El jueves pasado, en el programa de televisión Código 2006 , de Proyecto 40, hice una pregunta a nombre de muchos mexicanos a Ulises Ruiz, "el gobernador" de Oaxaca. "Le pregunto no al político, ni al funcionario, sino al ser humano: ¿está usted consciente de que su restitución como autoridad en Oaxaca va a ser el resultado de un baño de sangre? ¿No le importa que para seguir siendo gobernador se requiera la muerte de muchos? ¿Usted sabe que dentro de 10 ó 15 años el recuerdo de toda esta coyuntura y la mención de su nombre evocarán una tragedia?". Ulises Ruiz no se inmutó y respondió con una larga parrafada sobre la importancia de la negociación. Su verdadera respuesta la dio unas horas más tarde, en la madrugada, cuando un líder de la APPO fue secuestrado a punta de pistola por un comando de desconocidos. Al día siguiente, personas armadas, pertenecientes al gobierno municipal y al estatal, bajaron de una camioneta blanca para hacer disparos contra los retenes de la APPO, con el saldo conocido de varios muertos. Uno de ellos, el periodista estadounidense Bradley Will, de la agencia Indimedios.
Al cierre de este artículo no se desencadena aún el desenlace que parece inevitable. A la fecha han caído asesinadas una docena de personas, pero seguramente habrá muchas víctimas más, antes de que termine todo esto. Más allá de la posición política de cada uno de los lectores, hay un dato de la realidad que se impone: los muertos son de un solo bando. Podemos estar en desacuerdo con los métodos o estrategias de la APPO y cuestionar la intransigencia de maestros que condenaron a sus alumnos a perder la escuela, pero es un hecho que "los de abajo" son los que terminan poniendo a las víctimas.
Por desgracia la muerte de oaxaqueños morenos, anónimos y prescindibles no parece conmover a muchos. A lo largo de los meses, mientras se fueron enlutando los hogares de los que cayeron por goteo como resultado del ataque intermitente a los retenes, pocos se tomaron la molestia de exigir la destitución de Ulises Ruiz. Las notas internacionales se centraban en las pérdidas turísticas y comerciales del centro de Oaxaca. Sin embargo, todo esto cambió con la muerte de un extranjero, uno de los suyos.
La foto de Bradley Will yaciente en el pavimento ha recorrido diarios y noticieros de todo el mundo este fin de semana. Es una "pérdida de guerra" que no entraba en los cálculos de Ulises Ruiz. El ataque perpetrado el viernes por la tarde tenía como propósito provocar la última gota que derramara el vaso y obligar a las fuerzas federales a intervenir de una vez por todas. Llama la atención que el operativo fue en plena tarde y sin buscar siquiera alguna provocación o choque que de alguna manera lo justificara. Simplemente llegaron en sus camionetas, descendieron hombres con armas de alto poder y dispararon a retenes y periodistas. El mensaje fue claro y contundente. Si el gobierno federal no ha entrado a Oaxaca para no provocar un baño de sangre, los matones locales le demostrarían que la espera también se llenaría de sangre. Ahora la Secretaría de Gobernación tendría la coartada para intervenir. En cierta forma lo hace incluso para "proteger" a los manifestantes que están siendo acribillados. Espero que todo esto no sea más que resultado de la estulticia y barbarie de un gobernador convertido en sátrapa prehistórico. Ulises Ruiz ha dicho que los agresores son autoridades municipales, fuera de control, como si los esbirros de estos municipios priístas pudiesen atreverse a tomar una acción política de esta magnitud por su propia voluntad. Quisiera creer que esto no es un arreglo fríamente calculado con las autoridades del centro para precipitar el desalojo de Oaxaca.
Recordemos que el movimiento originalmente era una reivindicación gremial. El torpe y sangriento intento de desalojo de junio pasado por parte de Ulises provocó que se convirtiera en una protesta para exigir justicia. Desde entonces la APPO ha pedido una sola cosa: el retiro de Ulises y la investigación por sus crímenes. Es lamentable que el desenlace de todo esto sea una acción represiva, en nombre de la ley, y en contra de las víctimas que reclaman la aplicación de ley.
Tendríamos que preguntarnos dónde estaban hace un año todos aquellos que ahora exigen la restitución del estado de derecho, mientras Ulises Ruiz perseguía medios de comunicación, desaparecía disidentes y golpeaba derechos de comunidades. Durante meses, antes del conflicto del magisterio, los afectados interpusieron denuncias en contra de las agresiones del gobernador. Noticias de Oaxaca, el diario líder en la entidad, ha interpuesto media docena de demandas o denuncias en los tribunales que controla el gobernador. Ninguna ha prosperado pese a que hubo asesinatos y destrucción de instalaciones de por medio.
Si al final todo esto no sirve más que para reinstalar al gobernador, el daño será incalculable. Respetar al estado de derecho debería significar la investigación de todos los delitos, incluyendo los asesinatos por parte de las autoridades locales a lo largo de estos meses. Si el gobierno federal, en nombre de su alianza incondicional con el PRI, simplemente restituye al gobernador y encuentra chivos expiatorios entre policías de rango inferior, se habrá consumado una infamia mayúscula. Me temo, además, que se habrán dado enormes coartadas a los que consideran que nuestras instituciones no tienen remedio.
La tragedia de Oaxaca puede provocar un germen de rabia e inestabilidad si el baño de sangre simplemente sirve para imponer, una vez más, la inequidad y la injusticia ancestral. Pero también podría ser el arranque de una nueva forma de hacer política. Lo sabremos pronto. Sería lamentable que la única esperanza de ajuste de cuentas proceda de la indignación internacional que provoque el asesinato de un periodista extranjero. Nuestros muertos todavía valen muy poco.
"El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son" (Protagoras). Metros = hombre, es alguien que habla, un ser parlante, elocuente, y lo hace en una lengua, en la medida en que la posee y la usa para expresarse. Asi al hombre se le mide por las cosas que lo rodean, este site esta dedicado a todas esas expresiones e ideas del hombre.
domingo, octubre 29, 2006
viernes, octubre 13, 2006
Los incómodos
La historia de México está llena de políticos incómodos: hermanos, primos, cuñados, cónyuges. Pero también abundan los gobernadores incómodos. Aquellos que, dado su pésimo desempeño, generan problemas de gobernabilidad, afectan la legitimidad del gobierno, se llevan entre las patas a sus padrinos políticos y le complican la vida a su partido, pues los votantes suelen cobrarse los agravios votando por un partido diferente al del gobernador chafa.
En las épocas doradas del autoritarismo priísta, los gobernadores incómodos solían renunciar a sugerencia del presidente en turno. No era una solución muy democrática, cierto, pero la verdad es que los gobernadores en cuestión tampoco llegaban al poder de manera muy democrática. Normalmente alcanzaban la candidatura por el partido y la gubernatura por el dedo presidencial, y dejaban el poder también por el dedo presidencial.
Claro, en esta operación el presidente aprovechaba para deshacerse de algún gobernador heredado del presidente anterior, independientemente de los méritos que dicho gobernador tuviera. No obstante, este mecanismo para poner y quitar gobernadores comenzó a hacer crisis en el gobierno de Zedillo, cuando el presidencialismo comenzó a mostrar signos de agotamiento y los grupos dentro del PRI dejaron de aceptar al presidente como autoridad máxima.
Adicionalmente, en varias entidades llegaron al poder gobernadores de partidos diferentes al PRI que no le debían el puesto al dedo presidencial. Así, la capacidad del presidente de la República para remover gobernadores disminuyó de manera sensible. El caso más claro de esta nueva realidad fue el del entonces gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, quien, a pesar de haber sido exhibido públicamente con gastos exorbitantes en su campaña para alcanzar la gubernatura, se negó a dejar el puesto desafiando abiertamente al presidente Zedillo.
Esta tendencia se ha agudizado en el gobierno del presidente Fox. Éste ha decidido que no se va a meter a remover gobernadores, por más incompetentes y corruptos que sean. El argumento para ello es que no es facultad del gobierno federal quitarlos. Y es cierto. Sin embargo, dejar esta decisión en manos de los congresos locales o eventualmente del Senado de la República no garantiza que vaya a pasar algo, pues suele ocurrir que el partido del gobernador lo defiende a capa y espada bajo el supuesto de que si este se va en condiciones ignominiosas, el costo político será mayor que si permanece, en condiciones ignominiosas también.
Un argumento adicional para que el gobierno federal no intervenga es que ello podría sentar precedentes peligrosos y alentar movimientos en muchos estados para tirar gobernadores y eventualmente presidentes de la República. También se podría argumentar que si los gobernadores son elegidos por el voto popular, su remoción sería antidemocrática y violentaría esa misma voluntad. Y lo cierto es que la mayoría de estos argumentos son ciertos, aunque no suficientes.
El argumento más poderoso tiene que ver, sin duda, con el origen democrático de los mandatarios estatales. Sin embargo, si un gobernante legítimo viola la ley, es obvio que no puede permanecer en el cargo. Si un gobernante atenta contra las garantías individuales -ya sea Mario Marín contra Lydia Cacho o Ulises Ruiz contra el diario Noticias- no debe permanecer en el cargo. La pregunta es ¿quién lo quita? Y ahí es donde es obvio que si bien existen disposiciones legales, éstas no parecen funcionar bien. Así pues, el reto es mejorar los mecanismos institucionales para que, ante evidencia clara de violaciones de la ley por parte de un gobernador, éste se vaya a su casa y sea procesado. Desde ese punto de vista, la razón para la remoción debería ser la violación de la ley y no el número de manifestantes en su contra. Además, la reducción de los términos del mandato de los gobernadores, combinada con la posibilidad de la reelección, podría ser un mecanismo para ejercer mayor vigilancia sobre su desempeño y facilitar una salida más inmediata de algún mandatario incompetente.
En el caso del conflicto de Oaxaca es evidente que estamos en una situación empantanada que sólo una salida legal del gobernador Ulises Ruiz puede resolver. El recurso institucional es que el Senado declare la desaparición de poderes en el estado. La razón debería ser la conducta atentatoria contra las garantías ciudadanas en Oaxaca, por parte del gobernador, como fue el caso del acoso al diario Noticias. Pero lo cierto es que el único escenario viable es la decisión del Senado.
Sin embargo, si el gobernador Ruiz se va y los delitos cometidos por los grupos violentos que actúan en Oaxaca quedan impunes, ello va a constituir un incentivo para movimientos futuros en otras partes que quieran tirar a gobernantes electos. Más allá de la salida del gobernador, es claro que en Oaxaca hay delitos del fuero común y federal que se tienen que castigar. Si ello no ocurre, vamos a tener decenas de Oaxacas en todo el país. Como coreaban los manifestantes de la APPO hace unos días: "Ulises ya cayó. Sigue Calderón". ¿Y luego quién más?
En las épocas doradas del autoritarismo priísta, los gobernadores incómodos solían renunciar a sugerencia del presidente en turno. No era una solución muy democrática, cierto, pero la verdad es que los gobernadores en cuestión tampoco llegaban al poder de manera muy democrática. Normalmente alcanzaban la candidatura por el partido y la gubernatura por el dedo presidencial, y dejaban el poder también por el dedo presidencial.
Claro, en esta operación el presidente aprovechaba para deshacerse de algún gobernador heredado del presidente anterior, independientemente de los méritos que dicho gobernador tuviera. No obstante, este mecanismo para poner y quitar gobernadores comenzó a hacer crisis en el gobierno de Zedillo, cuando el presidencialismo comenzó a mostrar signos de agotamiento y los grupos dentro del PRI dejaron de aceptar al presidente como autoridad máxima.
Adicionalmente, en varias entidades llegaron al poder gobernadores de partidos diferentes al PRI que no le debían el puesto al dedo presidencial. Así, la capacidad del presidente de la República para remover gobernadores disminuyó de manera sensible. El caso más claro de esta nueva realidad fue el del entonces gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, quien, a pesar de haber sido exhibido públicamente con gastos exorbitantes en su campaña para alcanzar la gubernatura, se negó a dejar el puesto desafiando abiertamente al presidente Zedillo.
Esta tendencia se ha agudizado en el gobierno del presidente Fox. Éste ha decidido que no se va a meter a remover gobernadores, por más incompetentes y corruptos que sean. El argumento para ello es que no es facultad del gobierno federal quitarlos. Y es cierto. Sin embargo, dejar esta decisión en manos de los congresos locales o eventualmente del Senado de la República no garantiza que vaya a pasar algo, pues suele ocurrir que el partido del gobernador lo defiende a capa y espada bajo el supuesto de que si este se va en condiciones ignominiosas, el costo político será mayor que si permanece, en condiciones ignominiosas también.
Un argumento adicional para que el gobierno federal no intervenga es que ello podría sentar precedentes peligrosos y alentar movimientos en muchos estados para tirar gobernadores y eventualmente presidentes de la República. También se podría argumentar que si los gobernadores son elegidos por el voto popular, su remoción sería antidemocrática y violentaría esa misma voluntad. Y lo cierto es que la mayoría de estos argumentos son ciertos, aunque no suficientes.
El argumento más poderoso tiene que ver, sin duda, con el origen democrático de los mandatarios estatales. Sin embargo, si un gobernante legítimo viola la ley, es obvio que no puede permanecer en el cargo. Si un gobernante atenta contra las garantías individuales -ya sea Mario Marín contra Lydia Cacho o Ulises Ruiz contra el diario Noticias- no debe permanecer en el cargo. La pregunta es ¿quién lo quita? Y ahí es donde es obvio que si bien existen disposiciones legales, éstas no parecen funcionar bien. Así pues, el reto es mejorar los mecanismos institucionales para que, ante evidencia clara de violaciones de la ley por parte de un gobernador, éste se vaya a su casa y sea procesado. Desde ese punto de vista, la razón para la remoción debería ser la violación de la ley y no el número de manifestantes en su contra. Además, la reducción de los términos del mandato de los gobernadores, combinada con la posibilidad de la reelección, podría ser un mecanismo para ejercer mayor vigilancia sobre su desempeño y facilitar una salida más inmediata de algún mandatario incompetente.
En el caso del conflicto de Oaxaca es evidente que estamos en una situación empantanada que sólo una salida legal del gobernador Ulises Ruiz puede resolver. El recurso institucional es que el Senado declare la desaparición de poderes en el estado. La razón debería ser la conducta atentatoria contra las garantías ciudadanas en Oaxaca, por parte del gobernador, como fue el caso del acoso al diario Noticias. Pero lo cierto es que el único escenario viable es la decisión del Senado.
Sin embargo, si el gobernador Ruiz se va y los delitos cometidos por los grupos violentos que actúan en Oaxaca quedan impunes, ello va a constituir un incentivo para movimientos futuros en otras partes que quieran tirar a gobernantes electos. Más allá de la salida del gobernador, es claro que en Oaxaca hay delitos del fuero común y federal que se tienen que castigar. Si ello no ocurre, vamos a tener decenas de Oaxacas en todo el país. Como coreaban los manifestantes de la APPO hace unos días: "Ulises ya cayó. Sigue Calderón". ¿Y luego quién más?
domingo, octubre 01, 2006
Diciembre negro
Oaxaca podría ser el diciembre negro de Fox. Hace 12 años México pasó por la peor crisis económica de la historia reciente debido a la mala transición del gobierno saliente de Carlos Salinas al entrante de Ernesto Zedillo. La historia podría repetirse, pero ahora en el terreno político, con saldos igualmente trágicos y por los mismos motivos: la falta de decisiones entre el equipo que llega y el que sale.
El conflicto de Oaxaca podría convertirse en el equivalente a un peso sobrevaluado y a punto de explotar. En el otoñó de 1994 nadie quiso asumir la factura política de una devaluación que desde meses antes era imprescindible. Carlos Salinas y Pedro Aspe (su secretario de Hacienda) no quisieron comprometer los elevados índices de popularidad con los que cerraron su sexenio. A los 20 días de haber asumido el poder, en aquel diciembre funesto, la bomba estalló en la cara de Zedillo y del nuevo secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche. La tragedia le granjeó a Salinas un exilio forzado y a Serra Puche el fin de su carrera política. Pero sobre todo, condenó al país a una recesión que todavía no cicatriza del todo.
El caso de Oaxaca anticipa un infortunio que podría alcanzar tales proporciones. Hay un consenso generalizado a favor de resolver el conflicto de manera urgente e inmediata, pero las vías dividen a la clase política y a la opinión pública.
Por un lado, están los que consideran que el gobierno federal debe enviar fuerzas policiacas para desalojar a los manifestantes y "restablecer el orden". A su juicio, los riesgos de un desenlace violento son preferibles que el caos y la impunidad que representa una ciudad en manos de una organización radical.
Los sectores más conservadores quieren ver a la APPO como una extensión del grupo guerrillero EPR. Es una simplificación que han rechazado incluso empresarios como Harp Helú y políticos como Diódoro Carrasco (ex gobernador, ahora con el PAN), pero que se ha esgrimido en la capital para justificar la aplicación de mano dura. Parecería un argumento pensado para tranquilizar conciencias por anticipado, en caso de que una operación militar deje las barricadas sembradas de cadáveres. Si los disidentes eran prácticamente "guerrilla subversiva" las bajas habrían sido un mal necesario.
Es un argumento absurdo. Cinco mil personas marchan hacia la capital y miles más resguardan la plaza de Oaxaca. Si todos esos contingentes fueran del EPR habría que cambiar al Cisen, la Secretaría de Gobernación y los cuerpos de inteligencia militar, por ineptitud (¿decenas de miles de insurrectos habían pasado inadvertidos?). En realidad, la APPO es una amalgama de organizaciones e impulsos que se alimenta de grupos sociales resentidos por la pobreza y la injusticia. No son la mayoría de los oaxaqueños, pero posee una base social real y extendida, y probablemente una gran cantidad de simpatizantes no movilizados. Preferiríamos que todos ellos fueran buenas personas y ciudadanos ejemplares, pero aunque muchos no lo sean, tampoco deben descalificarse sus reclamos. Podemos dar por descontado que algunos cuadros del EPR y otros activistas radicales han acudido con el propósito de reventar y manipular, pero son docenas entre miles. De lo que podemos estar seguros es que una represión convertirá la mentira en una autoprofecía cumplida: cientos ingresarán a los movimientos clandestinos de insurrección.
Del otro lado, otra corriente de opinión, entre los que me incluyo, considera que la única salida posible es la renuncia de Ulises Ruiz, o su separación mientras es investigado. Hace una semana, en este espacio, expuse los argumentos al respecto. Ser gobernador legalmente elegido no es una patente de corso para cometer las tropelías y delitos en los que incurrió este sátrapa trasnochado. Durante un año se dedicó a golpear a la disidencia, a los medios de comunicación adversos y a grupos campesinos incómodos.
Estos grupos que hoy "violentan el orden" recurrieron en primera instancia, aunque infructuosamente, a tribunales y ministerios públicos para denunciar asesinatos y despojos. No consiguieron nada. En junio, cuando las fuerzas estatales intentaron desalojar a los maestros con saldo de un muerto, todos estos grupos y agravios se unieron a su causa. Eso es la APPO, con todos los defectos que pueda tener.
El viernes en la madrugada corrió el rumor en Oaxaca de que la policía federal estaba a punto de tomar la plaza. La crónica de un corresponsal de EL UNIVERSAL señala que "en cuestión de segundos, por toda la ciudad, ríos humanos bajaron de las colonias circunvecinas para fortalecer sus barricadas". Recomendar el uso de la fuerza, pero "sólo para disuadir y con precaución", como pretenden algunas buenas conciencias, no es más que otra manera de pedir un baño de sangre, pero buscando no ser salpicado.
Tomémosle la palabra a los que piden el restablecimiento de las instituciones y del estado de derecho, pero vayamos a la raíz del problema. Se requiere de una instancia federal que investigue la veracidad de las denuncias de los delitos cometidos por Ulises Ruiz. No se trata de ceder u ofrecer la cabeza del gobernador a unos manifestantes. Se trata de construir la democracia a partir de la aplicación de una justicia real, y no la que imparten los tribunales del gobernador en cuestión. La exigencia de la opinión pública nacional para reinstalar el estado de derecho en Oaxaca es genuina, pero debe ser integral. No se puede reestablecer la ley reprimiendo violentamente a los que exigen se les haga justicia.
El gobierno panista está paralizado ante la disyuntiva de reprimir y derramar sangre, o investigar a Ruiz y enemistarse con el PRI. Ha llegado el momento de asumir costos y tomar decisiones. O pueden no hacerlo y esperar a que el tema estalle en su cara en el interregno de la transición, como hace 12 años. Ya conocemos las consecuencias.
