domingo, marzo 26, 2006

La fe mueve montañas

Del imaginario político

Desde hace por lo menos una década, pero ahora con furia benévola, todo desemboca en los imaginarios, el imaginario cul-tural, el imaginario televisivo, y así hasta llegar a la cumbre, el imaginario político, es decir, algo parecido al circuito de las creencias y las convicciones mayoritarias sobre temas relativos al poder, su obtención, uso, retención o pérdida.
Por abrupta, mi definición no es siquiera un atisbo, pero mientras no se pruebe lo contrario, éste es un artículo y no una tesis de posgrado sobre la resistencia de la pure-za revolucionaria al ejercicio del voto. (En Cuba nadie vota en sentido contrario y es, se nos dice, la mayor Revolución de todo el siglo XXI).
Es notorio el enfrentamiento y la fusión de dos certidumbres: la política es el espacio de la corrupción y el engaño y, complementariamente, la democracia es la única salida visible de un país subordinado a las catástrofes. Es ya histórica la identificación entre política y red de simulaciones y saqueos, y lo que sucede desde los inicios de la nación independiente. Se descree drásticamente de los gobernantes y, ritual y sectorialmente, se cree en las excepciones, cuyas virtudes animan la esperanza de un sector.
Los aferrados a la impugnación ("Todos los políticos actúan en contra nuestra") son proclives sin embargo a la confianza en las circunstancias excepcionales. Esta sería una de las conclusiones del imaginario político aún vigente: no se puede recelar siempre y, por lo mismo, no se debe confiar nunca.
La certeza dominante responsabiliza a los políticos o a la clase política de los mayores males de la República (una creencia libera a los empresarios de su alta res-ponsabilidad en el mantenimiento de la desi-gualdad, y no toma en cuenta a los altos cléri-gos). Del otro lado, se levanta en formas aún imprecisas la fe en la democracia y en la sociedad civil y con esto se inicia la recuperación de la política como voluntad comunitaria. Tan imprecisable como es la democracia y tan restringida y oscilante como parece la sociedad civil, es en esta zona de intuiciones y convicciones donde se localiza la energía solidaria y en donde las comunidades se recuperan de los daños de la política, los históricos y los cotidianos.

¿Qué significa en el imaginario político de una democracia primeriza que se generalice el reconocimiento del triunfo de un candidato? En la era del PRI el cinismo puebla el imaginario ("la imaginación popular", como se le dice) con chistes a propósito de la falta de suspenso. Ahora todo se rige por las nuevas instituciones o supersticiones: las encuestas, la sondeología, el clima de reyerta y debate interminables que transcurre en los medios electrónicos, la mercadotecnia y el análisis de contenido. (Así le llaman al primer empleo de los alumnos y egresados de Ciencias de la Comunicación).
Por lo mismo, el imaginario político, antes tan lleno de improvisaciones y lirismo, se sujeta a precisiones y mediciones antes inconcebibles, y depende en gran medida de la fe estadística, otro de los acercamientos religiosos a la política. Y por eso las encues-tas sobre los candidatos presidenciales no son como "cortes de caja" sino apariciones fulgurantes de la verdad que se repite -quién lo dijera- por ser cierto.
Desde hace meses, inevitablemente, Andrés Manuel López Obrador encabeza los polls, ya lejos de su competidor derechista, Felipe Calderón, y lejísimos de su paisano inconvincente, Roberto Madrazo. El sitio predestinado en el Hit Parade del 2 de julio pro-voca en los desfavorecidos las reacciones previsibles: desaliento, furia, desesperación, resentimientos anticipados, ganas de enmendarle la plana a la realidad, campañas de odio a nombre de las sensaciones de despojo. Pero en última instancia estas alteraciones del ánimo no son sino peregrinaciones a los santuarios de las encuestas, en donde no se piden milagros pero sí el aprecio de las deidades por sus fieles verdaderos.
Las declaraciones de Madrazo y Calderón podrían ser ex voto contrariados. Un ejemplo: "Soy corredor de fondo, estoy seguro que lo importante no es cómo arrancamos sino cómo cerremos y vamos a cerrar ganando las elecciones del 2 de julio. Tengo que mejorar mi tiempo de tres-cuatro en Los Ángeles en este maratón del 2 de julio" (Roberto Madrazo, La Jornada, 17 de marzo de 2006). Y si gano, Patroncita, ya sabes...

