"El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son" (Protagoras). Metros = hombre, es alguien que habla, un ser parlante, elocuente, y lo hace en una lengua, en la medida en que la posee y la usa para expresarse. Asi al hombre se le mide por las cosas que lo rodean, este site esta dedicado a todas esas expresiones e ideas del hombre.
domingo, diciembre 31, 2006
El conflicto de Dafur
El conflicto de Darfur tiene lugar en una regio al este de Sudan, principalmente entre los Janjaweed, un grupo armado que recluta integrantes de las tribus de Abbala y gente pertenecientes a los lugares donde residen estas tribus. El gobierno sudanes quien ha manifestado no apoyar a los janjaweed, ha proveido armas, asitencia y ha participado en los ataques de los janjaweed, principalmente en los objetivos de los grupos etnicos de Fur, Zaghawa y Massaleit que residen en Dafur. El conlicto empezo en Julio del 2003. Durante la segunda guerra sudanesa entre catolicos y musulmanes, en Dafur las personas son principalmente musulmanes asi como los janjaweed.
Se calculan las muertes resultantes del conflicto en mas de medio millon segun las Naciones Unidas. El conflicto ha sido calificado por varios gobierno como un genocidio y un conflicto de limpieza etnica.
Actualmente se encuentran 7000 tropas de paz, estacionadas en la region pero que sus esfuerzos han sido insuficientes por la falta de equipos y recursos de los gobiernos.
El libano tiene derecho de existir
A lo largo de la historia muchos pequeños estados han tenido un destino melancólico, por encontrarse atrapados entre poderosos vecinos rivales, por ser la víctima de algún imperialismo o de su situación geográfica que hace de ellos un puente, un crucero, una base comercial o cultural deseable. Líbano, desde una independencia que tiene menos de 70 años, ha batallado duramente para sobrevivir. Sujeto del derecho internacional, miembro de las Naciones Unidas, ha sido golpeado sin misericordia por sus dos vecinos inmediatos, Siria e Israel, y ha servido de rehén, de colchón, de campo de batalla en el cual muchos adversarios lejanos y cercanos se enfrentan por personas interpuestas.
La guerra que Israel desató en el verano pasado en Líbano contra sus enemigos sirios e iraníes es el episodio más reciente de una tragedia que ha enfrentado durante muchos años a los libaneses en una terrible guerra civil. El asesinato del ministro Pierre Gemayel en noviembre, último de una serie de homicidios que se atribuyen a Siria, sitúa de nuevo a Líbano a un paso del abismo.
La ofensiva israelí, su fracaso y el reforzamiento consecuente de Hezbolá, el "Partido de Dios" chiíta, apadrinado por Irán y dueño del sur del país, luego el asesinato de Gemayel, todo esto puede llevar a la destrucción del país, un país que muchos están dispuestos alegremente a sacrificar. Hace 30 años, en Occidente hubo estrategas para entregar Líbano a los palestinos de Yasser Arafat que habían encontrado en el país del cedro un refugio generoso; sacrificar a Líbano y conseguir la paz para Israel, tal era el cálculo.
Poco importaba este pequeño oasis de paz y de fraternidad, que planteaba a EU (y a Europa) un problema irresoluble: conservar la amistad de los árabes (con su petróleo) y defender a Israel. Hace 20, 25 años, se intentó otra jugada, sobre el cuerpo social de Líbano otra vez, con un cambio en la víctima: ya no se sacrificaba a los cristianos, sino a los palestinos y, en dos momentos sucesivos, dos ejércitos extranjeros invadieron y se repartieron Líbano, el sirio y el israelí. Tsahal se quedó casi 20 años en el sur, y el ejército sirio se quedó hasta el 2005, en espera de la primera oportunidad para regresar, puesto que Damasco jamás aceptó la existencia de un Estado libanés independiente.
Hoy, la pregunta es saber si EU va a devolver Líbano a Siria para calmar las tensiones en la región y ganar una salida no demasiado desastrosa de Irak. Damasco y sus aliados, Irán en especial, cuya influencia crece a toda velocidad en el Medio Oriente, lo piensan. Algunos analistas dicen que atribuir toda la responsabilidad de las desgracias de Líbano a Israel, Siria e Irán es, si no un error, una exageración, y que los primeros culpables son los propios libaneses.
Según esa hipótesis, ellos han sido y son incapaces de construir un Estado, no merecen ser independientes y tienen que volver a su estatuto anterior de protectorado sirio (hasta 2005, pero el presidente actual e ilegítimo Lahud es el pelele de Damasco), el mismo heredero del protectorado francés (1918-1943), a su vez heredero del imperio otomano. Y de fortalecer su discurso con el argumento histórico clásico: a lo largo de 5 mil años de historia, los libaneses (y sus antepasados que llevaron muchos nombres) jamás han formado un Estado y el que nació al calor de la Segunda Guerra Mundial fue una creación del imperialismo anglosajón que desmantelaba el imperio colonial francés.
En ese esquema, los cristianos libaneses, casi la mitad de la población en aquel entonces, apenas la tercera parte hoy, habrían sido -dicen ellos, yo no- esquiroles, lacayos del imperialismo en turno. Esa última acusación no tiene ninguna base histórica, pero quien quiere ahogar a su perro dice que tiene rabia.
Lo indudable es que el país, mosaico de religiones y comunidades, con todas las variedades de cristianos y musulmanes, hasta con una pequeña comunidad judía remanente, es una caja de resonancia regional e internacional. Líbano carga con el fardo de una historia marcada por varias guerras entre Israel y los países árabes, por una sangría palestina permanente, por un terrorismo engendrado por la misma sangría y, más recientemente, por el desastre iraquí, el debilitamiento relativo de Siria y el resurgimiento de Irán como gran potencia regional, con o sin bomba nuclear.
Las vacilaciones estadounidenses, sus cambios de línea y de estrategia -si es que la tienen-, sus "patadas de ahogado", no hacen sino agravar la situación. En ese contexto, Hezbolá es a la vez un actor nacional libanés y un peón al servicio de Damasco y de Teherán. Puede ser admirado por haber derrotado, si no militarmente, al menos sicológicamente, a Israel, y detestado porque hace el juego de una Siria que quiere recuperar totalmente un Líbano que no se ha liberado de los temibles servicios de seguridad sirios.
México ha integrado desde hace más de un siglo una numerosa migración libanesa que, sin olvidar nunca sus raíces y parientes, se ha mexicanizado y ha enriquecido a nuestro país. México no puede hacer mucho en el escenario internacional para ayudar a Líbano pero los mexicanos debemos sentirnos solidarios con esa nación hermana. Nuestros amigos libaneses se enfrentan al reto de construir un verdadero Estado, contra tirios y troyanos que los quieren conquistar o vender.
En ese sentido nuestra simpatía va para los hombres y las mujeres de la "Primavera de Beirut", que luchan para escapar a la doble maldición de los enemigos del exterior y de las disensiones internas. Los libaneses lo podrían hacer, muchos quieren lograrlo, pero ¿Irán y EU, Israel y Siria, les permitirán intentarlo, les darán el tiempo necesario? Si desaparece Líbano, será un mal agüero para toda la región del Medio Oriente.
La guerra que Israel desató en el verano pasado en Líbano contra sus enemigos sirios e iraníes es el episodio más reciente de una tragedia que ha enfrentado durante muchos años a los libaneses en una terrible guerra civil. El asesinato del ministro Pierre Gemayel en noviembre, último de una serie de homicidios que se atribuyen a Siria, sitúa de nuevo a Líbano a un paso del abismo.
La ofensiva israelí, su fracaso y el reforzamiento consecuente de Hezbolá, el "Partido de Dios" chiíta, apadrinado por Irán y dueño del sur del país, luego el asesinato de Gemayel, todo esto puede llevar a la destrucción del país, un país que muchos están dispuestos alegremente a sacrificar. Hace 30 años, en Occidente hubo estrategas para entregar Líbano a los palestinos de Yasser Arafat que habían encontrado en el país del cedro un refugio generoso; sacrificar a Líbano y conseguir la paz para Israel, tal era el cálculo.
Poco importaba este pequeño oasis de paz y de fraternidad, que planteaba a EU (y a Europa) un problema irresoluble: conservar la amistad de los árabes (con su petróleo) y defender a Israel. Hace 20, 25 años, se intentó otra jugada, sobre el cuerpo social de Líbano otra vez, con un cambio en la víctima: ya no se sacrificaba a los cristianos, sino a los palestinos y, en dos momentos sucesivos, dos ejércitos extranjeros invadieron y se repartieron Líbano, el sirio y el israelí. Tsahal se quedó casi 20 años en el sur, y el ejército sirio se quedó hasta el 2005, en espera de la primera oportunidad para regresar, puesto que Damasco jamás aceptó la existencia de un Estado libanés independiente.
Hoy, la pregunta es saber si EU va a devolver Líbano a Siria para calmar las tensiones en la región y ganar una salida no demasiado desastrosa de Irak. Damasco y sus aliados, Irán en especial, cuya influencia crece a toda velocidad en el Medio Oriente, lo piensan. Algunos analistas dicen que atribuir toda la responsabilidad de las desgracias de Líbano a Israel, Siria e Irán es, si no un error, una exageración, y que los primeros culpables son los propios libaneses.
Según esa hipótesis, ellos han sido y son incapaces de construir un Estado, no merecen ser independientes y tienen que volver a su estatuto anterior de protectorado sirio (hasta 2005, pero el presidente actual e ilegítimo Lahud es el pelele de Damasco), el mismo heredero del protectorado francés (1918-1943), a su vez heredero del imperio otomano. Y de fortalecer su discurso con el argumento histórico clásico: a lo largo de 5 mil años de historia, los libaneses (y sus antepasados que llevaron muchos nombres) jamás han formado un Estado y el que nació al calor de la Segunda Guerra Mundial fue una creación del imperialismo anglosajón que desmantelaba el imperio colonial francés.
En ese esquema, los cristianos libaneses, casi la mitad de la población en aquel entonces, apenas la tercera parte hoy, habrían sido -dicen ellos, yo no- esquiroles, lacayos del imperialismo en turno. Esa última acusación no tiene ninguna base histórica, pero quien quiere ahogar a su perro dice que tiene rabia.
Lo indudable es que el país, mosaico de religiones y comunidades, con todas las variedades de cristianos y musulmanes, hasta con una pequeña comunidad judía remanente, es una caja de resonancia regional e internacional. Líbano carga con el fardo de una historia marcada por varias guerras entre Israel y los países árabes, por una sangría palestina permanente, por un terrorismo engendrado por la misma sangría y, más recientemente, por el desastre iraquí, el debilitamiento relativo de Siria y el resurgimiento de Irán como gran potencia regional, con o sin bomba nuclear.
Las vacilaciones estadounidenses, sus cambios de línea y de estrategia -si es que la tienen-, sus "patadas de ahogado", no hacen sino agravar la situación. En ese contexto, Hezbolá es a la vez un actor nacional libanés y un peón al servicio de Damasco y de Teherán. Puede ser admirado por haber derrotado, si no militarmente, al menos sicológicamente, a Israel, y detestado porque hace el juego de una Siria que quiere recuperar totalmente un Líbano que no se ha liberado de los temibles servicios de seguridad sirios.
México ha integrado desde hace más de un siglo una numerosa migración libanesa que, sin olvidar nunca sus raíces y parientes, se ha mexicanizado y ha enriquecido a nuestro país. México no puede hacer mucho en el escenario internacional para ayudar a Líbano pero los mexicanos debemos sentirnos solidarios con esa nación hermana. Nuestros amigos libaneses se enfrentan al reto de construir un verdadero Estado, contra tirios y troyanos que los quieren conquistar o vender.
En ese sentido nuestra simpatía va para los hombres y las mujeres de la "Primavera de Beirut", que luchan para escapar a la doble maldición de los enemigos del exterior y de las disensiones internas. Los libaneses lo podrían hacer, muchos quieren lograrlo, pero ¿Irán y EU, Israel y Siria, les permitirán intentarlo, les darán el tiempo necesario? Si desaparece Líbano, será un mal agüero para toda la región del Medio Oriente.
lunes, diciembre 25, 2006
Las altas expectativas
La primera acción de política exterior que realizó Felipe Calderón como presidente electo fue una gira por América Latina. Era una señal, decía su estratega internacionalista, para retomar una relación maltratada durante el foxismo. La segunda será en enero, cuando viaje a El Salvador y a Nicaragua para la toma de posesión de Daniel Ortega. Los latinoamericanos han visto con muy buenos ojos estas iniciativas, pero la prudencia es un buen contrapeso para el entusiasmo original. Farol de la calle, señales contradictorias en casa. Dos nombramientos han regresado el desconsuelo.
El más controvertido es el de Gerónimo Gutiérrez, quien fue designado como subsecretario de Relaciones Exteriores para América Latina, después de que durante el periodo de Luis Ernesto Derbez como canciller foxista, estuvo encargado de las relaciones con América del Norte. No pudo haber caído más mal ese nombramiento debido, precisamente, a los antecedentes de Gutiérrez.
Durante su gestión previa, Gutiérrez se convirtió en un serio promotor de una especie de gobierno metaconstitucional con Estados Unidos y Canadá, a través de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), que permitiría agilizar el comercio regional dentro de los parámetros de seguridad derivados del 11 de septiembre. Todos los ajustes en las leyes y regulaciones para ponerlo en marcha quedaron salvados de supervisión legislativa y llevada al terreno de la decisión única y exclusivamente ejecutiva.
La gran apuesta a la integración del perímetro de seguridad norteamericano que condujo más allá de los límites políticos aceptables para la soberanía nacional es lo que tiene desconcertados, escépticos y hasta molestos a un número considerable de diplomáticos latinoamericanos en México.
En el nuevo subsecretario para la región ven no a quien pueda desplegar una nueva diplomacia de acercamiento con el hemisferio sur, sino a un enemigo en potencia. Gutiérrez no es visto como el garante de la nueva fase de relaciones con América Latina que ofrecía el presidente Calderón, sino como una cabeza de playa de sus enemigos naturales: Estados Unidos. Gutiérrez es percibido como una persona que fue utilizada por la secretaria de Estado, Condolezza Rice, quien hizo de lado una política hacia la región y usó al mexicano para fines domésticos.
En la cancillería mexicana ven con desconfianza a Gutiérrez porque consideran algunos diplomáticos que por hacerle servicios políticos a Rice se perdieron oportunidades para impulsar la reforma migratoria. El ejemplo que han señalado es que por petición de Rice al gobierno mexicano a través de Gutiérrez -o con el compromiso de él de hacerlo cumplir-, el ex presidente Vicente Fox no contrató los servicios de una agencia de cabildeo en Estados Unidos para ayudarles a sensibilizar al Congreso de la necesidad de una reforma migratoria integral y de las ventajas que podrían obtener los estadounidenses de ella. Rice le pidió a Gutiérrez que no contrataran a ninguna, dijo un diplomático que conoce los entretelones del tema, y que dejaran a la Casa Blanca que se ocupara del cabildeo.
El resultado fue que la reforma migratoria se convirtió en una herramienta electoral para fines exclusivamente internos en Estados Unidos, sin que a la administración Bush le interesara realmente obtener resultados de corto o mediano plazo que pudieran tener algún beneficio para los mexicanos. México perdió el momento para llevar adelante algunas partes de la reforma migratoria, al dejar que los políticos estadounidenses dirimieran sus apoyos electorales con los mexicanos indocumentados.
Pero si los latinoamericanos ven con profunda desconfianza a Gutiérrez, la llegada de Cecilia Romero como comisionada del Instituto Nacional de Migración les causa alarma. Esa dependencia que pertenece a la Secretaría de Gobernación es la responsable de manejar la política de refugiados, que aunque muy maltrecha en los últimos años, jamás había sido puesta en manos de una persona tan profundamente ideologizada y con un potencial de destrucción tan elevado.
La señora Romero es la esposa de Federico Müggenburg, el ideólogo de El Yunque, la organización de extrema derecha que ha dominado al gobierno en los seis últimos años. Aguerrida militante del PAN, ha estado involucrada por años en asuntos internacionales, con beligerancia contra todos aquellos regímenes que no entran en su perfil ideológico y generado conflictos diplomáticos como por ejemplo con Cuba, que es la nación que pudiendo redefinir el rumbo de la política exterior calderonista, ha sido relegada por el Presidente debido a las presiones internas de los panistas.
La señora Romero participa en la corriente inflamatoria del presidente del PAN, Manuel Espino, quien recientemente generó rispidez con Venezuela y nuevas tensiones diplomáticas entre Caracas y México con sus declaraciones intervencionistas en el reciente proceso electoral en aquella nación. Enemiga rabiosa de la izquierda latinoamericana, que ha hecho importantes avances electorales en los últimos años, también es opositora frontal de posiciones progresistas y socialdemócratas.
Con ella no hay duda. Por su carácter y estilo, las políticas migratorias contra los indocumentados serán reforzadas a palos -aunque le han quitado el control policial-, lo que generará tensiones no sólo con los centroamericanos que buscarán trato humano para sus ciudadanos, sino con los brasileños -cuya cancillería es enemiga histórica de la mexicana-, que han generado la nueva corriente migratoria hacia el norte, a través de la frontera con Texas.
Dureza contra los latinoamericanos y entreguismo ante Washington son las señales cruzadas que mandó Calderón a América Latina, donde tendría que estar reedificando el andamiaje que desde el gobierno de Carlos Salinas se comenzó a desmantelar. Pero si Romero es una enemiga abierta y declarada, Gutiérrez es un personaje desacreditado en esa parte del hemisferio.
El mensaje calderonista a la región es que el discurso latinoamericanista no termina de ser una retórica frente a la coyuntura electoral y su estrategia para legitimarse con acciones. Pero para efectos de la real politik, la dupla designada que verá los asuntos regionales representa una política de matracas sin sentido para lo que decía el Presidente que deseaba: una nueva era de relaciones con América Latina.
No hay señales salvo las epidérmicas con los países en toda el área, que tendrá que seguir esperando un nuevo despertar mexicano, pues las personas clave para relanzar las relaciones con toda la región están lejos de ser las idóneas para restaurarlas y reconstruirlas, y no eliminan la suspicacia que, en el fondo del corazón de este gobierno, en realidad lo que se quiere seguir haciendo es el trabajo sucio a Washington.
El más controvertido es el de Gerónimo Gutiérrez, quien fue designado como subsecretario de Relaciones Exteriores para América Latina, después de que durante el periodo de Luis Ernesto Derbez como canciller foxista, estuvo encargado de las relaciones con América del Norte. No pudo haber caído más mal ese nombramiento debido, precisamente, a los antecedentes de Gutiérrez.
Durante su gestión previa, Gutiérrez se convirtió en un serio promotor de una especie de gobierno metaconstitucional con Estados Unidos y Canadá, a través de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), que permitiría agilizar el comercio regional dentro de los parámetros de seguridad derivados del 11 de septiembre. Todos los ajustes en las leyes y regulaciones para ponerlo en marcha quedaron salvados de supervisión legislativa y llevada al terreno de la decisión única y exclusivamente ejecutiva.
