué aprendió el PRI en estos seis años como oposición? Poco o nada, sobre todo si se considera su capacidad para renovarse. Haber perdido la oportunidad para evolucionar hacia una visión socialdemócrata moderna será uno de los grandes reclamos que le hará la historia. En las listas de candidatos no se encuentra un núcleo mínimo que pudiera convertirse en el germen de esa nueva visión. Como organización política ha bajado sus miras, entrampado en discutir mediocridades, en vez de armar un proyecto para superar el de Ricardo Lagos, o mejorar el de Felipe González.

viernes, abril 14, 2006

Bomberito Juarez

Durante la guerra de Mexico - Estados Unidos, el entonces gobernador de Oaxaca Benito Juarez no quizo prestar ni un solo soldado para defender a la federacion y su recompensa esque fue fuertemente apoyado por este pais. Incluso para perpetuarse el entonces ya presidente de Mexico Benito Juarez ofrecio ceder la mitad del territorio a cambio de ayuda para perpetuarse.

martes, abril 11, 2006

sábado, abril 08, 2006

Reforma migartoria

Nadie podría negar que la ley migratoria apro-bada por el Senado de EU en su sesión del pasado jueves constituye un avance; y aunque aún falta conciliarla con el agresivo proyecto aprobado por la Cámara de Representantes, lo más probable es que el resultado constituya la reforma migratoria más importante después de 1986, cuando se otorgó la última amnistía a los trabajadores indocumentados de aquel país. Sin embargo, en tanto esta reforma no sea parte de la estrategia de integración económica de América del Norte, sino la aplicación de varios parches a uno de los fenómenos más complejos de la relación entre los países de la región. Desde su origen, los acuerdos de los legisladores de EU se encuentran rebasados por esa compleja realidad. Y el desfase entre esa complejidad migratoria y el marco jurídico para hacerla transitar, seguramente generará descalabros para los gobiernos de EU y de México.
Si la iniciativa acordada en el pleno del Senado de EU sale adelante, el gran avance sería que el programa de trabajadores temporales se combina con una amnistía a los indocumentados. Esta amnistía está formulada en tres categorías: con el cumplimiento de una serie de requisitos, los trabajadores con residencia de al menos cinco años podrán legalizar su estancia y cinco años después solicitar su ciudadanía. Los 2 millones de migrantes mexicanos que han salido en los últimos cinco años quedan fuera de ese beneficio. A los indocumentados con residencia entre dos y cinco años se les otorgan tres años para que, desde un punto fronterizo, soliciten regresar como trabajadores temporales. Vencer el temor a salir de la clandestinidad, y conseguir los requisitos que les permitan ser contratados como trabajadores temporales, será el principal desafío para ese grupo de migrantes. Y quienes hayan entrado en los dos últimos años (aproximadamente un millón de mexicanos), seguramente serán los más reacios a acogerse a esta reforma, pues les obliga a regresar a su país, y desde ahí solicitar visa de trabajadores temporales o residencia legal permanente.
Mientras esa reforma inicie su aplicación, el flujo de indocumentados mexicanos continuará. En la hipótesis más que conservadora de que ese flujo se mantiene constante, a los 6.5 millones de indocumentados mexicanos se habrán sumado otro millón y medio en los tres primeros años, quienes competirían con los de otros países por un lugar en la cuota del programa especial de trabajadores agrícolas, o por una de las 400 mil visas anuales de trabajadores temporales.
A pesar del avance que significaría esta reforma, la oferta de trabajo de los migrantes seguirá siendo más alta que la demanda contenida en el programa de trabajadores temporales, y la cantidad de indocumentados que ya residen en aquel país, mayor a la cobertura de las tres categorías de la amnistía. Su insuficiencia es evidente, aun suponiendo que los trámites burocráticos no sean obstáculo para su aplicación. Conclusión: seguirá requiriéndose el servicio de los polleros, de manera que el flujo seguro, legal y ordenado de personas que se propone la reforma seguirá siendo una quimera.
A los problemas derivados de esa insuficiencia, hay que agregar los generados por los compromisos que el gobierno mexicano está adquiriendo bajo el llamado principio de la responsabilidad compartida. Ese principio se encuentra en el documento México frente al fenómeno migratorio, y también en la Ley para la Protección a Migrantes y sus Familias, aprobada por el Senado de la República el pasado 4 de abril. Perlas como "exigir, en lo posible." (art. 25 fr. II), se explican por la obsecuencia que en la materia han demostrado el gobierno y las fuerzas políticas, incluyendo a la supuesta izquierda del país, esto es, al PRD.
Es bueno compartir responsabilidades para resolver un problema como la migración, pero siempre y cuando la definición de esas responsabilidades se haga de manera bilateral. No es el caso. Cualquiera que sea la reforma migratoria que apruebe el Congreso de EU, no será producto de un acuerdo bilateral o regional, sino otra imposición unilateral. Menos mal que en esa política están incidiendo las vigorosas manifestaciones de los migrantes residentes en EU.