Lo clásico en el imaginario político ha sido el estrépito de las ideas y las personalidades; el fluir de las decepciones, las frus-traciones y los martirologios; la emergencia de los éxitos imprevisibles, y el folclor del oportunismo, ese acomodo en la cortesa-nía que se transforma en el turismo masivo de los tiempos sin alternativas. Pero la modernidad impone las encuestas y los sondeos y los grupos focales y los media-trainers y la diaria revisión febril de los resultados y la conversión de los encuestólogos en augures. Y sin que nadie lo evite, el conjunto de maniobras adoratrices en torno de los números, desemboca en el fatalismo que se acrecienta al ver que el rival más odiado se obstina en seguir en el primer lugar.
El odio es real y es teatral. La campaña de insultos y descargas coléricas contra AMLO va creciendo: se le llama lépero, patán, naco, peligro para México, autoritario, mesiánico, inquisitional, intolerante... El Hombre al que da gusto odiar. El Enemigo de las Instituciones. El "Deténganlo antes de que sea demasiado tarde". En la campaña presidencial de 2006 el imaginario político se concentra en el agigantamiento del enemigo, es decir, en el catálogo de discursos, ocurrencias, balandronadas, gestos, pronunciamientos críticos, promesas incumplibles del Peje. Es el personaje prácticamente único el que verifica el pulso electoral. ¿Y los otros? Allí están, cediéndole al Peje el tiempo de sus spots, entregándole el sentido de sus entrevis-tas que desbordan descalificaciones, agresiones, chistes, mofas. ¡Ah! Y francas vulgaridades. En un spot del PAN se usa la imagen de Hugo Chávez para igualarlo con AMLO. Protesta Chávez por los ataques de la derecha que intenta detener el triunfo de López Obrador, y... ¡oh, descubrimiento de la soberanía! El IFE protesta contra la intervención extranjera, el PAN se encona, el PRI exhuma de su desván la Doctrina Estrada (tenga que ver o no) y es de preverse el desa-fuero electoral de AMLO. Por su parte, en un acto muy desafortunado, él contribuye a la gresca tan innecesaria. Le exige al presidente Fox que se calle, le llama chachalaca, y evi-dencia un uso placentero del habla "muy mexicana" que denota pobreza de recursos.

Pues sí que resultan un tanto indescifrables los sucesos que registra el imaginario político. La democracia es también eso, el agotamiento de las vetas de la libertad de expresión, cuando a través de lugares comunes se quiere establecer un campo marcial, cuando la irritación y el desahogo se vuelven la fuente del entendimiento. Antes no era así y las frustraciones constituían la segunda piel de los oposicionistas; ahora seguirá siendo así, pero ya el culto por el desahogo no impide la emergencia de la crítica