La gran apuesta a la integración del perímetro de seguridad norteamericano que condujo más allá de los límites políticos aceptables para la soberanía nacional es lo que tiene desconcertados, escépticos y hasta molestos a un número considerable de diplomáticos latinoamericanos en México.
En el nuevo subsecretario para la región ven no a quien pueda desplegar una nueva diplomacia de acercamiento con el hemisferio sur, sino a un enemigo en potencia. Gutiérrez no es visto como el garante de la nueva fase de relaciones con América Latina que ofrecía el presidente Calderón, sino como una cabeza de playa de sus enemigos naturales: Estados Unidos. Gutiérrez es percibido como una persona que fue utilizada por la secretaria de Estado, Condolezza Rice, quien hizo de lado una política hacia la región y usó al mexicano para fines domésticos.
En la cancillería mexicana ven con desconfianza a Gutiérrez porque consideran algunos diplomáticos que por hacerle servicios políticos a Rice se perdieron oportunidades para impulsar la reforma migratoria. El ejemplo que han señalado es que por petición de Rice al gobierno mexicano a través de Gutiérrez -o con el compromiso de él de hacerlo cumplir-, el ex presidente Vicente Fox no contrató los servicios de una agencia de cabildeo en Estados Unidos para ayudarles a sensibilizar al Congreso de la necesidad de una reforma migratoria integral y de las ventajas que podrían obtener los estadounidenses de ella. Rice le pidió a Gutiérrez que no contrataran a ninguna, dijo un diplomático que conoce los entretelones del tema, y que dejaran a la Casa Blanca que se ocupara del cabildeo.
El resultado fue que la reforma migratoria se convirtió en una herramienta electoral para fines exclusivamente internos en Estados Unidos, sin que a la administración Bush le interesara realmente obtener resultados de corto o mediano plazo que pudieran tener algún beneficio para los mexicanos. México perdió el momento para llevar adelante algunas partes de la reforma migratoria, al dejar que los políticos estadounidenses dirimieran sus apoyos electorales con los mexicanos indocumentados.
Pero si los latinoamericanos ven con profunda desconfianza a Gutiérrez, la llegada de Cecilia Romero como comisionada del Instituto Nacional de Migración les causa alarma. Esa dependencia que pertenece a la Secretaría de Gobernación es la responsable de manejar la política de refugiados, que aunque muy maltrecha en los últimos años, jamás había sido puesta en manos de una persona tan profundamente ideologizada y con un potencial de destrucción tan elevado.
La señora Romero es la esposa de Federico Müggenburg, el ideólogo de El Yunque, la organización de extrema derecha que ha dominado al gobierno en los seis últimos años. Aguerrida militante del PAN, ha estado involucrada por años en asuntos internacionales, con beligerancia contra todos aquellos regímenes que no entran en su perfil ideológico y generado conflictos diplomáticos como por ejemplo con Cuba, que es la nación que pudiendo redefinir el rumbo de la política exterior calderonista, ha sido relegada por el Presidente debido a las presiones internas de los panistas.
La señora Romero participa en la corriente inflamatoria del presidente del PAN, Manuel Espino, quien recientemente generó rispidez con Venezuela y nuevas tensiones diplomáticas entre Caracas y México con sus declaraciones intervencionistas en el reciente proceso electoral en aquella nación. Enemiga rabiosa de la izquierda latinoamericana, que ha hecho importantes avances electorales en los últimos años, también es opositora frontal de posiciones progresistas y socialdemócratas.
Con ella no hay duda. Por su carácter y estilo, las políticas migratorias contra los indocumentados serán reforzadas a palos -aunque le han quitado el control policial-, lo que generará tensiones no sólo con los centroamericanos que buscarán trato humano para sus ciudadanos, sino con los brasileños -cuya cancillería es enemiga histórica de la mexicana-, que han generado la nueva corriente migratoria hacia el norte, a través de la frontera con Texas.
Dureza contra los latinoamericanos y entreguismo ante Washington son las señales cruzadas que mandó Calderón a América Latina, donde tendría que estar reedificando el andamiaje que desde el gobierno de Carlos Salinas se comenzó a desmantelar. Pero si Romero es una enemiga abierta y declarada, Gutiérrez es un personaje desacreditado en esa parte del hemisferio.
El mensaje calderonista a la región es que el discurso latinoamericanista no termina de ser una retórica frente a la coyuntura electoral y su estrategia para legitimarse con acciones. Pero para efectos de la real politik, la dupla designada que verá los asuntos regionales representa una política de matracas sin sentido para lo que decía el Presidente que deseaba: una nueva era de relaciones con América Latina.
No hay señales salvo las epidérmicas con los países en toda el área, que tendrá que seguir esperando un nuevo despertar mexicano, pues las personas clave para relanzar las relaciones con toda la región están lejos de ser las idóneas para restaurarlas y reconstruirlas, y no eliminan la suspicacia que, en el fondo del corazón de este gobierno, en realidad lo que se quiere seguir haciendo es el trabajo sucio a Washington.
viernes, diciembre 22, 2006
Carstens y las marchas
La negociación del Paquete Económico no ha sido tan tersa para el secretario de Hacienda, Agustín Carstens. El martes tuvo que salir de la plancha del zócalo a bordo de una ambulancia del ERUM y rodeado de policías del DF. Usted recuerda que intelectuales realizaron una marcha rumbo al Palacio Legislativo de San Lázaro para solicitar un mayor presupuesto para la cultura. Ellos cruzaron por la plaza de la Constitución y en el camino se encontraron con el hombre de las finanzas.
Don Agustín caminaba sin preocupación alguna por el zócalo rumbo a su oficina ubicada en Palacio Nacional. Se percató de la movilización pero no del motivo. Algunos manifestantes lo reconocieron, lo rodearon y lo increparon. El secretario comenzó a sentir la presión. Policías del DF entraron al quite para rescatar a Carstens, que desencajado subió a la ambulancia. ¡Gulp !
El susto del secretario de Hacienda se desvaneció ayer con el acuerdo alcanzado con los seis coordinadores parlamentarios (PAN, PRI y PRD) en las cámaras de Diputados y Senadores para sacar adelante la Ley de Ingresos, sin el impuesto de 5% a los refrescos.
Hay plena confianza en la residencia oficial de Los Pinos sobre la pronta aprobación del Paquete Económico para el año entrante. Un enviado del PAN acudió a la casa presidencial para comunicar a Felipe Calderón que todo terminará el fin de semana, antes del domingo. De esa forma, podrá tomarse unos días de descanso, aseguró el emisario panista.
Roberto Madrazo tiene candidato a la dirección del PRI. El Negro será el quinto pasajero en la contienda. Héctor Hugo Olivares Ventura hace toda clase de preparativos para buscar la presidencia de su partido. Sus operadores y el madracismo lanzarán una campaña sucia contra la ex diputada Beatriz Paredes, bajo el argumento de que negoció una posición en el gabinete presidencial. Por ahí viene el fuego amigo . La competencia por la dirección del PRI estaría entre Enrique Jackson, Paredes, Javier Oliva, Alejandro Gárate y Olivares Ventura.
Algunos consejeros electorales tiene un propósito de Año Nuevo: hacer transparente el uso de los recursos y bienes que reciben del Instituto Federal Electoral, que encabeza Luis Carlos Ugalde. En este espacio le comentamos del choque de posiciones entre los integrantes del Consejo General por el uso de los vehículos y la justificación de viáticos en viajes al extranjero.
Bajo reserva le decimos que el presidente de la Comisión de Transparencia del IFE, Andrés Albo, redacta una minuta con el contenido de los compromisos, principalmente para establecer una bitácora diaria para el uso de los autos, porque para algunos consejeros es “un instrumento de trabajo”, pero para otros es una “prestación de trabajo”, conceptos que también son motivo de discrepancia. El asunto es que nadie quiere ser señalado por dar un mal uso a las unidades, sobre todo acusaciones de que sus familiares se benefician de ellas.
Los hilos de la profesora Elba Esther Gordillo se mueven contra la sección 22 del sindicato magisterial en Oaxaca. El Consejo Político Nacional del SNTE sesionará en las próximas horas para convalidar la creación de una nueva sección, la 59, que vendrá a ser el contrapeso de Enrique Rueda Pacheco.
Don Agustín caminaba sin preocupación alguna por el zócalo rumbo a su oficina ubicada en Palacio Nacional. Se percató de la movilización pero no del motivo. Algunos manifestantes lo reconocieron, lo rodearon y lo increparon. El secretario comenzó a sentir la presión. Policías del DF entraron al quite para rescatar a Carstens, que desencajado subió a la ambulancia. ¡Gulp !
El susto del secretario de Hacienda se desvaneció ayer con el acuerdo alcanzado con los seis coordinadores parlamentarios (PAN, PRI y PRD) en las cámaras de Diputados y Senadores para sacar adelante la Ley de Ingresos, sin el impuesto de 5% a los refrescos.
Hay plena confianza en la residencia oficial de Los Pinos sobre la pronta aprobación del Paquete Económico para el año entrante. Un enviado del PAN acudió a la casa presidencial para comunicar a Felipe Calderón que todo terminará el fin de semana, antes del domingo. De esa forma, podrá tomarse unos días de descanso, aseguró el emisario panista.
Roberto Madrazo tiene candidato a la dirección del PRI. El Negro será el quinto pasajero en la contienda. Héctor Hugo Olivares Ventura hace toda clase de preparativos para buscar la presidencia de su partido. Sus operadores y el madracismo lanzarán una campaña sucia contra la ex diputada Beatriz Paredes, bajo el argumento de que negoció una posición en el gabinete presidencial. Por ahí viene el fuego amigo . La competencia por la dirección del PRI estaría entre Enrique Jackson, Paredes, Javier Oliva, Alejandro Gárate y Olivares Ventura.
Algunos consejeros electorales tiene un propósito de Año Nuevo: hacer transparente el uso de los recursos y bienes que reciben del Instituto Federal Electoral, que encabeza Luis Carlos Ugalde. En este espacio le comentamos del choque de posiciones entre los integrantes del Consejo General por el uso de los vehículos y la justificación de viáticos en viajes al extranjero.
Bajo reserva le decimos que el presidente de la Comisión de Transparencia del IFE, Andrés Albo, redacta una minuta con el contenido de los compromisos, principalmente para establecer una bitácora diaria para el uso de los autos, porque para algunos consejeros es “un instrumento de trabajo”, pero para otros es una “prestación de trabajo”, conceptos que también son motivo de discrepancia. El asunto es que nadie quiere ser señalado por dar un mal uso a las unidades, sobre todo acusaciones de que sus familiares se benefician de ellas.
Los hilos de la profesora Elba Esther Gordillo se mueven contra la sección 22 del sindicato magisterial en Oaxaca. El Consejo Político Nacional del SNTE sesionará en las próximas horas para convalidar la creación de una nueva sección, la 59, que vendrá a ser el contrapeso de Enrique Rueda Pacheco.
lunes, diciembre 18, 2006
La pesadilla mexicana
Por decisiones torpes de sus gobiernos, México se quedó fuera de la transición en Cuba y en el umbral de problemas para su seguridad nacional
Los botones de alerta de varios gobiernos están prendidos desde hace varios días ante lo que consideran inminente: la muerte de Fidel Castro. Políticos mexicanos con estrechas relaciones con la diplomacia cubana comentan que el legendario líder cubano se encuentra en coma, en la última fase del cáncer que lo está carcomiendo. El zar de la inteligencia de Estados Unidos, John D. Negroponte, dijo el jueves pasado en una reunión con editores de The Washington Post que Castro ya no viviría años, y quizás tampoco meses. Desde hace semanas, los planes de los medios para la cobertura de la muerte del comandante se han acelerado, y a todos les urge llegar rápidamente a La Habana para ocupar butacas de primera fila en el último capítulo de una polémica, dinámica y protagónica vida.
En el epílogo de la vida de Fidel Castro se encuentra el inicio de la pesadilla mexicana. Su muerte será la metáfora del colapso de la política exterior mexicana de cuando menos los nueve últimos años. Desde el gobierno de Ernesto Zedillo la diplomacia mexicana tuvo un giro con Cuba. Paradójicamente, a un pragmático como Zedillo le faltó pragmatismo frente a Castro.
Pero si Zedillo comenzó a desmantelar en definitiva el andamiaje político construido con Cuba, Vicente Fox arrasó con lo poco que quedaba.
Pagando favores y amores, Fox se dejó llevar por su primer canciller Jorge Castañeda, para enfrentarse a Castro e incurrir en todo tipo de transgresión diplomática durante una cumbre de Naciones Unidas en Monterrey -la de la frase célebre del "comes y te vas" para evitar, bajo pedido de Washington, que se cruzara con el presidente George Bush-, que trajo una serie de secuelas que fueron helando la relación. La consecuencia fue la exhibición pública de la torpeza de Fox en una grabación dada a conocer por Castro donde revelaba los detalles de su comportamiento, que iniciaron otra escalada. Los servicios de inteligencia estadounidenses le entregaron al gobierno mexicano la ficha de diplomáticos cubanos con la petición implícita que los expulsaran. Fox así lo hizo y, para ocultarlo, clasificó el episodio como secreto durante 12 años.
Las relaciones nunca se restablecieron y los intentos del nuevo presidente Felipe Calderón por allanar el camino para un mejoramiento llegaron en la agonía de Castro. Uno de los cubanos más agraviados por Fox y Castañeda, el canciller Felipe Pérez Roque, es ahora una de las personas clave en la transición cubana.
Lo que ya sucedió es imposible reconstituirlo. La política servil de México ante Estados Unidos se convierte ahora en un dilema económico y estratégico, social y político. La falta de visión de los líderes mexicanos nos lleva ahora a problemas de seguridad nacional que fueron soslayados en su momento. Está claro que hay diferentes espacios y momentos para cada uno de ellos, pero lo que no está es si existen planes de contingencia para enfrentar la realidad que nos va a atropellar.
El más agudo, porque llegará como tromba, es el flujo masivo de cubanos que saldrán de la isla a la muerte de Castro. Dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores calculaban en vísperas del cambio de gobierno que a la muerte de Castro podrían llegar a las costas mexicanas, particularmente de Yucatán, aproximadamente 140 mil balseros. Aunque se pensaba que muchos de ellos llegarían con la esperanza de trasladarse a Estados Unidos, la realidad es que ese impacto súbito de personas representaría un agudo problema de refugiados, literalmente, de la noche a la mañana.
Si la política fuera de aceptarlos, eso significaría que habría que levantar carpas para que pudieran dormir, proveerles alimento y asistencia médica, y construirles ciudades artificiales durante años, como sucedió con los guatemaltecos durante la guerra, esperando su reinserción en Cuba. Pero la política mexicana en más de 12 años no ha sido ésa.
Desde el gobierno de Carlos Salinas, una encomienda del gobierno mexicano, también bajo pedido, es que todo inmigrante indocumentado que tenga en su horizonte Estados Unidos sea rechazado. Durante los 80 y 90, la Secretaría de Gobernación hizo el trabajo a la Patrulla Fronteriza estadounidense en territorio mexicano, deteniendo a centroamericanos en las rutas que le marcaban desde Washington. También durante el salinismo, todos los buques provenientes de China con inmigrantes fueron desviados por las patrullas de Guardacostas estadounidenses hacia aguas mexicanas, donde las autoridades tenían que hacer el trabajo sucio de detenerlos y deportarlos. Bajo esa lógica, el flujo de cubanos podría ser regresado al mar y a la deriva. ¿Cuántos de ellos sufrirían esa suerte?
El aparato logístico de la Marina mexicana no permite sellar las fronteras, lo que traerá como resultado el ingreso indocumentado de cubanos, cuyo volumen representará nuevas presiones a los servicios municipales, al mercado laboral y, de manera natural, en el fenómeno de la criminalidad.
En un segundo nivel, existe la alta probabilidad que, bajo Raúl Castro, Cuba acelere su apertura a la Deng Xiao-Ping. Esto es: cerrazón política y apertura económica, que de hecho ya empezó hace años. Al plegarse a Washington, México canceló sus ventanas de oportunidad económica y comercial con Cuba. Españoles, italianos y canadienses jugaron más inteligentemente y se repartieron con las Fuerzas Armadas cubanas, por ejemplo, los destinos turísticos más importantes. Como China, Cuba tiene una mano de obra altamente calificada que, en caso de apertura a la industria maquiladora, dijo alguna vez el ex canciller Fernando Solana, podrá robarse la industria de ese tipo que se encuentra en México.
Este país ha ido perdiendo ventajas comparativas para la inversión extranjera, y tan sólo en el sexenio pasado se fueron más de 600 empresas, principalmente a Asia. Cuba, para el gran mercado norteamericano, representa una mejor plataforma comercial que Asia, y comparativamente hablando, superior a la mexicana. Si llegara a perderse parte de la maquila en México, las presiones sobre el empleo se agudizarán aún más, lo que introduciría presiones sociales en regiones altamente conflictivas del país, como la frontera norte.
México se encuentra en una especie de sandwich de alto riesgo estratégico por las torpezas de sus gobernantes. ¿Hay forma de revertirlo? Ninguna. El tiempo nos alcanzó. Sólo resta la elaboración urgente de planes de contingencia para lo que viene, en este escenario que, además, no es de conflicto político-militar en Cuba -lo cual agravaría el panorama-, y esperar que, de concretarse ese flujo, se actúe con mayor inteligencia y tacto, en función de los intereses mexicanos y no para salvaguardar los de aquellos que, desde hace tres sexenios, se han asumido como nuestros patrones.
Los botones de alerta de varios gobiernos están prendidos desde hace varios días ante lo que consideran inminente: la muerte de Fidel Castro. Políticos mexicanos con estrechas relaciones con la diplomacia cubana comentan que el legendario líder cubano se encuentra en coma, en la última fase del cáncer que lo está carcomiendo. El zar de la inteligencia de Estados Unidos, John D. Negroponte, dijo el jueves pasado en una reunión con editores de The Washington Post que Castro ya no viviría años, y quizás tampoco meses. Desde hace semanas, los planes de los medios para la cobertura de la muerte del comandante se han acelerado, y a todos les urge llegar rápidamente a La Habana para ocupar butacas de primera fila en el último capítulo de una polémica, dinámica y protagónica vida.
En el epílogo de la vida de Fidel Castro se encuentra el inicio de la pesadilla mexicana. Su muerte será la metáfora del colapso de la política exterior mexicana de cuando menos los nueve últimos años. Desde el gobierno de Ernesto Zedillo la diplomacia mexicana tuvo un giro con Cuba. Paradójicamente, a un pragmático como Zedillo le faltó pragmatismo frente a Castro.