El conflicto de Oaxaca podría convertirse en el equivalente a un peso sobrevaluado y a punto de explotar. En el otoñó de 1994 nadie quiso asumir la factura política de una devaluación que desde meses antes era imprescindible. Carlos Salinas y Pedro Aspe (su secretario de Hacienda) no quisieron comprometer los elevados índices de popularidad con los que cerraron su sexenio. A los 20 días de haber asumido el poder, en aquel diciembre funesto, la bomba estalló en la cara de Zedillo y del nuevo secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche. La tragedia le granjeó a Salinas un exilio forzado y a Serra Puche el fin de su carrera política. Pero sobre todo, condenó al país a una recesión que todavía no cicatriza del todo.
El caso de Oaxaca anticipa un infortunio que podría alcanzar tales proporciones. Hay un consenso generalizado a favor de resolver el conflicto de manera urgente e inmediata, pero las vías dividen a la clase política y a la opinión pública.
Por un lado, están los que consideran que el gobierno federal debe enviar fuerzas policiacas para desalojar a los manifestantes y "restablecer el orden". A su juicio, los riesgos de un desenlace violento son preferibles que el caos y la impunidad que representa una ciudad en manos de una organización radical.
Los sectores más conservadores quieren ver a la APPO como una extensión del grupo guerrillero EPR. Es una simplificación que han rechazado incluso empresarios como Harp Helú y políticos como Diódoro Carrasco (ex gobernador, ahora con el PAN), pero que se ha esgrimido en la capital para justificar la aplicación de mano dura. Parecería un argumento pensado para tranquilizar conciencias por anticipado, en caso de que una operación militar deje las barricadas sembradas de cadáveres. Si los disidentes eran prácticamente "guerrilla subversiva" las bajas habrían sido un mal necesario.
Es un argumento absurdo. Cinco mil personas marchan hacia la capital y miles más resguardan la plaza de Oaxaca. Si todos esos contingentes fueran del EPR habría que cambiar al Cisen, la Secretaría de Gobernación y los cuerpos de inteligencia militar, por ineptitud (¿decenas de miles de insurrectos habían pasado inadvertidos?). En realidad, la APPO es una amalgama de organizaciones e impulsos que se alimenta de grupos sociales resentidos por la pobreza y la injusticia. No son la mayoría de los oaxaqueños, pero posee una base social real y extendida, y probablemente una gran cantidad de simpatizantes no movilizados. Preferiríamos que todos ellos fueran buenas personas y ciudadanos ejemplares, pero aunque muchos no lo sean, tampoco deben descalificarse sus reclamos. Podemos dar por descontado que algunos cuadros del EPR y otros activistas radicales han acudido con el propósito de reventar y manipular, pero son docenas entre miles. De lo que podemos estar seguros es que una represión convertirá la mentira en una autoprofecía cumplida: cientos ingresarán a los movimientos clandestinos de insurrección.
Del otro lado, otra corriente de opinión, entre los que me incluyo, considera que la única salida posible es la renuncia de Ulises Ruiz, o su separación mientras es investigado. Hace una semana, en este espacio, expuse los argumentos al respecto. Ser gobernador legalmente elegido no es una patente de corso para cometer las tropelías y delitos en los que incurrió este sátrapa trasnochado. Durante un año se dedicó a golpear a la disidencia, a los medios de comunicación adversos y a grupos campesinos incómodos.
Estos grupos que hoy "violentan el orden" recurrieron en primera instancia, aunque infructuosamente, a tribunales y ministerios públicos para denunciar asesinatos y despojos. No consiguieron nada. En junio, cuando las fuerzas estatales intentaron desalojar a los maestros con saldo de un muerto, todos estos grupos y agravios se unieron a su causa. Eso es la APPO, con todos los defectos que pueda tener.
El viernes en la madrugada corrió el rumor en Oaxaca de que la policía federal estaba a punto de tomar la plaza. La crónica de un corresponsal de EL UNIVERSAL señala que "en cuestión de segundos, por toda la ciudad, ríos humanos bajaron de las colonias circunvecinas para fortalecer sus barricadas". Recomendar el uso de la fuerza, pero "sólo para disuadir y con precaución", como pretenden algunas buenas conciencias, no es más que otra manera de pedir un baño de sangre, pero buscando no ser salpicado.
Tomémosle la palabra a los que piden el restablecimiento de las instituciones y del estado de derecho, pero vayamos a la raíz del problema. Se requiere de una instancia federal que investigue la veracidad de las denuncias de los delitos cometidos por Ulises Ruiz. No se trata de ceder u ofrecer la cabeza del gobernador a unos manifestantes. Se trata de construir la democracia a partir de la aplicación de una justicia real, y no la que imparten los tribunales del gobernador en cuestión. La exigencia de la opinión pública nacional para reinstalar el estado de derecho en Oaxaca es genuina, pero debe ser integral. No se puede reestablecer la ley reprimiendo violentamente a los que exigen se les haga justicia.
El gobierno panista está paralizado ante la disyuntiva de reprimir y derramar sangre, o investigar a Ruiz y enemistarse con el PRI. Ha llegado el momento de asumir costos y tomar decisiones. O pueden no hacerlo y esperar a que el tema estalle en su cara en el interregno de la transición, como hace 12 años. Ya conocemos las consecuencias.
miércoles, septiembre 27, 2006
domingo, septiembre 24, 2006
Crisis en el gobierno local, salida rapida en Oaxaca
En el gobierno de Vicente Fox se dicen seguros de resolver el conflicto de Oaxaca antes del 1 de diciembre. El gobierno de Calderón, aseguran, arrancará sin ningún problema. Más aún, los equipos de quienes se van y aquellos que llegan, tienen ya sobre la mesa la logística para eventuales complicaciones el mismo día de la toma de posesión.
Si el asunto se complica, por la razón que sea, el presidente electo rendirá protesta incluso por escrito.
Según algunos de los hombres más cercanos al presidente Fox, se hará todo, hasta lo imposible por resolver la crisis oaxaqueña por la vía del diálogo, la negociación y el acuerdo político. Pero si en un tiempo razonable no hay otra salida que el uso de la fuerza, entonces se llegará a ello. Y es que la idea del mandatario saliente es dejar sin problemas al gobierno entrante. Y si para ello deberán pagar costos políticos, esos costos los asumirá el que se va, no el que viene.
Eso sí, se insiste, el gobierno no participará en ningún acuerdo que incluya entregar la cabeza del gobernador Ulises Ruiz, a pesar de que en efecto, el mandatario oaxaqueño es uno de los principales responsables de la crisis. Pero eso, su eventual salida del gobierno, será una cuestión personal, que no se vislumbra en lo inmediato, ya que en la práctica se asistiría a un auténtico golpe de Estado. Es decir, si Ulises Ruiz se retira del cargo, su lugar podría ser ocupado por Gabino Cué, hoy senador convergente y quien fuera el candidato derrotado al gobierno estatal -por una coalición de todos contra el PRI-, precisamente por Ulises Ruiz.
En tanto el PRI analiza desde su dirigencia, con el aval de algunos gobernadores, una salida negociada de Ulises Ruiz, quien habría pedido garantías para dejar el cargo.
El origen
En la gestación del conflicto de Oaxaca -como reza el típico refranero oaxaqueño-, literalmente se juntaron "el hambre y las ganas de comer", ya que mientras que por un lado se organizaban distintos grupos sociales para "calar" y "cobrar facturas" al nuevo gobernador -entre otros el magisterio local, grupos sociales que por décadas habían vivido del presupuesto público, y aquellos a quien el PRI local dejó fuera de la contienda por el poder-, el nuevo mandatario, el señor Ulises Ruiz, parecía dispuesto a hacer todo lo posible por incendiar el estado.
Resulta que el ex gobernador José Murat se empeñó en que su heredero en el cargo fuera Ulises Ruiz, un político bisoño cuyo único mérito era ser amigo del ex gobernador y quien le garantizaba el cuidado de las espaldas. Murat se había convertido, a su vez, en el hombre fuerte del presidente del PRI y candidato presidencial, Roberto Madrazo. Gracias a esa alianza, el señor Ulises Ruiz recibió todos los apoyos necesarios para ganar, a como diera lugar, el gobierno de Oaxaca.
En esa guerra pasó por encima de una coalición de todos los opositores contra el PRI, encabezada por Gabino Cué, un ex priísta, ex secretario de gobierno en tiempos de Diódoro Carrasco, y ahora un "demócrata" de izquierda. Ulises Ruiz ganó, en efecto, pero en medio de un monumental escándalo, sobre todo ante evidencias de que la elección fue un cochinero. En el terreno político esa derrota dejó decenas de muertos y heridos políticos -porque la sociedad oaxaqueña prácticamente se partió en dos-, quienes una vez recuperados de la derrota iniciaron los trabajos para reorganizar lo que tiene todos los signos de una venganza política.
Pero incapaz de entender que en políticas ni los triunfos ni las derrotas son para siempre y menos duran cien años, Ulises Ruiz se olvidó de poner en práctica una urgente operación cicatriz, que restañara el tejido social y, sobre todo, que le diera legitimidad política y social a su naciente y tambaleante gobierno. Así, en sentido contrario a la lógica elemental de la política, y ya como gobernador, Ulises Ruiz intentó desmantelar la red de organizaciones sociales que por décadas han vivido como rémoras de los gobiernos priístas, y a las que se les canalizan importantes sumas de dinero público a cambio de mantener adormecida la inconformidad social.
Y es que muchos de esos grupos sociales -que son el germen de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO)-, habían cambiado de bando, se pasaron a la coalición Por el Bien de Todos, votaron por todos los candidatos de la misma, pero seguían cobrando en el gobierno estatal, en manos del PRI. "¡Ya basta¡", dijo un día Ulises Ruiz, y retiró los apoyos económicos, sobre todo ante la proximidad de la elección federal del 2 de julio. Algo similar ocurrió con el magisterio disidente, los maestros de la sección 22, quienes siempre han recibido apoyos del gobierno en turno pero que ahora también dejaron solo al PRI, no sólo en la elección de Ulises Ruiz, sino en la presidencial del pasado 2 de julio.
Sin el menor tacto político, el señor Ulises Ruiz metió en el mismo costal de la inconformidad a los damnificados de la elección en la que se hizo del gobierno estatal, a los jefes de las organizaciones sociales que vivían del dinero público, y a los maestros disidentes. En pocas palabras, tuvo la virtud de unificar a los más beligerantes sectores sociales y políticos de Oaxaca, pero en su contra. Con una visión miope de lo que estaba pasando en su entidad natal y que ahora le correspondía gobernar -porque cuando no se pasaba en la campaña presidencial de Madrazo, era más fácil verlo en los comederos políticos de Polanco-, Ulises Ruiz intentó crear su propia red de aliados políticos, su propia clase política para bloquear a sus adversarios, pero lo único que consiguió fue el fenómeno del panal. Darle de palos al avispero. Y sí, luego debió salir corriendo, pidiendo a gritos la intervención del gobierno federal.
Facturas por cobrar
Lo que está en juego en Oaxaca no es ni la dignidad de unos y menos la persecución de los otros. No, por obsceno que parezca -porque es una obscenidad la disputa por el poder-, lo que pelean los integrantes de la APPO, del magisterio y los derrotados en la pasada contienda para renovar el gobierno estatal, es el reparto del poder y del dinero presupuestal. Sí, en México y en cualquier parte del mundo, todo nuevo grupo que accede al poder público, al gobierno; sea municipal, estatal o federal, debe respetar las reglas básicas del juego; compartir ese poder y repartir el presupuesto, el dinero pues. Pero el nuevo gobernador de Oaxaca se negó a respetar esas reglas del juego, intentó crear su propia clase política, sus propios aliados y aplastar a los grupos tradicionales, hasta que consiguió unir a todos, pero en su contra.
Ulises Ruiz le arrebató a la mala el poder al grupo de Diódoro Carrasco -cuyo delfín era nada menos que Gabino Cué-, pero al mismo tiempo rompió con los grupos sociales que -más allá de razones ideológicas-, son los amortiguadores políticos a los graves problemas sociales de extensas regiones de Oaxaca. De esa manera, cuando se rompieron los vasos comunicantes de la política y del dinero que aceitaba el control social, el señor Ulises Ruiz se convirtió en el enemigo número uno de importantes grupos políticos y sociales. Y es que se suspendió el reparto de cuotas de poder y el flujo de dinero público a decenas de líderes que nacieron, crecieron y hasta podrían morir en esa cultura, la de vivir del dinero público.
Y en ese río revuelto ganaron espacios los sectores duros de cada uno de los grupos, líderes vinculados con desprendimientos de formaciones guerrilleras a los que no les importa tanto el reparto del poder o el restablecimiento de los flujos de dinero, como el ensayo de células urbanas, la práctica de estrategias radicales -como el asalto a radiodifusoras, la creación de comandos de resistencia, grupos de adoctrinamiento y otros-, que han convertido al centro de Oaxaca, sobre todo por las noches, en verdaderos campos de entrenamiento de lo que tiene todas las características de una guerrilla urbana.
Rodar y rodar...
Desde el inicio del conflicto -hace casi 130 días-, el gobierno federal se mantuvo al margen. Incluso urgió al gobierno local a buscar una respuesta. El desinterés del gobierno de Fox fue producto de la tensión de las semanas previas al 2 de julio. No se quería contaminar la elección. Pero luego siguió el desinterés porque en la etapa postelectoral el horno seguía sin estar para bollos. Pero lo cierto es que siempre ha estado latente la posibilidad de una solución de fuerza. Sin embargo el gobierno foxista está dispuesto a hacer todo lo posible, antes de aceptar la demanda de retirar los plantones y lograr la estabilidad en Oaxaca a cambio de la cabeza de Ulises Ruiz. En el gobierno de Vicente Fox tienen claro que entregar la cabeza de Ulises Ruiz sería el reconocimiento de que la democracia mexicana sigue dando pasos en reversa. Estaríamos ante una peligrosa concertacesión, al estilo de Carlos Salinas. El fenómeno podría resultar incluso peor, ya que el gobierno federal habría sido víctima de una presión y chantaje provenientes de grupos que rompieron todas las reglas de convivencia, que de manera violenta asaltaron no sólo a los poderes del estado de Oaxaca, sino a particulares, como es el caso de las radiodifusoras y otros sectores empresariales. Por eso, aceptar a cambio de la paz social la entrega de la cabeza de Ulises Ruiz, sería le mejor evidencia del estrepitoso fracaso del gobierno de Fox. Pero no sería todo, sino que el siguiente en caer podría ser no sólo cualquier otro gobernador, sino el propio presidente entrante, Felipe Calderón.
Por eso el gobierno foxista insiste en el diálogo como la única vía para solucionar el conflicto. Pero ese camino no es más que un eufemismo que en la práctica se ha convertido en un rotundo fracaso, porque los grupos inconformes no están dispuestos a aceptar nada que no sea la salida de Ulises Ruiz. Es decir, no hay negociación posible, porque todo eventual acuerdo pasa por la renuncia del gobernador de Oaxaca. Y por supuesto que no se descarta la renuncia unilateral. En pocas palabras, que al interior del PRI, en un acuerdo con la dirigencia partidista y con la ayuda de un grupo de gobernadores, se pretende convencer a Ruiz para que se retire por voluntad propia, con la certeza de que en su lugar llegue otro priísta. Pero la caída de Ulises, para el derrotado candidato Gabino Cué, no es más que la oportunidad de convertirse en gobernador. Ese es el riesgo, que gracias a la presión social, al acuerdo y la negociación política, se regrese a los tiempos de las concertacesiones del salinismo.
Como sea, lo cierto es que la crisis política y de gobernabilidad que se vive en Oaxaca pasa por sus momentos de mayor tensión, sobre todo porque los líderes del magisterio y de la APPO dan señales de ser rebasados por los sectores duros. Los liderazgos que hasta hace un par de semanas se habían sentado a dialogar con el gobierno -verdadero diálogo de sordos en donde la única premisa sobre la mesa era la renuncia del gobernador de Oaxaca-, hoy ya fueron rebasados y más que nunca está presente el uso de la fuerza como recurso último. Y es que esos sectores duros, radicales, que tienen vínculo con desprendimientos de grupos guerrilleros, parecen dispuestos a no ceder ni un milímetro, lo que significa no negociar nada si no es luego de que renuncie Ulises Ruiz.
El gobierno federal esperará la evolución de los acontecimientos en los próximos días, hará una evaluación de los riesgos de que la marcha que salió el pasado viernes de Oaxaca llegue al Distrito Federal, y si no hay alternativas ni espacios reales para el diálogo, responderá con la fuerza pública. Ni Fox ni Calderón quieren llegar a ese extremo, pero tampoco quieren que el conflicto se prolongue por más tiempo, no quieren que llegue al 2 de octubre y menos al 1 de diciembre. Y en el equipo de Fox, los operadores políticos que aún siguen al pie del cañón, saben que de no avanzar por el camino del diálogo, el acuerdo y la negociación, deberán pagar los costos que sea necesario, para resolver el conflicto antes del 1 de diciembre.
´Focos rojos´ el 1 de diciembre
Y es que la toma de posesión de Felipe Calderón, prevista para el 1 de diciembre en el Congreso, es otro peligroso dique que deberán salvar tanto el gobierno entrante como el que se va. Los operadores políticos de los dos gobiernos saben que el PRD tratará de impedir que Calderón proteste ante el pleno del Congreso, como está previsto. Para ello ya tiene lista una bien diseñada estrategia que incluye, en el extremo, que Calderón proteste por escrito y que ofrezca su mensaje por cadena nacional. Y si a ese conflicto se le agrega el que se crearía con los maestros y la APPO en la ciudad de México, el asunto sería de muy alto riesgo. Por eso el de Oaxaca es un asunto que deberá resolverse antes del fin de semana venidero. Al tiempo
Si el asunto se complica, por la razón que sea, el presidente electo rendirá protesta incluso por escrito.
Según algunos de los hombres más cercanos al presidente Fox, se hará todo, hasta lo imposible por resolver la crisis oaxaqueña por la vía del diálogo, la negociación y el acuerdo político. Pero si en un tiempo razonable no hay otra salida que el uso de la fuerza, entonces se llegará a ello. Y es que la idea del mandatario saliente es dejar sin problemas al gobierno entrante. Y si para ello deberán pagar costos políticos, esos costos los asumirá el que se va, no el que viene.
Eso sí, se insiste, el gobierno no participará en ningún acuerdo que incluya entregar la cabeza del gobernador Ulises Ruiz, a pesar de que en efecto, el mandatario oaxaqueño es uno de los principales responsables de la crisis. Pero eso, su eventual salida del gobierno, será una cuestión personal, que no se vislumbra en lo inmediato, ya que en la práctica se asistiría a un auténtico golpe de Estado. Es decir, si Ulises Ruiz se retira del cargo, su lugar podría ser ocupado por Gabino Cué, hoy senador convergente y quien fuera el candidato derrotado al gobierno estatal -por una coalición de todos contra el PRI-, precisamente por Ulises Ruiz.
En tanto el PRI analiza desde su dirigencia, con el aval de algunos gobernadores, una salida negociada de Ulises Ruiz, quien habría pedido garantías para dejar el cargo.
El origen
En la gestación del conflicto de Oaxaca -como reza el típico refranero oaxaqueño-, literalmente se juntaron "el hambre y las ganas de comer", ya que mientras que por un lado se organizaban distintos grupos sociales para "calar" y "cobrar facturas" al nuevo gobernador -entre otros el magisterio local, grupos sociales que por décadas habían vivido del presupuesto público, y aquellos a quien el PRI local dejó fuera de la contienda por el poder-, el nuevo mandatario, el señor Ulises Ruiz, parecía dispuesto a hacer todo lo posible por incendiar el estado.
Resulta que el ex gobernador José Murat se empeñó en que su heredero en el cargo fuera Ulises Ruiz, un político bisoño cuyo único mérito era ser amigo del ex gobernador y quien le garantizaba el cuidado de las espaldas. Murat se había convertido, a su vez, en el hombre fuerte del presidente del PRI y candidato presidencial, Roberto Madrazo. Gracias a esa alianza, el señor Ulises Ruiz recibió todos los apoyos necesarios para ganar, a como diera lugar, el gobierno de Oaxaca.
En esa guerra pasó por encima de una coalición de todos los opositores contra el PRI, encabezada por Gabino Cué, un ex priísta, ex secretario de gobierno en tiempos de Diódoro Carrasco, y ahora un "demócrata" de izquierda. Ulises Ruiz ganó, en efecto, pero en medio de un monumental escándalo, sobre todo ante evidencias de que la elección fue un cochinero. En el terreno político esa derrota dejó decenas de muertos y heridos políticos -porque la sociedad oaxaqueña prácticamente se partió en dos-, quienes una vez recuperados de la derrota iniciaron los trabajos para reorganizar lo que tiene todos los signos de una venganza política.
