jueves, abril 30, 2009

La decada Perdida

A partir de la década de los ochenta se inicia en muchos países de América Latina, un duro proceso de inserción en el mercado mundial. Las transformaciones que estas naciones se ven obligadas a instrumentar en su economía les significaron un costo tal alto que muchos economistas han etiquetado este período como "la década perdida". Las razones que determinaron en gran medida esta situación son numerosas En primer lugar, porque el producto interno bruto creció menos que la población: En segundo lugar, lo poco que se creció ( y, los países que lo hicieron no pasaron del 3 o 4.5%), sirvió para pagar el servicio de la deuda; es decir que el ahorro interno no financió la inversión y por lo tanto se tuvo que recurrir al constante endeudamiento externo como única alternativa para garantizar los pagos de los intereses de la deuda externa. Además, se tuvo que reducir el consumo interno o la demanda doméstica, con lo que de ser países receptores de capital extranjero, se tornaron en exportadores de capital a los países desarrollados. En tercer lugar, para financiar los déficit públicos y externos se aumentan las cargas tributarias, se reducen las importaciones y se inician las devaluaciones en todos los países Latinoamericanos. Esto derivó en el encarecimiento de las importaciones y en consecuencia de todos los insumos y la tecnología procedente del exterior, mientras que las exportaciones, a pesar de verse favorecidas por el tipo de cambio, no aumentan según lo esperado, dada la baja de la demanda externa, pues la crisis internacional del capitalismo y la revolución agrícola genera tanto, autosuficiencia a los países del norte, como una franca caída de los precios de las materias primas. En cuarto lugar, la inflación acompaña un proceso agudo de desempleo y de surgimiento de la llamada "economía informal". Todas la economías del área implementan políticas económicas de "ajuste", que asumen la pérdida del poder adquisitivo en la pugna precios-salarios, las inversiones productivas se van a las bolsas locales o a engrosar los depósitos bancarios y no precisamente a generar nuevos empleos. En los casos más dramáticos, la "fuga de capitales" acaba con la base del ahorro nacional que en el mejor de los casos se dolariza.
Por: Rodolfo Iván González Molina

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