Y ahora Ucrania

Por :Jean Meyer

A semana pasada las elecciones presidenciales en Bielorrusia dieron, sin sorpresa, una tercera y vergonzante reelección al déspota Lukashenko, el último dictador europeo.
No le dio pena anunciar triunfalmente la participación de 93% del electorado y su triunfo con 83% de los votos. Recurrió masivamente al fraude electoral, inventando algo que no se le había ocurrido a nuestros mapaches: el voto anticipado en urnas itinerantes. "Las elecciones discurrieron con normalidad y no se registró ni una queja", anunció el IFE local. No sé cómo se atrevieron 10 mil ciudadanos a salir a la calle para protestar: Luka había prometido "torcerles el cuello como a una gallina".
Hoy, elecciones legislativas muy importantes y con resultados imprevisibles en Ucrania. Ambos comicios ocurren en el antiguo espacio soviético que el actual gobierno ruso pretende volver a controlar; hay que reconocer que no le ha ido mal en general, que las repúblicas de Asia Central ahí están, ¡a la orden, mi presidente!, que Armenia y Azerbaiján se llevan mejor que nunca con Moscú.
De Bielorrusia, ni hablar, al dés-pota Lukashenko se le recompen-sa con la entrega de gas ruso a pre-cio regalado. Quedan tres latosos por meter en cintura: las pequeñas Moldavia y Georgia que están sufriendo el acoso moscovita de mil maneras, y la gran Ucrania que cometió el "error", el crimen de lesa majestad, de no elegir como presidente al candi-dato de Vladimir Putin, en el invierno 2004-2005. Es el futuro de esa "re-volución naranja" que se juega, en buena parte, en las elecciones legislativas de hoy, en Ucrania.
El otro Vladimir, Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin, bien lo dijo en 1919: "Sin Ucrania, Rusia pierde su cabeza". Putin no pretende recons-tituir la difunta URSS, sino establecer, sin contestación posible, la influencia decisiva de Rusia, sobre todo el antiguo espacio soviético. No pretende incorporar a Ucrania en el seno de la Federación de Rusia, sino hacer de ella un Estado vasallo, un aliado sumiso y fiel.
No le faltan los medios para lograr su fin, y los servicios rusos han tra-bajado sin descanso, desde enero de 2005, para borrar los efectos de la "revolución naranja" en Ucrania y fuera de ella: se creó en la administración presidencial rusa un departamento encargado de impedir cualquier otra "revolución de color", tanto en el antiguo espacio soviético como en Rusia misma. Las elecciones ucranianas de hoy han sido precedidas, y posiblemente influenciadas, por una multifacética ofensiva contra el presidente ucraniano Víctor Yushchenko.
Lo que pasa en Ucrania y alrededor de ella es muy importante. La situación de Ucrania, como lo entendió Lenin, quien puso fin a su brevísima independencia, condiciona la posibilidad, condiciona la existencia del imperialismo ruso. Moscú empezó a construir su imperio con la toma de Kazán, en 1552, que le abría el camino de Siberia y del Sur oriental. Eso no influyó mucho sobre Rusia porque esos territorios eran casi vacíos, un poco como el Lejano Oeste en Estados Unidos. Al contrario, la conquista de Ucrania hizo de Rusia un imperio en los siglos XVII y XVIII, que siguió creciendo en el siglo XIX, luego en el XX bajo la nueva forma soviética. Una estructura imperial tiene su precio: vuelve muy difícil la evolución política porque es autoritaria por definición, porque hay que dominar y para eso hay que formar unos "órganos" de control, represión, mando.
Cuando el imperio zarista se derrumbó, Ucrania tomó su inde-pendencia: los bolcheviques la reincorporaron manu militari a su nuevo imperio. En 1991 el momento decisivo del derrumbe de la URSS no fue la secesión de los tres países del Báltico, ni del Cáucaso, tampoco de Asia Central, sino la independencia de Ucrania. Las negociaciones sobre el futuro de la URSS se habían empantanado al otoño de 1991, cuando un referéndum de autodeterminación fue celebrado en Ucrania, el 1 de diciembre. Los ucranianos, para mayor asombro de muchos observadores, votaron masivamente a favor de la independencia: 90.6% con una participación superior a 80%, hasta en las provincias orientales supuestamente pro rusas. Unos días después, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia sacaron la conclusión de que la Unión Soviética había dejado de existir. Se reunieron en un bosque, cerca de Minsk, en Bielorrusia, y proclama-ron la disolución de la URSS, así como la plena soberanía de cada una de las repúblicas. Eso significaba no sólo la desaparición de la URSS, sino la del viejo imperio de los zares: Ru-sia regresaba a sus fronteras de 1620. Eso había ocurrido brevemente en 1917-1918, pero los bolcheviques no tardaron en reconstruir el imperio. Entre 1992 y 2000 no tuvieron herederos para repetir la hazaña, pero luego el presidente Putin ha trabajado, sigue trabajando, para que Rusia recupere "su cabeza".
Para recobrar Ucrania, cualquier medio es bueno: presión económica, penetración de las empresas rusas, "guerra del gas" con cierre (breve) del gasoducto y precio quintuplicado de dicho gas, manipulación de las divisiones religiosas entre las iglesias, amenaza de secesión de las provincias orientales rusófonas, así como de Crimea, infiltración policiaca (los famosos "órganos" que bien pudieron participar en el misterioso y terrible envenenamiento de Víctor Yush-chenko en el verano de 2004), presión militar, cooptación de las oposiciones al presidente Yushchenko.
Esa política agrada a la opinión rusa en general que piensa que la independencia ucraniana es una aberración que no puede durar mucho. Además, si los europeos y los estadounidenses han apoyado a la "revolución naranja" y contribuido a la derrota del candidato de Moscú, desde aquel entonces han abandona-do Kiev a su suerte. Ucrania soñaba con una pronta entrada en la Unión Europea y en la OTAN para prote-gerse de manera definitiva, y resulta que su candidatura no ha sido vista con buenos ojos, todo lo contrario. No sé si la UE y Estados Unidos han realmente abandonado a Ucrania, pero esa es la impresión que dan y, lo que es más grave, la impresión que tiene Ucrania.
Eso puede tener una influencia decisiva sobre el voto de hoy. Existe una división real en el seno del pueblo ucraniano, cuidadosamente cultivada por Moscú, entre dos polos: el Este rusificado y ortodoxo, el Oeste muy nacionalista y más católico. Entre los dos, un centro que duda y se busca.