Pero si Zedillo comenzó a desmantelar en definitiva el andamiaje político construido con Cuba, Vicente Fox arrasó con lo poco que quedaba.
Pagando favores y amores, Fox se dejó llevar por su primer canciller Jorge Castañeda, para enfrentarse a Castro e incurrir en todo tipo de transgresión diplomática durante una cumbre de Naciones Unidas en Monterrey -la de la frase célebre del "comes y te vas" para evitar, bajo pedido de Washington, que se cruzara con el presidente George Bush-, que trajo una serie de secuelas que fueron helando la relación. La consecuencia fue la exhibición pública de la torpeza de Fox en una grabación dada a conocer por Castro donde revelaba los detalles de su comportamiento, que iniciaron otra escalada. Los servicios de inteligencia estadounidenses le entregaron al gobierno mexicano la ficha de diplomáticos cubanos con la petición implícita que los expulsaran. Fox así lo hizo y, para ocultarlo, clasificó el episodio como secreto durante 12 años.
Las relaciones nunca se restablecieron y los intentos del nuevo presidente Felipe Calderón por allanar el camino para un mejoramiento llegaron en la agonía de Castro. Uno de los cubanos más agraviados por Fox y Castañeda, el canciller Felipe Pérez Roque, es ahora una de las personas clave en la transición cubana.
Lo que ya sucedió es imposible reconstituirlo. La política servil de México ante Estados Unidos se convierte ahora en un dilema económico y estratégico, social y político. La falta de visión de los líderes mexicanos nos lleva ahora a problemas de seguridad nacional que fueron soslayados en su momento. Está claro que hay diferentes espacios y momentos para cada uno de ellos, pero lo que no está es si existen planes de contingencia para enfrentar la realidad que nos va a atropellar.
El más agudo, porque llegará como tromba, es el flujo masivo de cubanos que saldrán de la isla a la muerte de Castro. Dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores calculaban en vísperas del cambio de gobierno que a la muerte de Castro podrían llegar a las costas mexicanas, particularmente de Yucatán, aproximadamente 140 mil balseros. Aunque se pensaba que muchos de ellos llegarían con la esperanza de trasladarse a Estados Unidos, la realidad es que ese impacto súbito de personas representaría un agudo problema de refugiados, literalmente, de la noche a la mañana.
Si la política fuera de aceptarlos, eso significaría que habría que levantar carpas para que pudieran dormir, proveerles alimento y asistencia médica, y construirles ciudades artificiales durante años, como sucedió con los guatemaltecos durante la guerra, esperando su reinserción en Cuba. Pero la política mexicana en más de 12 años no ha sido ésa.
Desde el gobierno de Carlos Salinas, una encomienda del gobierno mexicano, también bajo pedido, es que todo inmigrante indocumentado que tenga en su horizonte Estados Unidos sea rechazado. Durante los 80 y 90, la Secretaría de Gobernación hizo el trabajo a la Patrulla Fronteriza estadounidense en territorio mexicano, deteniendo a centroamericanos en las rutas que le marcaban desde Washington. También durante el salinismo, todos los buques provenientes de China con inmigrantes fueron desviados por las patrullas de Guardacostas estadounidenses hacia aguas mexicanas, donde las autoridades tenían que hacer el trabajo sucio de detenerlos y deportarlos. Bajo esa lógica, el flujo de cubanos podría ser regresado al mar y a la deriva. ¿Cuántos de ellos sufrirían esa suerte?
El aparato logístico de la Marina mexicana no permite sellar las fronteras, lo que traerá como resultado el ingreso indocumentado de cubanos, cuyo volumen representará nuevas presiones a los servicios municipales, al mercado laboral y, de manera natural, en el fenómeno de la criminalidad.
En un segundo nivel, existe la alta probabilidad que, bajo Raúl Castro, Cuba acelere su apertura a la Deng Xiao-Ping. Esto es: cerrazón política y apertura económica, que de hecho ya empezó hace años. Al plegarse a Washington, México canceló sus ventanas de oportunidad económica y comercial con Cuba. Españoles, italianos y canadienses jugaron más inteligentemente y se repartieron con las Fuerzas Armadas cubanas, por ejemplo, los destinos turísticos más importantes. Como China, Cuba tiene una mano de obra altamente calificada que, en caso de apertura a la industria maquiladora, dijo alguna vez el ex canciller Fernando Solana, podrá robarse la industria de ese tipo que se encuentra en México.
Este país ha ido perdiendo ventajas comparativas para la inversión extranjera, y tan sólo en el sexenio pasado se fueron más de 600 empresas, principalmente a Asia. Cuba, para el gran mercado norteamericano, representa una mejor plataforma comercial que Asia, y comparativamente hablando, superior a la mexicana. Si llegara a perderse parte de la maquila en México, las presiones sobre el empleo se agudizarán aún más, lo que introduciría presiones sociales en regiones altamente conflictivas del país, como la frontera norte.
México se encuentra en una especie de sandwich de alto riesgo estratégico por las torpezas de sus gobernantes. ¿Hay forma de revertirlo? Ninguna. El tiempo nos alcanzó. Sólo resta la elaboración urgente de planes de contingencia para lo que viene, en este escenario que, además, no es de conflicto político-militar en Cuba -lo cual agravaría el panorama-, y esperar que, de concretarse ese flujo, se actúe con mayor inteligencia y tacto, en función de los intereses mexicanos y no para salvaguardar los de aquellos que, desde hace tres sexenios, se han asumido como nuestros patrones.
sábado, diciembre 09, 2006
viernes, diciembre 08, 2006
Estacionados en la corrupción
Los mexicanos seguimos percibiéndonos como un país de corruptos. Es más, de acuerdo con el Barómetro Global 2006, publicado por Transparencia Internacional (TI), pensamos que la policía, los partidos políticos, el gobierno y el sector empresarial -en ese orden- son altamente deshonestos y realizan prácticas ilegales para obtener beneficios. El dato es lamentable, por lo que refleja en niveles de desconfianza y porque muchas veces resulta de la experiencia en carne propia.
A lo largo de un par de años, en el indicador mundial de transparencia, que no es sino un índice para medir percepciones en cuanto a la corrupción imperante, México se ha estacionado como uno de los países donde los ciudadanos desconfían más de sus policías -4.5 de un índice donde 5 es el máximo rechazo.
Tampoco les va bien al gobierno en general y a los partidos políticos en particular, que reciben una calificación de 4.4 con el mismo parámetro.
Justo al iniciarse el sexenio las promesas como las del nuevo procurador Eduardo Medina-Mora, al tomar posesión ayer, asegurando que "no habrá espacio para la corrupción", caen en oídos sordos en casi la mitad de la población porque estadísticamente cree que el gobierno no sólo no lucha sino fomenta el fenómeno de la corrupción que arroja repercusiones negativas en tantos campos de la vida de la República.
No es un asunto de cruzadas morales, ni de renovaciones sexenales, sino de algo que ya tiene la capacidad de impactar en la seguridad nacional, al corroer las bases mismas de la convivencia entre mexicanos.
Organizaciones nacionales e internacionales cada vez con más frecuencia alertan de los peligros de ingobernabilidad derivados de la corrupción extendida en ámbitos públicos y privados.
No en balde el Banco Mundial tiene entre una de sus grandes preocupaciones, no sólo en México sino en el mundo, el combate a la corrupción, porque sus estudios demuestran que en la medida en que un país permite las ilegalidades el resultado es carencia de recursos para programas sociales y encarecimiento del costo para invertir y hacer negocios.
El descrédito en el que están los partidos políticos con el travestismo de sus representantes saltando entre siglas partidistas, según convenga a sus intereses, el uso de las manos y la fuerza bruta para conseguir espacios que no logran en la argumentación, abona a la mala imagen que se tiene de la actividad pública.
La prevalecencia de espacios fuera de la ley cada vez más grandes y la sospecha extendida de que sólo es rico quien participa de pactos ilícitos, y no quien trabaja y emprende, sólo pueden conducirnos al debilitamiento del Estado.
No es una buena noticia para la gobernabilidad democrática que los mexicanos nos reprobemos a nosotros mismos, que seamos un pueblo desconfiado de nuestras autoridades y de nuestros vecinos; claro que alguien puede decir que esto no es sino una descripción realista del país. ¡Qué triste!
O saneamos el tejido social y salimos del cinismo de que "el que no tranza no avanza" o nuestras calificaciones en transparencia seguirán siendo vergonzosas.
A lo largo de un par de años, en el indicador mundial de transparencia, que no es sino un índice para medir percepciones en cuanto a la corrupción imperante, México se ha estacionado como uno de los países donde los ciudadanos desconfían más de sus policías -4.5 de un índice donde 5 es el máximo rechazo.
Tampoco les va bien al gobierno en general y a los partidos políticos en particular, que reciben una calificación de 4.4 con el mismo parámetro.
Justo al iniciarse el sexenio las promesas como las del nuevo procurador Eduardo Medina-Mora, al tomar posesión ayer, asegurando que "no habrá espacio para la corrupción", caen en oídos sordos en casi la mitad de la población porque estadísticamente cree que el gobierno no sólo no lucha sino fomenta el fenómeno de la corrupción que arroja repercusiones negativas en tantos campos de la vida de la República.
No es un asunto de cruzadas morales, ni de renovaciones sexenales, sino de algo que ya tiene la capacidad de impactar en la seguridad nacional, al corroer las bases mismas de la convivencia entre mexicanos.
Organizaciones nacionales e internacionales cada vez con más frecuencia alertan de los peligros de ingobernabilidad derivados de la corrupción extendida en ámbitos públicos y privados.
No en balde el Banco Mundial tiene entre una de sus grandes preocupaciones, no sólo en México sino en el mundo, el combate a la corrupción, porque sus estudios demuestran que en la medida en que un país permite las ilegalidades el resultado es carencia de recursos para programas sociales y encarecimiento del costo para invertir y hacer negocios.
El descrédito en el que están los partidos políticos con el travestismo de sus representantes saltando entre siglas partidistas, según convenga a sus intereses, el uso de las manos y la fuerza bruta para conseguir espacios que no logran en la argumentación, abona a la mala imagen que se tiene de la actividad pública.
La prevalecencia de espacios fuera de la ley cada vez más grandes y la sospecha extendida de que sólo es rico quien participa de pactos ilícitos, y no quien trabaja y emprende, sólo pueden conducirnos al debilitamiento del Estado.
No es una buena noticia para la gobernabilidad democrática que los mexicanos nos reprobemos a nosotros mismos, que seamos un pueblo desconfiado de nuestras autoridades y de nuestros vecinos; claro que alguien puede decir que esto no es sino una descripción realista del país. ¡Qué triste!
O saneamos el tejido social y salimos del cinismo de que "el que no tranza no avanza" o nuestras calificaciones en transparencia seguirán siendo vergonzosas.
sábado, noviembre 11, 2006
viernes, noviembre 03, 2006
Danza con lobos
La visita de Felipe Calderón a Washington no pinta del todo bien, pues su discurso hacia Estados Unidos ha estado totalmente equivocado
Felipe Calderón visitará al presidente George Bush el 9 de noviembre próximo, casi una semana después de las elecciones intermedias, en el peor momento en que podría hacerlo, aún si contra todos los pronósticos los republicanos mantienen el control de la Cámara de Diputados y del Senado. La popularidad de Bush se encuentra en el vecindario en 30%, similar a los históricos más bajos, rivalizando con el crepúsculo de la carrera de Richard Nixon por el Watergate, y con Gerald Ford, cuando le otorgó un indulto presidencial. Se da también en el contexto de un debate entre historiadores sobre si Bush se recordará en el futuro como uno de los peores mandatarios en la historia estadounidense, nefasto como Andrew Johnson que fue incapaz de detener la guerra civil, incapaz como Herbert Hoover, que llevó al país a la Gran Depresión, o calamitoso como Warren Harding, un invento cuya corrupción no resistió más de dos años en la Casa Blanca.
Con este presidente enfrente, Calderón cumplirá con el ritual que siguen los presidentes electos en México y, para ser justos, de buena parte del mundo: acuden a rendir honores a la metrópoli y tratar de establecer el preámbulo de una relación provechosa. En el caso mexicano, es más estratégica, al tener su economía totalmente injertada en el sistema productivo estadounidense y vivir con el aliento que lo riega desde el norte. Calderón, quien gobernará durante los dos años que le quedan a Bush, si es que los demócratas, en caso de tomar control del Capitolio no cumplen la amenaza de enjuiciarlo políticamente para que sea expulsado del poder, no tendrá una luna de miel con Washington, como siempre aspiran los noveles mandatarios mexicanos, porque todo ahí tiene sabor amargo.
Pero más allá de todos esos factores exógenos que enfrentará Calderón al encontrarse con Bush, el Presidente electo llegará con un déficit por falta de cálculo y visión estratégica. No va a pasar inadvertido que en su primera gira en esa calidad, por Centro y Sudamérica, su principal pronunciamiento regional fue en contra de la construcción del muro fronterizo, y que en la más reciente a Canadá, igual. No está mal desde un punto de vista político y ético, pero no ha sido arropado. El muro es una coartada electoral que responde a las ansiedades y angustias de los estadounidenses, que llevó incluso a los legisladores más liberales de Estados Unidos a alinearse con el metabolismo nacional y firmar abrumadoramente la ley del muro. Si tan sólo hubiera dado muestras de estar al tanto de sus preocupaciones, la declaración en contra del muro, que va a contracorriente de las expectativas de un electorado que ha mostrado ser bastante antimexicano, no parecería estar tan lejano de las necesidades emocionales estadounidenses.
¿Por qué Calderón no ha englobado sus mensajes hemisféricos mostrando preocupación por lo que más alarma a los estadounidenses? Porque no tiene nada concreto e imaginativo para abordar el tema de la inseguridad fronteriza y el fenómeno del narcotráfico en los estados colindantes con México. Estos temas han hecho de la relación una red aún más compleja de lo que históricamente ha sido. Aunque desde los 80 la relación ha estado narcotizada, reduciendo un poco ese énfasis en los últimos años por el debate migratorio, hoy se han juntado ambos fenómenos, pero desde la perspectiva mexicana, para peor. El acotamiento que tiene Bush en materia de migración se ha agravado por la forma como se metió el tema de lleno a la campaña electoral intermedia, eliminando las líneas que normalmente dividen a republicanos y demócratas en la materia, y unificándolos en la misma dirección que, por razones de votos, los guían sus electores. Por ejemplo, Jack Davis, que está buscando la curul demócrata en el muy liberal estado de Nueva York, declaró recientemente a The Washington Post a propósito del impacto negativo de una amnistía para indocumentados: "Ya veo a los radicales mexicanos diciendo que el presidente (James) Polk tomó su tierra en la guerra con México. Bien, les tengo noticias: ¡Esa la perdieron, nenes!".
Las campañas electorales antimigratorias y antimexicanas siempre vinculan a los indocumentados con el problema de la seguridad nacional. Recientemente, un subcomité del Congreso presentó un reporte de 36 páginas sobre la violencia fronteriza donde alerta sobre el incremento de la actividad de narcotraficantes mexicanos en Estados Unidos enfatizando una vez más la necesidad de una estrategia contra ellas. El muro, olvida Calderón, no responde en realidad a la migración indocumentada, sino a las preocupaciones en Estados Unidos contra el narcotráfico y el terrorismo. La razón de ese muro y del envío de la Guardia Nacional a la frontera con México señala claramente que los estadounidenses están convencidos de que el gobierno mexicano no puede garantizar seguridad en la región.
Calderón no ha tenido más que tropiezos en el campo. Inclusive, en la última reunión de alguaciles estadounidenses fronterizos no envió a quien se supone serviría de enlace en el tema, sino como emergente estuvo Arturo Sarukhán, quien lleva las relaciones internacionales en el equipo de transición, y que fue responsable de los temas del narcotráfico durante una buena parte de su estadía en la Embajada de México en Washington. Es una mala señal porque Sarukhán no va a ser ni procurador general ni secretario de Seguridad Pública ni zar de las drogas en el gobierno de Calderón. A menos de un mes y medio de que asuma, este fenómeno, que es el de mayor preocupación en Estados Unidos con respecto a la relación con México, no tiene una cara todavía con la cual se podrán arreglar.
Este sí es un problema serio del Presidente electo, quien está cometiendo el mismo error en el que incurrió el presidente Vicente Fox en su trato con el gobierno de Estados Unidos. Los estadounidenses siempre han sido muy claros: están dispuestos a dar lo que quieren dar. Si un gobierno les pide lo que ellos tienen en mente, se los dan; si no, claro que no. Fox les pidió una reforma migratoria, cuando Bush estaba dispuesto a darle otras cosas, como una ampliación del TLC. Al no entender Fox esa lógica, empantanó la relación, logró una regresión en el trato y la confianza, y terminará su sexenio con una de las peores relaciones bilaterales en la memoria.
Para Calderón el problema que tiene será identificar los temas en los cuales no sólo Bush, sino el nuevo Congreso que se vota el primer martes de noviembre, querrá dar a México. Las líneas están perfiladas, seguridad fronteriza y combate al narcotráfico, pero en el horizonte de Calderón se ven nubladas. Tiene poco tiempo para preparar la visita a Washington, pero ya no puede seguir perdiéndolo, a menos de que desee seguir la ruta de Fox: mucho estruendo, poca efectividad. Mucho desgaste y un rotundo fracaso.
Felipe Calderón visitará al presidente George Bush el 9 de noviembre próximo, casi una semana después de las elecciones intermedias, en el peor momento en que podría hacerlo, aún si contra todos los pronósticos los republicanos mantienen el control de la Cámara de Diputados y del Senado. La popularidad de Bush se encuentra en el vecindario en 30%, similar a los históricos más bajos, rivalizando con el crepúsculo de la carrera de Richard Nixon por el Watergate, y con Gerald Ford, cuando le otorgó un indulto presidencial. Se da también en el contexto de un debate entre historiadores sobre si Bush se recordará en el futuro como uno de los peores mandatarios en la historia estadounidense, nefasto como Andrew Johnson que fue incapaz de detener la guerra civil, incapaz como Herbert Hoover, que llevó al país a la Gran Depresión, o calamitoso como Warren Harding, un invento cuya corrupción no resistió más de dos años en la Casa Blanca.
Con este presidente enfrente, Calderón cumplirá con el ritual que siguen los presidentes electos en México y, para ser justos, de buena parte del mundo: acuden a rendir honores a la metrópoli y tratar de establecer el preámbulo de una relación provechosa. En el caso mexicano, es más estratégica, al tener su economía totalmente injertada en el sistema productivo estadounidense y vivir con el aliento que lo riega desde el norte. Calderón, quien gobernará durante los dos años que le quedan a Bush, si es que los demócratas, en caso de tomar control del Capitolio no cumplen la amenaza de enjuiciarlo políticamente para que sea expulsado del poder, no tendrá una luna de miel con Washington, como siempre aspiran los noveles mandatarios mexicanos, porque todo ahí tiene sabor amargo.
