En el gobierno de Vicente Fox se dicen seguros de resolver el conflicto de Oaxaca antes del 1 de diciembre. El gobierno de Calderón, aseguran, arrancará sin ningún problema. Más aún, los equipos de quienes se van y aquellos que llegan, tienen ya sobre la mesa la logística para eventuales complicaciones el mismo día de la toma de posesión.
Si el asunto se complica, por la razón que sea, el presidente electo rendirá protesta incluso por escrito.
Según algunos de los hombres más cercanos al presidente Fox, se hará todo, hasta lo imposible por resolver la crisis oaxaqueña por la vía del diálogo, la negociación y el acuerdo político. Pero si en un tiempo razonable no hay otra salida que el uso de la fuerza, entonces se llegará a ello. Y es que la idea del mandatario saliente es dejar sin problemas al gobierno entrante. Y si para ello deberán pagar costos políticos, esos costos los asumirá el que se va, no el que viene.
Eso sí, se insiste, el gobierno no participará en ningún acuerdo que incluya entregar la cabeza del gobernador Ulises Ruiz, a pesar de que en efecto, el mandatario oaxaqueño es uno de los principales responsables de la crisis. Pero eso, su eventual salida del gobierno, será una cuestión personal, que no se vislumbra en lo inmediato, ya que en la práctica se asistiría a un auténtico golpe de Estado. Es decir, si Ulises Ruiz se retira del cargo, su lugar podría ser ocupado por Gabino Cué, hoy senador convergente y quien fuera el candidato derrotado al gobierno estatal -por una coalición de todos contra el PRI-, precisamente por Ulises Ruiz.
En tanto el PRI analiza desde su dirigencia, con el aval de algunos gobernadores, una salida negociada de Ulises Ruiz, quien habría pedido garantías para dejar el cargo.
El origen
En la gestación del conflicto de Oaxaca -como reza el típico refranero oaxaqueño-, literalmente se juntaron "el hambre y las ganas de comer", ya que mientras que por un lado se organizaban distintos grupos sociales para "calar" y "cobrar facturas" al nuevo gobernador -entre otros el magisterio local, grupos sociales que por décadas habían vivido del presupuesto público, y aquellos a quien el PRI local dejó fuera de la contienda por el poder-, el nuevo mandatario, el señor Ulises Ruiz, parecía dispuesto a hacer todo lo posible por incendiar el estado.
Resulta que el ex gobernador José Murat se empeñó en que su heredero en el cargo fuera Ulises Ruiz, un político bisoño cuyo único mérito era ser amigo del ex gobernador y quien le garantizaba el cuidado de las espaldas. Murat se había convertido, a su vez, en el hombre fuerte del presidente del PRI y candidato presidencial, Roberto Madrazo. Gracias a esa alianza, el señor Ulises Ruiz recibió todos los apoyos necesarios para ganar, a como diera lugar, el gobierno de Oaxaca.
En esa guerra pasó por encima de una coalición de todos los opositores contra el PRI, encabezada por Gabino Cué, un ex priísta, ex secretario de gobierno en tiempos de Diódoro Carrasco, y ahora un "demócrata" de izquierda. Ulises Ruiz ganó, en efecto, pero en medio de un monumental escándalo, sobre todo ante evidencias de que la elección fue un cochinero. En el terreno político esa derrota dejó decenas de muertos y heridos políticos -porque la sociedad oaxaqueña prácticamente se partió en dos-, quienes una vez recuperados de la derrota iniciaron los trabajos para reorganizar lo que tiene todos los signos de una venganza política.
Pero incapaz de entender que en políticas ni los triunfos ni las derrotas son para siempre y menos duran cien años, Ulises Ruiz se olvidó de poner en práctica una urgente operación cicatriz, que restañara el tejido social y, sobre todo, que le diera legitimidad política y social a su naciente y tambaleante gobierno. Así, en sentido contrario a la lógica elemental de la política, y ya como gobernador, Ulises Ruiz intentó desmantelar la red de organizaciones sociales que por décadas han vivido como rémoras de los gobiernos priístas, y a las que se les canalizan importantes sumas de dinero público a cambio de mantener adormecida la inconformidad social.