jueves, marzo 23, 2006

Guigui

Jesse Owens

"When I came back to my native country, after all the stories about Hitler, I couldn't ride in the front of the bus. I had to go to the back door. I couldn't live where I wanted. I wasn't invited to shake hands with Hitler, but I wasn't invited to the White House to shake hands with the President, either." Jesse Owens despues de Berlin 1936

domingo, marzo 19, 2006

Bielorrusia

Hoy 19 de marzo de 2006, el presidente Alexander Lukashenko consigue su tercer mandato presidencial. Desde 1994 dirige, con mano de hierro, su pequeño país (9.5 millones de habitantes, 200 mil kilómetros cuadrados) situado entre Rusia, Polonia, Lituania y Ucrania. Como la Constitución sólo permitía una reelección, como la de Rusia, y veremos si no se remienda de aquí a 2008 para abrir la vía a un tercer periodo para el presidente Putin. Por lo mismo, en 2004, Lukashenko organizó un referéndum para que el pueblo anulara las disposiciones constitucionales que le cerraban el paso. En tranquila ilegalidad, puesto que el artículo 112 del Código Electoral proclama que ninguna cuestión relativa a la elección del presidente puede ser sometida al voto directo del electorado. El 17 de octubre de 2004 votó 79% de los sujetos de Lukashenko a favor de la reforma, con una participación electoral de 90%. Por lo menos esas son las cifras oficiales, después de una campaña muy agresiva en todos los medios y del silenciamiento absoluto de una oposición cuyos principales líderes se encontraban en exilio.
Ahora Lukashenko puede reelegirse hasta su muerte, para "cumplir la voluntad del pueblo". El mismo 17 de octubre de 2004 el "pueblo" eligió un nuevo Congreso totalmente entregado al gran líder patriótico. La jornada electoral presidencial de hoy es una mera formalidad para ratificar un presidente vitalicio que parece haber eliminado cualquier posibilidad de resistencia. En 1999-2000 "desaparecieron" definitivamente varios dirigentes políticos susceptibles de derrotarlo, así como varios empresarios y periodistas. A seis años de distancia se vale decir que fueron eliminados físicamente. Hace años que los medios masivos de comunicación se encuentran bajo absoluto control y que la policía política asegura una vigilancia de cada instante. Todas las denuncias y protestas de la vecina Unión Europea no han servido de nada; tampoco el apoyo de Polonia y de Lituania a los exiliados bielorrusos. El único efecto ha sido el encierro total del régimen sobre sí mismo, así como sus esfuerzos exitosos para cortar todo contacto de la población con el Occidente. Frente al autócrata, apenas si sobrevive una oposición totalmente marginada, hija de la disidencia contra el sistema soviético, preocupada de democracia y deseosa de integración a la Unión Europea. Sin embargo Lukashenko sintió la necesidad de arrestar en marzo al candidato opositor Alexander Kozulin, de clausurar al día siguiente el pequeño diario de oposición Zgoda, de molestar de mil maneras a Alexander Milinkevich, otro líder opositor.
Históricamente no hubo Estado bielorruso antes de la disolución de la URSS en 1991. Como sus primos ucranianos, los bielorrusos son eslavos situados sobre la frontera cultural y religiosa entre Europa y Rusia; sus antepasados vivieron durante siglos en la confederación formada por Lituania y Polonia que iba del Báltico al mar Negro.
Poco a poco pasaron a ser sujetos del zar ruso quien emprendió a partir de 1840 una política de rusificación, continuada con bastante éxito por los dirigentes soviéticos. Atrapados entre dos nacionalismos agresivos, el ruso y el polaco, los bielorrusos, como los ucranianos, experimentan la independencia desde apenas 15 años. Entre 1991 y 1994 el presidente Shushkevich siguió una línea nacionalista pero la terrible crisis económica de toda la ex URSS abonó el terreno para el triunfo limpio de Lukashenko en 1994 con 80% de los votos. Su programa: la reunión con Rusia. Entre 1995 y 1999, él y Yeltsin firmaron muchos acuerdos y hasta la creación de la Unión entre los dos estados soberanos, unión que, hasta la fecha no se ha realizado.
Lukashenko empezó como restaurador de una línea pro Moscú que prolongaba la época soviética y tenía una lógica económica: en 1991 Bielorrusia exportaba a 93% adentro de la URSS; en 2006 Rusia es su primer cliente y su primer vendedor, le proporciona toda su energía a un precio muy inferior al del mercado mundial. Así en 1995 le quitó al bielorruso su nuevo estatuto de lengua oficial única e impuso el ruso como segunda lengua de Estado.
Curiosamente, desde la llegada de Vladimir Putin al Kremlin en 2000, las relaciones se enfriaron, por lo menos hasta la "revolución naranja" de Ucrania (invierno 2004-2005), resentida como una amenaza seria por los dos líderes. Una explicación posible es que Lukashenko, en tiempos del débil Yeltsin, llegó a imaginarse como presidente de la Unión de las repúblicas rusa y bielorrusa; bajo la presidencia incontestable de Putin, se hubiera visto reducido a la condición de gobernador del sujeto número 90 de la Federación de Rusia. Otra explicación es su legítima resistencia contra las pretensiones de Gazprom, la compañía estatal rusa que monopoliza el gas y su transporte. Gazprom quería, sigue queriendo y, poco a poco, está logrando el control de todos los gasoductos del antiguo espacio soviético. Entre 2002 y 2004, en varias ocasiones, Moscú cerró la llave del gas, dejando a los bielorrusos en el frío y paralizando su economía.
Lukashenko llegó a temer una revolución palaciega organizada por Moscú y se volvió un ferviente nacionalista bielorruso, ideología de circunstancia, que le ganó una innegable popularidad. Al mismo tiempo aprovechó la "revolución naranja" que en Ucrania derrotó al candidato de Putin a la presidencia, para presentarse como el fiel aliado de Moscú. Eso explica que no haya sido afectado por la "guerra del gas" (diciembre 2005-enero 2006). Mientras Moscú vende ahora a los estados "inamistosos" su gas a precios que varían entre 110 y 230 dólares los mil metros cúbicos, Minsk los sigue recibiendo al precio regalado de. 47 dólares.
Parece, pero no lo sabemos porque los términos del acuerdo no han sido publicados, que ese regalo tiene como contraparte la entrada de Gazprom en la sociedad gasera estatal bielorrusa. Por algo los amargados ucranianos hablan de gazputin en un juego de palabras con el nombre del famoso Rasputin. No cabe duda que existe un chantaje ruso con el gas y que eso influirá en las elecciones legislativas de la vecina Ucrania, el 26 de marzo próximo.