Pero incapaz de entender que en políticas ni los triunfos ni las derrotas son para siempre y menos duran cien años, Ulises Ruiz se olvidó de poner en práctica una urgente operación cicatriz, que restañara el tejido social y, sobre todo, que le diera legitimidad política y social a su naciente y tambaleante gobierno. Así, en sentido contrario a la lógica elemental de la política, y ya como gobernador, Ulises Ruiz intentó desmantelar la red de organizaciones sociales que por décadas han vivido como rémoras de los gobiernos priístas, y a las que se les canalizan importantes sumas de dinero público a cambio de mantener adormecida la inconformidad social.
Y es que muchos de esos grupos sociales -que son el germen de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO)-, habían cambiado de bando, se pasaron a la coalición Por el Bien de Todos, votaron por todos los candidatos de la misma, pero seguían cobrando en el gobierno estatal, en manos del PRI. "¡Ya basta¡", dijo un día Ulises Ruiz, y retiró los apoyos económicos, sobre todo ante la proximidad de la elección federal del 2 de julio. Algo similar ocurrió con el magisterio disidente, los maestros de la sección 22, quienes siempre han recibido apoyos del gobierno en turno pero que ahora también dejaron solo al PRI, no sólo en la elección de Ulises Ruiz, sino en la presidencial del pasado 2 de julio.
Sin el menor tacto político, el señor Ulises Ruiz metió en el mismo costal de la inconformidad a los damnificados de la elección en la que se hizo del gobierno estatal, a los jefes de las organizaciones sociales que vivían del dinero público, y a los maestros disidentes. En pocas palabras, tuvo la virtud de unificar a los más beligerantes sectores sociales y políticos de Oaxaca, pero en su contra. Con una visión miope de lo que estaba pasando en su entidad natal y que ahora le correspondía gobernar -porque cuando no se pasaba en la campaña presidencial de Madrazo, era más fácil verlo en los comederos políticos de Polanco-, Ulises Ruiz intentó crear su propia red de aliados políticos, su propia clase política para bloquear a sus adversarios, pero lo único que consiguió fue el fenómeno del panal. Darle de palos al avispero. Y sí, luego debió salir corriendo, pidiendo a gritos la intervención del gobierno federal.
Facturas por cobrar
Lo que está en juego en Oaxaca no es ni la dignidad de unos y menos la persecución de los otros. No, por obsceno que parezca -porque es una obscenidad la disputa por el poder-, lo que pelean los integrantes de la APPO, del magisterio y los derrotados en la pasada contienda para renovar el gobierno estatal, es el reparto del poder y del dinero presupuestal. Sí, en México y en cualquier parte del mundo, todo nuevo grupo que accede al poder público, al gobierno; sea municipal, estatal o federal, debe respetar las reglas básicas del juego; compartir ese poder y repartir el presupuesto, el dinero pues. Pero el nuevo gobernador de Oaxaca se negó a respetar esas reglas del juego, intentó crear su propia clase política, sus propios aliados y aplastar a los grupos tradicionales, hasta que consiguió unir a todos, pero en su contra.
Ulises Ruiz le arrebató a la mala el poder al grupo de Diódoro Carrasco -cuyo delfín era nada menos que Gabino Cué-, pero al mismo tiempo rompió con los grupos sociales que -más allá de razones ideológicas-, son los amortiguadores políticos a los graves problemas sociales de extensas regiones de Oaxaca. De esa manera, cuando se rompieron los vasos comunicantes de la política y del dinero que aceitaba el control social, el señor Ulises Ruiz se convirtió en el enemigo número uno de importantes grupos políticos y sociales. Y es que se suspendió el reparto de cuotas de poder y el flujo de dinero público a decenas de líderes que nacieron, crecieron y hasta podrían morir en esa cultura, la de vivir del dinero público.
Y en ese río revuelto ganaron espacios los sectores duros de cada uno de los grupos, líderes vinculados con desprendimientos de formaciones guerrilleras a los que no les importa tanto el reparto del poder o el restablecimiento de los flujos de dinero, como el ensayo de células urbanas, la práctica de estrategias radicales -como el asalto a radiodifusoras, la creación de comandos de resistencia, grupos de adoctrinamiento y otros-, que han convertido al centro de Oaxaca, sobre todo por las noches, en verdaderos campos de entrenamiento de lo que tiene todas las características de una guerrilla urbana.
Rodar y rodar...
Desde el inicio del conflicto -hace casi 130 días-, el gobierno federal se mantuvo al margen. Incluso urgió al gobierno local a buscar una respuesta. El desinterés del gobierno de Fox fue producto de la tensión de las semanas previas al 2 de julio. No se quería contaminar la elección. Pero luego siguió el desinterés porque en la etapa postelectoral el horno seguía sin estar para bollos. Pero lo cierto es que siempre ha estado latente la posibilidad de una solución de fuerza. Sin embargo el gobierno foxista está dispuesto a hacer todo lo posible, antes de aceptar la demanda de retirar los plantones y lograr la estabilidad en Oaxaca a cambio de la cabeza de Ulises Ruiz. En el gobierno de Vicente Fox tienen claro que entregar la cabeza de Ulises Ruiz sería el reconocimiento de que la democracia mexicana sigue dando pasos en reversa. Estaríamos ante una peligrosa concertacesión, al estilo de Carlos Salinas. El fenómeno podría resultar incluso peor, ya que el gobierno federal habría sido víctima de una presión y chantaje provenientes de grupos que rompieron todas las reglas de convivencia, que de manera violenta asaltaron no sólo a los poderes del estado de Oaxaca, sino a particulares, como es el caso de las radiodifusoras y otros sectores empresariales. Por eso, aceptar a cambio de la paz social la entrega de la cabeza de Ulises Ruiz, sería le mejor evidencia del estrepitoso fracaso del gobierno de Fox. Pero no sería todo, sino que el siguiente en caer podría ser no sólo cualquier otro gobernador, sino el propio presidente entrante, Felipe Calderón.
Por eso el gobierno foxista insiste en el diálogo como la única vía para solucionar el conflicto. Pero ese camino no es más que un eufemismo que en la práctica se ha convertido en un rotundo fracaso, porque los grupos inconformes no están dispuestos a aceptar nada que no sea la salida de Ulises Ruiz. Es decir, no hay negociación posible, porque todo eventual acuerdo pasa por la renuncia del gobernador de Oaxaca. Y por supuesto que no se descarta la renuncia unilateral. En pocas palabras, que al interior del PRI, en un acuerdo con la dirigencia partidista y con la ayuda de un grupo de gobernadores, se pretende convencer a Ruiz para que se retire por voluntad propia, con la certeza de que en su lugar llegue otro priísta. Pero la caída de Ulises, para el derrotado candidato Gabino Cué, no es más que la oportunidad de convertirse en gobernador. Ese es el riesgo, que gracias a la presión social, al acuerdo y la negociación política, se regrese a los tiempos de las concertacesiones del salinismo.
Como sea, lo cierto es que la crisis política y de gobernabilidad que se vive en Oaxaca pasa por sus momentos de mayor tensión, sobre todo porque los líderes del magisterio y de la APPO dan señales de ser rebasados por los sectores duros. Los liderazgos que hasta hace un par de semanas se habían sentado a dialogar con el gobierno -verdadero diálogo de sordos en donde la única premisa sobre la mesa era la renuncia del gobernador de Oaxaca-, hoy ya fueron rebasados y más que nunca está presente el uso de la fuerza como recurso último. Y es que esos sectores duros, radicales, que tienen vínculo con desprendimientos de grupos guerrilleros, parecen dispuestos a no ceder ni un milímetro, lo que significa no negociar nada si no es luego de que renuncie Ulises Ruiz.
El gobierno federal esperará la evolución de los acontecimientos en los próximos días, hará una evaluación de los riesgos de que la marcha que salió el pasado viernes de Oaxaca llegue al Distrito Federal, y si no hay alternativas ni espacios reales para el diálogo, responderá con la fuerza pública. Ni Fox ni Calderón quieren llegar a ese extremo, pero tampoco quieren que el conflicto se prolongue por más tiempo, no quieren que llegue al 2 de octubre y menos al 1 de diciembre. Y en el equipo de Fox, los operadores políticos que aún siguen al pie del cañón, saben que de no avanzar por el camino del diálogo, el acuerdo y la negociación, deberán pagar los costos que sea necesario, para resolver el conflicto antes del 1 de diciembre.
´Focos rojos´ el 1 de diciembre
Y es que la toma de posesión de Felipe Calderón, prevista para el 1 de diciembre en el Congreso, es otro peligroso dique que deberán salvar tanto el gobierno entrante como el que se va. Los operadores políticos de los dos gobiernos saben que el PRD tratará de impedir que Calderón proteste ante el pleno del Congreso, como está previsto. Para ello ya tiene lista una bien diseñada estrategia que incluye, en el extremo, que Calderón proteste por escrito y que ofrezca su mensaje por cadena nacional. Y si a ese conflicto se le agrega el que se crearía con los maestros y la APPO en la ciudad de México, el asunto sería de muy alto riesgo. Por eso el de Oaxaca es un asunto que deberá resolverse antes del fin de semana venidero. Al tiempo
Desconfianza
El lado subjetivo de la política es tan importante como el conjunto de hechos e instituciones que la configuran. Para los comentaristas de lo público y para quienes practican la ciencia política es un tema huidizo, de difícil aprehensión y, por lo mismo, ignorado con la mayor frecuencia. La sicología política es una disciplina de aún escaso desarrollo que sigue siendo superada por las tradiciones interpretativas.
No obstante, se trata de un tema de la mayor relevancia. Asuntos como la opinión sobre la política, la cultura sobre el derecho y la responsabilidad personal y grupal dependen, para su comprensión, de herramientas que hagan posible entender cómo procede la subjetividad de las personas ante los acontecimientos e instituciones de la vida económica, social y política.
Demandas que por habituales se han vuelto ya lugar común, como exigir estado de derecho, la implantación de una "verdadera" justicia, que la transparencia elimine la opacidad y otras muchas, están asociadas fuertemente con el lado subjetivo, con los "modelos" con que pensamos, con las reacciones, casi siempre automatizadas, que tenemos al enfrentarnos a los "hechos" de la política, que no son sino los actos de otros individuos igualmente portadores de una subjetividad.
Cuando Immanuel Kant, el filósofo esencial para la comprensión moderna de la política, el derecho y el Estado, formuló sus argumentos a favor de una "razón pura" y una ética irreprochable en la convivencia social, pensó que era indispensable una adecuación entre la "moral" del individuo y la organización del orden político, y que el derecho era la expresión más acabada de esta adecuación; a tal grado que el derecho mismo sería la mediación que daría lugar a la coordinación entre sociedad y Estado, subjetividad y objetividad, con parsimonia.
Hoy, cuando la sociedad se pregunta sobre las razones de un orden perdido y los espíritus perplejos de los políticos, en el mejor de los casos, se disputan la prelación para efectuar un reordenamiento de la política y el Estado, es relevante preguntarse sobre las preocupaciones subjetivas que están en la base de los motivos políticos.
Durante la campaña electoral, se dice, el público fue explotado por los partidos para infundir miedo. Miedo si gobernase la "izquierda", miedo si lo hiciera la "derecha". Las demonizaciones entre alternativas políticas estuvieron al orden del día. Se ha dicho también que esto inhibió a los ciudadanos, desalentó a los votantes y que a muchos los hizo cambiar el sentido de su voto.
Pero ¿realmente se violó la ley cuando se produjeron estas bravuconadas entre candidatos y partidos? ¿Qué no estaba previsto por los arreglos entre partidos que este tipo de campañas era y es posible? Más importante aún: ¿de veras las "campañas del miedo" infundieron tal temor en los electores que cambiaron su voto? ¿Acaso la política no está hecha al mismo tiempo de miedo y deseo, sus pasiones principales?
Si se revisan las encuestas de intención de voto levantadas en el primer semestre del año podemos ver que hacia junio, menos de un mes antes de las elecciones, la cantidad de indecisos alcanzaba 16%. Solamente 47% de los electores decía con toda seguridad que ya había decidido su voto. Sumados ambos grupos alcanzan una cifra muy semejante al porcentaje de participación efectiva de los electores en la votación. Pero la diferencia entre el ganador y el segundo lugar, de sólo medio punto porcentual, la dieron los indecisos, que o no sabían todavía por quién votar o que, aunque tenían una preferencia, aún estaban dispuestos a cambiarla (Consulta Mitofsky, "Así van al 2006", junio de 2006).
Estas respuestas se acercan mucho a un comportamiento normal en cualquier proceso electoral y revelan un electorado maduro, que sabe lo que quiere y que cuando duda, trabaja por aclarar sus dudas y optar en consecuencia. Con los datos disponibles, la única forma de juzgar acerca de la influencia que las "campañas del miedo" tuvieron sobre los electores es el contenido mismo de los mensajes. Como sabe cualquier estudiante de primer año de comunicaciones, juzgar de este modo no es sino prejuzgar, pues el contenido del mensaje no es relevante para probar su incidencia.
No parece ser pues el miedo el que predominó en la decisión electoral. En su lugar sí hay otro componente que parece normar el sentimiento de la gente: la desconfianza. En la última medición de "Confianza en las instituciones", presentada por la misma empresa citada, los partidos políticos ocupan el antepenúltimo lugar de una lista de 19 instituciones. Su mala reputación solamente es superada por los sindicatos y los diputados y, para colmo, son superados en prestigio por ¡la policía!
Esta medición se realiza periódicamente y se correlaciona consistentemente con otras encuestas nacionales. La desconfianza en algunas de las instituciones de la política es una nota relevante que contrasta, no obstante, con el comportamiento cívico de quienes han salido a votar y también de quienes han servido a la democracia como funcionarios-ciudadanos en la jornada electoral.
Es ya tiempo de pensar seriamente en este distanciamiento de los partidos políticos y los ciudadanos. Todos los indicadores apuntan hacia esta brecha.
Pero la brecha es insuperable si los modelos subjetivos de los políticos no evolucionan hacia un ajuste con los referentes que proporciona el público. No hay otro camino para conseguir confianza. Como lo señaló el sociólogo chileno Norbert Lechner (Los patios interiores de la democracia), construir un orden es, al final de cuentas, "un intento de compartir, y sólo compartimos lo que elaboramos intersubjetivamente; sólo entonces es nuestro mundo, nuestro tiempo".
No obstante, se trata de un tema de la mayor relevancia. Asuntos como la opinión sobre la política, la cultura sobre el derecho y la responsabilidad personal y grupal dependen, para su comprensión, de herramientas que hagan posible entender cómo procede la subjetividad de las personas ante los acontecimientos e instituciones de la vida económica, social y política.
Demandas que por habituales se han vuelto ya lugar común, como exigir estado de derecho, la implantación de una "verdadera" justicia, que la transparencia elimine la opacidad y otras muchas, están asociadas fuertemente con el lado subjetivo, con los "modelos" con que pensamos, con las reacciones, casi siempre automatizadas, que tenemos al enfrentarnos a los "hechos" de la política, que no son sino los actos de otros individuos igualmente portadores de una subjetividad.
Cuando Immanuel Kant, el filósofo esencial para la comprensión moderna de la política, el derecho y el Estado, formuló sus argumentos a favor de una "razón pura" y una ética irreprochable en la convivencia social, pensó que era indispensable una adecuación entre la "moral" del individuo y la organización del orden político, y que el derecho era la expresión más acabada de esta adecuación; a tal grado que el derecho mismo sería la mediación que daría lugar a la coordinación entre sociedad y Estado, subjetividad y objetividad, con parsimonia.
Hoy, cuando la sociedad se pregunta sobre las razones de un orden perdido y los espíritus perplejos de los políticos, en el mejor de los casos, se disputan la prelación para efectuar un reordenamiento de la política y el Estado, es relevante preguntarse sobre las preocupaciones subjetivas que están en la base de los motivos políticos.
Durante la campaña electoral, se dice, el público fue explotado por los partidos para infundir miedo. Miedo si gobernase la "izquierda", miedo si lo hiciera la "derecha". Las demonizaciones entre alternativas políticas estuvieron al orden del día. Se ha dicho también que esto inhibió a los ciudadanos, desalentó a los votantes y que a muchos los hizo cambiar el sentido de su voto.
Pero ¿realmente se violó la ley cuando se produjeron estas bravuconadas entre candidatos y partidos? ¿Qué no estaba previsto por los arreglos entre partidos que este tipo de campañas era y es posible? Más importante aún: ¿de veras las "campañas del miedo" infundieron tal temor en los electores que cambiaron su voto? ¿Acaso la política no está hecha al mismo tiempo de miedo y deseo, sus pasiones principales?
Si se revisan las encuestas de intención de voto levantadas en el primer semestre del año podemos ver que hacia junio, menos de un mes antes de las elecciones, la cantidad de indecisos alcanzaba 16%. Solamente 47% de los electores decía con toda seguridad que ya había decidido su voto. Sumados ambos grupos alcanzan una cifra muy semejante al porcentaje de participación efectiva de los electores en la votación. Pero la diferencia entre el ganador y el segundo lugar, de sólo medio punto porcentual, la dieron los indecisos, que o no sabían todavía por quién votar o que, aunque tenían una preferencia, aún estaban dispuestos a cambiarla (Consulta Mitofsky, "Así van al 2006", junio de 2006).
Estas respuestas se acercan mucho a un comportamiento normal en cualquier proceso electoral y revelan un electorado maduro, que sabe lo que quiere y que cuando duda, trabaja por aclarar sus dudas y optar en consecuencia. Con los datos disponibles, la única forma de juzgar acerca de la influencia que las "campañas del miedo" tuvieron sobre los electores es el contenido mismo de los mensajes. Como sabe cualquier estudiante de primer año de comunicaciones, juzgar de este modo no es sino prejuzgar, pues el contenido del mensaje no es relevante para probar su incidencia.
No parece ser pues el miedo el que predominó en la decisión electoral. En su lugar sí hay otro componente que parece normar el sentimiento de la gente: la desconfianza. En la última medición de "Confianza en las instituciones", presentada por la misma empresa citada, los partidos políticos ocupan el antepenúltimo lugar de una lista de 19 instituciones. Su mala reputación solamente es superada por los sindicatos y los diputados y, para colmo, son superados en prestigio por ¡la policía!
Esta medición se realiza periódicamente y se correlaciona consistentemente con otras encuestas nacionales. La desconfianza en algunas de las instituciones de la política es una nota relevante que contrasta, no obstante, con el comportamiento cívico de quienes han salido a votar y también de quienes han servido a la democracia como funcionarios-ciudadanos en la jornada electoral.
Es ya tiempo de pensar seriamente en este distanciamiento de los partidos políticos y los ciudadanos. Todos los indicadores apuntan hacia esta brecha.
Pero la brecha es insuperable si los modelos subjetivos de los políticos no evolucionan hacia un ajuste con los referentes que proporciona el público. No hay otro camino para conseguir confianza. Como lo señaló el sociólogo chileno Norbert Lechner (Los patios interiores de la democracia), construir un orden es, al final de cuentas, "un intento de compartir, y sólo compartimos lo que elaboramos intersubjetivamente; sólo entonces es nuestro mundo, nuestro tiempo".
miércoles, septiembre 13, 2006
Agencia Espacial Mexicana
Guiños con Fidel
Calderón, rompiendo muy discretamente con el presidente Vicente Fox, estableció una comunicación política con Fidel Castro
A l cumplirse cinco años de los ataques terroristas en Estados Unidos, la revisión de la política exterior del gobierno de Vicente Fox vuelve a ser uno de los referentes del debate político nacional. ¿Qué tanto se comenzó a perder en la política exterior mexicana con el descontrol del Presidente y su inacción? ¿Qué tanto aceleró el alejamiento con el régimen de Fidel Castro? Lo que sucedió es imposible que sea corregido por este gobierno, pero la coyuntura internacional, paradójicamente, abre una puerta para que el nuevo gobierno de Felipe Calderón trate de enmendar los yerros pasados.
Una fotografía que dio la vuelta al mundo, la del comandante Castro en la cama, convaleciente de una enfermedad, departiendo con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, modificó la inutilidad geopolítica en la que se encontraba México y volvió a convertirse para Washington en una relación geoestratégica. Calderón interpretó correctamente las nuevas señales del aliado comercial de México y tomó una iniciativa audaz: le envió una carta personal a Castro para expresarle su deseo por una pronta recuperación. La carta tiene apenas tres párrafos, pero en una parte de su redacción, donde afirma que las relaciones históricas de los dos países están por encima de todas las cosas, el Presidente electo se desmarca totalmente de Fox.
La carta generó sorpresa y respuesta positiva, enviada, como muchas cosas cubanas, en un lenguaje codificado. Cuando en la lucha postelectoral la coalición Por el Bien de Todos difundió a través de la radio extractos de la declaración en La Habana del empresario Carlos Ahumada donde confirmaba la conspiración de un grupo de poder en contra de Andrés Manuel López Obrador, el gobierno cubano se desmarcó rápidamente. Lo hizo, en la misma capital cubana, el embajador en México, Jorge Bolaños, muy cercano a Castro y con rango de viceministro primero de Relaciones Exteriores. A un guiño, otro guiño.
