El continente europeo mira con preocupación los ardientes suburbios franceses. En los juicios acerca de los eventos, probablemente exista una cierta satisfacción disimulada, Schadenfreude, hacia un país que con su modelo de integración quería ser un líder en materia de integración de los trabajadores inmigrados y sus hijos. Irónicamente, la explosión violenta de la frustración de éstos estalló primero en la "patria de los derechos humanos" y del "antirracismo" y los franceses se preguntan: "¿Por qué nosotros?".
Las explicaciones de la excepción francesa son múltiples; pasado colonial entre el país y sus inmigrantes, la proporción más elevada en Europa de inmigrantes, en particular musulmanes (10% de la población), la existencia de suburbios populares que con el tiempo se transformaron en guetos de inmigrantes, el rechazo de la afirmación comunitaria o religiosa en la esfera pública. La tradición revolucionaria francesa, en oposición con la tradición de diálogo y compromiso de los países vecinos, Inglaterra, Bélgica y desde medio siglo Alemania, también puede servir de trasfondo.
El otro rasgo que distingue a Francia es más coyuntural. Sus dirigentes principales, el presidente Chirac, el primer ministro de Villepin y el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, están en lucha abierta por la sucesión presidencial. Utilizan los eventos para sus intereses propios. La pasividad del presidente y las palabras agresivas del ministro del Interior se pueden explicar por esta situación.
Sin embargo, la integración de los inmigrantes es un problema europeo no específicamente francés. Ningún país europeo puede jactarse de haberle encontrado una solución satisfactoria. Los hijos de inmigrantes británicos se transformaron en asesinos suicidas, mientras los de los holandeses asesinaron a un director de cine y amenazan de muerte a otros miembros del establishment. En ambos países la reivindicación islamista es mucho más fuerte que en Francia hasta ahora. A la luz de esta violencia, de los progresos de la extrema derecha y de esta agresividad (que también se encuentra de España a Suecia, con pocas excepciones hasta ahora, Alemania e Italia), la experiencia francesa no es tan catastrófica. Sin embargo, Francia, más que el resto de Europa, se caracteriza por su resistencia a la apertura económica y social. En un periodo de competición, sindicatos y partidos políticos luchan por preservar algunos privilegios. Los primeros excluidos, los que no se pueden valer de ningún privilegio, son precisamente los hijos de inmigrados que imponen hoy su punto de vista.
por: stephan berro
2 comentarios:
"patria de los derechos humanos" y del "antirracismo" y los franceses se preguntan: "¿Por qué nosotros?".
Es un problema muy delicado. No creo que se logre nunca una integración aceptable ya que allá, como en esos países que se citan en el artículo, la Política es evidentemente exclusivista. Estos Países Ex-colonialistas pensaron que mientras ellos tuviesen el control y las riquezas de los países colonizados todo sería perfecto, pero el tiempo pasa factura. Por qué los que fueron colonizados, hoy, quieren igualdad de derechos y de privilegios. Y la razón los asiste. Antes, era el "gato" que cazaba el "ratón" ahora, con el tiempo, los papeles se invierten, el "ratón" aprendió a cazar también al "gato".
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