Pero más allá de todos esos factores exógenos que enfrentará Calderón al encontrarse con Bush, el Presidente electo llegará con un déficit por falta de cálculo y visión estratégica. No va a pasar inadvertido que en su primera gira en esa calidad, por Centro y Sudamérica, su principal pronunciamiento regional fue en contra de la construcción del muro fronterizo, y que en la más reciente a Canadá, igual. No está mal desde un punto de vista político y ético, pero no ha sido arropado. El muro es una coartada electoral que responde a las ansiedades y angustias de los estadounidenses, que llevó incluso a los legisladores más liberales de Estados Unidos a alinearse con el metabolismo nacional y firmar abrumadoramente la ley del muro. Si tan sólo hubiera dado muestras de estar al tanto de sus preocupaciones, la declaración en contra del muro, que va a contracorriente de las expectativas de un electorado que ha mostrado ser bastante antimexicano, no parecería estar tan lejano de las necesidades emocionales estadounidenses.
¿Por qué Calderón no ha englobado sus mensajes hemisféricos mostrando preocupación por lo que más alarma a los estadounidenses? Porque no tiene nada concreto e imaginativo para abordar el tema de la inseguridad fronteriza y el fenómeno del narcotráfico en los estados colindantes con México. Estos temas han hecho de la relación una red aún más compleja de lo que históricamente ha sido. Aunque desde los 80 la relación ha estado narcotizada, reduciendo un poco ese énfasis en los últimos años por el debate migratorio, hoy se han juntado ambos fenómenos, pero desde la perspectiva mexicana, para peor. El acotamiento que tiene Bush en materia de migración se ha agravado por la forma como se metió el tema de lleno a la campaña electoral intermedia, eliminando las líneas que normalmente dividen a republicanos y demócratas en la materia, y unificándolos en la misma dirección que, por razones de votos, los guían sus electores. Por ejemplo, Jack Davis, que está buscando la curul demócrata en el muy liberal estado de Nueva York, declaró recientemente a The Washington Post a propósito del impacto negativo de una amnistía para indocumentados: "Ya veo a los radicales mexicanos diciendo que el presidente (James) Polk tomó su tierra en la guerra con México. Bien, les tengo noticias: ¡Esa la perdieron, nenes!".
Las campañas electorales antimigratorias y antimexicanas siempre vinculan a los indocumentados con el problema de la seguridad nacional. Recientemente, un subcomité del Congreso presentó un reporte de 36 páginas sobre la violencia fronteriza donde alerta sobre el incremento de la actividad de narcotraficantes mexicanos en Estados Unidos enfatizando una vez más la necesidad de una estrategia contra ellas. El muro, olvida Calderón, no responde en realidad a la migración indocumentada, sino a las preocupaciones en Estados Unidos contra el narcotráfico y el terrorismo. La razón de ese muro y del envío de la Guardia Nacional a la frontera con México señala claramente que los estadounidenses están convencidos de que el gobierno mexicano no puede garantizar seguridad en la región.
Calderón no ha tenido más que tropiezos en el campo. Inclusive, en la última reunión de alguaciles estadounidenses fronterizos no envió a quien se supone serviría de enlace en el tema, sino como emergente estuvo Arturo Sarukhán, quien lleva las relaciones internacionales en el equipo de transición, y que fue responsable de los temas del narcotráfico durante una buena parte de su estadía en la Embajada de México en Washington. Es una mala señal porque Sarukhán no va a ser ni procurador general ni secretario de Seguridad Pública ni zar de las drogas en el gobierno de Calderón. A menos de un mes y medio de que asuma, este fenómeno, que es el de mayor preocupación en Estados Unidos con respecto a la relación con México, no tiene una cara todavía con la cual se podrán arreglar.
Este sí es un problema serio del Presidente electo, quien está cometiendo el mismo error en el que incurrió el presidente Vicente Fox en su trato con el gobierno de Estados Unidos. Los estadounidenses siempre han sido muy claros: están dispuestos a dar lo que quieren dar. Si un gobierno les pide lo que ellos tienen en mente, se los dan; si no, claro que no. Fox les pidió una reforma migratoria, cuando Bush estaba dispuesto a darle otras cosas, como una ampliación del TLC. Al no entender Fox esa lógica, empantanó la relación, logró una regresión en el trato y la confianza, y terminará su sexenio con una de las peores relaciones bilaterales en la memoria.
Para Calderón el problema que tiene será identificar los temas en los cuales no sólo Bush, sino el nuevo Congreso que se vota el primer martes de noviembre, querrá dar a México. Las líneas están perfiladas, seguridad fronteriza y combate al narcotráfico, pero en el horizonte de Calderón se ven nubladas. Tiene poco tiempo para preparar la visita a Washington, pero ya no puede seguir perdiéndolo, a menos de que desee seguir la ruta de Fox: mucho estruendo, poca efectividad. Mucho desgaste y un rotundo fracaso.
martes, octubre 31, 2006
domingo, octubre 29, 2006
Oaxaca, baño de sangre
El jueves pasado, en el programa de televisión Código 2006 , de Proyecto 40, hice una pregunta a nombre de muchos mexicanos a Ulises Ruiz, "el gobernador" de Oaxaca. "Le pregunto no al político, ni al funcionario, sino al ser humano: ¿está usted consciente de que su restitución como autoridad en Oaxaca va a ser el resultado de un baño de sangre? ¿No le importa que para seguir siendo gobernador se requiera la muerte de muchos? ¿Usted sabe que dentro de 10 ó 15 años el recuerdo de toda esta coyuntura y la mención de su nombre evocarán una tragedia?". Ulises Ruiz no se inmutó y respondió con una larga parrafada sobre la importancia de la negociación. Su verdadera respuesta la dio unas horas más tarde, en la madrugada, cuando un líder de la APPO fue secuestrado a punta de pistola por un comando de desconocidos. Al día siguiente, personas armadas, pertenecientes al gobierno municipal y al estatal, bajaron de una camioneta blanca para hacer disparos contra los retenes de la APPO, con el saldo conocido de varios muertos. Uno de ellos, el periodista estadounidense Bradley Will, de la agencia Indimedios.
Al cierre de este artículo no se desencadena aún el desenlace que parece inevitable. A la fecha han caído asesinadas una docena de personas, pero seguramente habrá muchas víctimas más, antes de que termine todo esto. Más allá de la posición política de cada uno de los lectores, hay un dato de la realidad que se impone: los muertos son de un solo bando. Podemos estar en desacuerdo con los métodos o estrategias de la APPO y cuestionar la intransigencia de maestros que condenaron a sus alumnos a perder la escuela, pero es un hecho que "los de abajo" son los que terminan poniendo a las víctimas.
Por desgracia la muerte de oaxaqueños morenos, anónimos y prescindibles no parece conmover a muchos. A lo largo de los meses, mientras se fueron enlutando los hogares de los que cayeron por goteo como resultado del ataque intermitente a los retenes, pocos se tomaron la molestia de exigir la destitución de Ulises Ruiz. Las notas internacionales se centraban en las pérdidas turísticas y comerciales del centro de Oaxaca. Sin embargo, todo esto cambió con la muerte de un extranjero, uno de los suyos.
La foto de Bradley Will yaciente en el pavimento ha recorrido diarios y noticieros de todo el mundo este fin de semana. Es una "pérdida de guerra" que no entraba en los cálculos de Ulises Ruiz. El ataque perpetrado el viernes por la tarde tenía como propósito provocar la última gota que derramara el vaso y obligar a las fuerzas federales a intervenir de una vez por todas. Llama la atención que el operativo fue en plena tarde y sin buscar siquiera alguna provocación o choque que de alguna manera lo justificara. Simplemente llegaron en sus camionetas, descendieron hombres con armas de alto poder y dispararon a retenes y periodistas. El mensaje fue claro y contundente. Si el gobierno federal no ha entrado a Oaxaca para no provocar un baño de sangre, los matones locales le demostrarían que la espera también se llenaría de sangre. Ahora la Secretaría de Gobernación tendría la coartada para intervenir. En cierta forma lo hace incluso para "proteger" a los manifestantes que están siendo acribillados. Espero que todo esto no sea más que resultado de la estulticia y barbarie de un gobernador convertido en sátrapa prehistórico. Ulises Ruiz ha dicho que los agresores son autoridades municipales, fuera de control, como si los esbirros de estos municipios priístas pudiesen atreverse a tomar una acción política de esta magnitud por su propia voluntad. Quisiera creer que esto no es un arreglo fríamente calculado con las autoridades del centro para precipitar el desalojo de Oaxaca.
Recordemos que el movimiento originalmente era una reivindicación gremial. El torpe y sangriento intento de desalojo de junio pasado por parte de Ulises provocó que se convirtiera en una protesta para exigir justicia. Desde entonces la APPO ha pedido una sola cosa: el retiro de Ulises y la investigación por sus crímenes. Es lamentable que el desenlace de todo esto sea una acción represiva, en nombre de la ley, y en contra de las víctimas que reclaman la aplicación de ley.
Tendríamos que preguntarnos dónde estaban hace un año todos aquellos que ahora exigen la restitución del estado de derecho, mientras Ulises Ruiz perseguía medios de comunicación, desaparecía disidentes y golpeaba derechos de comunidades. Durante meses, antes del conflicto del magisterio, los afectados interpusieron denuncias en contra de las agresiones del gobernador. Noticias de Oaxaca, el diario líder en la entidad, ha interpuesto media docena de demandas o denuncias en los tribunales que controla el gobernador. Ninguna ha prosperado pese a que hubo asesinatos y destrucción de instalaciones de por medio.
Si al final todo esto no sirve más que para reinstalar al gobernador, el daño será incalculable. Respetar al estado de derecho debería significar la investigación de todos los delitos, incluyendo los asesinatos por parte de las autoridades locales a lo largo de estos meses. Si el gobierno federal, en nombre de su alianza incondicional con el PRI, simplemente restituye al gobernador y encuentra chivos expiatorios entre policías de rango inferior, se habrá consumado una infamia mayúscula. Me temo, además, que se habrán dado enormes coartadas a los que consideran que nuestras instituciones no tienen remedio.
La tragedia de Oaxaca puede provocar un germen de rabia e inestabilidad si el baño de sangre simplemente sirve para imponer, una vez más, la inequidad y la injusticia ancestral. Pero también podría ser el arranque de una nueva forma de hacer política. Lo sabremos pronto. Sería lamentable que la única esperanza de ajuste de cuentas proceda de la indignación internacional que provoque el asesinato de un periodista extranjero. Nuestros muertos todavía valen muy poco.
Al cierre de este artículo no se desencadena aún el desenlace que parece inevitable. A la fecha han caído asesinadas una docena de personas, pero seguramente habrá muchas víctimas más, antes de que termine todo esto. Más allá de la posición política de cada uno de los lectores, hay un dato de la realidad que se impone: los muertos son de un solo bando. Podemos estar en desacuerdo con los métodos o estrategias de la APPO y cuestionar la intransigencia de maestros que condenaron a sus alumnos a perder la escuela, pero es un hecho que "los de abajo" son los que terminan poniendo a las víctimas.
Por desgracia la muerte de oaxaqueños morenos, anónimos y prescindibles no parece conmover a muchos. A lo largo de los meses, mientras se fueron enlutando los hogares de los que cayeron por goteo como resultado del ataque intermitente a los retenes, pocos se tomaron la molestia de exigir la destitución de Ulises Ruiz. Las notas internacionales se centraban en las pérdidas turísticas y comerciales del centro de Oaxaca. Sin embargo, todo esto cambió con la muerte de un extranjero, uno de los suyos.
La foto de Bradley Will yaciente en el pavimento ha recorrido diarios y noticieros de todo el mundo este fin de semana. Es una "pérdida de guerra" que no entraba en los cálculos de Ulises Ruiz. El ataque perpetrado el viernes por la tarde tenía como propósito provocar la última gota que derramara el vaso y obligar a las fuerzas federales a intervenir de una vez por todas. Llama la atención que el operativo fue en plena tarde y sin buscar siquiera alguna provocación o choque que de alguna manera lo justificara. Simplemente llegaron en sus camionetas, descendieron hombres con armas de alto poder y dispararon a retenes y periodistas. El mensaje fue claro y contundente. Si el gobierno federal no ha entrado a Oaxaca para no provocar un baño de sangre, los matones locales le demostrarían que la espera también se llenaría de sangre. Ahora la Secretaría de Gobernación tendría la coartada para intervenir. En cierta forma lo hace incluso para "proteger" a los manifestantes que están siendo acribillados. Espero que todo esto no sea más que resultado de la estulticia y barbarie de un gobernador convertido en sátrapa prehistórico. Ulises Ruiz ha dicho que los agresores son autoridades municipales, fuera de control, como si los esbirros de estos municipios priístas pudiesen atreverse a tomar una acción política de esta magnitud por su propia voluntad. Quisiera creer que esto no es un arreglo fríamente calculado con las autoridades del centro para precipitar el desalojo de Oaxaca.
Recordemos que el movimiento originalmente era una reivindicación gremial. El torpe y sangriento intento de desalojo de junio pasado por parte de Ulises provocó que se convirtiera en una protesta para exigir justicia. Desde entonces la APPO ha pedido una sola cosa: el retiro de Ulises y la investigación por sus crímenes. Es lamentable que el desenlace de todo esto sea una acción represiva, en nombre de la ley, y en contra de las víctimas que reclaman la aplicación de ley.
Tendríamos que preguntarnos dónde estaban hace un año todos aquellos que ahora exigen la restitución del estado de derecho, mientras Ulises Ruiz perseguía medios de comunicación, desaparecía disidentes y golpeaba derechos de comunidades. Durante meses, antes del conflicto del magisterio, los afectados interpusieron denuncias en contra de las agresiones del gobernador. Noticias de Oaxaca, el diario líder en la entidad, ha interpuesto media docena de demandas o denuncias en los tribunales que controla el gobernador. Ninguna ha prosperado pese a que hubo asesinatos y destrucción de instalaciones de por medio.
Si al final todo esto no sirve más que para reinstalar al gobernador, el daño será incalculable. Respetar al estado de derecho debería significar la investigación de todos los delitos, incluyendo los asesinatos por parte de las autoridades locales a lo largo de estos meses. Si el gobierno federal, en nombre de su alianza incondicional con el PRI, simplemente restituye al gobernador y encuentra chivos expiatorios entre policías de rango inferior, se habrá consumado una infamia mayúscula. Me temo, además, que se habrán dado enormes coartadas a los que consideran que nuestras instituciones no tienen remedio.
La tragedia de Oaxaca puede provocar un germen de rabia e inestabilidad si el baño de sangre simplemente sirve para imponer, una vez más, la inequidad y la injusticia ancestral. Pero también podría ser el arranque de una nueva forma de hacer política. Lo sabremos pronto. Sería lamentable que la única esperanza de ajuste de cuentas proceda de la indignación internacional que provoque el asesinato de un periodista extranjero. Nuestros muertos todavía valen muy poco.
viernes, octubre 13, 2006
Los incómodos
La historia de México está llena de políticos incómodos: hermanos, primos, cuñados, cónyuges. Pero también abundan los gobernadores incómodos. Aquellos que, dado su pésimo desempeño, generan problemas de gobernabilidad, afectan la legitimidad del gobierno, se llevan entre las patas a sus padrinos políticos y le complican la vida a su partido, pues los votantes suelen cobrarse los agravios votando por un partido diferente al del gobernador chafa.
En las épocas doradas del autoritarismo priísta, los gobernadores incómodos solían renunciar a sugerencia del presidente en turno. No era una solución muy democrática, cierto, pero la verdad es que los gobernadores en cuestión tampoco llegaban al poder de manera muy democrática. Normalmente alcanzaban la candidatura por el partido y la gubernatura por el dedo presidencial, y dejaban el poder también por el dedo presidencial.
Claro, en esta operación el presidente aprovechaba para deshacerse de algún gobernador heredado del presidente anterior, independientemente de los méritos que dicho gobernador tuviera. No obstante, este mecanismo para poner y quitar gobernadores comenzó a hacer crisis en el gobierno de Zedillo, cuando el presidencialismo comenzó a mostrar signos de agotamiento y los grupos dentro del PRI dejaron de aceptar al presidente como autoridad máxima.
Adicionalmente, en varias entidades llegaron al poder gobernadores de partidos diferentes al PRI que no le debían el puesto al dedo presidencial. Así, la capacidad del presidente de la República para remover gobernadores disminuyó de manera sensible. El caso más claro de esta nueva realidad fue el del entonces gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, quien, a pesar de haber sido exhibido públicamente con gastos exorbitantes en su campaña para alcanzar la gubernatura, se negó a dejar el puesto desafiando abiertamente al presidente Zedillo.
Esta tendencia se ha agudizado en el gobierno del presidente Fox. Éste ha decidido que no se va a meter a remover gobernadores, por más incompetentes y corruptos que sean. El argumento para ello es que no es facultad del gobierno federal quitarlos. Y es cierto. Sin embargo, dejar esta decisión en manos de los congresos locales o eventualmente del Senado de la República no garantiza que vaya a pasar algo, pues suele ocurrir que el partido del gobernador lo defiende a capa y espada bajo el supuesto de que si este se va en condiciones ignominiosas, el costo político será mayor que si permanece, en condiciones ignominiosas también.
Un argumento adicional para que el gobierno federal no intervenga es que ello podría sentar precedentes peligrosos y alentar movimientos en muchos estados para tirar gobernadores y eventualmente presidentes de la República. También se podría argumentar que si los gobernadores son elegidos por el voto popular, su remoción sería antidemocrática y violentaría esa misma voluntad. Y lo cierto es que la mayoría de estos argumentos son ciertos, aunque no suficientes.
El argumento más poderoso tiene que ver, sin duda, con el origen democrático de los mandatarios estatales. Sin embargo, si un gobernante legítimo viola la ley, es obvio que no puede permanecer en el cargo. Si un gobernante atenta contra las garantías individuales -ya sea Mario Marín contra Lydia Cacho o Ulises Ruiz contra el diario Noticias- no debe permanecer en el cargo. La pregunta es ¿quién lo quita? Y ahí es donde es obvio que si bien existen disposiciones legales, éstas no parecen funcionar bien. Así pues, el reto es mejorar los mecanismos institucionales para que, ante evidencia clara de violaciones de la ley por parte de un gobernador, éste se vaya a su casa y sea procesado. Desde ese punto de vista, la razón para la remoción debería ser la violación de la ley y no el número de manifestantes en su contra. Además, la reducción de los términos del mandato de los gobernadores, combinada con la posibilidad de la reelección, podría ser un mecanismo para ejercer mayor vigilancia sobre su desempeño y facilitar una salida más inmediata de algún mandatario incompetente.