Calderón se encuentra evaluando una visita a La Habana previo a su toma de posesión, como una señal suficientemente clara de que Cuba es la tercera frontera mexicana. Es difícil, sin embargo, que ésta se concrete, en particular porque se tomaría como una afrenta al gobierno de Fox y obligaría al secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, a emitir una declaración desaprobatoria. Las relaciones entre el equipo de Calderón y el gabinete foxista no están en el mejor de sus momentos -si es que alguna vez lo estuvieron-, por lo que es probable que una visita a Cuba quede para después. Sin embargo, la política exterior calderonista, por las primeras pinceladas, será bastante distinta a la foxista.
Washington ve con buenos ojos el reacercamiento con Cuba -fue uno de los afectados por la desastrosa ruta de colisión del ex canciller Jorge Castañeda-, ante el activismo internacional de Chávez. En los últimos meses, el presidente venezolano no sólo ha ido en varias ocasiones a Cuba, sino también a Bolivia a visitar al presidente Evo Morales, a quien ayudó financieramente durante su campaña, y a varias naciones antagónicas de Estados Unidos, con la intención final de conseguir un asiento para Venezuela en el próximo Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Calderón trae la mira puesta en una política exterior cuya prioridad deje de ser meramente norteamericana, como ha sido desde el gobierno de Carlos Salinas, y pase a ser también panamericana. Sin descuidar la relación intensa e interdependiente con Estados Unidos, apunta al fortalecimiento de un eje latinoamericano. Por ello, su primer viaje como Presidente electo será a Guatemala, donde probablemente hable con varios presidentes centroamericanos, de donde viajará a Colombia -para restablecer el liderazgo perdido en la región frente a Venezuela-, y posiblemente una extensión a Chile, para invitar personalmente a la presidenta Michelle Bachelet a su toma de posesión.
Este diseño de las relaciones hemisféricas tiene, como una externalidad, contribuir asimismo al rebase por la izquierda que quiere hacer de la oferta programática de López Obrador, y enfrentar al mismo tiempo el viejo reclamo mexicano y latinoamericano de que México volteó desde hace tres sexenios únicamente a Norteamérica, vendiéndoles su alma, su soberanía y su destino. Este mapa de navegación que se está dibujando en el equipo de transición busca aprovechar la nueva coyuntura internacional, con la preocupación norteamericana por Chávez, y el regreso a una política más latinoamericanista en la región, estratégica para la negociación con Estados Unidos -por la emigración centroamericana-, y un reencuentro con Cuba, en particular por la transición política en la isla que ha comenzado al dejar Castro el poder formal a su hermano Raúl, como consecuencia de su enfermedad.
El obstáculo que deberá sortear Calderón es en la integración de su equipo en política exterior y la designación de su nuevo canciller. Aunque originalmente la cartera se la estaban peleando, sin decirlo abiertamente, el ex secretario zedillista Luis Téllez, y el ex subsecretario de Relaciones Exteriores salinista y ex embajador en el anterior gobierno, Andrés Rozental -impulsado por su medio hermano Castañeda-, en las últimas semanas surgió el nombre de Josefina Vázquez Mota como la posible encargada de ese despacho. Vázquez Mota sigue peleando un área de conducción política dentro del nuevo gobierno calderonista, pero ni es del agrado de su equipo más cercano, ni ha podido establecer aún contacto político efectivo con sus adversarios electorales. En la Cancillería mexicana, inclusive, ven más cercana su llegada que la de cualquier otro candidato.
En todo caso, aún es temprano para saber, incluso dentro del equipo de Calderón, quiénes serán los miembros del gabinete. Están trabajando sobre perfiles y buscando hacer a un lado a personas que pudieran arruinar el diseño en elaboración, como la panista Cecilia Romero, que aspiraría cuando menos a una subsecretaría en Relaciones Exteriores, pero cuya inclusión, en definitiva, rompería con todos estos aliados tácticos con quienes se está buscando reconstruir la relación. La pugna por esa cartera, sin embargo, ya está abierta, y no es nada prometedora para los planes que, por ahora, tiene Calderón. Aunque Rozental y Téllez son personas altamente capaces y que podrían ocupar sin problema la Cancillería, su visión hacia el norte no los hace ser los mejores perfiles para el cargo. Vázquez Mota, menos aún. Entre sus déficits se encuentra también su desconocimiento de la política exterior. Difícil lo tiene Felipe Calderón. Ya sabe qué tipo de zapato quiere y su horma, pero no se ve, en su horizonte, con quién ocuparlos para restablecer la díada estratégica mexicana Washington-La Habana.
A l cumplirse cinco años de los ataques terroristas en Estados Unidos, la revisión de la política exterior del gobierno de Vicente Fox vuelve a ser uno de los referentes del debate político nacional. ¿Qué tanto se comenzó a perder en la política exterior mexicana con el descontrol del Presidente y su inacción? ¿Qué tanto aceleró el alejamiento con el régimen de Fidel Castro? Lo que sucedió es imposible que sea corregido por este gobierno, pero la coyuntura internacional, paradójicamente, abre una puerta para que el nuevo gobierno de Felipe Calderón trate de enmendar los yerros pasados.
Una fotografía que dio la vuelta al mundo, la del comandante Castro en la cama, convaleciente de una enfermedad, departiendo con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, modificó la inutilidad geopolítica en la que se encontraba México y volvió a convertirse para Washington en una relación geoestratégica. Calderón interpretó correctamente las nuevas señales del aliado comercial de México y tomó una iniciativa audaz: le envió una carta personal a Castro para expresarle su deseo por una pronta recuperación. La carta tiene apenas tres párrafos, pero en una parte de su redacción, donde afirma que las relaciones históricas de los dos países están por encima de todas las cosas, el Presidente electo se desmarca totalmente de Fox.
La carta generó sorpresa y respuesta positiva, enviada, como muchas cosas cubanas, en un lenguaje codificado. Cuando en la lucha postelectoral la coalición Por el Bien de Todos difundió a través de la radio extractos de la declaración en La Habana del empresario Carlos Ahumada donde confirmaba la conspiración de un grupo de poder en contra de Andrés Manuel López Obrador, el gobierno cubano se desmarcó rápidamente. Lo hizo, en la misma capital cubana, el embajador en México, Jorge Bolaños, muy cercano a Castro y con rango de viceministro primero de Relaciones Exteriores. A un guiño, otro guiño.
Calderón se encuentra evaluando una visita a La Habana previo a su toma de posesión, como una señal suficientemente clara de que Cuba es la tercera frontera mexicana. Es difícil, sin embargo, que ésta se concrete, en particular porque se tomaría como una afrenta al gobierno de Fox y obligaría al secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, a emitir una declaración desaprobatoria. Las relaciones entre el equipo de Calderón y el gabinete foxista no están en el mejor de sus momentos -si es que alguna vez lo estuvieron-, por lo que es probable que una visita a Cuba quede para después. Sin embargo, la política exterior calderonista, por las primeras pinceladas, será bastante distinta a la foxista.
Washington ve con buenos ojos el reacercamiento con Cuba -fue uno de los afectados por la desastrosa ruta de colisión del ex canciller Jorge Castañeda-, ante el activismo internacional de Chávez. En los últimos meses, el presidente venezolano no sólo ha ido en varias ocasiones a Cuba, sino también a Bolivia a visitar al presidente Evo Morales, a quien ayudó financieramente durante su campaña, y a varias naciones antagónicas de Estados Unidos, con la intención final de conseguir un asiento para Venezuela en el próximo Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Calderón trae la mira puesta en una política exterior cuya prioridad deje de ser meramente norteamericana, como ha sido desde el gobierno de Carlos Salinas, y pase a ser también panamericana. Sin descuidar la relación intensa e interdependiente con Estados Unidos, apunta al fortalecimiento de un eje latinoamericano. Por ello, su primer viaje como Presidente electo será a Guatemala, donde probablemente hable con varios presidentes centroamericanos, de donde viajará a Colombia -para restablecer el liderazgo perdido en la región frente a Venezuela-, y posiblemente una extensión a Chile, para invitar personalmente a la presidenta Michelle Bachelet a su toma de posesión.
Este diseño de las relaciones hemisféricas tiene, como una externalidad, contribuir asimismo al rebase por la izquierda que quiere hacer de la oferta programática de López Obrador, y enfrentar al mismo tiempo el viejo reclamo mexicano y latinoamericano de que México volteó desde hace tres sexenios únicamente a Norteamérica, vendiéndoles su alma, su soberanía y su destino. Este mapa de navegación que se está dibujando en el equipo de transición busca aprovechar la nueva coyuntura internacional, con la preocupación norteamericana por Chávez, y el regreso a una política más latinoamericanista en la región, estratégica para la negociación con Estados Unidos -por la emigración centroamericana-, y un reencuentro con Cuba, en particular por la transición política en la isla que ha comenzado al dejar Castro el poder formal a su hermano Raúl, como consecuencia de su enfermedad.
El obstáculo que deberá sortear Calderón es en la integración de su equipo en política exterior y la designación de su nuevo canciller. Aunque originalmente la cartera se la estaban peleando, sin decirlo abiertamente, el ex secretario zedillista Luis Téllez, y el ex subsecretario de Relaciones Exteriores salinista y ex embajador en el anterior gobierno, Andrés Rozental -impulsado por su medio hermano Castañeda-, en las últimas semanas surgió el nombre de Josefina Vázquez Mota como la posible encargada de ese despacho. Vázquez Mota sigue peleando un área de conducción política dentro del nuevo gobierno calderonista, pero ni es del agrado de su equipo más cercano, ni ha podido establecer aún contacto político efectivo con sus adversarios electorales. En la Cancillería mexicana, inclusive, ven más cercana su llegada que la de cualquier otro candidato.
En todo caso, aún es temprano para saber, incluso dentro del equipo de Calderón, quiénes serán los miembros del gabinete. Están trabajando sobre perfiles y buscando hacer a un lado a personas que pudieran arruinar el diseño en elaboración, como la panista Cecilia Romero, que aspiraría cuando menos a una subsecretaría en Relaciones Exteriores, pero cuya inclusión, en definitiva, rompería con todos estos aliados tácticos con quienes se está buscando reconstruir la relación. La pugna por esa cartera, sin embargo, ya está abierta, y no es nada prometedora para los planes que, por ahora, tiene Calderón. Aunque Rozental y Téllez son personas altamente capaces y que podrían ocupar sin problema la Cancillería, su visión hacia el norte no los hace ser los mejores perfiles para el cargo. Vázquez Mota, menos aún. Entre sus déficits se encuentra también su desconocimiento de la política exterior. Difícil lo tiene Felipe Calderón. Ya sabe qué tipo de zapato quiere y su horma, pero no se ve, en su horizonte, con quién ocuparlos para restablecer la díada estratégica mexicana Washington-La Habana.
jueves, agosto 24, 2006
Otra de Fox
Seguro que usted recuerda al general de brigada Audomaro Martínez Zapata detrás de Andrés Manuel López Obrador . El militar estuvo a cargo de la seguridad del candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos en la campaña, con una licencia otorgada por el alto mando castrense. Ahora ha sido designado a un puesto inferior al que tenía antes de ocuparse de la seguridad del tabasqueño.
Mire, don Audomaro era el director de Arma Blindada, un cargo con oficina en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa, ubicadas en la ciudad de México. Y ahora está al mando de la Guarnición Militar de Lázaro Cárdenas, Michoacán. La orden provino del Estado Mayor de la Sedena. Como dato le decimos que el Ejército tiene 23 guarniciones en todo el país, con unos 120 elementos cada una. Parece ser que la aventura electoral no favoreció al general.
Todo está listo en el Congreso de la Unión para que los nuevos senadores y diputados tomen sus escaños y curules e instalen la 60 Legislatura. ¡Faltaba más! Pero hay un pequeño detalle que los partidos políticos no tomaron en cuenta para el reparto de los órganos de dirección en el Poder Legislativo: hay 141 mujeres (116 diputadas y 25 senadoras) y ninguna de ellas ocupó un lugar destacado en los mandos. Los dirigentes de PAN, PRI, PRD, PT y Convergencia simplemente no las tomaron en consideración.
A los priístas no les va mal del todo. ¿Por qué?, se preguntará usted. Los senadores electos, encabezados por Manlio Fabio Beltrones , tienen una encerrona en Valle de Bravo, estado de México, para definir algunos temas de su agenda legislativa. Como no podían acudir a Xicoténcatl para registrarse, les pusieron un módulo itinerante justo donde tienen su cónclave. De algo sirvió que tuvieran mayoría en el Senado en la Legislatura que fenece.
La declaración del presidente Vicente Fox a los corresponsales de medios alemanes, el asunto de que Felipe Calderón ganó las elecciones presidenciales del 2 de julio, provocó el enojo de los magistrados del Tribunal Electoral. Lo mismo ocurrió con las acusaciones de López Obrador sobre los "cañonazos" y los puestos que ofrecen a los integrantes del órgano judicial. A pesar de este rejuego político, existe la decisión de no responder y no alterar el proceso de la calificación de los comicios.
Al final de la sesión de la Comisión Permanente del Congreso, el senador priísta Enrique Jackson protagonizó un enfrentamiento verbal con el diputado federal de su partido José Rangel Espinosa , que intentó tocar el tema de la seguridad en el Palacio Legislativo de San Lázaro, la presencia de los elementos del Estado Mayor Presidencial. Jackson dio por concluida la plenaria con el argumento de que dura cuatro horas. "No tiene usted la palabra", soltó. "Déme mi lugar", pidió Rangel. Y no se lo dio; le ordenó que se sentara. El legislador obedeció a regañadientes. Para algunos priístas esa será la línea que podría seguir don Enrique de llegar a la presidencia del PRI.
Para que usted se percate de que las elecciones presidenciales y las de Chiapas no han sido las más cerradas en los últimos seis años, ponemos a su disposición algunas estadísticas. DF en 2000: PRD 34.86% y PAN 33.87% con una diferencia de 42 mil 726 votos. Campeche en 2003: PRI 41.9% y PAN 40%, con una diferencia de cuatro mil 804 votos. Veracruz en 2004: PRI 35.85% y PAN 34.89%, con una diferencia de 26 mil 97 votos.
Mire, don Audomaro era el director de Arma Blindada, un cargo con oficina en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa, ubicadas en la ciudad de México. Y ahora está al mando de la Guarnición Militar de Lázaro Cárdenas, Michoacán. La orden provino del Estado Mayor de la Sedena. Como dato le decimos que el Ejército tiene 23 guarniciones en todo el país, con unos 120 elementos cada una. Parece ser que la aventura electoral no favoreció al general.
Todo está listo en el Congreso de la Unión para que los nuevos senadores y diputados tomen sus escaños y curules e instalen la 60 Legislatura. ¡Faltaba más! Pero hay un pequeño detalle que los partidos políticos no tomaron en cuenta para el reparto de los órganos de dirección en el Poder Legislativo: hay 141 mujeres (116 diputadas y 25 senadoras) y ninguna de ellas ocupó un lugar destacado en los mandos. Los dirigentes de PAN, PRI, PRD, PT y Convergencia simplemente no las tomaron en consideración.
A los priístas no les va mal del todo. ¿Por qué?, se preguntará usted. Los senadores electos, encabezados por Manlio Fabio Beltrones , tienen una encerrona en Valle de Bravo, estado de México, para definir algunos temas de su agenda legislativa. Como no podían acudir a Xicoténcatl para registrarse, les pusieron un módulo itinerante justo donde tienen su cónclave. De algo sirvió que tuvieran mayoría en el Senado en la Legislatura que fenece.
La declaración del presidente Vicente Fox a los corresponsales de medios alemanes, el asunto de que Felipe Calderón ganó las elecciones presidenciales del 2 de julio, provocó el enojo de los magistrados del Tribunal Electoral. Lo mismo ocurrió con las acusaciones de López Obrador sobre los "cañonazos" y los puestos que ofrecen a los integrantes del órgano judicial. A pesar de este rejuego político, existe la decisión de no responder y no alterar el proceso de la calificación de los comicios.
Al final de la sesión de la Comisión Permanente del Congreso, el senador priísta Enrique Jackson protagonizó un enfrentamiento verbal con el diputado federal de su partido José Rangel Espinosa , que intentó tocar el tema de la seguridad en el Palacio Legislativo de San Lázaro, la presencia de los elementos del Estado Mayor Presidencial. Jackson dio por concluida la plenaria con el argumento de que dura cuatro horas. "No tiene usted la palabra", soltó. "Déme mi lugar", pidió Rangel. Y no se lo dio; le ordenó que se sentara. El legislador obedeció a regañadientes. Para algunos priístas esa será la línea que podría seguir don Enrique de llegar a la presidencia del PRI.
Para que usted se percate de que las elecciones presidenciales y las de Chiapas no han sido las más cerradas en los últimos seis años, ponemos a su disposición algunas estadísticas. DF en 2000: PRD 34.86% y PAN 33.87% con una diferencia de 42 mil 726 votos. Campeche en 2003: PRI 41.9% y PAN 40%, con una diferencia de cuatro mil 804 votos. Veracruz en 2004: PRI 35.85% y PAN 34.89%, con una diferencia de 26 mil 97 votos.
sábado, agosto 19, 2006
martes, agosto 15, 2006
Ce sont Conheries
El presidente Vicente Fox impulsó personalmente el acuerdo de que el PAN y el Partido Nueva Alianza se sumaran en Chiapas a la causa del priísta José Antonio Aguilar Bodegas , lo que llevó a buen término semanas de gestiones que en ese sentido realizaron dirigentes nacionales del Institucional, con el argumento de que un eventual triunfo del perredista Juan Sabines daría oxígeno adicional a Andrés Manuel López Obrador .
Esta determinación no atrajo, ni mucho menos, pleno consenso hacia el interior de Acción Nacional, lo que adereza un momento en el cual el equipo de Felipe Calderón ha empezado a marcar claramente sus diferencias frente a posturas del gobierno foxista y de la dirigencia que encabeza Manuel Espino.
El plantón que encabeza López Obrador será levantado en algún momento entre la tarde del 15 y la madrugada del 16, para permitir la tradicional parada militar.
Lo que podemos también adelantarle es que las discusiones hacia el interior de Los Pinos sobre la ceremonia del Grito comenzaron durante las últimas horas a orientarse hacia la conveniencia de que el presidente Fox opte por llevar a cabo la ceremonia oficial en Dolores, Hidalgo, Guanajuato, y que su lugar en el zócalo sea ocupado por el secretario de Gobernación, Carlos Abascal. López Obrador anunció que daría su propio Grito en esa plaza, pero se ignora bajo qué circunstancias.
Este fin de semana está previsto que se reúna el Consejo Político del PRI, citado por su presidente, Mariano Palacios Alcocer . El Consejo tomará dos determinaciones que han sido planchadas en las últimas semanas: Palacios Alcocer tendrá hasta 60 días para convocar a la renovación de la dirigencia tricolor, en una fecha no precisa y con base en reglas hasta ahora no definidas. La segunda decisión será que el queretano permanezca en su chamba hasta que tal proceso sea consumado.
Regresó de sus vacaciones por Europa Manlio Fabio Beltrones , líder de la bancada entrante del PRI en el Senado. Más de uno malicia si acaso durante su viaje el sonorense aprovechó para conversar con Roberto Madrazo , cuyo rastro se ha perdido entre el Lejano Oriente y la muy cercana Miami.
En días pasados se vio en un hotel de Reforma al líder panista Manuel Espino y al próximo coordinador de la bancada del PRI en San Lázaro, Emilio Gamboa . Éste último dedicó las últimas semanas a efectuar amarres en el frente más difícil de cuantos le tocará enfrentar: su propio grupo parlamentario, dominado por diversas corrientes. Al menos una docena de los nuevos diputados priístas, por ejemplo, no mueven un dedo sin consultar con la recién expulsada profesora Elba Esther Gordillo .
El senador electo por Convergencia, Dante Delgado , entrevistado por este diario, advirtió que los legisladores electos convergentes asumirán sus puestos en tiempo y forma. Con ello no hizo más que adelantar una postura que confirmará pronto el PRD, lo que cancelará los pronósticos de que se intentaría boicotear la instalación del Congreso.
Esta determinación no atrajo, ni mucho menos, pleno consenso hacia el interior de Acción Nacional, lo que adereza un momento en el cual el equipo de Felipe Calderón ha empezado a marcar claramente sus diferencias frente a posturas del gobierno foxista y de la dirigencia que encabeza Manuel Espino.
El plantón que encabeza López Obrador será levantado en algún momento entre la tarde del 15 y la madrugada del 16, para permitir la tradicional parada militar.