miércoles, marzo 15, 2006

Fuego

Cooperación militar con EU

Washington y México han ampliado y profundizado su interacción militar en asuntos de seguridad transnacional en operaciones de antiterrorismo y antinarcóticos, según nos enteramos por un informe rendido ante el comité de servicios armados del Senado norteamericano por el almirante Timothy Keating, jefe del Comando del Norte. Esperamos que, asimismo, el Senado mexicano esté bien informado del asunto.
Por supuesto, hay problemas de seguridad de alcance internacional que deben ser combatidos mediante la cooperación organizada de las naciones. En el caso de México, como en el de Estados Unidos, el requisito es que el Poder Ejecutivo cumpla con las formalidades de enterar al Senado de la República y, en lo que corresponda, obtener la autorización del Congreso.
Keating responde a la preocupación estadounidense por la seguridad y, al informar de ello, nos revela cómo sobrevuelan la zona fronteriza y ayudan a nuestras fuerzas armadas. "para establecer capacidades que los apoyen en sus esfuerzos de seguridad". ¿En qué condiciones hemos cedido parte de nuestros privilegios y obligaciones? debemos preguntar al gobierno del cambio. También el almirante Keating explica cómo elementos a sus órdenes ayudaron a la detección de casi 40 túneles que cruzaban por debajo de la frontera, logro que hasta ahora nos habían hecho creer que era mérito de nuestras fuerzas de seguridad.
En fin, que gracias a que el Senado de Estados Unidos sí es detalladamente informado de lo que hacen sus fuerzas armadas, nos enteramos de paso de cómo las nuestras son comprometidas en estos menesteres.
Keating, marino que habla sin rodeos, expone crudamente cómo "la falta de seguridad, estabilidad y en algunos casos la poco efectiva vigencia de las leyes, territorios mal gobernados y fronteras porosas dan otra dimensión a los problemas". Imposible no estar de acuerdo con él, aunque no nos guste la descripción.
La interdependencia de México y Estados Unidos se explica por la vecindad y por una vasta comunidad de intereses, aunque nuestra identidad cultural sea con América Latina.
Tal vinculación ha hecho que México se desentienda de hacer fuertes erogaciones en armamento, confiado en que se encuentra bajo el ala protectora del águila calva. Cualquier agresión a México es automáticamente una amenaza a nuestro poderoso vecino del norte. Sin embargo, cualquier acción de nuestras fuerzas armadas en el campo internacional tiene que ser sancionada por el Senado de la República, y de ella debe enterarse puntualmente a la opinión pública.
Hasta ahora, las operaciones tienen motivos plausibles, pero podría no ser así. Estaríamos en grave riesgo si no sopesamos las consecuencias de nuestras acciones.
Pero, sobre todo, tenemos una Constitución a la que ceñir nuestras decisiones, según lo protesta el Presidente de la República al tomar posesión de su cargo.
Estamos por dar a la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico toda la fuerza posible, solos y en cooperación con nuestros aliados extranjeros. Pero también está en primer lugar, para nosotros, nuestra propia seguridad nacional, y eso incluye la que proviene de cualquier intento de interferencia en nuestras instituciones.
Demos su lugar al Senado de la República y reiteremos nuestro respeto a la sociedad civil con toda la información pertinente, no con vagas alusiones a lo que se hace. No se puede luchar contra los delincuentes al margen de la ley. Ese solo hecho lo descalifica todo.