Y es que muchos de esos grupos sociales -que son el germen de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO)-, habían cambiado de bando, se pasaron a la coalición Por el Bien de Todos, votaron por todos los candidatos de la misma, pero seguían cobrando en el gobierno estatal, en manos del PRI. "¡Ya basta¡", dijo un día Ulises Ruiz, y retiró los apoyos económicos, sobre todo ante la proximidad de la elección federal del 2 de julio. Algo similar ocurrió con el magisterio disidente, los maestros de la sección 22, quienes siempre han recibido apoyos del gobierno en turno pero que ahora también dejaron solo al PRI, no sólo en la elección de Ulises Ruiz, sino en la presidencial del pasado 2 de julio.
Sin el menor tacto político, el señor Ulises Ruiz metió en el mismo costal de la inconformidad a los damnificados de la elección en la que se hizo del gobierno estatal, a los jefes de las organizaciones sociales que vivían del dinero público, y a los maestros disidentes. En pocas palabras, tuvo la virtud de unificar a los más beligerantes sectores sociales y políticos de Oaxaca, pero en su contra. Con una visión miope de lo que estaba pasando en su entidad natal y que ahora le correspondía gobernar -porque cuando no se pasaba en la campaña presidencial de Madrazo, era más fácil verlo en los comederos políticos de Polanco-, Ulises Ruiz intentó crear su propia red de aliados políticos, su propia clase política para bloquear a sus adversarios, pero lo único que consiguió fue el fenómeno del panal. Darle de palos al avispero. Y sí, luego debió salir corriendo, pidiendo a gritos la intervención del gobierno federal.
Facturas por cobrar
Lo que está en juego en Oaxaca no es ni la dignidad de unos y menos la persecución de los otros. No, por obsceno que parezca -porque es una obscenidad la disputa por el poder-, lo que pelean los integrantes de la APPO, del magisterio y los derrotados en la pasada contienda para renovar el gobierno estatal, es el reparto del poder y del dinero presupuestal. Sí, en México y en cualquier parte del mundo, todo nuevo grupo que accede al poder público, al gobierno; sea municipal, estatal o federal, debe respetar las reglas básicas del juego; compartir ese poder y repartir el presupuesto, el dinero pues. Pero el nuevo gobernador de Oaxaca se negó a respetar esas reglas del juego, intentó crear su propia clase política, sus propios aliados y aplastar a los grupos tradicionales, hasta que consiguió unir a todos, pero en su contra.
Ulises Ruiz le arrebató a la mala el poder al grupo de Diódoro Carrasco -cuyo delfín era nada menos que Gabino Cué-, pero al mismo tiempo rompió con los grupos sociales que -más allá de razones ideológicas-, son los amortiguadores políticos a los graves problemas sociales de extensas regiones de Oaxaca. De esa manera, cuando se rompieron los vasos comunicantes de la política y del dinero que aceitaba el control social, el señor Ulises Ruiz se convirtió en el enemigo número uno de importantes grupos políticos y sociales. Y es que se suspendió el reparto de cuotas de poder y el flujo de dinero público a decenas de líderes que nacieron, crecieron y hasta podrían morir en esa cultura, la de vivir del dinero público.
Y en ese río revuelto ganaron espacios los sectores duros de cada uno de los grupos, líderes vinculados con desprendimientos de formaciones guerrilleras a los que no les importa tanto el reparto del poder o el restablecimiento de los flujos de dinero, como el ensayo de células urbanas, la práctica de estrategias radicales -como el asalto a radiodifusoras, la creación de comandos de resistencia, grupos de adoctrinamiento y otros-, que han convertido al centro de Oaxaca, sobre todo por las noches, en verdaderos campos de entrenamiento de lo que tiene todas las características de una guerrilla urbana.
Rodar y rodar...