Lo que podemos también adelantarle es que las discusiones hacia el interior de Los Pinos sobre la ceremonia del Grito comenzaron durante las últimas horas a orientarse hacia la conveniencia de que el presidente Fox opte por llevar a cabo la ceremonia oficial en Dolores, Hidalgo, Guanajuato, y que su lugar en el zócalo sea ocupado por el secretario de Gobernación, Carlos Abascal. López Obrador anunció que daría su propio Grito en esa plaza, pero se ignora bajo qué circunstancias.
Este fin de semana está previsto que se reúna el Consejo Político del PRI, citado por su presidente, Mariano Palacios Alcocer . El Consejo tomará dos determinaciones que han sido planchadas en las últimas semanas: Palacios Alcocer tendrá hasta 60 días para convocar a la renovación de la dirigencia tricolor, en una fecha no precisa y con base en reglas hasta ahora no definidas. La segunda decisión será que el queretano permanezca en su chamba hasta que tal proceso sea consumado.
Regresó de sus vacaciones por Europa Manlio Fabio Beltrones , líder de la bancada entrante del PRI en el Senado. Más de uno malicia si acaso durante su viaje el sonorense aprovechó para conversar con Roberto Madrazo , cuyo rastro se ha perdido entre el Lejano Oriente y la muy cercana Miami.
En días pasados se vio en un hotel de Reforma al líder panista Manuel Espino y al próximo coordinador de la bancada del PRI en San Lázaro, Emilio Gamboa . Éste último dedicó las últimas semanas a efectuar amarres en el frente más difícil de cuantos le tocará enfrentar: su propio grupo parlamentario, dominado por diversas corrientes. Al menos una docena de los nuevos diputados priístas, por ejemplo, no mueven un dedo sin consultar con la recién expulsada profesora Elba Esther Gordillo .
El senador electo por Convergencia, Dante Delgado , entrevistado por este diario, advirtió que los legisladores electos convergentes asumirán sus puestos en tiempo y forma. Con ello no hizo más que adelantar una postura que confirmará pronto el PRD, lo que cancelará los pronósticos de que se intentaría boicotear la instalación del Congreso.
lunes, agosto 07, 2006
¿Se puede salvar?
López Obrador está renegando de tantas cosas que poco falta para que, sin darse cuenta, reniegue de sí mismo
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación avanzó el sábado un paso más hacia la calificación definitiva de la elección presidencial, con el revés a Andrés Manuel López Obrador para realizar un recuento total de votos. El argumento fue sólido: el PRD, ni presentó las impugnaciones en los términos de ley en los 300 distritos, ni demostró las contradicciones en forma evidente, ni se apegó a la doctrina y a la jurisprudencia. En síntesis, fue un desastre jurídico lo que presentó el equipo de López Obrador para el Tribunal Electoral, aunque hasta que no concluya el proceso, tampoco Felipe Calderón podría sentarse en la silla presidencial. De hecho, lo que sucedió fue que entramos en una nueva fase incierta y llena de misterio por obra y gracia del candidato, hasta hoy, perdedor el 2 de julio.
López Obrador, que no es abogado sino economista, aseguró que los argumentos de los magistrados eran "endebles", que habían actuado con un criterio "estrecho y limitado", que no iba a aceptar ese fallo y los conminó a que lo rectificaran porque de otra forma, adelantó, no aceptará resultado alguno de la elección. ¿Alguien se siente sorprendido? Quizás sólo los más ingenuos. Si alguien ha sido congruente y consecuente de principio a fin ha sido López Obrador. Nunca se comprometió a aceptar su derrota, y jamás ofreció acatar a las reglas de la democracia. No denunció nada durante la campaña, dijo en una de sus múltiples entrevistas radiales, porque estaba convencido de que ganaría.
Como no fue así, hoy está convertido en una especie de Humpty Dumpty, esa figura en forma de huevo que ha ocupado miles de palabras no sólo en la literatura, como personaje de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, sino en los conceptos del lenguaje y, más cercano a lo que nos ocupa, en la ciencia política.
Humpty Dumpty es un símbolo de insensatez en el pertinente libro para la actualidad mexicana La marcha de la locura de Bárbara Tuchman, que menciona el caso de Luis XIV como uno de los paradigmáticos cuando se actúa en contra el interés propio, olvidando que la política debe ser política de un grupo y no de un individuo.
Luis XIV provocó el desplome de Francia al agotar sus recursos humanos y económicos, en una serie de medidas que su corte, lejos de cuestionar, le aplaudieron. Tan ciegos estaban que Madame de Pompadeur, la amante de su sucesor, haría una declaración tan famosa como soberbia: "Después de nosotros, el diluvio". Eso vino, en efecto, en forma de locura al persistir la insensatez.
El Humpty Dumpty que tiene López Obrador en su corazón lo está llevando por ese camino. Autodesignado como el hombre que tiene una misión sobre la tierra mexicana ve, al enfrentarse a los obstáculos, una gran conspiración en todo, desde el millón de mexicanos que contribuyeron al fraude electoral el 2 de julio, al fraudulento consejo general del IFE, a todos los medios de comunicación -menos su vocero y sus fieles, pero incluidos algunos con credenciales democráticas bien ganadas- que se sumaron a la cargada para consolidar la victoria "ilegal e ilegítima" de Felipe Calderón, a los gobiernos extranjeros que felicitaron al panista -como el conservador en Washington y el socialista en Madrid-, a los observadores internacionales que "no vieron nada", a más de un centenar de intelectuales que descartaron por completo la posibilidad de un fraude y al propio TEPJF cuyos magistrados, sugirieron algunos de los suyos, recibieron millonarios pagos por su voto.
Su discurso es, regresando a los conceptos de lenguaje, como el Humpty Dumpty de Alicia en el país de las maravillas, cuando le dice a Alicia con un tono de ironía: "Cuando uso una palabra significa exactamente lo que he elegido que signifique; ni más, ni menos", a lo que Alicia le responde: "La pregunta es si puedes hacer que las palabras signifiquen muchas cosas". Humpty Dumpty replica: "La pregunta es cuál es la que será la mejor; eso es todo". López Obrador se maneja en esos terrenos.
Su palabra significa muchas palabras para muchos públicos, como el diputado federal Emilio Serrano, quien en reacción al fallo del Tribunal Electoral reiteró que "estamos listos para morir en la lucha", o como algunos que en correos electrónicos procedentes de varias partes del país aseguran que están dispuestos a tomar las armas y pelear porque les sobran "cojones".
Metafórica o literalmente, López Obrador enfrenta un problema y, a la vez, un desafío. Si el Tribunal Electoral va prefigurando lo que podría ser su resolución final sobre la elección presidencial, ¿cómo va a impedir que, no los farsantes como el diputado, sino algunos partidarios fieles que piensan que sin el perredista se les canceló su posibilidad de dejar de ser pobres y convertirse en ricos, efectivamente no empuñen un arma y procuren hacer la justicia prometida por su candidato? ¿Cómo va a empezar a recular en su inflamatorio discurso tan divisionista después del zape tan contundente que le dio el Tribunal? ¿Cómo pegar lo que hoy ha roto?
Él mismo se ha venido cerrando los espacios de maniobra y sacrificando en el camino a los propios perredistas, aquellos que ya ocupan cargos de elección popular o administrativos, como el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, que sigue acumulando faltas punibles por permitir los plantones -argumenta que no violan la ley, pese a que impiden el libre tránsito y afectan la libertad de terceros, consagrados por la Constitución-, o Marcelo Ebrard, quien como decenas de perredistas ganó el cargo en la misma elección que cuestiona López Obrador, y que ha endurecido su discurso para congraciarse con su líder, que le reclamó que no hiciera campaña y, en el exceso de la insensatez de la que habla Tuchman, hasta que no hubiera cancelado su boda.
Guardando la proporción con otras figuras de la historia, López Obrador está gastando capital humano y económico al obligar al PRD a que lo sigan en su marcha de la locura. O, por mencionar un solo botón de muestra, ¿cómo explicar de otra forma su resistencia a ceñirse a la ley y seguir elevando las expectativas de los más radicales, los más esperanzados, o los más ingenuos a dar todo por él solo? Humpty Dumpty es un personaje que los historiadores siempre han relacionado con violencia y tragedias, y los politólogos lo vinculan con aquellos líderes que destruyen todo a su alrededor.
No vaya a ser, por la dinámica que está imponiendo a los acontecimientos, que a López Obrador, parafraseando a Carroll y evocando al Ricardo III de Shakespeare -a quien identifican detrás de los acertijos de Humpty Dumpty-, al final de todo no le basten todos los hombres y los caballos del Rey para volverlo a poner en lo alto del muro en que estaba, tras haber destruido todo lo que había logrado.
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación avanzó el sábado un paso más hacia la calificación definitiva de la elección presidencial, con el revés a Andrés Manuel López Obrador para realizar un recuento total de votos. El argumento fue sólido: el PRD, ni presentó las impugnaciones en los términos de ley en los 300 distritos, ni demostró las contradicciones en forma evidente, ni se apegó a la doctrina y a la jurisprudencia. En síntesis, fue un desastre jurídico lo que presentó el equipo de López Obrador para el Tribunal Electoral, aunque hasta que no concluya el proceso, tampoco Felipe Calderón podría sentarse en la silla presidencial. De hecho, lo que sucedió fue que entramos en una nueva fase incierta y llena de misterio por obra y gracia del candidato, hasta hoy, perdedor el 2 de julio.
López Obrador, que no es abogado sino economista, aseguró que los argumentos de los magistrados eran "endebles", que habían actuado con un criterio "estrecho y limitado", que no iba a aceptar ese fallo y los conminó a que lo rectificaran porque de otra forma, adelantó, no aceptará resultado alguno de la elección. ¿Alguien se siente sorprendido? Quizás sólo los más ingenuos. Si alguien ha sido congruente y consecuente de principio a fin ha sido López Obrador. Nunca se comprometió a aceptar su derrota, y jamás ofreció acatar a las reglas de la democracia. No denunció nada durante la campaña, dijo en una de sus múltiples entrevistas radiales, porque estaba convencido de que ganaría.
Como no fue así, hoy está convertido en una especie de Humpty Dumpty, esa figura en forma de huevo que ha ocupado miles de palabras no sólo en la literatura, como personaje de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, sino en los conceptos del lenguaje y, más cercano a lo que nos ocupa, en la ciencia política.
Humpty Dumpty es un símbolo de insensatez en el pertinente libro para la actualidad mexicana La marcha de la locura de Bárbara Tuchman, que menciona el caso de Luis XIV como uno de los paradigmáticos cuando se actúa en contra el interés propio, olvidando que la política debe ser política de un grupo y no de un individuo.
Luis XIV provocó el desplome de Francia al agotar sus recursos humanos y económicos, en una serie de medidas que su corte, lejos de cuestionar, le aplaudieron. Tan ciegos estaban que Madame de Pompadeur, la amante de su sucesor, haría una declaración tan famosa como soberbia: "Después de nosotros, el diluvio". Eso vino, en efecto, en forma de locura al persistir la insensatez.
El Humpty Dumpty que tiene López Obrador en su corazón lo está llevando por ese camino. Autodesignado como el hombre que tiene una misión sobre la tierra mexicana ve, al enfrentarse a los obstáculos, una gran conspiración en todo, desde el millón de mexicanos que contribuyeron al fraude electoral el 2 de julio, al fraudulento consejo general del IFE, a todos los medios de comunicación -menos su vocero y sus fieles, pero incluidos algunos con credenciales democráticas bien ganadas- que se sumaron a la cargada para consolidar la victoria "ilegal e ilegítima" de Felipe Calderón, a los gobiernos extranjeros que felicitaron al panista -como el conservador en Washington y el socialista en Madrid-, a los observadores internacionales que "no vieron nada", a más de un centenar de intelectuales que descartaron por completo la posibilidad de un fraude y al propio TEPJF cuyos magistrados, sugirieron algunos de los suyos, recibieron millonarios pagos por su voto.
Su discurso es, regresando a los conceptos de lenguaje, como el Humpty Dumpty de Alicia en el país de las maravillas, cuando le dice a Alicia con un tono de ironía: "Cuando uso una palabra significa exactamente lo que he elegido que signifique; ni más, ni menos", a lo que Alicia le responde: "La pregunta es si puedes hacer que las palabras signifiquen muchas cosas". Humpty Dumpty replica: "La pregunta es cuál es la que será la mejor; eso es todo". López Obrador se maneja en esos terrenos.
Su palabra significa muchas palabras para muchos públicos, como el diputado federal Emilio Serrano, quien en reacción al fallo del Tribunal Electoral reiteró que "estamos listos para morir en la lucha", o como algunos que en correos electrónicos procedentes de varias partes del país aseguran que están dispuestos a tomar las armas y pelear porque les sobran "cojones".
Metafórica o literalmente, López Obrador enfrenta un problema y, a la vez, un desafío. Si el Tribunal Electoral va prefigurando lo que podría ser su resolución final sobre la elección presidencial, ¿cómo va a impedir que, no los farsantes como el diputado, sino algunos partidarios fieles que piensan que sin el perredista se les canceló su posibilidad de dejar de ser pobres y convertirse en ricos, efectivamente no empuñen un arma y procuren hacer la justicia prometida por su candidato? ¿Cómo va a empezar a recular en su inflamatorio discurso tan divisionista después del zape tan contundente que le dio el Tribunal? ¿Cómo pegar lo que hoy ha roto?
Él mismo se ha venido cerrando los espacios de maniobra y sacrificando en el camino a los propios perredistas, aquellos que ya ocupan cargos de elección popular o administrativos, como el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, que sigue acumulando faltas punibles por permitir los plantones -argumenta que no violan la ley, pese a que impiden el libre tránsito y afectan la libertad de terceros, consagrados por la Constitución-, o Marcelo Ebrard, quien como decenas de perredistas ganó el cargo en la misma elección que cuestiona López Obrador, y que ha endurecido su discurso para congraciarse con su líder, que le reclamó que no hiciera campaña y, en el exceso de la insensatez de la que habla Tuchman, hasta que no hubiera cancelado su boda.
Guardando la proporción con otras figuras de la historia, López Obrador está gastando capital humano y económico al obligar al PRD a que lo sigan en su marcha de la locura. O, por mencionar un solo botón de muestra, ¿cómo explicar de otra forma su resistencia a ceñirse a la ley y seguir elevando las expectativas de los más radicales, los más esperanzados, o los más ingenuos a dar todo por él solo? Humpty Dumpty es un personaje que los historiadores siempre han relacionado con violencia y tragedias, y los politólogos lo vinculan con aquellos líderes que destruyen todo a su alrededor.
No vaya a ser, por la dinámica que está imponiendo a los acontecimientos, que a López Obrador, parafraseando a Carroll y evocando al Ricardo III de Shakespeare -a quien identifican detrás de los acertijos de Humpty Dumpty-, al final de todo no le basten todos los hombres y los caballos del Rey para volverlo a poner en lo alto del muro en que estaba, tras haber destruido todo lo que había logrado.
sábado, agosto 05, 2006
Bellum
"La leccion de levantar murallas no se aprende de los amigos, si no de los enemigos" - Homero
Ingobernabilidad
" Pus, órale, váyanle midiendo. Pus, órale, abran los ojos y cierren las carteras, intelectuales de cargada. No nos vamos a dejar y no nos vamos a mover. Y háganle como quieran. Puus, na´mas nos dan risa. Puus, no vamos a aceptar un presidente espurio. Nosotros sí luchamos por la justicia y la democracia. Pus, yaa; váyanle midiendo. Si quieren violencia, violencia tendrán. El Tribunal concede lo que demandamos o aquí nos quedamos". Véanse las notas relacionadas con las declaraciones de Marcelo Ebrard, López Obrador y hasta de Pablo Gómez.
Este es el lenguaje de gángster de los principales dirigentes de la coalición Por el Bien de Todos. "La cargada, la cartera" y el reto al uso de la violencia son los temas. Es ya el modelo Oaxaca en acción en la capital del país. Plantón, toma de calles, toma de edificios particulares, asambleas informativas en trance de convertirse en Asambleas Permanentes del Pueblo. Esto por ahora. Los siguientes pasos ya están diseñados; ya fueron mostrados en Oaxaca.
El PRD y la coalición están actuando con la lógica de ascender a los extremos. Sobre la base de lo formalmente solicitado al Tribunal: "No darle validez a la elección y no hacer declaratoria de presidente electo".
Como esto suena algo extremo, entonces, simulemos, hay que señalar "el fraude gigantesco" cometido por los ciudadanos responsables de contar los votos y por los funcionarios que operaron en el IFE. Usando quizás "una alteración del sistema, de cómputo... recurso que... no es detectable a simple vista". Es, ¡ayy nanita!, el algoritmo en acción. Y dar una sola y espléndida consigna: "Voto por voto y casilla por casilla", recuento total. Y, listo, "se revisó el proceso hasta dejarlo libre de toda duda".
Leo con respeto y cuidado la carta firmada por cientos de personas "miembros de la comunidad artística y cultural del país", gente a la que valoro y, a muchos de ellos, estimo hasta por su trato personal. Y ahí se dice: "Los argumentos legalistas no tienen lugar ante una situación que pone en juego, hoy como nunca, la legitimidad de quien habrá de gobernar a los mexicanos durante los próximos seis años". ¡Ajá!, los argumentos legalistas no tienen lugar. Discrepo de esta posición.
Veamos un "argumento legalista". Frente al "recuento voto por voto" aquí comento: no se impugnaron en forma alguna los resultados de 70 de los 300 distritos electorales. El conteo en esos 70 distritos es definitivo. E inatacable. No hay causa ni motivo jurídico o políticamente válido para el recuento de votos en ellos. ¿Cuál es la razón para llevar adelante un recuento en estos 70 distritos? ¿Por qué violar la ley? Y ofender a todos los ciudadanos, sin excepción, que participaron en el proceso electoral en estos distritos. Ellos "se portaron bien" y no lo dice cualquiera; lo afirma la coalición.
¡Bah! es sólo un argumento legalista; ¿o mi cartera se abulta con este razonamiento? O en forma más simple: ¿"Ya le voy midiendo" para la hora de enfrentar a Ebrad y sus Panteras y Panchos Villa? Son hoy el núcleo de las SA; llegará la hora de crear las SS. "Ahí le haces como quieras; aquí no hay negociación, sólo se acepta el recuento voto por voto. Y ahí se ven con sus argumentos legalistas".
Respetar la Constitución; ¿respetar la ley y los códigos? ¿Esto es un "argumento legalista"? Porque durante décadas muchos exigimos exactamente eso sobre la base de una posición de rebeldía política, incluso radical, frente a las autoridades, las cuales se burlaban de nuestros derechos. De la Constitución, las leyes y sus códigos. Ellos, "el gobierno, el Estado, el sistema" violaban la ley. Y nosotros, legalistas, exigíamos respeto. ¿Eso ya cambió? Quizás porque hoy "la situación" pone en juego la legitimidad del próximo presidente de la República. En opinión de muchas personas respetadas y respetables.
Veamos: este sábado el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, podría decidir abrir el total de las casillas en los 300 distritos electorales. Y, aun cuando me parecería infundada su decisión, la respetaría. Pero podría decidir abrir todas las casillas en sólo 173 distritos electorales donde habría algún tipo de irregularidad. O abrir muchas casillas de algunos de esos 173 distritos. ¿Una decisión de este tipo pondría en juego la legitimidad del próximo presidente de la República? ¿En función de cuáles argumentos jurídicos o políticos? Se "limpió la elección" hasta mucho más allá de los criterios estrictos de la ley; mucho más allá de los "legalismos". ¿Por qué afirmar desde ahora que la legitimidad está en juego? ¿Por qué frente a irregularidades particulares, errores o diferencias específicas en casillas o hasta distritos, se aplicó la ley con un espíritu abierto y voluntad positiva?
¿O sólo porque no se realizó el conteo de "voto por voto y casilla por casilla", como paso previo para declarar la invalidez de la elección y la imposibilidad de emitir declaración de presidente electo? Es decir, porque no se decidió lo que buscan López Obrador y el PRD.
Ahora muchos ciudadanos tenemos el pleno derecho a preguntar: ¿si el Tribunal Electoral determina otra cosa de no ser el recuento total de los votos, ustedes, quienes firmaron en apoyo a esa demanda, aceptarán esa decisión? O se van a sumar al modelo Oaxaca, el que -ahora sí- conduce a la violenta ingobernabilidad y la posibilidad concreta del asalto del poder. Porque si no se aceptan las reglas del Gran Juego, conocidas y aprobadas de antemano, aquí alguien está haciendo trampa. Y entonces la "legitimidad" del próximo presidente tiene nombres y apellidos. Y sólo se aceptan esos nombres y apellidos. Cuando Andrés Manuel López Obrador obtuvo el voto de 35 % de los electores y no el "de la mayoría". Y, es cierto, Calderón obtuvo también 35% de la votación. Más, contamos hasta hoy, unos 240 mil votos. No son muchos; pero son 239 mil 999 más de los necesarios para ganar una elección. ¿Eso es legalismo?