En el caso del conflicto de Oaxaca es evidente que estamos en una situación empantanada que sólo una salida legal del gobernador Ulises Ruiz puede resolver. El recurso institucional es que el Senado declare la desaparición de poderes en el estado. La razón debería ser la conducta atentatoria contra las garantías ciudadanas en Oaxaca, por parte del gobernador, como fue el caso del acoso al diario Noticias. Pero lo cierto es que el único escenario viable es la decisión del Senado.
Sin embargo, si el gobernador Ruiz se va y los delitos cometidos por los grupos violentos que actúan en Oaxaca quedan impunes, ello va a constituir un incentivo para movimientos futuros en otras partes que quieran tirar a gobernantes electos. Más allá de la salida del gobernador, es claro que en Oaxaca hay delitos del fuero común y federal que se tienen que castigar. Si ello no ocurre, vamos a tener decenas de Oaxacas en todo el país. Como coreaban los manifestantes de la APPO hace unos días: "Ulises ya cayó. Sigue Calderón". ¿Y luego quién más?
En las épocas doradas del autoritarismo priísta, los gobernadores incómodos solían renunciar a sugerencia del presidente en turno. No era una solución muy democrática, cierto, pero la verdad es que los gobernadores en cuestión tampoco llegaban al poder de manera muy democrática. Normalmente alcanzaban la candidatura por el partido y la gubernatura por el dedo presidencial, y dejaban el poder también por el dedo presidencial.
Claro, en esta operación el presidente aprovechaba para deshacerse de algún gobernador heredado del presidente anterior, independientemente de los méritos que dicho gobernador tuviera. No obstante, este mecanismo para poner y quitar gobernadores comenzó a hacer crisis en el gobierno de Zedillo, cuando el presidencialismo comenzó a mostrar signos de agotamiento y los grupos dentro del PRI dejaron de aceptar al presidente como autoridad máxima.
Adicionalmente, en varias entidades llegaron al poder gobernadores de partidos diferentes al PRI que no le debían el puesto al dedo presidencial. Así, la capacidad del presidente de la República para remover gobernadores disminuyó de manera sensible. El caso más claro de esta nueva realidad fue el del entonces gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, quien, a pesar de haber sido exhibido públicamente con gastos exorbitantes en su campaña para alcanzar la gubernatura, se negó a dejar el puesto desafiando abiertamente al presidente Zedillo.
Esta tendencia se ha agudizado en el gobierno del presidente Fox. Éste ha decidido que no se va a meter a remover gobernadores, por más incompetentes y corruptos que sean. El argumento para ello es que no es facultad del gobierno federal quitarlos. Y es cierto. Sin embargo, dejar esta decisión en manos de los congresos locales o eventualmente del Senado de la República no garantiza que vaya a pasar algo, pues suele ocurrir que el partido del gobernador lo defiende a capa y espada bajo el supuesto de que si este se va en condiciones ignominiosas, el costo político será mayor que si permanece, en condiciones ignominiosas también.
Un argumento adicional para que el gobierno federal no intervenga es que ello podría sentar precedentes peligrosos y alentar movimientos en muchos estados para tirar gobernadores y eventualmente presidentes de la República. También se podría argumentar que si los gobernadores son elegidos por el voto popular, su remoción sería antidemocrática y violentaría esa misma voluntad. Y lo cierto es que la mayoría de estos argumentos son ciertos, aunque no suficientes.
El argumento más poderoso tiene que ver, sin duda, con el origen democrático de los mandatarios estatales. Sin embargo, si un gobernante legítimo viola la ley, es obvio que no puede permanecer en el cargo. Si un gobernante atenta contra las garantías individuales -ya sea Mario Marín contra Lydia Cacho o Ulises Ruiz contra el diario Noticias- no debe permanecer en el cargo. La pregunta es ¿quién lo quita? Y ahí es donde es obvio que si bien existen disposiciones legales, éstas no parecen funcionar bien. Así pues, el reto es mejorar los mecanismos institucionales para que, ante evidencia clara de violaciones de la ley por parte de un gobernador, éste se vaya a su casa y sea procesado. Desde ese punto de vista, la razón para la remoción debería ser la violación de la ley y no el número de manifestantes en su contra. Además, la reducción de los términos del mandato de los gobernadores, combinada con la posibilidad de la reelección, podría ser un mecanismo para ejercer mayor vigilancia sobre su desempeño y facilitar una salida más inmediata de algún mandatario incompetente.
En el caso del conflicto de Oaxaca es evidente que estamos en una situación empantanada que sólo una salida legal del gobernador Ulises Ruiz puede resolver. El recurso institucional es que el Senado declare la desaparición de poderes en el estado. La razón debería ser la conducta atentatoria contra las garantías ciudadanas en Oaxaca, por parte del gobernador, como fue el caso del acoso al diario Noticias. Pero lo cierto es que el único escenario viable es la decisión del Senado.
Sin embargo, si el gobernador Ruiz se va y los delitos cometidos por los grupos violentos que actúan en Oaxaca quedan impunes, ello va a constituir un incentivo para movimientos futuros en otras partes que quieran tirar a gobernantes electos. Más allá de la salida del gobernador, es claro que en Oaxaca hay delitos del fuero común y federal que se tienen que castigar. Si ello no ocurre, vamos a tener decenas de Oaxacas en todo el país. Como coreaban los manifestantes de la APPO hace unos días: "Ulises ya cayó. Sigue Calderón". ¿Y luego quién más?
domingo, octubre 01, 2006
Diciembre negro
Oaxaca podría ser el diciembre negro de Fox. Hace 12 años México pasó por la peor crisis económica de la historia reciente debido a la mala transición del gobierno saliente de Carlos Salinas al entrante de Ernesto Zedillo. La historia podría repetirse, pero ahora en el terreno político, con saldos igualmente trágicos y por los mismos motivos: la falta de decisiones entre el equipo que llega y el que sale.
El conflicto de Oaxaca podría convertirse en el equivalente a un peso sobrevaluado y a punto de explotar. En el otoñó de 1994 nadie quiso asumir la factura política de una devaluación que desde meses antes era imprescindible. Carlos Salinas y Pedro Aspe (su secretario de Hacienda) no quisieron comprometer los elevados índices de popularidad con los que cerraron su sexenio. A los 20 días de haber asumido el poder, en aquel diciembre funesto, la bomba estalló en la cara de Zedillo y del nuevo secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche. La tragedia le granjeó a Salinas un exilio forzado y a Serra Puche el fin de su carrera política. Pero sobre todo, condenó al país a una recesión que todavía no cicatriza del todo.
El caso de Oaxaca anticipa un infortunio que podría alcanzar tales proporciones. Hay un consenso generalizado a favor de resolver el conflicto de manera urgente e inmediata, pero las vías dividen a la clase política y a la opinión pública.
Por un lado, están los que consideran que el gobierno federal debe enviar fuerzas policiacas para desalojar a los manifestantes y "restablecer el orden". A su juicio, los riesgos de un desenlace violento son preferibles que el caos y la impunidad que representa una ciudad en manos de una organización radical.
Los sectores más conservadores quieren ver a la APPO como una extensión del grupo guerrillero EPR. Es una simplificación que han rechazado incluso empresarios como Harp Helú y políticos como Diódoro Carrasco (ex gobernador, ahora con el PAN), pero que se ha esgrimido en la capital para justificar la aplicación de mano dura. Parecería un argumento pensado para tranquilizar conciencias por anticipado, en caso de que una operación militar deje las barricadas sembradas de cadáveres. Si los disidentes eran prácticamente "guerrilla subversiva" las bajas habrían sido un mal necesario.
Es un argumento absurdo. Cinco mil personas marchan hacia la capital y miles más resguardan la plaza de Oaxaca. Si todos esos contingentes fueran del EPR habría que cambiar al Cisen, la Secretaría de Gobernación y los cuerpos de inteligencia militar, por ineptitud (¿decenas de miles de insurrectos habían pasado inadvertidos?). En realidad, la APPO es una amalgama de organizaciones e impulsos que se alimenta de grupos sociales resentidos por la pobreza y la injusticia. No son la mayoría de los oaxaqueños, pero posee una base social real y extendida, y probablemente una gran cantidad de simpatizantes no movilizados. Preferiríamos que todos ellos fueran buenas personas y ciudadanos ejemplares, pero aunque muchos no lo sean, tampoco deben descalificarse sus reclamos. Podemos dar por descontado que algunos cuadros del EPR y otros activistas radicales han acudido con el propósito de reventar y manipular, pero son docenas entre miles. De lo que podemos estar seguros es que una represión convertirá la mentira en una autoprofecía cumplida: cientos ingresarán a los movimientos clandestinos de insurrección.
Del otro lado, otra corriente de opinión, entre los que me incluyo, considera que la única salida posible es la renuncia de Ulises Ruiz, o su separación mientras es investigado. Hace una semana, en este espacio, expuse los argumentos al respecto. Ser gobernador legalmente elegido no es una patente de corso para cometer las tropelías y delitos en los que incurrió este sátrapa trasnochado. Durante un año se dedicó a golpear a la disidencia, a los medios de comunicación adversos y a grupos campesinos incómodos.
Estos grupos que hoy "violentan el orden" recurrieron en primera instancia, aunque infructuosamente, a tribunales y ministerios públicos para denunciar asesinatos y despojos. No consiguieron nada. En junio, cuando las fuerzas estatales intentaron desalojar a los maestros con saldo de un muerto, todos estos grupos y agravios se unieron a su causa. Eso es la APPO, con todos los defectos que pueda tener.
El viernes en la madrugada corrió el rumor en Oaxaca de que la policía federal estaba a punto de tomar la plaza. La crónica de un corresponsal de EL UNIVERSAL señala que "en cuestión de segundos, por toda la ciudad, ríos humanos bajaron de las colonias circunvecinas para fortalecer sus barricadas". Recomendar el uso de la fuerza, pero "sólo para disuadir y con precaución", como pretenden algunas buenas conciencias, no es más que otra manera de pedir un baño de sangre, pero buscando no ser salpicado.
Tomémosle la palabra a los que piden el restablecimiento de las instituciones y del estado de derecho, pero vayamos a la raíz del problema. Se requiere de una instancia federal que investigue la veracidad de las denuncias de los delitos cometidos por Ulises Ruiz. No se trata de ceder u ofrecer la cabeza del gobernador a unos manifestantes. Se trata de construir la democracia a partir de la aplicación de una justicia real, y no la que imparten los tribunales del gobernador en cuestión. La exigencia de la opinión pública nacional para reinstalar el estado de derecho en Oaxaca es genuina, pero debe ser integral. No se puede reestablecer la ley reprimiendo violentamente a los que exigen se les haga justicia.
El gobierno panista está paralizado ante la disyuntiva de reprimir y derramar sangre, o investigar a Ruiz y enemistarse con el PRI. Ha llegado el momento de asumir costos y tomar decisiones. O pueden no hacerlo y esperar a que el tema estalle en su cara en el interregno de la transición, como hace 12 años. Ya conocemos las consecuencias.
El conflicto de Oaxaca podría convertirse en el equivalente a un peso sobrevaluado y a punto de explotar. En el otoñó de 1994 nadie quiso asumir la factura política de una devaluación que desde meses antes era imprescindible. Carlos Salinas y Pedro Aspe (su secretario de Hacienda) no quisieron comprometer los elevados índices de popularidad con los que cerraron su sexenio. A los 20 días de haber asumido el poder, en aquel diciembre funesto, la bomba estalló en la cara de Zedillo y del nuevo secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche. La tragedia le granjeó a Salinas un exilio forzado y a Serra Puche el fin de su carrera política. Pero sobre todo, condenó al país a una recesión que todavía no cicatriza del todo.
El caso de Oaxaca anticipa un infortunio que podría alcanzar tales proporciones. Hay un consenso generalizado a favor de resolver el conflicto de manera urgente e inmediata, pero las vías dividen a la clase política y a la opinión pública.
Por un lado, están los que consideran que el gobierno federal debe enviar fuerzas policiacas para desalojar a los manifestantes y "restablecer el orden". A su juicio, los riesgos de un desenlace violento son preferibles que el caos y la impunidad que representa una ciudad en manos de una organización radical.
Los sectores más conservadores quieren ver a la APPO como una extensión del grupo guerrillero EPR. Es una simplificación que han rechazado incluso empresarios como Harp Helú y políticos como Diódoro Carrasco (ex gobernador, ahora con el PAN), pero que se ha esgrimido en la capital para justificar la aplicación de mano dura. Parecería un argumento pensado para tranquilizar conciencias por anticipado, en caso de que una operación militar deje las barricadas sembradas de cadáveres. Si los disidentes eran prácticamente "guerrilla subversiva" las bajas habrían sido un mal necesario.
Es un argumento absurdo. Cinco mil personas marchan hacia la capital y miles más resguardan la plaza de Oaxaca. Si todos esos contingentes fueran del EPR habría que cambiar al Cisen, la Secretaría de Gobernación y los cuerpos de inteligencia militar, por ineptitud (¿decenas de miles de insurrectos habían pasado inadvertidos?). En realidad, la APPO es una amalgama de organizaciones e impulsos que se alimenta de grupos sociales resentidos por la pobreza y la injusticia. No son la mayoría de los oaxaqueños, pero posee una base social real y extendida, y probablemente una gran cantidad de simpatizantes no movilizados. Preferiríamos que todos ellos fueran buenas personas y ciudadanos ejemplares, pero aunque muchos no lo sean, tampoco deben descalificarse sus reclamos. Podemos dar por descontado que algunos cuadros del EPR y otros activistas radicales han acudido con el propósito de reventar y manipular, pero son docenas entre miles. De lo que podemos estar seguros es que una represión convertirá la mentira en una autoprofecía cumplida: cientos ingresarán a los movimientos clandestinos de insurrección.
Del otro lado, otra corriente de opinión, entre los que me incluyo, considera que la única salida posible es la renuncia de Ulises Ruiz, o su separación mientras es investigado. Hace una semana, en este espacio, expuse los argumentos al respecto. Ser gobernador legalmente elegido no es una patente de corso para cometer las tropelías y delitos en los que incurrió este sátrapa trasnochado. Durante un año se dedicó a golpear a la disidencia, a los medios de comunicación adversos y a grupos campesinos incómodos.
Estos grupos que hoy "violentan el orden" recurrieron en primera instancia, aunque infructuosamente, a tribunales y ministerios públicos para denunciar asesinatos y despojos. No consiguieron nada. En junio, cuando las fuerzas estatales intentaron desalojar a los maestros con saldo de un muerto, todos estos grupos y agravios se unieron a su causa. Eso es la APPO, con todos los defectos que pueda tener.
El viernes en la madrugada corrió el rumor en Oaxaca de que la policía federal estaba a punto de tomar la plaza. La crónica de un corresponsal de EL UNIVERSAL señala que "en cuestión de segundos, por toda la ciudad, ríos humanos bajaron de las colonias circunvecinas para fortalecer sus barricadas". Recomendar el uso de la fuerza, pero "sólo para disuadir y con precaución", como pretenden algunas buenas conciencias, no es más que otra manera de pedir un baño de sangre, pero buscando no ser salpicado.
Tomémosle la palabra a los que piden el restablecimiento de las instituciones y del estado de derecho, pero vayamos a la raíz del problema. Se requiere de una instancia federal que investigue la veracidad de las denuncias de los delitos cometidos por Ulises Ruiz. No se trata de ceder u ofrecer la cabeza del gobernador a unos manifestantes. Se trata de construir la democracia a partir de la aplicación de una justicia real, y no la que imparten los tribunales del gobernador en cuestión. La exigencia de la opinión pública nacional para reinstalar el estado de derecho en Oaxaca es genuina, pero debe ser integral. No se puede reestablecer la ley reprimiendo violentamente a los que exigen se les haga justicia.
El gobierno panista está paralizado ante la disyuntiva de reprimir y derramar sangre, o investigar a Ruiz y enemistarse con el PRI. Ha llegado el momento de asumir costos y tomar decisiones. O pueden no hacerlo y esperar a que el tema estalle en su cara en el interregno de la transición, como hace 12 años. Ya conocemos las consecuencias.
miércoles, septiembre 27, 2006
domingo, septiembre 24, 2006
Crisis en el gobierno local, salida rapida en Oaxaca
En el gobierno de Vicente Fox se dicen seguros de resolver el conflicto de Oaxaca antes del 1 de diciembre. El gobierno de Calderón, aseguran, arrancará sin ningún problema. Más aún, los equipos de quienes se van y aquellos que llegan, tienen ya sobre la mesa la logística para eventuales complicaciones el mismo día de la toma de posesión.
Si el asunto se complica, por la razón que sea, el presidente electo rendirá protesta incluso por escrito.
Según algunos de los hombres más cercanos al presidente Fox, se hará todo, hasta lo imposible por resolver la crisis oaxaqueña por la vía del diálogo, la negociación y el acuerdo político. Pero si en un tiempo razonable no hay otra salida que el uso de la fuerza, entonces se llegará a ello. Y es que la idea del mandatario saliente es dejar sin problemas al gobierno entrante. Y si para ello deberán pagar costos políticos, esos costos los asumirá el que se va, no el que viene.
Eso sí, se insiste, el gobierno no participará en ningún acuerdo que incluya entregar la cabeza del gobernador Ulises Ruiz, a pesar de que en efecto, el mandatario oaxaqueño es uno de los principales responsables de la crisis. Pero eso, su eventual salida del gobierno, será una cuestión personal, que no se vislumbra en lo inmediato, ya que en la práctica se asistiría a un auténtico golpe de Estado. Es decir, si Ulises Ruiz se retira del cargo, su lugar podría ser ocupado por Gabino Cué, hoy senador convergente y quien fuera el candidato derrotado al gobierno estatal -por una coalición de todos contra el PRI-, precisamente por Ulises Ruiz.
En tanto el PRI analiza desde su dirigencia, con el aval de algunos gobernadores, una salida negociada de Ulises Ruiz, quien habría pedido garantías para dejar el cargo.
El origen
En la gestación del conflicto de Oaxaca -como reza el típico refranero oaxaqueño-, literalmente se juntaron "el hambre y las ganas de comer", ya que mientras que por un lado se organizaban distintos grupos sociales para "calar" y "cobrar facturas" al nuevo gobernador -entre otros el magisterio local, grupos sociales que por décadas habían vivido del presupuesto público, y aquellos a quien el PRI local dejó fuera de la contienda por el poder-, el nuevo mandatario, el señor Ulises Ruiz, parecía dispuesto a hacer todo lo posible por incendiar el estado.
Resulta que el ex gobernador José Murat se empeñó en que su heredero en el cargo fuera Ulises Ruiz, un político bisoño cuyo único mérito era ser amigo del ex gobernador y quien le garantizaba el cuidado de las espaldas. Murat se había convertido, a su vez, en el hombre fuerte del presidente del PRI y candidato presidencial, Roberto Madrazo. Gracias a esa alianza, el señor Ulises Ruiz recibió todos los apoyos necesarios para ganar, a como diera lugar, el gobierno de Oaxaca.