martes, marzo 14, 2006

La muerte (en su celda) del ex líder yugoslavo

Por: Julio Scherer

En diciembre de 1979, el mariscal Tito enfermó. Unos años antes le había visto yo, bronceado, seguro de sí mismo, en el palacio Blanco de Belgrado. Días antes me había entrevistado con un grupo de constitucionalistas.
En la conversación se hizo patente, entre líneas y palabras, que el modelo constituyente yugoslavo, federal, pero dependiente de un partido único, era una contradicción irreversible. Los médicos hicieron todo lo posible por Tito. Le amputaron la pierna derecha, pero el unificador de las seis repúblicas yugoslavas moría el 4-V-1980. En mi despacho tengo la fotografía de aquel encuentro.
Los juristas, con los que hablé horas antes, estaban en lo cierto: el sistema no resistiría el fin de Tito. Su mujer, Jovanka, con la que se casó en 1952 -cuando ella tenía 23 años y estaba en las guerrillas- se separó de él o él de ella, en 1978.
Nadie supo la causa. Jovanka no apareció en su lecho de muerte. Parecía algo más que un presentimiento del futuro.
Tito era irremplazable en el cuadro de esa superestructura jurídico-política dependiente de un hombre. El desmembramiento de las seis repúblicas se inició. El poder se transfirió, en la rebelión, a uno de los peores: a un burócrata llamado Milosevic. Desde los viejos mecanismos del trauma Estado-partido, ascendió impávido.
En 1990 llegó a la presidencia de Serbia. Hijo de un suicida, casado con una mujer ambiciosa hasta la paranoia, transformó el discurso comunista en un superdiscurso nacionalista (antítesis ideológica) convencido de que la exaltación de Serbia le convertiría en un líder. El 23-VI-1989, conmemorando en Kosovo el 600 aniversario de la batalla mítica de Merles, donde los serbios cristianos lucharon contra los turcos islámicos que controlarían los Balcanes (de ahí la islamización de gran parte de la región), Slobo hizo el más violento discurso pro serbio. Las otras cinco repúblicas entraron en la angustia.
No podían olvidar que, sin más, Tito no era serbio, sino croata y entendía que la federación no podía centrarse sólo en Serbia. Milosevic lo hizo y sus tropas, en Kosovo y en Bosnia, devolverían el país no a la memoria de la batalla de Merles (donde los cristianos serbios pese a su heroísmo fueron vencidos) sino a una de las mayores tragedias del racismo: a la teoría de la "purificación". La vieja proposición sobrecogedora -cistiti o "limpiar" o "purificar"- que tuvo su dimensión, no única, pero sí ostensible, cuando el levantamiento serbio contra los turcos significó su salida de Belgrado.
El pacto de la rendición suponía que se protegería a los vencidos en su evacuación. Las tropas que debían protegerlos los degollaron: la "limpieza" pasó a ser una opción. Milosevic funcionó así. El poder ante todo. Su familia, mujer e hijos, se enriquecían. Corrupción.
En Bosnia y en Kosovo las atrocidades del ex comunista travestido en supernacionalista para permanecer arriba, determinaron la intervención de la ONU y la OTAN. Un periodista francés que visitó a Slobodan Milosevic dice, asombrado, "que por todas las estancias por las que pasó los relojes estaban parados". El tiempo no tenía importancia para él.
El desmembramiento de la federación, las atrocidades de la purificación étnica o religiosa, hicieron, de los años de Milosevic, una pesadilla. Un tribunal internacional se preparaba, desde años, para el juicio de los 66 genocidios y toda clase de atentados contra los derechos humanos. La OTAN, a su vez, con sus bombardeos destruyó, a la par, la idea de la federación y sólo quedó, entre las cenizas y los odios, el desmembramiento brutal de las seis repúblicas. Dura memoria del siglo XX. Milosevic ha muerto en su celda; solo. La historia, implacable, unirá el nombre de Milosevic con la barbarie.