Este es el lenguaje de gángster de los principales dirigentes de la coalición Por el Bien de Todos. "La cargada, la cartera" y el reto al uso de la violencia son los temas. Es ya el modelo Oaxaca en acción en la capital del país. Plantón, toma de calles, toma de edificios particulares, asambleas informativas en trance de convertirse en Asambleas Permanentes del Pueblo. Esto por ahora. Los siguientes pasos ya están diseñados; ya fueron mostrados en Oaxaca.
El PRD y la coalición están actuando con la lógica de ascender a los extremos. Sobre la base de lo formalmente solicitado al Tribunal: "No darle validez a la elección y no hacer declaratoria de presidente electo".
Como esto suena algo extremo, entonces, simulemos, hay que señalar "el fraude gigantesco" cometido por los ciudadanos responsables de contar los votos y por los funcionarios que operaron en el IFE. Usando quizás "una alteración del sistema, de cómputo... recurso que... no es detectable a simple vista". Es, ¡ayy nanita!, el algoritmo en acción. Y dar una sola y espléndida consigna: "Voto por voto y casilla por casilla", recuento total. Y, listo, "se revisó el proceso hasta dejarlo libre de toda duda".
Leo con respeto y cuidado la carta firmada por cientos de personas "miembros de la comunidad artística y cultural del país", gente a la que valoro y, a muchos de ellos, estimo hasta por su trato personal. Y ahí se dice: "Los argumentos legalistas no tienen lugar ante una situación que pone en juego, hoy como nunca, la legitimidad de quien habrá de gobernar a los mexicanos durante los próximos seis años". ¡Ajá!, los argumentos legalistas no tienen lugar. Discrepo de esta posición.
Veamos un "argumento legalista". Frente al "recuento voto por voto" aquí comento: no se impugnaron en forma alguna los resultados de 70 de los 300 distritos electorales. El conteo en esos 70 distritos es definitivo. E inatacable. No hay causa ni motivo jurídico o políticamente válido para el recuento de votos en ellos. ¿Cuál es la razón para llevar adelante un recuento en estos 70 distritos? ¿Por qué violar la ley? Y ofender a todos los ciudadanos, sin excepción, que participaron en el proceso electoral en estos distritos. Ellos "se portaron bien" y no lo dice cualquiera; lo afirma la coalición.
¡Bah! es sólo un argumento legalista; ¿o mi cartera se abulta con este razonamiento? O en forma más simple: ¿"Ya le voy midiendo" para la hora de enfrentar a Ebrad y sus Panteras y Panchos Villa? Son hoy el núcleo de las SA; llegará la hora de crear las SS. "Ahí le haces como quieras; aquí no hay negociación, sólo se acepta el recuento voto por voto. Y ahí se ven con sus argumentos legalistas".
Respetar la Constitución; ¿respetar la ley y los códigos? ¿Esto es un "argumento legalista"? Porque durante décadas muchos exigimos exactamente eso sobre la base de una posición de rebeldía política, incluso radical, frente a las autoridades, las cuales se burlaban de nuestros derechos. De la Constitución, las leyes y sus códigos. Ellos, "el gobierno, el Estado, el sistema" violaban la ley. Y nosotros, legalistas, exigíamos respeto. ¿Eso ya cambió? Quizás porque hoy "la situación" pone en juego la legitimidad del próximo presidente de la República. En opinión de muchas personas respetadas y respetables.
Veamos: este sábado el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, podría decidir abrir el total de las casillas en los 300 distritos electorales. Y, aun cuando me parecería infundada su decisión, la respetaría. Pero podría decidir abrir todas las casillas en sólo 173 distritos electorales donde habría algún tipo de irregularidad. O abrir muchas casillas de algunos de esos 173 distritos. ¿Una decisión de este tipo pondría en juego la legitimidad del próximo presidente de la República? ¿En función de cuáles argumentos jurídicos o políticos? Se "limpió la elección" hasta mucho más allá de los criterios estrictos de la ley; mucho más allá de los "legalismos". ¿Por qué afirmar desde ahora que la legitimidad está en juego? ¿Por qué frente a irregularidades particulares, errores o diferencias específicas en casillas o hasta distritos, se aplicó la ley con un espíritu abierto y voluntad positiva?
¿O sólo porque no se realizó el conteo de "voto por voto y casilla por casilla", como paso previo para declarar la invalidez de la elección y la imposibilidad de emitir declaración de presidente electo? Es decir, porque no se decidió lo que buscan López Obrador y el PRD.
Ahora muchos ciudadanos tenemos el pleno derecho a preguntar: ¿si el Tribunal Electoral determina otra cosa de no ser el recuento total de los votos, ustedes, quienes firmaron en apoyo a esa demanda, aceptarán esa decisión? O se van a sumar al modelo Oaxaca, el que -ahora sí- conduce a la violenta ingobernabilidad y la posibilidad concreta del asalto del poder. Porque si no se aceptan las reglas del Gran Juego, conocidas y aprobadas de antemano, aquí alguien está haciendo trampa. Y entonces la "legitimidad" del próximo presidente tiene nombres y apellidos. Y sólo se aceptan esos nombres y apellidos. Cuando Andrés Manuel López Obrador obtuvo el voto de 35 % de los electores y no el "de la mayoría". Y, es cierto, Calderón obtuvo también 35% de la votación. Más, contamos hasta hoy, unos 240 mil votos. No son muchos; pero son 239 mil 999 más de los necesarios para ganar una elección. ¿Eso es legalismo?
miércoles, julio 26, 2006
Avenida Reforma: Sabotaje desde el corazon del PRI
Dentro del PRI, hay una corriente de opinión que coincide con Andrés Manuel López Obrador en que la elección del 2 de julio estuvo marcada por el fraude. Piensan que en efecto, ese gobierno federal del tan vituperado Vicente Fox, al final resultó ser muy sofisticado y les ganó la elección con imaginación y dinero. Afirman que hicieron lo que el PRI hacía antaño, mapeando al país, analizando en dónde no habría representantes de otros partidos para apoderarse de las casillas y colocar en sus urnas los famosos "tacos", o comprando de plano a los representantes de otros partidos para hacer lo mismo. En suma, que les aplicaron lo que ellos hacían en el pasado, aprovechándose de un marco legal diseñado por los abogados del viejo régimen para hacer sumamente tortuoso, para el PAN o el PRD, poder llegar a demostrar la ilegalidad de un proceso.
Hasta este momento, ni el PRI ni el PRD han podido demostrar que el cúmulo de irregularidades en la elección sea tan grande que habría motivos legales para anular la elección. Hay indicios, pero en porcentajes menores. Hay sospechas, magnificadas por la retórica política y los medios. Hay numerosas verosimilitudes, pero escasas verdades. Hay mucho dolor en los que se sienten perdedores -los priístas-, estrategia entre quienes piensan pueden ir por ese camino -los perredistas-, y un inexplicable triunfalismo entre los que se sienten ganadores -los panistas-, que en su conjunto lo único que hacen es polarizar aún más a segmentos de la sociedad con las reflexiones cruzadas y las conclusiones confusas.
Un caso documentado de este desequilibrio analítico lo aporta la diputada priísta Martha Palafox, candidata al Senado por Tlaxcala y quien, a petición de la campaña de Roberto Madrazo, realizó un estudio pormenorizado de las actas de la elección para la Cámara Alta. Para ella no hay duda. Después de encontrar 317 actas con inconsistencias numéricas "considerables", en particular en cuanto a boletas recibidas y votos emitidos, dos hipótesis cobran enorme sentido: probablemente hubo actas apócrifas y las verdaderas no se exhibieron, y hubo una enorme cantidad de boletas en poder del PAN y del PRD que les permitió "el relleno de urnas, con la complacencia de los responsables de las casillas del PRI".
En Tlaxcala, el PRI perdió todo. La Presidencial, donde López Obrador ganó con 43.96% de la votación; la del Senado, donde el PRD se elevó con la victoria gracias a 39.35% de la votación; y para la Cámara de Diputados, donde el PAN apenas le sacó una ventaja de 1.28% al PRD. En las competencias legislativas, PRD y PAN casi duplicaron los votos del PRI, y en la Presidencial, López Obrador casi triplicó el total de sufragios para Madrazo. Aunque en el análisis de la diputada Palafox hubo "serias irregularidades" en 25.2% de las casillas, la diferencia de votos del PRI frente a sus adversarios hacen casi imposible que aún si se impugnaran con toda la documentación legal -lo que no hicieron-, se diera vuelta al resultado. De alguna manera, la representante priísta lo admite al afirmar que lo que experimentaron fue "la confabulación de todos en una especie de conjura a nivel nacional en contra de Roberto Madrazo y de los candidatos al Senado y diputados federales del PRI en Tlaxcala".
En la minuta a la campaña de Madrazo, la diputada Palafox explicó la dinámica que siguieron el partido y varios actores políticos en Tlaxcala, que apoya su hipótesis de "la confabulación de todos".
Primero se refirió a "la total descoordinación" en las tareas del PRI, donde el plan de campaña del Consejo Directivo Estatal (CDE) del partido "no contó con un diagnóstico claro y certero que permitiera el diseño estratégico de ´rutas críticas´ donde la votación tradicionalmente nos ha favorecido". Aseguró que nunca supieron quiénes los iban a representar en las casillas, pese a que se solicitó reiteradamente al PRI.
Después insistió que al no permitirles el CDE contar con las actas en forma oportuna, no pudieron impugnar la votación en tiempo y forma. Para añadir a la conjura mediante "tácticas dilatorias", como las describe, no sólo el delegado del PRI en el estado, Gonzalo Rodríguez Anaya, se desapareció de la entidad desde el mismo 2 de julio, sino que integrantes del CDE, como Joel Molina Ramírez, "ya pasaron a formar parte de la nómina del gobernador, éste como asesor". El gobernador es Héctor Ortiz, un ex priísta muy cercano a Beatriz Paredes, ex gobernadora de Tlaxcala y candidata del PRI al gobierno del Distrito Federal, que obtuvo el Ejecutivo estatal compitiendo por el PAN.
El factor Paredes volvió a resurgir en Tlaxcala. En la minuta, la diputada Palafox dijo que constataron "un comportamiento raro" de los presidentes municipales priístas de Santa Ana Chiautempan, Linda Marina Munive Temoltzín, Huamantla, Eduardo Bretón Escamilla, y Tlaxcala, Benito Hernández Hernández, aunque no precisó a qué se refería. No así en el señalamiento de Víctor Estrada Guevara, coordinador del grupo de apoyo de Paredes en su campaña en el DF, y quien desde una semana antes de la elección, ayudado por diputados y presidentes municipales cuando ella fue gobernadora, "trabajaron a favor del PAN".
La "confabulación" descrita no quedó ahí. Si la falta de información a los candidatos del PRI en materia de representantes de casilla y generales fue importante, la ausencia de estructura de movilización y recursos fue crítica. En este capítulo, la diputada Palafox señaló que el "padrino" de Tlaxcala que iba a ser el gobernador de Sonora Eduardo Bours, simplemente estuvo desaparecido. Para esta elección, los gobernadores priístas con mayores recursos tuvieron asignados estados donde gobernaba otro partido, como sucedió con Bours, quien a decir de la legisladora, su enlace para el estado, con el nativo de la entidad, el senador Mariano González, nunca estableció correspondencia. Inclusive, "sólo" hasta un día antes de la elección llegó la ayuda a los municipios: 300 pesos a cada uno.
La crónica electoral que es la minuta de la diputada Palafox, permite recrear la debacle de Madrazo y del PRI, como un botón de muestra que se repitió en varias entidades. La maquinaria electoral se desbieló, y el responsable, César Augusto Santiago, fue engañado o engañó. Para el caso es lo mismo. Su fracaso fue el de Madrazo y el PRI, y la historia de lo que les sucedió el 2 de julio puede ser visto a través de la microhistoria en Tlaxcala, una entidad donde, si uno sacude la amargura de la diputada Palafox en su narración, muestra no el ejemplo de un gran fraude electoral, sino la maquinación de la traición muy eficiente que los hundió, con sabotajes desde el interior del partido que aprovecharon que en los altos mandos de la campaña tampoco quisieron aceptar, a lo largo de los meses que, parafraseando a Hamlet, algo podrido había en Insurgentes.
Hasta este momento, ni el PRI ni el PRD han podido demostrar que el cúmulo de irregularidades en la elección sea tan grande que habría motivos legales para anular la elección. Hay indicios, pero en porcentajes menores. Hay sospechas, magnificadas por la retórica política y los medios. Hay numerosas verosimilitudes, pero escasas verdades. Hay mucho dolor en los que se sienten perdedores -los priístas-, estrategia entre quienes piensan pueden ir por ese camino -los perredistas-, y un inexplicable triunfalismo entre los que se sienten ganadores -los panistas-, que en su conjunto lo único que hacen es polarizar aún más a segmentos de la sociedad con las reflexiones cruzadas y las conclusiones confusas.
Un caso documentado de este desequilibrio analítico lo aporta la diputada priísta Martha Palafox, candidata al Senado por Tlaxcala y quien, a petición de la campaña de Roberto Madrazo, realizó un estudio pormenorizado de las actas de la elección para la Cámara Alta. Para ella no hay duda. Después de encontrar 317 actas con inconsistencias numéricas "considerables", en particular en cuanto a boletas recibidas y votos emitidos, dos hipótesis cobran enorme sentido: probablemente hubo actas apócrifas y las verdaderas no se exhibieron, y hubo una enorme cantidad de boletas en poder del PAN y del PRD que les permitió "el relleno de urnas, con la complacencia de los responsables de las casillas del PRI".
En Tlaxcala, el PRI perdió todo. La Presidencial, donde López Obrador ganó con 43.96% de la votación; la del Senado, donde el PRD se elevó con la victoria gracias a 39.35% de la votación; y para la Cámara de Diputados, donde el PAN apenas le sacó una ventaja de 1.28% al PRD. En las competencias legislativas, PRD y PAN casi duplicaron los votos del PRI, y en la Presidencial, López Obrador casi triplicó el total de sufragios para Madrazo. Aunque en el análisis de la diputada Palafox hubo "serias irregularidades" en 25.2% de las casillas, la diferencia de votos del PRI frente a sus adversarios hacen casi imposible que aún si se impugnaran con toda la documentación legal -lo que no hicieron-, se diera vuelta al resultado. De alguna manera, la representante priísta lo admite al afirmar que lo que experimentaron fue "la confabulación de todos en una especie de conjura a nivel nacional en contra de Roberto Madrazo y de los candidatos al Senado y diputados federales del PRI en Tlaxcala".
En la minuta a la campaña de Madrazo, la diputada Palafox explicó la dinámica que siguieron el partido y varios actores políticos en Tlaxcala, que apoya su hipótesis de "la confabulación de todos".
Primero se refirió a "la total descoordinación" en las tareas del PRI, donde el plan de campaña del Consejo Directivo Estatal (CDE) del partido "no contó con un diagnóstico claro y certero que permitiera el diseño estratégico de ´rutas críticas´ donde la votación tradicionalmente nos ha favorecido". Aseguró que nunca supieron quiénes los iban a representar en las casillas, pese a que se solicitó reiteradamente al PRI.
Después insistió que al no permitirles el CDE contar con las actas en forma oportuna, no pudieron impugnar la votación en tiempo y forma. Para añadir a la conjura mediante "tácticas dilatorias", como las describe, no sólo el delegado del PRI en el estado, Gonzalo Rodríguez Anaya, se desapareció de la entidad desde el mismo 2 de julio, sino que integrantes del CDE, como Joel Molina Ramírez, "ya pasaron a formar parte de la nómina del gobernador, éste como asesor". El gobernador es Héctor Ortiz, un ex priísta muy cercano a Beatriz Paredes, ex gobernadora de Tlaxcala y candidata del PRI al gobierno del Distrito Federal, que obtuvo el Ejecutivo estatal compitiendo por el PAN.
El factor Paredes volvió a resurgir en Tlaxcala. En la minuta, la diputada Palafox dijo que constataron "un comportamiento raro" de los presidentes municipales priístas de Santa Ana Chiautempan, Linda Marina Munive Temoltzín, Huamantla, Eduardo Bretón Escamilla, y Tlaxcala, Benito Hernández Hernández, aunque no precisó a qué se refería. No así en el señalamiento de Víctor Estrada Guevara, coordinador del grupo de apoyo de Paredes en su campaña en el DF, y quien desde una semana antes de la elección, ayudado por diputados y presidentes municipales cuando ella fue gobernadora, "trabajaron a favor del PAN".
La "confabulación" descrita no quedó ahí. Si la falta de información a los candidatos del PRI en materia de representantes de casilla y generales fue importante, la ausencia de estructura de movilización y recursos fue crítica. En este capítulo, la diputada Palafox señaló que el "padrino" de Tlaxcala que iba a ser el gobernador de Sonora Eduardo Bours, simplemente estuvo desaparecido. Para esta elección, los gobernadores priístas con mayores recursos tuvieron asignados estados donde gobernaba otro partido, como sucedió con Bours, quien a decir de la legisladora, su enlace para el estado, con el nativo de la entidad, el senador Mariano González, nunca estableció correspondencia. Inclusive, "sólo" hasta un día antes de la elección llegó la ayuda a los municipios: 300 pesos a cada uno.
La crónica electoral que es la minuta de la diputada Palafox, permite recrear la debacle de Madrazo y del PRI, como un botón de muestra que se repitió en varias entidades. La maquinaria electoral se desbieló, y el responsable, César Augusto Santiago, fue engañado o engañó. Para el caso es lo mismo. Su fracaso fue el de Madrazo y el PRI, y la historia de lo que les sucedió el 2 de julio puede ser visto a través de la microhistoria en Tlaxcala, una entidad donde, si uno sacude la amargura de la diputada Palafox en su narración, muestra no el ejemplo de un gran fraude electoral, sino la maquinación de la traición muy eficiente que los hundió, con sabotajes desde el interior del partido que aprovecharon que en los altos mandos de la campaña tampoco quisieron aceptar, a lo largo de los meses que, parafraseando a Hamlet, algo podrido había en Insurgentes.
viernes, julio 21, 2006
jueves, julio 13, 2006
Secuelas de Información
El conflicto poselectoral y el anuncio de la coalición Por el Bien de Todos, que postuló a Andrés Manuel López Obrador , de llevar el caso de las elecciones presidenciales a la Suprema Corte de Justicia de la Nación terminaron con las vacaciones de dos ministros. Ya le habíamos dicho que Olga Sánchez Cordero permanecería en el máximo tribunal en el receso de labores, que termina el 31 de julio. Pero hubo un movimiento de última hora que obligó a Sergio Aguirre Anguiano a cancelar sus boletos de avión.
Los dos ministros estarán al frente de la Comisión de Receso del máximo tribunal para la recepción de los documentos del equipo de abogados del tabasqueño, que quiere un pronunciamiento del máximo tribunal sobre la apertura de los paquetes electorales.
La decisión de que el ministro Aguirre Anguiano se quede de guardia ha puesto inquietos a algunos políticos, que lo señalan de tener un pasado panista. No falta quien recuerde todo el escándalo que se generó y la ola de descalificaciones que recibió la Corte cuando en el periodo de receso de diciembre de 2004 Aguirre, junto con el ministro José de Jesús Gudiño, otorgó al presidente Vicente Fox una suspensión para detener parte del presupuesto aprobado por los diputados del PRI y del PRD para el 2005.
La matiné que proyecta todos los días el perredista Andrés Manuel López Obrador ha provocado desconcierto y preocupación entre algunos integrantes del equipo del tabasqueño. ¿Por qué razón?, se preguntará usted. Por la falta de sustento y las inconsistencias en algunas de las proyecciones y conclusiones sobre irregularidades generalizadas en los comicios presidenciales del 2 de julio. Uno de ellos, Manuel Camacho Solís , ya hizo algunas acotaciones en público. Hacia adentro del PRD también ha causado estragos la declaración del tabasqueño de que algunos representantes del partido en las casillas fueron "comprados" por sus adversarios.
Aquí le contamos hace algunas semanas del reparto masivo en la ciudad de México del DVD ¿Quién es el señor López? , del director Luis Mandoki . El disco era deslizado por debajo de las puertas de colonias del DF, principalmente en aquellas donde el PAN tiene alguna presencia. Bueno, ahora se registra la entrega, con el mismo método, del discurso de don Andrés Manuel pronunciado el sábado en el zócalo capitalino. Nadie sabe, por cierto, de dónde salen los recursos económicos para tales empresas.
El mandamás del grupo parlamentario del PRI en San Lázaro, Emilio Chuayffet Chemor , convocó ayer a sus más cercanos colaboradores para analizar a puerta cerrada la derrota electoral de su partido en los comicios del 2 de julio. El tema sirvió de pretexto para que el mexiquense se destapara como candidato para la presidencia del Revolucionario Institucional. ¿Por qué no, si todos tienen derecho?