Desde el inicio del conflicto -hace casi 130 días-, el gobierno federal se mantuvo al margen. Incluso urgió al gobierno local a buscar una respuesta. El desinterés del gobierno de Fox fue producto de la tensión de las semanas previas al 2 de julio. No se quería contaminar la elección. Pero luego siguió el desinterés porque en la etapa postelectoral el horno seguía sin estar para bollos. Pero lo cierto es que siempre ha estado latente la posibilidad de una solución de fuerza. Sin embargo el gobierno foxista está dispuesto a hacer todo lo posible, antes de aceptar la demanda de retirar los plantones y lograr la estabilidad en Oaxaca a cambio de la cabeza de Ulises Ruiz. En el gobierno de Vicente Fox tienen claro que entregar la cabeza de Ulises Ruiz sería el reconocimiento de que la democracia mexicana sigue dando pasos en reversa. Estaríamos ante una peligrosa concertacesión, al estilo de Carlos Salinas. El fenómeno podría resultar incluso peor, ya que el gobierno federal habría sido víctima de una presión y chantaje provenientes de grupos que rompieron todas las reglas de convivencia, que de manera violenta asaltaron no sólo a los poderes del estado de Oaxaca, sino a particulares, como es el caso de las radiodifusoras y otros sectores empresariales. Por eso, aceptar a cambio de la paz social la entrega de la cabeza de Ulises Ruiz, sería le mejor evidencia del estrepitoso fracaso del gobierno de Fox. Pero no sería todo, sino que el siguiente en caer podría ser no sólo cualquier otro gobernador, sino el propio presidente entrante, Felipe Calderón.
Por eso el gobierno foxista insiste en el diálogo como la única vía para solucionar el conflicto. Pero ese camino no es más que un eufemismo que en la práctica se ha convertido en un rotundo fracaso, porque los grupos inconformes no están dispuestos a aceptar nada que no sea la salida de Ulises Ruiz. Es decir, no hay negociación posible, porque todo eventual acuerdo pasa por la renuncia del gobernador de Oaxaca. Y por supuesto que no se descarta la renuncia unilateral. En pocas palabras, que al interior del PRI, en un acuerdo con la dirigencia partidista y con la ayuda de un grupo de gobernadores, se pretende convencer a Ruiz para que se retire por voluntad propia, con la certeza de que en su lugar llegue otro priísta. Pero la caída de Ulises, para el derrotado candidato Gabino Cué, no es más que la oportunidad de convertirse en gobernador. Ese es el riesgo, que gracias a la presión social, al acuerdo y la negociación política, se regrese a los tiempos de las concertacesiones del salinismo.
Como sea, lo cierto es que la crisis política y de gobernabilidad que se vive en Oaxaca pasa por sus momentos de mayor tensión, sobre todo porque los líderes del magisterio y de la APPO dan señales de ser rebasados por los sectores duros. Los liderazgos que hasta hace un par de semanas se habían sentado a dialogar con el gobierno -verdadero diálogo de sordos en donde la única premisa sobre la mesa era la renuncia del gobernador de Oaxaca-, hoy ya fueron rebasados y más que nunca está presente el uso de la fuerza como recurso último. Y es que esos sectores duros, radicales, que tienen vínculo con desprendimientos de grupos guerrilleros, parecen dispuestos a no ceder ni un milímetro, lo que significa no negociar nada si no es luego de que renuncie Ulises Ruiz.
El gobierno federal esperará la evolución de los acontecimientos en los próximos días, hará una evaluación de los riesgos de que la marcha que salió el pasado viernes de Oaxaca llegue al Distrito Federal, y si no hay alternativas ni espacios reales para el diálogo, responderá con la fuerza pública. Ni Fox ni Calderón quieren llegar a ese extremo, pero tampoco quieren que el conflicto se prolongue por más tiempo, no quieren que llegue al 2 de octubre y menos al 1 de diciembre. Y en el equipo de Fox, los operadores políticos que aún siguen al pie del cañón, saben que de no avanzar por el camino del diálogo, el acuerdo y la negociación, deberán pagar los costos que sea necesario, para resolver el conflicto antes del 1 de diciembre.
´Focos rojos´ el 1 de diciembre
Y es que la toma de posesión de Felipe Calderón, prevista para el 1 de diciembre en el Congreso, es otro peligroso dique que deberán salvar tanto el gobierno entrante como el que se va. Los operadores políticos de los dos gobiernos saben que el PRD tratará de impedir que Calderón proteste ante el pleno del Congreso, como está previsto. Para ello ya tiene lista una bien diseñada estrategia que incluye, en el extremo, que Calderón proteste por escrito y que ofrezca su mensaje por cadena nacional. Y si a ese conflicto se le agrega el que se crearía con los maestros y la APPO en la ciudad de México, el asunto sería de muy alto riesgo. Por eso el de Oaxaca es un asunto que deberá resolverse antes del fin de semana venidero. Al tiempo
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