Calderón mintió cuando dijo en España que México había votado por la "economía de mercado" (o capitalismo neoliberal y oligárquico) pues obtuvo 15 millones de votos, el PRD casi 15 millones, el PRI concentró el resto de los votos más los obtenidos por los partidos pequeños. Ganó o casi ganó el PRD según la perspectiva analítica manejada, cuyos votantes no estaban por la reproducción de ese capitalismo monopólico y excluyente; tampoco éstos y la mayoría de los electores decidieron apoyar un proyecto socialista o comunista o cualquier otra alternativa colectivista (cooperativismo, comunalismo, autogestión, etcétera).
Entonces, no se vale decir mentiras, la mayoría no avaló en las urnas el capitalismo actual ni ninguna forma de colectivismo; a lo más rondó el capitalista fantasma populista.
La reciente manifestación multitudinaria en el zócalo capitalino y en algunas ciudades de provincia sí planteó una crítica a ese capitalismo al exigir un cambio de rumbo económico y político para recuperar parte de la soberanía nacional perdida o en peligro de perderse, la soberanía alimentaria, la social, la laboral y la energética, como labores de corto plazo.
La soberanía financiera en manos de la banca extranjerizada, la soberanía comercial exterior dependiente casi en 90% del mercado estadounidense y la soberanía política en manos de la oligarquía doméstica y transnacional son, sin duda tareas de largo plazo.
Si por soberanía se entiende la capacidad de un Estado de tomar decisiones internas e internacionales con relativa autonomía frente a los poderes fácticos internos o a otros estados, guiado por los intereses nacionales, ese proceso y función estatal desde hace dos décadas ha ido disminuyendo de forma creciente y alarmante en México.
Soberanía para aumentar los salarios, para subsidiar el precio de la tortilla, para renegociar el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio y proteger a los agricultores nacionales de productos básicos, para controlar los precios y combatir a los monopolios, para sanear y eficientar la producción y uso del petróleo y la electricidad conforme las necesidades sociales.
Todo lo anterior lo han señalado las manifestaciones del pasado miércoles de diversas maneras: "Es imprescindible democratizar la economía y superar el estancamiento en la democratización de la política. La reforma social y democrática del Estado es hoy una tarea fundamental. Nadie, ni aun los que afirman haber ganado las elecciones tienen derecho al monopolio de las decisiones públicas".
"El nuevo pacto social que estamos demandando deberá darse de cara a la nación. para construirlo se requieren nuevas formas institucionales que permitan la inclusión de los diversos sectores en las decisiones públicas", según planteó la "Declaración del zócalo" signada por distintas agrupaciones campesinas, sindicales, ciudadanas y partidistas.
Por su parte, durante la movilización impulsada por la Convención Nacional Democrática, López Obrador, además de mostrar coincidencias con la declaración mencionada, señaló que los miembros del Poder Legislativo "dejen de actuar en la esfera de los poderosos y se conviertan en auténticos representantes del pueblo".
La respuesta de Calderón a las propuestas fue de lo más burocrática: ordenó a los secretarios de Economía y Agricultura atender de forma "expedita, sensible y respetuosa" al diálogo propuesto por las organizaciones manifestantes.
En resumen, el planteamiento central de los protestantes es reformar el nexo de las instituciones del Estado con los sectores sociales mayoritarios y de los poderes presidencial y Legislativo con éstos a través de acciones concretas y presupuesto público suficiente, como ejercicio de soberanía nacional. Ejercicio al que demandan congruencia con los principios de la democracia representativa y el interés nacional, pero a la vez anuncian otras formas de lucha pacífica y masiva para impulsar la democracia sustantiva y participativa y no sólo la electoral.
Mientras, si persiste la inacción gubernamental y la insensibilidad política de la élite económica y mediática, el reducido bono democrático de Calderón se consumirá y el beneficio de la duda de las intenciones de su gobierno se agotará.
Veremos de nuevo en acción a la soberanía oligárquica y avanzar la descomposición social, el crimen organizado, la migración, la pobreza y el desempleo. Entonces, que a nadie sorprenda que aparezcan estallidos sociales y líderes populistas que tanto asustan a ciertos intelectuales de televisión.
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