Eso sí, informó a los diputados que esperará los tiempos para anunciar en público sus aspiraciones: todo en tiempo y forma y con aviso de por medio. "Primero que se califique la elección presidencial y luego hablamos". Lo que sí, algunos de los mandones de la diputación, entre ellos los coordinadores estatales y de sector, le mostraron su apoyo para sustituir a Mariano Palacios Alcocer.
Mucho ruido hicieron algunos partidos políticos con las supuestas filtraciones de algunas partes sustanciales del padrón electoral, durante la campaña. Pero hay un dato que resulta aterrador para las autoridades dedicadas al combate al crimen organizado. Según informes oficiales, durante un cateo realizado a un domicilio de un poderoso cártel de la droga, ubicado en el norte del país, agentes de la AFI encontraron una copia del padrón.
Por supuesto, los encargados de la seguridad nacional no le dieron ninguna lectura político-electoral al hallazgo. En todo caso, están más preocupados por el hecho de que algunos jefes de las mafias tengan en su poder datos sensibles de los funcionarios de gobierno, principalmente de quienes están dedicados a luchar contra tráfico de drogas.
Los dos ministros estarán al frente de la Comisión de Receso del máximo tribunal para la recepción de los documentos del equipo de abogados del tabasqueño, que quiere un pronunciamiento del máximo tribunal sobre la apertura de los paquetes electorales.
La decisión de que el ministro Aguirre Anguiano se quede de guardia ha puesto inquietos a algunos políticos, que lo señalan de tener un pasado panista. No falta quien recuerde todo el escándalo que se generó y la ola de descalificaciones que recibió la Corte cuando en el periodo de receso de diciembre de 2004 Aguirre, junto con el ministro José de Jesús Gudiño, otorgó al presidente Vicente Fox una suspensión para detener parte del presupuesto aprobado por los diputados del PRI y del PRD para el 2005.
La matiné que proyecta todos los días el perredista Andrés Manuel López Obrador ha provocado desconcierto y preocupación entre algunos integrantes del equipo del tabasqueño. ¿Por qué razón?, se preguntará usted. Por la falta de sustento y las inconsistencias en algunas de las proyecciones y conclusiones sobre irregularidades generalizadas en los comicios presidenciales del 2 de julio. Uno de ellos, Manuel Camacho Solís , ya hizo algunas acotaciones en público. Hacia adentro del PRD también ha causado estragos la declaración del tabasqueño de que algunos representantes del partido en las casillas fueron "comprados" por sus adversarios.
Aquí le contamos hace algunas semanas del reparto masivo en la ciudad de México del DVD ¿Quién es el señor López? , del director Luis Mandoki . El disco era deslizado por debajo de las puertas de colonias del DF, principalmente en aquellas donde el PAN tiene alguna presencia. Bueno, ahora se registra la entrega, con el mismo método, del discurso de don Andrés Manuel pronunciado el sábado en el zócalo capitalino. Nadie sabe, por cierto, de dónde salen los recursos económicos para tales empresas.
El mandamás del grupo parlamentario del PRI en San Lázaro, Emilio Chuayffet Chemor , convocó ayer a sus más cercanos colaboradores para analizar a puerta cerrada la derrota electoral de su partido en los comicios del 2 de julio. El tema sirvió de pretexto para que el mexiquense se destapara como candidato para la presidencia del Revolucionario Institucional. ¿Por qué no, si todos tienen derecho?
Eso sí, informó a los diputados que esperará los tiempos para anunciar en público sus aspiraciones: todo en tiempo y forma y con aviso de por medio. "Primero que se califique la elección presidencial y luego hablamos". Lo que sí, algunos de los mandones de la diputación, entre ellos los coordinadores estatales y de sector, le mostraron su apoyo para sustituir a Mariano Palacios Alcocer.
Mucho ruido hicieron algunos partidos políticos con las supuestas filtraciones de algunas partes sustanciales del padrón electoral, durante la campaña. Pero hay un dato que resulta aterrador para las autoridades dedicadas al combate al crimen organizado. Según informes oficiales, durante un cateo realizado a un domicilio de un poderoso cártel de la droga, ubicado en el norte del país, agentes de la AFI encontraron una copia del padrón.
Por supuesto, los encargados de la seguridad nacional no le dieron ninguna lectura político-electoral al hallazgo. En todo caso, están más preocupados por el hecho de que algunos jefes de las mafias tengan en su poder datos sensibles de los funcionarios de gobierno, principalmente de quienes están dedicados a luchar contra tráfico de drogas.
domingo, julio 09, 2006
¿Y ahora, señor Presidente?
Cuauhtémoc Cárdenas nos dijo: "No habrá problemas después de la jornada electoral. Es un avance muy grande en relación con 1988". De acuerdo, pero nuestro futuro presidente haría bien en escuchar lo que en Enrique V , Shakespeare le hace decir al soldado galés que afirma que obedecerá al rey "mientras esté usted honesto". Enrique V contesta: "¡Que Dios me guarde honesto!", y él mismo reflexiona: "¿Qué tiene de más el rey que un hombre? El ceremonial y nada más". El dramaturgo inglés es un gran maestro en ciencias políticas, tanto si no es que más que Maquiavelo; para él todos los reyes, todos los presidentes, los jefes de gobierno, diría hoy, son inferiores a su tarea, por la sencilla razón de que ella rebasa toda fuerza humana. La política es la consideración de humanos indistintos, como cantidades estadísticas, porque forman masas, especialmente a la hora del voto.
A la hora de las campañas electorales, la política se limita a tomar en cuenta nuestros instintos, de nosotros las masas, para complacerlos, canalizarlos, controlarlos. Tanto Shakespeare, como Maquiavelo, como Max Weber nos han enseñado que es imposible hacer política y considerar a los demás como sus "semejantes" o su "prójimo"; el político nos considera como un material que tiene que trabajar, una argamasa, un cemento, unas tablas. Nos quiere ganar, convertir a su opinión, agarrándonos por sorpresa, lisonjeándonos, despertando nuestras pasiones, odios, recuerdos, para no dejarnos el tiempo de analizar racionalmente.
Todo eso lo acabamos de vivir durante largos meses, durante años de una permanente, interminable, agotadora campaña electoral. Tanto la campaña como el voto movilizaron la credulidad, el miedo, la ignorancia, la falta de reflexión, las impresiones, la imitación, el contagio, o sea, nuestras partes más sensibles. Ahora que nos dimos un rey (y poco importa cuál), nos toca despertar la crítica, la reflexión, el valor, la originalidad en el pensamiento. El nuevo gobierno, por su parte, tendrá también que despertar esas cualidades y sumarles la moderación. No tardará en descubrir que cuando no estaba en el poder, cuando atacaba al gobierno anterior, se estaba atacando a sí mismo. "Quien ataca al rey, ataca a la ley y quien ataca a la ley ataca al rey", solían decir antes de la Revolución Francesa; en democracia, cada partido fuera del poder ataca su propio y futuro poder.
Maquiavelo, en el capítulo XVII de El Príncipe expresó un juicio terrible sobre todos nosotros: "Se puede decir generalmente de todos los hombres que son ingratos, cambiantes, disimulados, enemigos del peligro, ávidos de ganar; mientras les haces bien, son todo tuyo, te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, siempre y cuando la necesidad esté lejana; pero cuando se acerca, se escabullen. Los hombres dudan menos en hacerle daño a un hombre que se hace querer que al que se hace temer. Olvidan la muerte de su padre antes que la pérdida de su patrimonio". Y en su poema incompleto "El burro de oro", llega a decir que "un puerco no atormenta a otro puerco, un ciervo deja al ciervo en paz; tan sólo el hombre a otro hombre masacra, crucifica, despoja". El gran florentino llevó al extremo la reflexión pesimista sobre el "animal político" que somos y sobre esa constatación armó su teoría del Estado y su práctica política.
Tal pesimismo ultralúcido es una bebida muy fuerte que puede emborrachar, pero administrada con moderación nos permitirá enfrentar los retos que se presentan después de la manifestación de la voluntad del pueblo soberano. Pasamos por una etapa de desencanto, después de las esperanzas del año 2000, desencanto mezclado de miedo para algunos, de espera indefinida para otros, de esperanza personalizada para los últimos. Esa mezcla de sentimientos contradictorios correspondía a la decadencia de un régimen, mejor dicho de los hombres que tenían el poder antes de 2000 y que lo siguieron conservando en muchas esferas del gobierno foxista: Hacienda, el Banco de México y la PGR en manos de hombres del antiguo régimen, ¡todo un símbolo de continuismo! Le toca al nuevo presidente, a "nuestro" presidente (que hayamos votado por él o no, es nuestro) poner punto final al dominio de esa casta cuyo lento declive y desgaste ha suscitado una angustia colectiva, agravada por el sentimiento general de inseguridad.
Un pesimismo al estilo Maquiavelo nos llevará a devolverle toda su importancia a la política. Últimamente se nota algo como una hostilidad, un desprecio, hasta un odio por la política, cuando es la actividad que puede organizar la sociedad; quizá por tanta decepción, a la medida de esperanzas exageradas; un cambio de gobierno no significa que el nuevo presidente tenga una varita mágica, Vicente Fox nos lo demostró.
Como Lenin en ¿Qué hacer?, me gustaría decir que "hay una lógica de la política" y por lo tanto una lógica del poder indiferente a la revolución o a la reacción. Cuando los revolucionarios llegan al poder, tienen que obedecer a esa lógica, si no quieren perderlo. El poder es necesario, pero expuesto al doble peligro de la debilidad (Fox) y de la desmesura. Por eso el verdadero problema consiste en encontrar un justo medio, una democracia que sea una "mesocracia", es decir, un poder templado, ejercitado con moderación para bien de la comunidad y no de un grupo o de un hombre. La mesocracia acepta la existencia de la oposición, la legitimidad de los poderes intermedios y de los contrapoderes (Congreso, Justicia), en el sentido de Montesquieu, cuando decía que el poder debe parar al poder. Señor Presidente, por favor, sea usted "mesocrático" para lograr la seguridad y la concordia; negocie los compromisos necesarios, sin renunciar a su compromiso político.
El consenso negociado no significa ausencia de convicción ni de firmeza, puesto que se necesita mucha voluntad para admitir que el otro no está en el error cuando uno piensa tener la razón. Si no, nos encontraríamos en una situación de lucha a muerte entre amigos y enemigos, buenos y malos que hay que combatir y hasta exterminar
A la hora de las campañas electorales, la política se limita a tomar en cuenta nuestros instintos, de nosotros las masas, para complacerlos, canalizarlos, controlarlos. Tanto Shakespeare, como Maquiavelo, como Max Weber nos han enseñado que es imposible hacer política y considerar a los demás como sus "semejantes" o su "prójimo"; el político nos considera como un material que tiene que trabajar, una argamasa, un cemento, unas tablas. Nos quiere ganar, convertir a su opinión, agarrándonos por sorpresa, lisonjeándonos, despertando nuestras pasiones, odios, recuerdos, para no dejarnos el tiempo de analizar racionalmente.
Todo eso lo acabamos de vivir durante largos meses, durante años de una permanente, interminable, agotadora campaña electoral. Tanto la campaña como el voto movilizaron la credulidad, el miedo, la ignorancia, la falta de reflexión, las impresiones, la imitación, el contagio, o sea, nuestras partes más sensibles. Ahora que nos dimos un rey (y poco importa cuál), nos toca despertar la crítica, la reflexión, el valor, la originalidad en el pensamiento. El nuevo gobierno, por su parte, tendrá también que despertar esas cualidades y sumarles la moderación. No tardará en descubrir que cuando no estaba en el poder, cuando atacaba al gobierno anterior, se estaba atacando a sí mismo. "Quien ataca al rey, ataca a la ley y quien ataca a la ley ataca al rey", solían decir antes de la Revolución Francesa; en democracia, cada partido fuera del poder ataca su propio y futuro poder.
Maquiavelo, en el capítulo XVII de El Príncipe expresó un juicio terrible sobre todos nosotros: "Se puede decir generalmente de todos los hombres que son ingratos, cambiantes, disimulados, enemigos del peligro, ávidos de ganar; mientras les haces bien, son todo tuyo, te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, siempre y cuando la necesidad esté lejana; pero cuando se acerca, se escabullen. Los hombres dudan menos en hacerle daño a un hombre que se hace querer que al que se hace temer. Olvidan la muerte de su padre antes que la pérdida de su patrimonio". Y en su poema incompleto "El burro de oro", llega a decir que "un puerco no atormenta a otro puerco, un ciervo deja al ciervo en paz; tan sólo el hombre a otro hombre masacra, crucifica, despoja". El gran florentino llevó al extremo la reflexión pesimista sobre el "animal político" que somos y sobre esa constatación armó su teoría del Estado y su práctica política.
Tal pesimismo ultralúcido es una bebida muy fuerte que puede emborrachar, pero administrada con moderación nos permitirá enfrentar los retos que se presentan después de la manifestación de la voluntad del pueblo soberano. Pasamos por una etapa de desencanto, después de las esperanzas del año 2000, desencanto mezclado de miedo para algunos, de espera indefinida para otros, de esperanza personalizada para los últimos. Esa mezcla de sentimientos contradictorios correspondía a la decadencia de un régimen, mejor dicho de los hombres que tenían el poder antes de 2000 y que lo siguieron conservando en muchas esferas del gobierno foxista: Hacienda, el Banco de México y la PGR en manos de hombres del antiguo régimen, ¡todo un símbolo de continuismo! Le toca al nuevo presidente, a "nuestro" presidente (que hayamos votado por él o no, es nuestro) poner punto final al dominio de esa casta cuyo lento declive y desgaste ha suscitado una angustia colectiva, agravada por el sentimiento general de inseguridad.
Un pesimismo al estilo Maquiavelo nos llevará a devolverle toda su importancia a la política. Últimamente se nota algo como una hostilidad, un desprecio, hasta un odio por la política, cuando es la actividad que puede organizar la sociedad; quizá por tanta decepción, a la medida de esperanzas exageradas; un cambio de gobierno no significa que el nuevo presidente tenga una varita mágica, Vicente Fox nos lo demostró.
Como Lenin en ¿Qué hacer?, me gustaría decir que "hay una lógica de la política" y por lo tanto una lógica del poder indiferente a la revolución o a la reacción. Cuando los revolucionarios llegan al poder, tienen que obedecer a esa lógica, si no quieren perderlo. El poder es necesario, pero expuesto al doble peligro de la debilidad (Fox) y de la desmesura. Por eso el verdadero problema consiste en encontrar un justo medio, una democracia que sea una "mesocracia", es decir, un poder templado, ejercitado con moderación para bien de la comunidad y no de un grupo o de un hombre. La mesocracia acepta la existencia de la oposición, la legitimidad de los poderes intermedios y de los contrapoderes (Congreso, Justicia), en el sentido de Montesquieu, cuando decía que el poder debe parar al poder. Señor Presidente, por favor, sea usted "mesocrático" para lograr la seguridad y la concordia; negocie los compromisos necesarios, sin renunciar a su compromiso político.
El consenso negociado no significa ausencia de convicción ni de firmeza, puesto que se necesita mucha voluntad para admitir que el otro no está en el error cuando uno piensa tener la razón. Si no, nos encontraríamos en una situación de lucha a muerte entre amigos y enemigos, buenos y malos que hay que combatir y hasta exterminar
sábado, julio 08, 2006
La Fuerza deñ poder
Solo, difícilmente hubiera ganado Felipe Calderón, a quien Fox y su gobierno le dieron un empujón definitivo
"De ninguna manera -había advertido el presidente Vicente Fox a un grupo de empresarios- entregaremos el poder". Y en seis meses hizo el gobierno lo que no desarrolló durante cinco años: ejercer el poder para mantenerlo. Al final, con la victoria de Felipe Calderón en la elección presidencial, con lo que el PAN se mantendrá en el poder otros seis años más, se confirmó la hipótesis: la Presidencia, bajo Fox, modificó su cara, pero no su cuerpo. Por eso, los recursos de una Presidencia institucionalmente autoritaria puestos al servicio de su candidato, probaron que hoy, como antes, siguen vigentes.
El viejo régimen disfrazado de cambio funcionó como maquinaria de reloj. Al temido Andrés Manuel López Obrador lo vistieron con la imagen del miedo, y no hay mayor temor que sentir temor. A Roberto Madrazo Pintado le colocaron minas de profundidad en su propio partido y le enderezaron una campaña de desprestigio y conflicto. Con el primero, la táctica ayudó a desmotivar el apoyo ciudadano que había conseguido López Obrador de forma gratuita cuando el gobierno trató de llevarlo a la cárcel; al segundo le fueron estallando conflictos en el corazón de sus maquinarias de movilización electoral para distraerlas y neutralizarlas.
Internamente, el presidente Fox lanzó la más abierta campaña proselitista a favor del candidato oficial, y mantuvo la política social al servicio de Calderón, quien para reforzar la estrategia incorporó como coordinadora de su campaña a Josefina Vázquez Mota, que saltó directamente de la Secretaría de Desarrollo Social. Pero Vázquez Mota no se fue sola. Con ella abordó el barco calderonista Rodolfo Guzmán, quien acabó su gestión bajo la titularidad de Vázquez Mota como asesor en el programa Oportunidades, cuyo padrón, tomado indebidamente del gobierno federal, puso a disposición de la campaña triunfadora. Aprendieron bien del ex presidente Carlos Salinas, receta seguida por López Obrador cuando fue jefe de Gobierno del Distrito Federal: la política social sí compra votos.
Pero no eran suficientes. En las últimas semanas, varios miembros del gabinete foxista se fueron de pesca por el país en busca de votos estratégicos. Diferentes secretarios de Estado ofrecieron respaldos y recursos financieros a cada gobernador priísta a cambio de abandonar a Roberto Madrazo. Si bien Vicente Fox veía en López Obrador un enemigo letal por el resto de su vida, a Madrazo lo consideraba un tipo tramposo y mentiroso que lo había embarcado con una reforma fiscal que, después de comprometerse a sacar en el Congreso, lo traicionó. Había que liquidar a los dos. Al primero le aplicaron el antídoto de la política social y una campaña electoral negativa para subrayar que lo que seguramente concretaría, en caso de ganar, sería endeudamiento y nuevas crisis, y al segundo le fueron mutilando apoyos.
Madrazo contaba con 16 de los 17 gobernadores priístas para remontar la desventaja en las preferencias de voto y poner a funcionar la maquinaria del partido que lo llevaría, si funcionaba de acuerdo con lo previsto, al triunfo. Los gobernadores le ofrecieron su respaldo y denunciaron las maniobras del gabinete foxista, pero al final de cuentas, ese apoyo político no terminó de materializarse. En Jalisco, donde le habían encargado al gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, la operación política, hubo uno de los más grandes naufragios. El PRI esperaba una victoria en la gubernatura, para quitarle votos a Calderón en la presidencial, pero el torpedeo contra el candidato priísta al gobierno, Arturo Zamora, por su presunta vinculación al narcotráfico, terminó con él. Todavía este lunes, en los estados de México, Coahuila y Morelos, los priístas reportaron que dirigentes panistas trataron de comprar las voluntades de líderes locales del partido.
La victoria de Calderón, pese a todo, no fue fácil. La decepción de Fox impactó indiscutiblemente en Calderón, cuyo respaldo estimado en las urnas este domingo se calcula que será de aproximadamente 10 a 12% menos que el que tuvo el actual Presidente. Calderón, sin embargo, tampoco quiso romper con el Presidente ni hacer un deslinde por los escándalos de su familia. Fox y Calderón fueron aliados tácticos, pero nunca amigos. De hecho, el candidato ganador no era parte del neopanismo que se apoderó del partido desde hace casi una década, y mucho menos el candidato que hubiera deseado Los Pinos. Contendió contra el favorito de Fox, Santiago Creel, y lo derrotó. Arrancó su precampaña con un deficiente conocimiento de su figura en el país y luego su estrategia se hundió al grado que ya en la contienda tuvo que rectificar y apostar por una campaña de contraste, que es eufemismo de la campaña negativa que lanzaron sistemáticamente contra el perredista.
La estrategia le funcionó, pero no contaba con que el foxismo le daría otro golpe, cuyos efectos se sintieron este domingo y en las largas semanas de la campaña. Los acuerdos políticos que había alcanzado Calderón en la selección de candidatos a diputados y senadores, fueron desconocidos por el PAN, con cuyo dirigente nacional, Manuel Espino, nunca enganchó una estrategia de campaña, pero sí, en cambio, mantuvo una relación de permanentes escaramuzas. El rechazo del PAN por su candidato se reflejó en que la próxima Legislatura panista, que será la primera minoría, no tendrá su sello, sino el de Creel, quien obtuvo más prebendas que él, pese a haber perdido la nominación presidencial. Calderón aguantó todo, porque también es cierto que no tenía nada más que al gobierno federal y al PAN para tratar de llegar a la Presidencia.