domingo, marzo 12, 2006

Pascua

El cristianismo en Oriente

El nos ha dicho que el cristianismo no es una religión universal, que está preso de su cultura europea y que la mejor prueba de eso era su incapacidad de penetrar en Asia. Los ejemplos de Japón y China venían a confirmar esa tesis. En el caso de Japón se olvida que a finales del siglo XVI se desarrolló una poderosa cristiandad japonesa. Fue erradicada, exterminada a principios del siglo XVII con tal ferocidad que los historiadores japoneses hablan de 180 mil muertos, lo cual deja en ridículo a Nerón, lo que rebasa la terrible persecución soviética que hizo 100 mil mártires entre 1919 y 1939.
En Corea los cristianos forman ya la mayoría de la población, lo cual desmonta la tesis de la imposibilidad cultural para el cristianismo de entrar en Asia; Vietnam tiene 6 millones de católicos (7% de la población) y no sabemos cuántos protestantes. Hace poco 57 sacerdotes han sido ordenados en Hanoi en la plaza frente a la catedral, en presencia de miles de fieles. En este país todavía comunista, seis seminarios han abierto sus puertas en los últimos años y tienen que rechazar los candidatos que son demasiado numerosos.
Esa mejoría de la situación es relativa pero persistente. "Los católicos vietnamitas son libres como es libre el pájaro en su jaula. Pero la jaula crece", y si el Estado ejerce un control estricto, hace lo mismo para con la Iglesia budista unificada. Recientemente ha permitido la creación de una nueva diócesis, con la bendición del primer ministro Phan Van Khai. En Vietnam el cristianismo es vietnamita, de la misma manera que es coreano en Corea.
En China continental las cosas son más complicadas, pero hay 70 millones de cristianos. Oficialmente la Iglesia "patriótica", controlada por el gobierno y durante mucho tiempo considerada como cismática por Roma, nombra a los obispos, pero las cosas están cambiando. La tolerancia religiosa es la última novedad: después de la apertura económica, la apertura espiritual.
Deshielo en Pekín y también en Roma, puesto que Benedicto XVI invitó a Roma en el pasado mes de octubre, a los obispos de la Iglesia patriótica, para el sínodo mundial, algo impensable hace algunos años. Como siempre, política y religión se cruzan peligrosamente. Si Pekín felicitó cortésmente al nuevo Papa a la hora de su elección, recordó a la vez que para establecer relaciones con el Vaticano pone como condición la suspensión de relaciones entre Taiwán y la Santa Sede.
Entre 1949, año de la llegada al poder de los comunistas, y 1980, los católicos chinos se dividieron entre la Iglesia "romana" y la Iglesia "patriótica" fundada por Mao sobre el modelo de una iglesia nacional, sin contactos con el Vaticano y totalmente integrada al régimen. El obispo de Pekín, cabeza de esa iglesia, es hasta la fecha un dignatario del Estado. La gran mayoría de los católicos dieron su fidelidad a la Iglesia de las catacumbas y practicaron en secreto (y latín) los rituales romanos.
Curiosamente al Partido Comunista chino el tiro le salió por la culata: al cortar las relaciones entre Roma y los católicos chinos, pensaba acabar con el catolicismo en China, a corto o a mediano plazo. La existencia de una iglesia cismática -relativamente cismática porque sus obispos y sacerdotes practicaban la restricción mental y muchos de ellos siguieron fieles a Roma-; la dureza de la persecución, la eliminación de todos los misioneros y sacerdotes extranjeros tuvieron dos resultados: primero, la sinización de la Iglesia que se volvió 100% china; segundo, una inquebrantable fidelidad a Roma. Ser católico en China es, como en Vietnam, ser "papista". Para los chinos, el catolicismo sin el Papa es algo impensable.
Juan Pablo II, cuyas fotografías acompañan las de Benedicto XVI en las casas de los fieles, tomó contacto discretamente desde los primeros días de su pontificado con el clero "patriótico". Entonces hubo sacerdotes y obispos para reconocer públicamente la autoridad del Papa, lo que les valió pasar un rato en la cárcel; los que quedaron en la Iglesia oficial se vieron empujados por sus fieles al acercamiento progresivo con Roma. Al grado que hoy en día, para retomar las palabras de un católico de Pekín, "hay sólo una Iglesia con dos grupos en su seno".
Oficialmente es la Iglesia patriótica que nombra los obispos, pero hay consulta discreta con Roma; otra prueba de esa nueva tolerancia, el Estado ha permitido que sacerdotes y monjas vayan a estudiar teología en Roma; autoriza también las invitaciones hechas por los seminarios a teólogos extranjeros.
No es que todo esté perfecto. China es inmensa y la situación puede variar según las regiones y la administración puede de repente "combatir la superstición", pero como en el México del presidente Cárdenas, poco a poco se instala un verdadero modus vivendi. Algunos dicen que no hay que ser demasiado optimistas y que si el gobierno hace tales concesiones, es en la perspectiva de los Juegos Olímpicos de 2008. En realidad, esa evolución parece irreversible en una China que vive el triunfo de un capitalismo despiadado y la muerte del ideal comunista.
Todas las religiones se benefician de esa primavera, el budismo, el taoísmo, el islam, pero el cristianismo, tanto en su versión católica, como en sus versiones protestantes, parece especialmente dinámico.
Un pastor protestante explica: "El partido comunista preparó la tierra para sembrar la semilla. Al obligar a los cristianos a cortar con el mundo exterior, creó las iglesias chinas. Los sufrimientos nos han fortalecido espiritualmente. Antes la gente creía en el comunismo, hoy la corrupción acaba con el sistema, el vacío espiritual reina. Pero el hombre necesita algo más que el éxito material. ¿En qué se puede esperar, pues? No hay más que el mensaje de Cristo".
Para la Iglesia católica, el último problema es que sigue reconociendo diplomáticamente a Taiwán y es algo que Pekín no perdona. Por cierto, el Vaticano es el único Estado europeo, y uno de los poquísimos en el mundo, que mantiene esas relaciones con la gran isla. Tarde o temprano tendrá que resolver ese problema que es diplomático y político.
Mientras, Pekín considera el catolicismo y sus eventuales relaciones con el Vaticano como una cuestión exclusivamente política. Eso no preocupa para nada a los católicos chinos que construyen templo tras templo y multiplican las "manifestaciones externas" de culto. ¿Quién dice que el cristianismo no puede ser chino?