En esa guerra pasó por encima de una coalición de todos los opositores contra el PRI, encabezada por Gabino Cué, un ex priísta, ex secretario de gobierno en tiempos de Diódoro Carrasco, y ahora un "demócrata" de izquierda. Ulises Ruiz ganó, en efecto, pero en medio de un monumental escándalo, sobre todo ante evidencias de que la elección fue un cochinero. En el terreno político esa derrota dejó decenas de muertos y heridos políticos -porque la sociedad oaxaqueña prácticamente se partió en dos-, quienes una vez recuperados de la derrota iniciaron los trabajos para reorganizar lo que tiene todos los signos de una venganza política.
Pero incapaz de entender que en políticas ni los triunfos ni las derrotas son para siempre y menos duran cien años, Ulises Ruiz se olvidó de poner en práctica una urgente operación cicatriz, que restañara el tejido social y, sobre todo, que le diera legitimidad política y social a su naciente y tambaleante gobierno. Así, en sentido contrario a la lógica elemental de la política, y ya como gobernador, Ulises Ruiz intentó desmantelar la red de organizaciones sociales que por décadas han vivido como rémoras de los gobiernos priístas, y a las que se les canalizan importantes sumas de dinero público a cambio de mantener adormecida la inconformidad social.
Y es que muchos de esos grupos sociales -que son el germen de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO)-, habían cambiado de bando, se pasaron a la coalición Por el Bien de Todos, votaron por todos los candidatos de la misma, pero seguían cobrando en el gobierno estatal, en manos del PRI. "¡Ya basta¡", dijo un día Ulises Ruiz, y retiró los apoyos económicos, sobre todo ante la proximidad de la elección federal del 2 de julio. Algo similar ocurrió con el magisterio disidente, los maestros de la sección 22, quienes siempre han recibido apoyos del gobierno en turno pero que ahora también dejaron solo al PRI, no sólo en la elección de Ulises Ruiz, sino en la presidencial del pasado 2 de julio.
Sin el menor tacto político, el señor Ulises Ruiz metió en el mismo costal de la inconformidad a los damnificados de la elección en la que se hizo del gobierno estatal, a los jefes de las organizaciones sociales que vivían del dinero público, y a los maestros disidentes. En pocas palabras, tuvo la virtud de unificar a los más beligerantes sectores sociales y políticos de Oaxaca, pero en su contra. Con una visión miope de lo que estaba pasando en su entidad natal y que ahora le correspondía gobernar -porque cuando no se pasaba en la campaña presidencial de Madrazo, era más fácil verlo en los comederos políticos de Polanco-, Ulises Ruiz intentó crear su propia red de aliados políticos, su propia clase política para bloquear a sus adversarios, pero lo único que consiguió fue el fenómeno del panal. Darle de palos al avispero. Y sí, luego debió salir corriendo, pidiendo a gritos la intervención del gobierno federal.
Facturas por cobrar
Lo que está en juego en Oaxaca no es ni la dignidad de unos y menos la persecución de los otros. No, por obsceno que parezca -porque es una obscenidad la disputa por el poder-, lo que pelean los integrantes de la APPO, del magisterio y los derrotados en la pasada contienda para renovar el gobierno estatal, es el reparto del poder y del dinero presupuestal. Sí, en México y en cualquier parte del mundo, todo nuevo grupo que accede al poder público, al gobierno; sea municipal, estatal o federal, debe respetar las reglas básicas del juego; compartir ese poder y repartir el presupuesto, el dinero pues. Pero el nuevo gobernador de Oaxaca se negó a respetar esas reglas del juego, intentó crear su propia clase política, sus propios aliados y aplastar a los grupos tradicionales, hasta que consiguió unir a todos, pero en su contra.
Ulises Ruiz le arrebató a la mala el poder al grupo de Diódoro Carrasco -cuyo delfín era nada menos que Gabino Cué-, pero al mismo tiempo rompió con los grupos sociales que -más allá de razones ideológicas-, son los amortiguadores políticos a los graves problemas sociales de extensas regiones de Oaxaca. De esa manera, cuando se rompieron los vasos comunicantes de la política y del dinero que aceitaba el control social, el señor Ulises Ruiz se convirtió en el enemigo número uno de importantes grupos políticos y sociales. Y es que se suspendió el reparto de cuotas de poder y el flujo de dinero público a decenas de líderes que nacieron, crecieron y hasta podrían morir en esa cultura, la de vivir del dinero público.
Y en ese río revuelto ganaron espacios los sectores duros de cada uno de los grupos, líderes vinculados con desprendimientos de formaciones guerrilleras a los que no les importa tanto el reparto del poder o el restablecimiento de los flujos de dinero, como el ensayo de células urbanas, la práctica de estrategias radicales -como el asalto a radiodifusoras, la creación de comandos de resistencia, grupos de adoctrinamiento y otros-, que han convertido al centro de Oaxaca, sobre todo por las noches, en verdaderos campos de entrenamiento de lo que tiene todas las características de una guerrilla urbana.
Rodar y rodar...
Desde el inicio del conflicto -hace casi 130 días-, el gobierno federal se mantuvo al margen. Incluso urgió al gobierno local a buscar una respuesta. El desinterés del gobierno de Fox fue producto de la tensión de las semanas previas al 2 de julio. No se quería contaminar la elección. Pero luego siguió el desinterés porque en la etapa postelectoral el horno seguía sin estar para bollos. Pero lo cierto es que siempre ha estado latente la posibilidad de una solución de fuerza. Sin embargo el gobierno foxista está dispuesto a hacer todo lo posible, antes de aceptar la demanda de retirar los plantones y lograr la estabilidad en Oaxaca a cambio de la cabeza de Ulises Ruiz. En el gobierno de Vicente Fox tienen claro que entregar la cabeza de Ulises Ruiz sería el reconocimiento de que la democracia mexicana sigue dando pasos en reversa. Estaríamos ante una peligrosa concertacesión, al estilo de Carlos Salinas. El fenómeno podría resultar incluso peor, ya que el gobierno federal habría sido víctima de una presión y chantaje provenientes de grupos que rompieron todas las reglas de convivencia, que de manera violenta asaltaron no sólo a los poderes del estado de Oaxaca, sino a particulares, como es el caso de las radiodifusoras y otros sectores empresariales. Por eso, aceptar a cambio de la paz social la entrega de la cabeza de Ulises Ruiz, sería le mejor evidencia del estrepitoso fracaso del gobierno de Fox. Pero no sería todo, sino que el siguiente en caer podría ser no sólo cualquier otro gobernador, sino el propio presidente entrante, Felipe Calderón.
Por eso el gobierno foxista insiste en el diálogo como la única vía para solucionar el conflicto. Pero ese camino no es más que un eufemismo que en la práctica se ha convertido en un rotundo fracaso, porque los grupos inconformes no están dispuestos a aceptar nada que no sea la salida de Ulises Ruiz. Es decir, no hay negociación posible, porque todo eventual acuerdo pasa por la renuncia del gobernador de Oaxaca. Y por supuesto que no se descarta la renuncia unilateral. En pocas palabras, que al interior del PRI, en un acuerdo con la dirigencia partidista y con la ayuda de un grupo de gobernadores, se pretende convencer a Ruiz para que se retire por voluntad propia, con la certeza de que en su lugar llegue otro priísta. Pero la caída de Ulises, para el derrotado candidato Gabino Cué, no es más que la oportunidad de convertirse en gobernador. Ese es el riesgo, que gracias a la presión social, al acuerdo y la negociación política, se regrese a los tiempos de las concertacesiones del salinismo.
Como sea, lo cierto es que la crisis política y de gobernabilidad que se vive en Oaxaca pasa por sus momentos de mayor tensión, sobre todo porque los líderes del magisterio y de la APPO dan señales de ser rebasados por los sectores duros. Los liderazgos que hasta hace un par de semanas se habían sentado a dialogar con el gobierno -verdadero diálogo de sordos en donde la única premisa sobre la mesa era la renuncia del gobernador de Oaxaca-, hoy ya fueron rebasados y más que nunca está presente el uso de la fuerza como recurso último. Y es que esos sectores duros, radicales, que tienen vínculo con desprendimientos de grupos guerrilleros, parecen dispuestos a no ceder ni un milímetro, lo que significa no negociar nada si no es luego de que renuncie Ulises Ruiz.
El gobierno federal esperará la evolución de los acontecimientos en los próximos días, hará una evaluación de los riesgos de que la marcha que salió el pasado viernes de Oaxaca llegue al Distrito Federal, y si no hay alternativas ni espacios reales para el diálogo, responderá con la fuerza pública. Ni Fox ni Calderón quieren llegar a ese extremo, pero tampoco quieren que el conflicto se prolongue por más tiempo, no quieren que llegue al 2 de octubre y menos al 1 de diciembre. Y en el equipo de Fox, los operadores políticos que aún siguen al pie del cañón, saben que de no avanzar por el camino del diálogo, el acuerdo y la negociación, deberán pagar los costos que sea necesario, para resolver el conflicto antes del 1 de diciembre.
´Focos rojos´ el 1 de diciembre
Y es que la toma de posesión de Felipe Calderón, prevista para el 1 de diciembre en el Congreso, es otro peligroso dique que deberán salvar tanto el gobierno entrante como el que se va. Los operadores políticos de los dos gobiernos saben que el PRD tratará de impedir que Calderón proteste ante el pleno del Congreso, como está previsto. Para ello ya tiene lista una bien diseñada estrategia que incluye, en el extremo, que Calderón proteste por escrito y que ofrezca su mensaje por cadena nacional. Y si a ese conflicto se le agrega el que se crearía con los maestros y la APPO en la ciudad de México, el asunto sería de muy alto riesgo. Por eso el de Oaxaca es un asunto que deberá resolverse antes del fin de semana venidero. Al tiempo
Si el asunto se complica, por la razón que sea, el presidente electo rendirá protesta incluso por escrito.
Según algunos de los hombres más cercanos al presidente Fox, se hará todo, hasta lo imposible por resolver la crisis oaxaqueña por la vía del diálogo, la negociación y el acuerdo político. Pero si en un tiempo razonable no hay otra salida que el uso de la fuerza, entonces se llegará a ello. Y es que la idea del mandatario saliente es dejar sin problemas al gobierno entrante. Y si para ello deberán pagar costos políticos, esos costos los asumirá el que se va, no el que viene.
Eso sí, se insiste, el gobierno no participará en ningún acuerdo que incluya entregar la cabeza del gobernador Ulises Ruiz, a pesar de que en efecto, el mandatario oaxaqueño es uno de los principales responsables de la crisis. Pero eso, su eventual salida del gobierno, será una cuestión personal, que no se vislumbra en lo inmediato, ya que en la práctica se asistiría a un auténtico golpe de Estado. Es decir, si Ulises Ruiz se retira del cargo, su lugar podría ser ocupado por Gabino Cué, hoy senador convergente y quien fuera el candidato derrotado al gobierno estatal -por una coalición de todos contra el PRI-, precisamente por Ulises Ruiz.
En tanto el PRI analiza desde su dirigencia, con el aval de algunos gobernadores, una salida negociada de Ulises Ruiz, quien habría pedido garantías para dejar el cargo.
El origen
En la gestación del conflicto de Oaxaca -como reza el típico refranero oaxaqueño-, literalmente se juntaron "el hambre y las ganas de comer", ya que mientras que por un lado se organizaban distintos grupos sociales para "calar" y "cobrar facturas" al nuevo gobernador -entre otros el magisterio local, grupos sociales que por décadas habían vivido del presupuesto público, y aquellos a quien el PRI local dejó fuera de la contienda por el poder-, el nuevo mandatario, el señor Ulises Ruiz, parecía dispuesto a hacer todo lo posible por incendiar el estado.
Resulta que el ex gobernador José Murat se empeñó en que su heredero en el cargo fuera Ulises Ruiz, un político bisoño cuyo único mérito era ser amigo del ex gobernador y quien le garantizaba el cuidado de las espaldas. Murat se había convertido, a su vez, en el hombre fuerte del presidente del PRI y candidato presidencial, Roberto Madrazo. Gracias a esa alianza, el señor Ulises Ruiz recibió todos los apoyos necesarios para ganar, a como diera lugar, el gobierno de Oaxaca.
En esa guerra pasó por encima de una coalición de todos los opositores contra el PRI, encabezada por Gabino Cué, un ex priísta, ex secretario de gobierno en tiempos de Diódoro Carrasco, y ahora un "demócrata" de izquierda. Ulises Ruiz ganó, en efecto, pero en medio de un monumental escándalo, sobre todo ante evidencias de que la elección fue un cochinero. En el terreno político esa derrota dejó decenas de muertos y heridos políticos -porque la sociedad oaxaqueña prácticamente se partió en dos-, quienes una vez recuperados de la derrota iniciaron los trabajos para reorganizar lo que tiene todos los signos de una venganza política.
Pero incapaz de entender que en políticas ni los triunfos ni las derrotas son para siempre y menos duran cien años, Ulises Ruiz se olvidó de poner en práctica una urgente operación cicatriz, que restañara el tejido social y, sobre todo, que le diera legitimidad política y social a su naciente y tambaleante gobierno. Así, en sentido contrario a la lógica elemental de la política, y ya como gobernador, Ulises Ruiz intentó desmantelar la red de organizaciones sociales que por décadas han vivido como rémoras de los gobiernos priístas, y a las que se les canalizan importantes sumas de dinero público a cambio de mantener adormecida la inconformidad social.
Y es que muchos de esos grupos sociales -que son el germen de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO)-, habían cambiado de bando, se pasaron a la coalición Por el Bien de Todos, votaron por todos los candidatos de la misma, pero seguían cobrando en el gobierno estatal, en manos del PRI. "¡Ya basta¡", dijo un día Ulises Ruiz, y retiró los apoyos económicos, sobre todo ante la proximidad de la elección federal del 2 de julio. Algo similar ocurrió con el magisterio disidente, los maestros de la sección 22, quienes siempre han recibido apoyos del gobierno en turno pero que ahora también dejaron solo al PRI, no sólo en la elección de Ulises Ruiz, sino en la presidencial del pasado 2 de julio.
Sin el menor tacto político, el señor Ulises Ruiz metió en el mismo costal de la inconformidad a los damnificados de la elección en la que se hizo del gobierno estatal, a los jefes de las organizaciones sociales que vivían del dinero público, y a los maestros disidentes. En pocas palabras, tuvo la virtud de unificar a los más beligerantes sectores sociales y políticos de Oaxaca, pero en su contra. Con una visión miope de lo que estaba pasando en su entidad natal y que ahora le correspondía gobernar -porque cuando no se pasaba en la campaña presidencial de Madrazo, era más fácil verlo en los comederos políticos de Polanco-, Ulises Ruiz intentó crear su propia red de aliados políticos, su propia clase política para bloquear a sus adversarios, pero lo único que consiguió fue el fenómeno del panal. Darle de palos al avispero. Y sí, luego debió salir corriendo, pidiendo a gritos la intervención del gobierno federal.
Facturas por cobrar
Lo que está en juego en Oaxaca no es ni la dignidad de unos y menos la persecución de los otros. No, por obsceno que parezca -porque es una obscenidad la disputa por el poder-, lo que pelean los integrantes de la APPO, del magisterio y los derrotados en la pasada contienda para renovar el gobierno estatal, es el reparto del poder y del dinero presupuestal. Sí, en México y en cualquier parte del mundo, todo nuevo grupo que accede al poder público, al gobierno; sea municipal, estatal o federal, debe respetar las reglas básicas del juego; compartir ese poder y repartir el presupuesto, el dinero pues. Pero el nuevo gobernador de Oaxaca se negó a respetar esas reglas del juego, intentó crear su propia clase política, sus propios aliados y aplastar a los grupos tradicionales, hasta que consiguió unir a todos, pero en su contra.
Ulises Ruiz le arrebató a la mala el poder al grupo de Diódoro Carrasco -cuyo delfín era nada menos que Gabino Cué-, pero al mismo tiempo rompió con los grupos sociales que -más allá de razones ideológicas-, son los amortiguadores políticos a los graves problemas sociales de extensas regiones de Oaxaca. De esa manera, cuando se rompieron los vasos comunicantes de la política y del dinero que aceitaba el control social, el señor Ulises Ruiz se convirtió en el enemigo número uno de importantes grupos políticos y sociales. Y es que se suspendió el reparto de cuotas de poder y el flujo de dinero público a decenas de líderes que nacieron, crecieron y hasta podrían morir en esa cultura, la de vivir del dinero público.
Y en ese río revuelto ganaron espacios los sectores duros de cada uno de los grupos, líderes vinculados con desprendimientos de formaciones guerrilleras a los que no les importa tanto el reparto del poder o el restablecimiento de los flujos de dinero, como el ensayo de células urbanas, la práctica de estrategias radicales -como el asalto a radiodifusoras, la creación de comandos de resistencia, grupos de adoctrinamiento y otros-, que han convertido al centro de Oaxaca, sobre todo por las noches, en verdaderos campos de entrenamiento de lo que tiene todas las características de una guerrilla urbana.
Rodar y rodar...
Desde el inicio del conflicto -hace casi 130 días-, el gobierno federal se mantuvo al margen. Incluso urgió al gobierno local a buscar una respuesta. El desinterés del gobierno de Fox fue producto de la tensión de las semanas previas al 2 de julio. No se quería contaminar la elección. Pero luego siguió el desinterés porque en la etapa postelectoral el horno seguía sin estar para bollos. Pero lo cierto es que siempre ha estado latente la posibilidad de una solución de fuerza. Sin embargo el gobierno foxista está dispuesto a hacer todo lo posible, antes de aceptar la demanda de retirar los plantones y lograr la estabilidad en Oaxaca a cambio de la cabeza de Ulises Ruiz. En el gobierno de Vicente Fox tienen claro que entregar la cabeza de Ulises Ruiz sería el reconocimiento de que la democracia mexicana sigue dando pasos en reversa. Estaríamos ante una peligrosa concertacesión, al estilo de Carlos Salinas. El fenómeno podría resultar incluso peor, ya que el gobierno federal habría sido víctima de una presión y chantaje provenientes de grupos que rompieron todas las reglas de convivencia, que de manera violenta asaltaron no sólo a los poderes del estado de Oaxaca, sino a particulares, como es el caso de las radiodifusoras y otros sectores empresariales. Por eso, aceptar a cambio de la paz social la entrega de la cabeza de Ulises Ruiz, sería le mejor evidencia del estrepitoso fracaso del gobierno de Fox. Pero no sería todo, sino que el siguiente en caer podría ser no sólo cualquier otro gobernador, sino el propio presidente entrante, Felipe Calderón.