En esa condición de debilidad y vulnerabilidad llegó a la jornada electoral, incierta para su equipo que veía que en la semana previa se había empatado tanto la contienda, que no les iba a sorprender la derrota. Los especialistas calculaban que para el mediodía del 2 de julio, López Obrador tendría una cómoda ventaja de cuatro puntos hacia las tres de la tarde y se alzaría con la victoria. No fue así.
El día arrancó con una ventaja de López Obrador de dos puntos sobre el panista, pero gradualmente se fue reduciendo. El recuento de votos este jueves fue similar. Sólo hasta el mediodía, con el recuento fluyendo del norte y el centro del país, confirmado por Puebla en la madrugada del 6, Calderón tomó la ventaja. El PRD ya había agotado toda su maquinaria cuando esa región se tiñó de azul. En toda esa zona, profundamente antilopezobradorista, salieron a las urnas con rabia, generando otro fenómeno colateral de la contienda de 2006, votando no por Calderón, sino contra el perredista. ¿Qué tanto fue ese ánimo el que decidió la elección? Mucho, junto con la debacle del PRI. Habrá que estudiar más el proceso, pero eso parece que ayudó a Calderón como, de haber ganado, hubiera sido también el caso de López Obrador.
"De ninguna manera -había advertido el presidente Vicente Fox a un grupo de empresarios- entregaremos el poder". Y en seis meses hizo el gobierno lo que no desarrolló durante cinco años: ejercer el poder para mantenerlo. Al final, con la victoria de Felipe Calderón en la elección presidencial, con lo que el PAN se mantendrá en el poder otros seis años más, se confirmó la hipótesis: la Presidencia, bajo Fox, modificó su cara, pero no su cuerpo. Por eso, los recursos de una Presidencia institucionalmente autoritaria puestos al servicio de su candidato, probaron que hoy, como antes, siguen vigentes.
El viejo régimen disfrazado de cambio funcionó como maquinaria de reloj. Al temido Andrés Manuel López Obrador lo vistieron con la imagen del miedo, y no hay mayor temor que sentir temor. A Roberto Madrazo Pintado le colocaron minas de profundidad en su propio partido y le enderezaron una campaña de desprestigio y conflicto. Con el primero, la táctica ayudó a desmotivar el apoyo ciudadano que había conseguido López Obrador de forma gratuita cuando el gobierno trató de llevarlo a la cárcel; al segundo le fueron estallando conflictos en el corazón de sus maquinarias de movilización electoral para distraerlas y neutralizarlas.
Internamente, el presidente Fox lanzó la más abierta campaña proselitista a favor del candidato oficial, y mantuvo la política social al servicio de Calderón, quien para reforzar la estrategia incorporó como coordinadora de su campaña a Josefina Vázquez Mota, que saltó directamente de la Secretaría de Desarrollo Social. Pero Vázquez Mota no se fue sola. Con ella abordó el barco calderonista Rodolfo Guzmán, quien acabó su gestión bajo la titularidad de Vázquez Mota como asesor en el programa Oportunidades, cuyo padrón, tomado indebidamente del gobierno federal, puso a disposición de la campaña triunfadora. Aprendieron bien del ex presidente Carlos Salinas, receta seguida por López Obrador cuando fue jefe de Gobierno del Distrito Federal: la política social sí compra votos.
Pero no eran suficientes. En las últimas semanas, varios miembros del gabinete foxista se fueron de pesca por el país en busca de votos estratégicos. Diferentes secretarios de Estado ofrecieron respaldos y recursos financieros a cada gobernador priísta a cambio de abandonar a Roberto Madrazo. Si bien Vicente Fox veía en López Obrador un enemigo letal por el resto de su vida, a Madrazo lo consideraba un tipo tramposo y mentiroso que lo había embarcado con una reforma fiscal que, después de comprometerse a sacar en el Congreso, lo traicionó. Había que liquidar a los dos. Al primero le aplicaron el antídoto de la política social y una campaña electoral negativa para subrayar que lo que seguramente concretaría, en caso de ganar, sería endeudamiento y nuevas crisis, y al segundo le fueron mutilando apoyos.
Madrazo contaba con 16 de los 17 gobernadores priístas para remontar la desventaja en las preferencias de voto y poner a funcionar la maquinaria del partido que lo llevaría, si funcionaba de acuerdo con lo previsto, al triunfo. Los gobernadores le ofrecieron su respaldo y denunciaron las maniobras del gabinete foxista, pero al final de cuentas, ese apoyo político no terminó de materializarse. En Jalisco, donde le habían encargado al gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, la operación política, hubo uno de los más grandes naufragios. El PRI esperaba una victoria en la gubernatura, para quitarle votos a Calderón en la presidencial, pero el torpedeo contra el candidato priísta al gobierno, Arturo Zamora, por su presunta vinculación al narcotráfico, terminó con él. Todavía este lunes, en los estados de México, Coahuila y Morelos, los priístas reportaron que dirigentes panistas trataron de comprar las voluntades de líderes locales del partido.
La victoria de Calderón, pese a todo, no fue fácil. La decepción de Fox impactó indiscutiblemente en Calderón, cuyo respaldo estimado en las urnas este domingo se calcula que será de aproximadamente 10 a 12% menos que el que tuvo el actual Presidente. Calderón, sin embargo, tampoco quiso romper con el Presidente ni hacer un deslinde por los escándalos de su familia. Fox y Calderón fueron aliados tácticos, pero nunca amigos. De hecho, el candidato ganador no era parte del neopanismo que se apoderó del partido desde hace casi una década, y mucho menos el candidato que hubiera deseado Los Pinos. Contendió contra el favorito de Fox, Santiago Creel, y lo derrotó. Arrancó su precampaña con un deficiente conocimiento de su figura en el país y luego su estrategia se hundió al grado que ya en la contienda tuvo que rectificar y apostar por una campaña de contraste, que es eufemismo de la campaña negativa que lanzaron sistemáticamente contra el perredista.
La estrategia le funcionó, pero no contaba con que el foxismo le daría otro golpe, cuyos efectos se sintieron este domingo y en las largas semanas de la campaña. Los acuerdos políticos que había alcanzado Calderón en la selección de candidatos a diputados y senadores, fueron desconocidos por el PAN, con cuyo dirigente nacional, Manuel Espino, nunca enganchó una estrategia de campaña, pero sí, en cambio, mantuvo una relación de permanentes escaramuzas. El rechazo del PAN por su candidato se reflejó en que la próxima Legislatura panista, que será la primera minoría, no tendrá su sello, sino el de Creel, quien obtuvo más prebendas que él, pese a haber perdido la nominación presidencial. Calderón aguantó todo, porque también es cierto que no tenía nada más que al gobierno federal y al PAN para tratar de llegar a la Presidencia.
En esa condición de debilidad y vulnerabilidad llegó a la jornada electoral, incierta para su equipo que veía que en la semana previa se había empatado tanto la contienda, que no les iba a sorprender la derrota. Los especialistas calculaban que para el mediodía del 2 de julio, López Obrador tendría una cómoda ventaja de cuatro puntos hacia las tres de la tarde y se alzaría con la victoria. No fue así.
El día arrancó con una ventaja de López Obrador de dos puntos sobre el panista, pero gradualmente se fue reduciendo. El recuento de votos este jueves fue similar. Sólo hasta el mediodía, con el recuento fluyendo del norte y el centro del país, confirmado por Puebla en la madrugada del 6, Calderón tomó la ventaja. El PRD ya había agotado toda su maquinaria cuando esa región se tiñó de azul. En toda esa zona, profundamente antilopezobradorista, salieron a las urnas con rabia, generando otro fenómeno colateral de la contienda de 2006, votando no por Calderón, sino contra el perredista. ¿Qué tanto fue ese ánimo el que decidió la elección? Mucho, junto con la debacle del PRI. Habrá que estudiar más el proceso, pero eso parece que ayudó a Calderón como, de haber ganado, hubiera sido también el caso de López Obrador.
martes, julio 04, 2006
lunes, julio 03, 2006
Crisis política
Quien piense que la elección presidencial terminó en las urnas se equivoca; la guerra política apenas comienza
A l final del día, la lucha había dejado un saldo inconcluso. El combate cuerpo a cuerpo por los votos en las calles de este país no terminó con la decisión del IFE de aplazar para el miércoles el comienzo del fin de la reñida y violenta contienda presidencial. De hecho, se podría decir que la verdadera guerra se inició después del cierre de casillas con la determinación del PRD y del PRI de no permitir que el abanderado del PAN, Felipe Calderón, quien aventajaba esta madrugada a Andrés Manuel López Obrador por escaso medio millón de votos y la mitad del recuento por delante, llegue a sentarse en la silla.
Desde anoche había una decisión que se podrá ir consolidando en el transcurso de los siguientes días: la elección presidencial dejó de ser un asunto de urnas y pasó a convertirse en un tema en el ámbito político. Estrategas de los partidos de oposición discutían anoche posibles estrategias a seguir para encaminar la defensa del voto, que piensan les robaron, fuera del circuito del IFE y encarrilarlo en una negociación de alto nivel, con compromisos firmados, con el partido gobernante y con Calderón. De hecho, la movilización del PRD en el zócalo de la ciudad de México y la proclamación de López Obrador de ir ganando la carrera presidencial, pese a los datos del PREP del IFE, están enmarcados en esa lógica.
El escenario no podía ser el peor. El consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, salió en cadena nacional para decir que su conteo rápido de más de 7 mil casillas, era insuficiente, estadísticamente hablando, para poder identificar una tendencia ganadora en la elección presidencial. Calderón salió a la televisión después de Ugalde -y López Obrador- para proclamarse también como ganador y dar a conocer una batería de encuestas de salida que lo colocaban por encima del perredista. Ante los ojos de estrategas de la oposición, Calderón buscaba apuntalar al IFE para que sea el árbitro electoral el que decida quién ganó la elección presidencial, y que no pase del domingo próximo, la fecha límite para el órgano electoral, para que este país tenga el nombre de su nuevo presidente.
No hay nada claro sobre lo que pueda suceder. El PRD entrará en una lógica de movilización callejera, pero el PRI, que tenía preparada una estrategia jurídica en este escenario, empezará a construir las condiciones de lucha política. El líder nacional del partido, Mariano Palacios Alcocer, esbozó ayer mismo las líneas que seguirán: no hay empate entre dos, sino entre tres; el PRI no está descartado, sino que la elección está indeterminada; la lucha no terminó, sino comenzó. El PRI está dispuesto a llegar al final del camino, que significa inclusive reventar la elección presidencial. ¿Por qué no hacerlo? Convertido en la tercera fuerza política nacional, no sólo se alejarían del poder supremo por otros seis años, sino que verían reducidos sus espacios legislativos en forma significativa, con lo cual sus figuras emergentes, como son los gobernadores nacidos después de los 50 y 60, podrían ver achatadas sus posibilidades futuras.
Lo interesante es que el PRD no parece encontrarse en carreta diferente. También López Obrador y los perredistas están dispuestos a llegar a las últimas consecuencias. ¿Qué significa esto? Lo que ya se planteó: en las condiciones actuales, de acuerdo a como perciben que se dio la elección presidencial, no serán ellos quienes legitimen un eventual triunfo de Calderón. En ambos casos, y es uno de los puntos que discutirán representantes de los dos partidos en reuniones secretas que comenzaron anoche, para que reconocieran el triunfo de Calderón necesitarían un compromiso de gobierno de coalición que vaya más allá de lo retórico. Tendría que suscribir un documento formal con los partidos de oposición donde aceptaría integrar realmente un gobierno de coalición, lo que lo obligaría a compartir el poder con la oposición.
Pero no están claras varias cosas. La primera es cómo tensar la liga de la gobernabilidad sin romperla, y llegar hasta el punto en que están dispuestos a soltarlas a cambio de un gobierno real y formal de coalición con el PRI. La segunda es si Calderón, el PAN y el presidente Vicente Fox estarían dispuestos a aceptar ese tipo de condiciones para que le levanten la mano como nuevo mandatario. En cualquier caso, lo que se avecina, por los preparativos que se están haciendo, es una tormenta.
El factor que la hace más delicada aún es lo que sucederá en las próximas 72 horas. En primer lugar, ¿cómo podrá Madrazo fortalecer su posición? Si puede identificar a los gobernadores que le fallaron, también puede ahora presionarlos. Como dijo anoche un especialista, el costo de las actas electorales en las zonas rurales y más alejadas, donde el PRI cuenta con estructura, puede comenzar a cotizarse en valores sumamente altos. Si Madrazo ganó tiempo con la declaración de Palacios Alcocer insinuando una batalla en tribunales, ese tiempo puede concretarse con casillas rellenadas con votos verdes para el PRI. Pero para hacerlo, Madrazo necesita elevar los costos políticos para quien le falle en el país, una situación que introducirá nuevos factores de inestabilidad a la movilización urbana que tiene el PRD en movimiento como arma de presión para que respeten su voto-su victoria, en palabras de López Obrador.
Ambos elementos trasladarán las elecciones mexicanas al mercado de los inversionistas extranjeros. Es buena suerte que por ser 4 de julio este martes, haya un puente en Estados Unidos y los mercados estén cerrados. Esto no significa, empero, que otros mercados en Europa y Asia no empiecen a reaccionar ante este escenario de caos político que se empezó a configurar la noche del 2 de julio. Reportes extraoficiales entre grupos de inversionistas sugieren que desde anoche se giraron instrucciones de vender y tomar posiciones en líquido, lo que de confirmarse en las próximas horas se empezaría a notar en la Bolsa de Valores y, en forma más gradual, en el tipo de cambio. No es una buena forma de cerrar la jornada electoral más importante que ha tenido el país.
Algo profundo está moviéndose en la clase política mexicana, pero nada de ello es positivo para los mexicanos. La guerra en ciernes está llevando al PRI y al PRD a edificar trincheras comunes y a pretender llevar los comicios hasta los tribunales, salvo que se pueda dar la negociación. Felipe Calderón, el PAN y el gobierno harán su defensa y buscarán, probablemente, aislarlos a través de la propaganda negativa.
Si no se alcanzan rápidamente acuerdos políticos de fondo entre los tres partidos, la incertidumbre tocará la inestabilidad y ésta, en su conjunto, afectará la gobernabilidad, la imagen y, como consecuencia directa, el futuro de millones de mexicanos que, realmente, no merecen ese final amargo de su fiesta cívica.
A l final del día, la lucha había dejado un saldo inconcluso. El combate cuerpo a cuerpo por los votos en las calles de este país no terminó con la decisión del IFE de aplazar para el miércoles el comienzo del fin de la reñida y violenta contienda presidencial. De hecho, se podría decir que la verdadera guerra se inició después del cierre de casillas con la determinación del PRD y del PRI de no permitir que el abanderado del PAN, Felipe Calderón, quien aventajaba esta madrugada a Andrés Manuel López Obrador por escaso medio millón de votos y la mitad del recuento por delante, llegue a sentarse en la silla.
Desde anoche había una decisión que se podrá ir consolidando en el transcurso de los siguientes días: la elección presidencial dejó de ser un asunto de urnas y pasó a convertirse en un tema en el ámbito político. Estrategas de los partidos de oposición discutían anoche posibles estrategias a seguir para encaminar la defensa del voto, que piensan les robaron, fuera del circuito del IFE y encarrilarlo en una negociación de alto nivel, con compromisos firmados, con el partido gobernante y con Calderón. De hecho, la movilización del PRD en el zócalo de la ciudad de México y la proclamación de López Obrador de ir ganando la carrera presidencial, pese a los datos del PREP del IFE, están enmarcados en esa lógica.
El escenario no podía ser el peor. El consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, salió en cadena nacional para decir que su conteo rápido de más de 7 mil casillas, era insuficiente, estadísticamente hablando, para poder identificar una tendencia ganadora en la elección presidencial. Calderón salió a la televisión después de Ugalde -y López Obrador- para proclamarse también como ganador y dar a conocer una batería de encuestas de salida que lo colocaban por encima del perredista. Ante los ojos de estrategas de la oposición, Calderón buscaba apuntalar al IFE para que sea el árbitro electoral el que decida quién ganó la elección presidencial, y que no pase del domingo próximo, la fecha límite para el órgano electoral, para que este país tenga el nombre de su nuevo presidente.
No hay nada claro sobre lo que pueda suceder. El PRD entrará en una lógica de movilización callejera, pero el PRI, que tenía preparada una estrategia jurídica en este escenario, empezará a construir las condiciones de lucha política. El líder nacional del partido, Mariano Palacios Alcocer, esbozó ayer mismo las líneas que seguirán: no hay empate entre dos, sino entre tres; el PRI no está descartado, sino que la elección está indeterminada; la lucha no terminó, sino comenzó. El PRI está dispuesto a llegar al final del camino, que significa inclusive reventar la elección presidencial. ¿Por qué no hacerlo? Convertido en la tercera fuerza política nacional, no sólo se alejarían del poder supremo por otros seis años, sino que verían reducidos sus espacios legislativos en forma significativa, con lo cual sus figuras emergentes, como son los gobernadores nacidos después de los 50 y 60, podrían ver achatadas sus posibilidades futuras.
Lo interesante es que el PRD no parece encontrarse en carreta diferente. También López Obrador y los perredistas están dispuestos a llegar a las últimas consecuencias. ¿Qué significa esto? Lo que ya se planteó: en las condiciones actuales, de acuerdo a como perciben que se dio la elección presidencial, no serán ellos quienes legitimen un eventual triunfo de Calderón. En ambos casos, y es uno de los puntos que discutirán representantes de los dos partidos en reuniones secretas que comenzaron anoche, para que reconocieran el triunfo de Calderón necesitarían un compromiso de gobierno de coalición que vaya más allá de lo retórico. Tendría que suscribir un documento formal con los partidos de oposición donde aceptaría integrar realmente un gobierno de coalición, lo que lo obligaría a compartir el poder con la oposición.
Pero no están claras varias cosas. La primera es cómo tensar la liga de la gobernabilidad sin romperla, y llegar hasta el punto en que están dispuestos a soltarlas a cambio de un gobierno real y formal de coalición con el PRI. La segunda es si Calderón, el PAN y el presidente Vicente Fox estarían dispuestos a aceptar ese tipo de condiciones para que le levanten la mano como nuevo mandatario. En cualquier caso, lo que se avecina, por los preparativos que se están haciendo, es una tormenta.
El factor que la hace más delicada aún es lo que sucederá en las próximas 72 horas. En primer lugar, ¿cómo podrá Madrazo fortalecer su posición? Si puede identificar a los gobernadores que le fallaron, también puede ahora presionarlos. Como dijo anoche un especialista, el costo de las actas electorales en las zonas rurales y más alejadas, donde el PRI cuenta con estructura, puede comenzar a cotizarse en valores sumamente altos. Si Madrazo ganó tiempo con la declaración de Palacios Alcocer insinuando una batalla en tribunales, ese tiempo puede concretarse con casillas rellenadas con votos verdes para el PRI. Pero para hacerlo, Madrazo necesita elevar los costos políticos para quien le falle en el país, una situación que introducirá nuevos factores de inestabilidad a la movilización urbana que tiene el PRD en movimiento como arma de presión para que respeten su voto-su victoria, en palabras de López Obrador.
Ambos elementos trasladarán las elecciones mexicanas al mercado de los inversionistas extranjeros. Es buena suerte que por ser 4 de julio este martes, haya un puente en Estados Unidos y los mercados estén cerrados. Esto no significa, empero, que otros mercados en Europa y Asia no empiecen a reaccionar ante este escenario de caos político que se empezó a configurar la noche del 2 de julio. Reportes extraoficiales entre grupos de inversionistas sugieren que desde anoche se giraron instrucciones de vender y tomar posiciones en líquido, lo que de confirmarse en las próximas horas se empezaría a notar en la Bolsa de Valores y, en forma más gradual, en el tipo de cambio. No es una buena forma de cerrar la jornada electoral más importante que ha tenido el país.
Algo profundo está moviéndose en la clase política mexicana, pero nada de ello es positivo para los mexicanos. La guerra en ciernes está llevando al PRI y al PRD a edificar trincheras comunes y a pretender llevar los comicios hasta los tribunales, salvo que se pueda dar la negociación. Felipe Calderón, el PAN y el gobierno harán su defensa y buscarán, probablemente, aislarlos a través de la propaganda negativa.
Si no se alcanzan rápidamente acuerdos políticos de fondo entre los tres partidos, la incertidumbre tocará la inestabilidad y ésta, en su conjunto, afectará la gobernabilidad, la imagen y, como consecuencia directa, el futuro de millones de mexicanos que, realmente, no merecen ese final amargo de su fiesta cívica.
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