viernes, marzo 10, 2006

¿Que es el Toreo?

"Que esto del toreo es muy facil: que viene el toro, se quita uste, que no se quita, lo quita el toro" Cagancho Torero español

sábado, marzo 04, 2006

Suspension

Incipiente

"La materia no crea a la mente, si no la mente crea a la materia" George Berkeley

De bandera: Celaya la segunda bandera mas grande de Mexico

Patrullaje y migración

La lucha contra el crimen en la frontera norte del país requiere de una amplia colaboración con Estados Unidos, que suele estar más peocupado por detener el flujo de trabajadores migratorios que por conjurar la amenaza de las mafias criminales de contrabandistas y narcotraficantes de ambos países, que pululan en la zona en busca del enorme y lucrativo mercado que hay de aquel lado del río Bravo, para sus ilícitas mercancías.
Es en ese contexto que se firmó ayer, en la ciudad de Brownsville, Texas, un acuerdo binacional para compartir la seguridad de la línea fronteriza, mediante patrullajes compartidos, en puntos de alto peligro para la seguridad de las personas. Carlos Abascal, secretario de Gobernación, y el titular de la oficina de Seguridad Interna de EU, Michael Chertoff, firmaron el memorándum que establece que las agencias de ambos gobiernos compartirán información clave para enfrentar al crimen organizado, de tal manera que estos grupos sean atacados con rapidez y eficacia.
Por supuesto, es importante todo esfuerzo que se haga por coordinar tareas, dado que la experiencia demuestra que al actuar desorganizadamente los únicos beneficiados son los grupos de delincuentes.
Aun así, lo firmado ayer ha de suponer un intenso intercambio de información y datos de inteligencia, pero no la cesión de algún aspecto de nuestra integridad territorial y soberanía, so pretexto de la lucha contra el crimen. México no puede permitir a agentes o militares extranjeros entrar a nuestro país a realizar labores policiacas o compartir información que ponga en riesgo nuestra seguridad nacional.
El acuerdo debe tener límites, los cuales están perfectamente delineados en nuestra Constitución. Aun cuando en el mundo hay una tendencia a que conceptos como territorialidad y soberanía sean cada vez más flexibles, es un hecho que nosotros, como país, no nos podemos permitir ningún tipo de debilidad al respecto. Para ellos es importante su seguridad nacional. Para nosotros es, asimismo, importante la nuestra.
Sobre todo cuando una buena parte de los problemas de seguridad en la frontera tiene como origen la lucha y codicia por el enorme mercado consumidor de estupefacientes que hay en Estados Unidos. Como de aquel lado no se hace mucho por abatir el consumo, entonces pretenden que la solución sea militarizar la franja divisoria.
México hace bien al poner de su parte en tal batalla, ofrecer el patrullaje de su territorio y vigilar a los delincuentes, con pleno respeto de la soberanía estadounidense, lo que propiciará, a su vez, respeto para la integridad mexicana. Respeto que, por otra parte, debería permear hacia otros temas de la agenda binacional, como se puede apreciar en la reunión interparlamentaria México-EU, que actualmente se realiza en Valle de Bravo y donde los congresistas del vecino país felizmente se oponen al levantamiento de un muro para detener el flujo de migrantes, pero que también se oponen a una amnistía de trabajadores migratorios.
Esta pequeña manera de ver el mundo por parte de los legisladores estadounidenses no permite avanzar con pasos firmes y decididos hacia acuerdos destacados en el tema migratorio, como sí ha sucedido en el tema de la seguridad fronteriza binacional.
Es preciso que de la interparlamentaria surjan puntos de consenso y trabajo diplomático que ayuden a nuestros compatriotas a hacer menos hostil su estadía en Estados Unidos.
Rechazar el muro es un buen principio, pero negar la amnistía va contra los flujos naturales del mercado laboral del que tanto se benefician la industria y la agricultura de EU.
La presente sería una buena oportunidad, además, para hacer que las reuniones interparlamentarias no sólo sean eventos huecos de los que suele no salir nada en concreto, sino el foro ideal para el desahogo operativo de los temas que atañen y preocupan a ambos países