Por eso el gobierno foxista insiste en el diálogo como la única vía para solucionar el conflicto. Pero ese camino no es más que un eufemismo que en la práctica se ha convertido en un rotundo fracaso, porque los grupos inconformes no están dispuestos a aceptar nada que no sea la salida de Ulises Ruiz. Es decir, no hay negociación posible, porque todo eventual acuerdo pasa por la renuncia del gobernador de Oaxaca. Y por supuesto que no se descarta la renuncia unilateral. En pocas palabras, que al interior del PRI, en un acuerdo con la dirigencia partidista y con la ayuda de un grupo de gobernadores, se pretende convencer a Ruiz para que se retire por voluntad propia, con la certeza de que en su lugar llegue otro priísta. Pero la caída de Ulises, para el derrotado candidato Gabino Cué, no es más que la oportunidad de convertirse en gobernador. Ese es el riesgo, que gracias a la presión social, al acuerdo y la negociación política, se regrese a los tiempos de las concertacesiones del salinismo.
Como sea, lo cierto es que la crisis política y de gobernabilidad que se vive en Oaxaca pasa por sus momentos de mayor tensión, sobre todo porque los líderes del magisterio y de la APPO dan señales de ser rebasados por los sectores duros. Los liderazgos que hasta hace un par de semanas se habían sentado a dialogar con el gobierno -verdadero diálogo de sordos en donde la única premisa sobre la mesa era la renuncia del gobernador de Oaxaca-, hoy ya fueron rebasados y más que nunca está presente el uso de la fuerza como recurso último. Y es que esos sectores duros, radicales, que tienen vínculo con desprendimientos de grupos guerrilleros, parecen dispuestos a no ceder ni un milímetro, lo que significa no negociar nada si no es luego de que renuncie Ulises Ruiz.
El gobierno federal esperará la evolución de los acontecimientos en los próximos días, hará una evaluación de los riesgos de que la marcha que salió el pasado viernes de Oaxaca llegue al Distrito Federal, y si no hay alternativas ni espacios reales para el diálogo, responderá con la fuerza pública. Ni Fox ni Calderón quieren llegar a ese extremo, pero tampoco quieren que el conflicto se prolongue por más tiempo, no quieren que llegue al 2 de octubre y menos al 1 de diciembre. Y en el equipo de Fox, los operadores políticos que aún siguen al pie del cañón, saben que de no avanzar por el camino del diálogo, el acuerdo y la negociación, deberán pagar los costos que sea necesario, para resolver el conflicto antes del 1 de diciembre.
´Focos rojos´ el 1 de diciembre
Y es que la toma de posesión de Felipe Calderón, prevista para el 1 de diciembre en el Congreso, es otro peligroso dique que deberán salvar tanto el gobierno entrante como el que se va. Los operadores políticos de los dos gobiernos saben que el PRD tratará de impedir que Calderón proteste ante el pleno del Congreso, como está previsto. Para ello ya tiene lista una bien diseñada estrategia que incluye, en el extremo, que Calderón proteste por escrito y que ofrezca su mensaje por cadena nacional. Y si a ese conflicto se le agrega el que se crearía con los maestros y la APPO en la ciudad de México, el asunto sería de muy alto riesgo. Por eso el de Oaxaca es un asunto que deberá resolverse antes del fin de semana venidero. Al tiempo
Desconfianza
El lado subjetivo de la política es tan importante como el conjunto de hechos e instituciones que la configuran. Para los comentaristas de lo público y para quienes practican la ciencia política es un tema huidizo, de difícil aprehensión y, por lo mismo, ignorado con la mayor frecuencia. La sicología política es una disciplina de aún escaso desarrollo que sigue siendo superada por las tradiciones interpretativas.
No obstante, se trata de un tema de la mayor relevancia. Asuntos como la opinión sobre la política, la cultura sobre el derecho y la responsabilidad personal y grupal dependen, para su comprensión, de herramientas que hagan posible entender cómo procede la subjetividad de las personas ante los acontecimientos e instituciones de la vida económica, social y política.
Demandas que por habituales se han vuelto ya lugar común, como exigir estado de derecho, la implantación de una "verdadera" justicia, que la transparencia elimine la opacidad y otras muchas, están asociadas fuertemente con el lado subjetivo, con los "modelos" con que pensamos, con las reacciones, casi siempre automatizadas, que tenemos al enfrentarnos a los "hechos" de la política, que no son sino los actos de otros individuos igualmente portadores de una subjetividad.
Cuando Immanuel Kant, el filósofo esencial para la comprensión moderna de la política, el derecho y el Estado, formuló sus argumentos a favor de una "razón pura" y una ética irreprochable en la convivencia social, pensó que era indispensable una adecuación entre la "moral" del individuo y la organización del orden político, y que el derecho era la expresión más acabada de esta adecuación; a tal grado que el derecho mismo sería la mediación que daría lugar a la coordinación entre sociedad y Estado, subjetividad y objetividad, con parsimonia.
Hoy, cuando la sociedad se pregunta sobre las razones de un orden perdido y los espíritus perplejos de los políticos, en el mejor de los casos, se disputan la prelación para efectuar un reordenamiento de la política y el Estado, es relevante preguntarse sobre las preocupaciones subjetivas que están en la base de los motivos políticos.
Durante la campaña electoral, se dice, el público fue explotado por los partidos para infundir miedo. Miedo si gobernase la "izquierda", miedo si lo hiciera la "derecha". Las demonizaciones entre alternativas políticas estuvieron al orden del día. Se ha dicho también que esto inhibió a los ciudadanos, desalentó a los votantes y que a muchos los hizo cambiar el sentido de su voto.
Pero ¿realmente se violó la ley cuando se produjeron estas bravuconadas entre candidatos y partidos? ¿Qué no estaba previsto por los arreglos entre partidos que este tipo de campañas era y es posible? Más importante aún: ¿de veras las "campañas del miedo" infundieron tal temor en los electores que cambiaron su voto? ¿Acaso la política no está hecha al mismo tiempo de miedo y deseo, sus pasiones principales?
Si se revisan las encuestas de intención de voto levantadas en el primer semestre del año podemos ver que hacia junio, menos de un mes antes de las elecciones, la cantidad de indecisos alcanzaba 16%. Solamente 47% de los electores decía con toda seguridad que ya había decidido su voto. Sumados ambos grupos alcanzan una cifra muy semejante al porcentaje de participación efectiva de los electores en la votación. Pero la diferencia entre el ganador y el segundo lugar, de sólo medio punto porcentual, la dieron los indecisos, que o no sabían todavía por quién votar o que, aunque tenían una preferencia, aún estaban dispuestos a cambiarla (Consulta Mitofsky, "Así van al 2006", junio de 2006).
Estas respuestas se acercan mucho a un comportamiento normal en cualquier proceso electoral y revelan un electorado maduro, que sabe lo que quiere y que cuando duda, trabaja por aclarar sus dudas y optar en consecuencia. Con los datos disponibles, la única forma de juzgar acerca de la influencia que las "campañas del miedo" tuvieron sobre los electores es el contenido mismo de los mensajes. Como sabe cualquier estudiante de primer año de comunicaciones, juzgar de este modo no es sino prejuzgar, pues el contenido del mensaje no es relevante para probar su incidencia.
No parece ser pues el miedo el que predominó en la decisión electoral. En su lugar sí hay otro componente que parece normar el sentimiento de la gente: la desconfianza. En la última medición de "Confianza en las instituciones", presentada por la misma empresa citada, los partidos políticos ocupan el antepenúltimo lugar de una lista de 19 instituciones. Su mala reputación solamente es superada por los sindicatos y los diputados y, para colmo, son superados en prestigio por ¡la policía!
Esta medición se realiza periódicamente y se correlaciona consistentemente con otras encuestas nacionales. La desconfianza en algunas de las instituciones de la política es una nota relevante que contrasta, no obstante, con el comportamiento cívico de quienes han salido a votar y también de quienes han servido a la democracia como funcionarios-ciudadanos en la jornada electoral.
Es ya tiempo de pensar seriamente en este distanciamiento de los partidos políticos y los ciudadanos. Todos los indicadores apuntan hacia esta brecha.
Pero la brecha es insuperable si los modelos subjetivos de los políticos no evolucionan hacia un ajuste con los referentes que proporciona el público. No hay otro camino para conseguir confianza. Como lo señaló el sociólogo chileno Norbert Lechner (Los patios interiores de la democracia), construir un orden es, al final de cuentas, "un intento de compartir, y sólo compartimos lo que elaboramos intersubjetivamente; sólo entonces es nuestro mundo, nuestro tiempo".
No obstante, se trata de un tema de la mayor relevancia. Asuntos como la opinión sobre la política, la cultura sobre el derecho y la responsabilidad personal y grupal dependen, para su comprensión, de herramientas que hagan posible entender cómo procede la subjetividad de las personas ante los acontecimientos e instituciones de la vida económica, social y política.
Demandas que por habituales se han vuelto ya lugar común, como exigir estado de derecho, la implantación de una "verdadera" justicia, que la transparencia elimine la opacidad y otras muchas, están asociadas fuertemente con el lado subjetivo, con los "modelos" con que pensamos, con las reacciones, casi siempre automatizadas, que tenemos al enfrentarnos a los "hechos" de la política, que no son sino los actos de otros individuos igualmente portadores de una subjetividad.
Cuando Immanuel Kant, el filósofo esencial para la comprensión moderna de la política, el derecho y el Estado, formuló sus argumentos a favor de una "razón pura" y una ética irreprochable en la convivencia social, pensó que era indispensable una adecuación entre la "moral" del individuo y la organización del orden político, y que el derecho era la expresión más acabada de esta adecuación; a tal grado que el derecho mismo sería la mediación que daría lugar a la coordinación entre sociedad y Estado, subjetividad y objetividad, con parsimonia.
Hoy, cuando la sociedad se pregunta sobre las razones de un orden perdido y los espíritus perplejos de los políticos, en el mejor de los casos, se disputan la prelación para efectuar un reordenamiento de la política y el Estado, es relevante preguntarse sobre las preocupaciones subjetivas que están en la base de los motivos políticos.
Durante la campaña electoral, se dice, el público fue explotado por los partidos para infundir miedo. Miedo si gobernase la "izquierda", miedo si lo hiciera la "derecha". Las demonizaciones entre alternativas políticas estuvieron al orden del día. Se ha dicho también que esto inhibió a los ciudadanos, desalentó a los votantes y que a muchos los hizo cambiar el sentido de su voto.
Pero ¿realmente se violó la ley cuando se produjeron estas bravuconadas entre candidatos y partidos? ¿Qué no estaba previsto por los arreglos entre partidos que este tipo de campañas era y es posible? Más importante aún: ¿de veras las "campañas del miedo" infundieron tal temor en los electores que cambiaron su voto? ¿Acaso la política no está hecha al mismo tiempo de miedo y deseo, sus pasiones principales?
Si se revisan las encuestas de intención de voto levantadas en el primer semestre del año podemos ver que hacia junio, menos de un mes antes de las elecciones, la cantidad de indecisos alcanzaba 16%. Solamente 47% de los electores decía con toda seguridad que ya había decidido su voto. Sumados ambos grupos alcanzan una cifra muy semejante al porcentaje de participación efectiva de los electores en la votación. Pero la diferencia entre el ganador y el segundo lugar, de sólo medio punto porcentual, la dieron los indecisos, que o no sabían todavía por quién votar o que, aunque tenían una preferencia, aún estaban dispuestos a cambiarla (Consulta Mitofsky, "Así van al 2006", junio de 2006).
Estas respuestas se acercan mucho a un comportamiento normal en cualquier proceso electoral y revelan un electorado maduro, que sabe lo que quiere y que cuando duda, trabaja por aclarar sus dudas y optar en consecuencia. Con los datos disponibles, la única forma de juzgar acerca de la influencia que las "campañas del miedo" tuvieron sobre los electores es el contenido mismo de los mensajes. Como sabe cualquier estudiante de primer año de comunicaciones, juzgar de este modo no es sino prejuzgar, pues el contenido del mensaje no es relevante para probar su incidencia.
No parece ser pues el miedo el que predominó en la decisión electoral. En su lugar sí hay otro componente que parece normar el sentimiento de la gente: la desconfianza. En la última medición de "Confianza en las instituciones", presentada por la misma empresa citada, los partidos políticos ocupan el antepenúltimo lugar de una lista de 19 instituciones. Su mala reputación solamente es superada por los sindicatos y los diputados y, para colmo, son superados en prestigio por ¡la policía!
Esta medición se realiza periódicamente y se correlaciona consistentemente con otras encuestas nacionales. La desconfianza en algunas de las instituciones de la política es una nota relevante que contrasta, no obstante, con el comportamiento cívico de quienes han salido a votar y también de quienes han servido a la democracia como funcionarios-ciudadanos en la jornada electoral.
Es ya tiempo de pensar seriamente en este distanciamiento de los partidos políticos y los ciudadanos. Todos los indicadores apuntan hacia esta brecha.
Pero la brecha es insuperable si los modelos subjetivos de los políticos no evolucionan hacia un ajuste con los referentes que proporciona el público. No hay otro camino para conseguir confianza. Como lo señaló el sociólogo chileno Norbert Lechner (Los patios interiores de la democracia), construir un orden es, al final de cuentas, "un intento de compartir, y sólo compartimos lo que elaboramos intersubjetivamente; sólo entonces es nuestro mundo, nuestro tiempo".
miércoles, septiembre 13, 2006
Agencia Espacial Mexicana
Guiños con Fidel
Calderón, rompiendo muy discretamente con el presidente Vicente Fox, estableció una comunicación política con Fidel Castro
A l cumplirse cinco años de los ataques terroristas en Estados Unidos, la revisión de la política exterior del gobierno de Vicente Fox vuelve a ser uno de los referentes del debate político nacional. ¿Qué tanto se comenzó a perder en la política exterior mexicana con el descontrol del Presidente y su inacción? ¿Qué tanto aceleró el alejamiento con el régimen de Fidel Castro? Lo que sucedió es imposible que sea corregido por este gobierno, pero la coyuntura internacional, paradójicamente, abre una puerta para que el nuevo gobierno de Felipe Calderón trate de enmendar los yerros pasados.
Una fotografía que dio la vuelta al mundo, la del comandante Castro en la cama, convaleciente de una enfermedad, departiendo con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, modificó la inutilidad geopolítica en la que se encontraba México y volvió a convertirse para Washington en una relación geoestratégica. Calderón interpretó correctamente las nuevas señales del aliado comercial de México y tomó una iniciativa audaz: le envió una carta personal a Castro para expresarle su deseo por una pronta recuperación. La carta tiene apenas tres párrafos, pero en una parte de su redacción, donde afirma que las relaciones históricas de los dos países están por encima de todas las cosas, el Presidente electo se desmarca totalmente de Fox.
La carta generó sorpresa y respuesta positiva, enviada, como muchas cosas cubanas, en un lenguaje codificado. Cuando en la lucha postelectoral la coalición Por el Bien de Todos difundió a través de la radio extractos de la declaración en La Habana del empresario Carlos Ahumada donde confirmaba la conspiración de un grupo de poder en contra de Andrés Manuel López Obrador, el gobierno cubano se desmarcó rápidamente. Lo hizo, en la misma capital cubana, el embajador en México, Jorge Bolaños, muy cercano a Castro y con rango de viceministro primero de Relaciones Exteriores. A un guiño, otro guiño.
Calderón se encuentra evaluando una visita a La Habana previo a su toma de posesión, como una señal suficientemente clara de que Cuba es la tercera frontera mexicana. Es difícil, sin embargo, que ésta se concrete, en particular porque se tomaría como una afrenta al gobierno de Fox y obligaría al secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, a emitir una declaración desaprobatoria. Las relaciones entre el equipo de Calderón y el gabinete foxista no están en el mejor de sus momentos -si es que alguna vez lo estuvieron-, por lo que es probable que una visita a Cuba quede para después. Sin embargo, la política exterior calderonista, por las primeras pinceladas, será bastante distinta a la foxista.
Washington ve con buenos ojos el reacercamiento con Cuba -fue uno de los afectados por la desastrosa ruta de colisión del ex canciller Jorge Castañeda-, ante el activismo internacional de Chávez. En los últimos meses, el presidente venezolano no sólo ha ido en varias ocasiones a Cuba, sino también a Bolivia a visitar al presidente Evo Morales, a quien ayudó financieramente durante su campaña, y a varias naciones antagónicas de Estados Unidos, con la intención final de conseguir un asiento para Venezuela en el próximo Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Calderón trae la mira puesta en una política exterior cuya prioridad deje de ser meramente norteamericana, como ha sido desde el gobierno de Carlos Salinas, y pase a ser también panamericana. Sin descuidar la relación intensa e interdependiente con Estados Unidos, apunta al fortalecimiento de un eje latinoamericano. Por ello, su primer viaje como Presidente electo será a Guatemala, donde probablemente hable con varios presidentes centroamericanos, de donde viajará a Colombia -para restablecer el liderazgo perdido en la región frente a Venezuela-, y posiblemente una extensión a Chile, para invitar personalmente a la presidenta Michelle Bachelet a su toma de posesión.
Este diseño de las relaciones hemisféricas tiene, como una externalidad, contribuir asimismo al rebase por la izquierda que quiere hacer de la oferta programática de López Obrador, y enfrentar al mismo tiempo el viejo reclamo mexicano y latinoamericano de que México volteó desde hace tres sexenios únicamente a Norteamérica, vendiéndoles su alma, su soberanía y su destino. Este mapa de navegación que se está dibujando en el equipo de transición busca aprovechar la nueva coyuntura internacional, con la preocupación norteamericana por Chávez, y el regreso a una política más latinoamericanista en la región, estratégica para la negociación con Estados Unidos -por la emigración centroamericana-, y un reencuentro con Cuba, en particular por la transición política en la isla que ha comenzado al dejar Castro el poder formal a su hermano Raúl, como consecuencia de su enfermedad.
El obstáculo que deberá sortear Calderón es en la integración de su equipo en política exterior y la designación de su nuevo canciller. Aunque originalmente la cartera se la estaban peleando, sin decirlo abiertamente, el ex secretario zedillista Luis Téllez, y el ex subsecretario de Relaciones Exteriores salinista y ex embajador en el anterior gobierno, Andrés Rozental -impulsado por su medio hermano Castañeda-, en las últimas semanas surgió el nombre de Josefina Vázquez Mota como la posible encargada de ese despacho. Vázquez Mota sigue peleando un área de conducción política dentro del nuevo gobierno calderonista, pero ni es del agrado de su equipo más cercano, ni ha podido establecer aún contacto político efectivo con sus adversarios electorales. En la Cancillería mexicana, inclusive, ven más cercana su llegada que la de cualquier otro candidato.
En todo caso, aún es temprano para saber, incluso dentro del equipo de Calderón, quiénes serán los miembros del gabinete. Están trabajando sobre perfiles y buscando hacer a un lado a personas que pudieran arruinar el diseño en elaboración, como la panista Cecilia Romero, que aspiraría cuando menos a una subsecretaría en Relaciones Exteriores, pero cuya inclusión, en definitiva, rompería con todos estos aliados tácticos con quienes se está buscando reconstruir la relación. La pugna por esa cartera, sin embargo, ya está abierta, y no es nada prometedora para los planes que, por ahora, tiene Calderón. Aunque Rozental y Téllez son personas altamente capaces y que podrían ocupar sin problema la Cancillería, su visión hacia el norte no los hace ser los mejores perfiles para el cargo. Vázquez Mota, menos aún. Entre sus déficits se encuentra también su desconocimiento de la política exterior. Difícil lo tiene Felipe Calderón. Ya sabe qué tipo de zapato quiere y su horma, pero no se ve, en su horizonte, con quién ocuparlos para restablecer la díada estratégica mexicana Washington-La Habana.
A l cumplirse cinco años de los ataques terroristas en Estados Unidos, la revisión de la política exterior del gobierno de Vicente Fox vuelve a ser uno de los referentes del debate político nacional. ¿Qué tanto se comenzó a perder en la política exterior mexicana con el descontrol del Presidente y su inacción? ¿Qué tanto aceleró el alejamiento con el régimen de Fidel Castro? Lo que sucedió es imposible que sea corregido por este gobierno, pero la coyuntura internacional, paradójicamente, abre una puerta para que el nuevo gobierno de Felipe Calderón trate de enmendar los yerros pasados.
Una fotografía que dio la vuelta al mundo, la del comandante Castro en la cama, convaleciente de una enfermedad, departiendo con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, modificó la inutilidad geopolítica en la que se encontraba México y volvió a convertirse para Washington en una relación geoestratégica. Calderón interpretó correctamente las nuevas señales del aliado comercial de México y tomó una iniciativa audaz: le envió una carta personal a Castro para expresarle su deseo por una pronta recuperación. La carta tiene apenas tres párrafos, pero en una parte de su redacción, donde afirma que las relaciones históricas de los dos países están por encima de todas las cosas, el Presidente electo se desmarca totalmente de Fox.
La carta generó sorpresa y respuesta positiva, enviada, como muchas cosas cubanas, en un lenguaje codificado. Cuando en la lucha postelectoral la coalición Por el Bien de Todos difundió a través de la radio extractos de la declaración en La Habana del empresario Carlos Ahumada donde confirmaba la conspiración de un grupo de poder en contra de Andrés Manuel López Obrador, el gobierno cubano se desmarcó rápidamente. Lo hizo, en la misma capital cubana, el embajador en México, Jorge Bolaños, muy cercano a Castro y con rango de viceministro primero de Relaciones Exteriores. A un guiño, otro guiño.
Calderón se encuentra evaluando una visita a La Habana previo a su toma de posesión, como una señal suficientemente clara de que Cuba es la tercera frontera mexicana. Es difícil, sin embargo, que ésta se concrete, en particular porque se tomaría como una afrenta al gobierno de Fox y obligaría al secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, a emitir una declaración desaprobatoria. Las relaciones entre el equipo de Calderón y el gabinete foxista no están en el mejor de sus momentos -si es que alguna vez lo estuvieron-, por lo que es probable que una visita a Cuba quede para después. Sin embargo, la política exterior calderonista, por las primeras pinceladas, será bastante distinta a la foxista.
Washington ve con buenos ojos el reacercamiento con Cuba -fue uno de los afectados por la desastrosa ruta de colisión del ex canciller Jorge Castañeda-, ante el activismo internacional de Chávez. En los últimos meses, el presidente venezolano no sólo ha ido en varias ocasiones a Cuba, sino también a Bolivia a visitar al presidente Evo Morales, a quien ayudó financieramente durante su campaña, y a varias naciones antagónicas de Estados Unidos, con la intención final de conseguir un asiento para Venezuela en el próximo Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Calderón trae la mira puesta en una política exterior cuya prioridad deje de ser meramente norteamericana, como ha sido desde el gobierno de Carlos Salinas, y pase a ser también panamericana. Sin descuidar la relación intensa e interdependiente con Estados Unidos, apunta al fortalecimiento de un eje latinoamericano. Por ello, su primer viaje como Presidente electo será a Guatemala, donde probablemente hable con varios presidentes centroamericanos, de donde viajará a Colombia -para restablecer el liderazgo perdido en la región frente a Venezuela-, y posiblemente una extensión a Chile, para invitar personalmente a la presidenta Michelle Bachelet a su toma de posesión.
Este diseño de las relaciones hemisféricas tiene, como una externalidad, contribuir asimismo al rebase por la izquierda que quiere hacer de la oferta programática de López Obrador, y enfrentar al mismo tiempo el viejo reclamo mexicano y latinoamericano de que México volteó desde hace tres sexenios únicamente a Norteamérica, vendiéndoles su alma, su soberanía y su destino. Este mapa de navegación que se está dibujando en el equipo de transición busca aprovechar la nueva coyuntura internacional, con la preocupación norteamericana por Chávez, y el regreso a una política más latinoamericanista en la región, estratégica para la negociación con Estados Unidos -por la emigración centroamericana-, y un reencuentro con Cuba, en particular por la transición política en la isla que ha comenzado al dejar Castro el poder formal a su hermano Raúl, como consecuencia de su enfermedad.
El obstáculo que deberá sortear Calderón es en la integración de su equipo en política exterior y la designación de su nuevo canciller. Aunque originalmente la cartera se la estaban peleando, sin decirlo abiertamente, el ex secretario zedillista Luis Téllez, y el ex subsecretario de Relaciones Exteriores salinista y ex embajador en el anterior gobierno, Andrés Rozental -impulsado por su medio hermano Castañeda-, en las últimas semanas surgió el nombre de Josefina Vázquez Mota como la posible encargada de ese despacho. Vázquez Mota sigue peleando un área de conducción política dentro del nuevo gobierno calderonista, pero ni es del agrado de su equipo más cercano, ni ha podido establecer aún contacto político efectivo con sus adversarios electorales. En la Cancillería mexicana, inclusive, ven más cercana su llegada que la de cualquier otro candidato.
En todo caso, aún es temprano para saber, incluso dentro del equipo de Calderón, quiénes serán los miembros del gabinete. Están trabajando sobre perfiles y buscando hacer a un lado a personas que pudieran arruinar el diseño en elaboración, como la panista Cecilia Romero, que aspiraría cuando menos a una subsecretaría en Relaciones Exteriores, pero cuya inclusión, en definitiva, rompería con todos estos aliados tácticos con quienes se está buscando reconstruir la relación. La pugna por esa cartera, sin embargo, ya está abierta, y no es nada prometedora para los planes que, por ahora, tiene Calderón. Aunque Rozental y Téllez son personas altamente capaces y que podrían ocupar sin problema la Cancillería, su visión hacia el norte no los hace ser los mejores perfiles para el cargo. Vázquez Mota, menos aún. Entre sus déficits se encuentra también su desconocimiento de la política exterior. Difícil lo tiene Felipe Calderón. Ya sabe qué tipo de zapato quiere y su horma, pero no se ve, en su horizonte, con quién ocuparlos para restablecer la díada estratégica mexicana Washington-La Habana.
jueves, agosto 24, 2006
Otra de Fox
Seguro que usted recuerda al general de brigada Audomaro Martínez Zapata detrás de Andrés Manuel López Obrador . El militar estuvo a cargo de la seguridad del candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos en la campaña, con una licencia otorgada por el alto mando castrense. Ahora ha sido designado a un puesto inferior al que tenía antes de ocuparse de la seguridad del tabasqueño.
Mire, don Audomaro era el director de Arma Blindada, un cargo con oficina en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa, ubicadas en la ciudad de México. Y ahora está al mando de la Guarnición Militar de Lázaro Cárdenas, Michoacán. La orden provino del Estado Mayor de la Sedena. Como dato le decimos que el Ejército tiene 23 guarniciones en todo el país, con unos 120 elementos cada una. Parece ser que la aventura electoral no favoreció al general.
Todo está listo en el Congreso de la Unión para que los nuevos senadores y diputados tomen sus escaños y curules e instalen la 60 Legislatura. ¡Faltaba más! Pero hay un pequeño detalle que los partidos políticos no tomaron en cuenta para el reparto de los órganos de dirección en el Poder Legislativo: hay 141 mujeres (116 diputadas y 25 senadoras) y ninguna de ellas ocupó un lugar destacado en los mandos. Los dirigentes de PAN, PRI, PRD, PT y Convergencia simplemente no las tomaron en consideración.
A los priístas no les va mal del todo. ¿Por qué?, se preguntará usted. Los senadores electos, encabezados por Manlio Fabio Beltrones , tienen una encerrona en Valle de Bravo, estado de México, para definir algunos temas de su agenda legislativa. Como no podían acudir a Xicoténcatl para registrarse, les pusieron un módulo itinerante justo donde tienen su cónclave. De algo sirvió que tuvieran mayoría en el Senado en la Legislatura que fenece.
La declaración del presidente Vicente Fox a los corresponsales de medios alemanes, el asunto de que Felipe Calderón ganó las elecciones presidenciales del 2 de julio, provocó el enojo de los magistrados del Tribunal Electoral. Lo mismo ocurrió con las acusaciones de López Obrador sobre los "cañonazos" y los puestos que ofrecen a los integrantes del órgano judicial. A pesar de este rejuego político, existe la decisión de no responder y no alterar el proceso de la calificación de los comicios.
Al final de la sesión de la Comisión Permanente del Congreso, el senador priísta Enrique Jackson protagonizó un enfrentamiento verbal con el diputado federal de su partido José Rangel Espinosa , que intentó tocar el tema de la seguridad en el Palacio Legislativo de San Lázaro, la presencia de los elementos del Estado Mayor Presidencial. Jackson dio por concluida la plenaria con el argumento de que dura cuatro horas. "No tiene usted la palabra", soltó. "Déme mi lugar", pidió Rangel. Y no se lo dio; le ordenó que se sentara. El legislador obedeció a regañadientes. Para algunos priístas esa será la línea que podría seguir don Enrique de llegar a la presidencia del PRI.
Para que usted se percate de que las elecciones presidenciales y las de Chiapas no han sido las más cerradas en los últimos seis años, ponemos a su disposición algunas estadísticas. DF en 2000: PRD 34.86% y PAN 33.87% con una diferencia de 42 mil 726 votos. Campeche en 2003: PRI 41.9% y PAN 40%, con una diferencia de cuatro mil 804 votos. Veracruz en 2004: PRI 35.85% y PAN 34.89%, con una diferencia de 26 mil 97 votos.
Mire, don Audomaro era el director de Arma Blindada, un cargo con oficina en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa, ubicadas en la ciudad de México. Y ahora está al mando de la Guarnición Militar de Lázaro Cárdenas, Michoacán. La orden provino del Estado Mayor de la Sedena. Como dato le decimos que el Ejército tiene 23 guarniciones en todo el país, con unos 120 elementos cada una. Parece ser que la aventura electoral no favoreció al general.
Todo está listo en el Congreso de la Unión para que los nuevos senadores y diputados tomen sus escaños y curules e instalen la 60 Legislatura. ¡Faltaba más! Pero hay un pequeño detalle que los partidos políticos no tomaron en cuenta para el reparto de los órganos de dirección en el Poder Legislativo: hay 141 mujeres (116 diputadas y 25 senadoras) y ninguna de ellas ocupó un lugar destacado en los mandos. Los dirigentes de PAN, PRI, PRD, PT y Convergencia simplemente no las tomaron en consideración.
A los priístas no les va mal del todo. ¿Por qué?, se preguntará usted. Los senadores electos, encabezados por Manlio Fabio Beltrones , tienen una encerrona en Valle de Bravo, estado de México, para definir algunos temas de su agenda legislativa. Como no podían acudir a Xicoténcatl para registrarse, les pusieron un módulo itinerante justo donde tienen su cónclave. De algo sirvió que tuvieran mayoría en el Senado en la Legislatura que fenece.
La declaración del presidente Vicente Fox a los corresponsales de medios alemanes, el asunto de que Felipe Calderón ganó las elecciones presidenciales del 2 de julio, provocó el enojo de los magistrados del Tribunal Electoral. Lo mismo ocurrió con las acusaciones de López Obrador sobre los "cañonazos" y los puestos que ofrecen a los integrantes del órgano judicial. A pesar de este rejuego político, existe la decisión de no responder y no alterar el proceso de la calificación de los comicios.
Al final de la sesión de la Comisión Permanente del Congreso, el senador priísta Enrique Jackson protagonizó un enfrentamiento verbal con el diputado federal de su partido José Rangel Espinosa , que intentó tocar el tema de la seguridad en el Palacio Legislativo de San Lázaro, la presencia de los elementos del Estado Mayor Presidencial. Jackson dio por concluida la plenaria con el argumento de que dura cuatro horas. "No tiene usted la palabra", soltó. "Déme mi lugar", pidió Rangel. Y no se lo dio; le ordenó que se sentara. El legislador obedeció a regañadientes. Para algunos priístas esa será la línea que podría seguir don Enrique de llegar a la presidencia del PRI.
Para que usted se percate de que las elecciones presidenciales y las de Chiapas no han sido las más cerradas en los últimos seis años, ponemos a su disposición algunas estadísticas. DF en 2000: PRD 34.86% y PAN 33.87% con una diferencia de 42 mil 726 votos. Campeche en 2003: PRI 41.9% y PAN 40%, con una diferencia de cuatro mil 804 votos. Veracruz en 2004: PRI 35.85% y PAN 34.89%, con una diferencia de 26 mil 97 votos.
sábado, agosto 19, 2006
martes, agosto 15, 2006
Ce sont Conheries
El presidente Vicente Fox impulsó personalmente el acuerdo de que el PAN y el Partido Nueva Alianza se sumaran en Chiapas a la causa del priísta José Antonio Aguilar Bodegas , lo que llevó a buen término semanas de gestiones que en ese sentido realizaron dirigentes nacionales del Institucional, con el argumento de que un eventual triunfo del perredista Juan Sabines daría oxígeno adicional a Andrés Manuel López Obrador .
Esta determinación no atrajo, ni mucho menos, pleno consenso hacia el interior de Acción Nacional, lo que adereza un momento en el cual el equipo de Felipe Calderón ha empezado a marcar claramente sus diferencias frente a posturas del gobierno foxista y de la dirigencia que encabeza Manuel Espino.
El plantón que encabeza López Obrador será levantado en algún momento entre la tarde del 15 y la madrugada del 16, para permitir la tradicional parada militar.
Lo que podemos también adelantarle es que las discusiones hacia el interior de Los Pinos sobre la ceremonia del Grito comenzaron durante las últimas horas a orientarse hacia la conveniencia de que el presidente Fox opte por llevar a cabo la ceremonia oficial en Dolores, Hidalgo, Guanajuato, y que su lugar en el zócalo sea ocupado por el secretario de Gobernación, Carlos Abascal. López Obrador anunció que daría su propio Grito en esa plaza, pero se ignora bajo qué circunstancias.
Este fin de semana está previsto que se reúna el Consejo Político del PRI, citado por su presidente, Mariano Palacios Alcocer . El Consejo tomará dos determinaciones que han sido planchadas en las últimas semanas: Palacios Alcocer tendrá hasta 60 días para convocar a la renovación de la dirigencia tricolor, en una fecha no precisa y con base en reglas hasta ahora no definidas. La segunda decisión será que el queretano permanezca en su chamba hasta que tal proceso sea consumado.
Regresó de sus vacaciones por Europa Manlio Fabio Beltrones , líder de la bancada entrante del PRI en el Senado. Más de uno malicia si acaso durante su viaje el sonorense aprovechó para conversar con Roberto Madrazo , cuyo rastro se ha perdido entre el Lejano Oriente y la muy cercana Miami.
En días pasados se vio en un hotel de Reforma al líder panista Manuel Espino y al próximo coordinador de la bancada del PRI en San Lázaro, Emilio Gamboa . Éste último dedicó las últimas semanas a efectuar amarres en el frente más difícil de cuantos le tocará enfrentar: su propio grupo parlamentario, dominado por diversas corrientes. Al menos una docena de los nuevos diputados priístas, por ejemplo, no mueven un dedo sin consultar con la recién expulsada profesora Elba Esther Gordillo .
El senador electo por Convergencia, Dante Delgado , entrevistado por este diario, advirtió que los legisladores electos convergentes asumirán sus puestos en tiempo y forma. Con ello no hizo más que adelantar una postura que confirmará pronto el PRD, lo que cancelará los pronósticos de que se intentaría boicotear la instalación del Congreso.
Esta determinación no atrajo, ni mucho menos, pleno consenso hacia el interior de Acción Nacional, lo que adereza un momento en el cual el equipo de Felipe Calderón ha empezado a marcar claramente sus diferencias frente a posturas del gobierno foxista y de la dirigencia que encabeza Manuel Espino.
El plantón que encabeza López Obrador será levantado en algún momento entre la tarde del 15 y la madrugada del 16, para permitir la tradicional parada militar.
Lo que podemos también adelantarle es que las discusiones hacia el interior de Los Pinos sobre la ceremonia del Grito comenzaron durante las últimas horas a orientarse hacia la conveniencia de que el presidente Fox opte por llevar a cabo la ceremonia oficial en Dolores, Hidalgo, Guanajuato, y que su lugar en el zócalo sea ocupado por el secretario de Gobernación, Carlos Abascal. López Obrador anunció que daría su propio Grito en esa plaza, pero se ignora bajo qué circunstancias.
Este fin de semana está previsto que se reúna el Consejo Político del PRI, citado por su presidente, Mariano Palacios Alcocer . El Consejo tomará dos determinaciones que han sido planchadas en las últimas semanas: Palacios Alcocer tendrá hasta 60 días para convocar a la renovación de la dirigencia tricolor, en una fecha no precisa y con base en reglas hasta ahora no definidas. La segunda decisión será que el queretano permanezca en su chamba hasta que tal proceso sea consumado.
Regresó de sus vacaciones por Europa Manlio Fabio Beltrones , líder de la bancada entrante del PRI en el Senado. Más de uno malicia si acaso durante su viaje el sonorense aprovechó para conversar con Roberto Madrazo , cuyo rastro se ha perdido entre el Lejano Oriente y la muy cercana Miami.
En días pasados se vio en un hotel de Reforma al líder panista Manuel Espino y al próximo coordinador de la bancada del PRI en San Lázaro, Emilio Gamboa . Éste último dedicó las últimas semanas a efectuar amarres en el frente más difícil de cuantos le tocará enfrentar: su propio grupo parlamentario, dominado por diversas corrientes. Al menos una docena de los nuevos diputados priístas, por ejemplo, no mueven un dedo sin consultar con la recién expulsada profesora Elba Esther Gordillo .
El senador electo por Convergencia, Dante Delgado , entrevistado por este diario, advirtió que los legisladores electos convergentes asumirán sus puestos en tiempo y forma. Con ello no hizo más que adelantar una postura que confirmará pronto el PRD, lo que cancelará los pronósticos de que se intentaría boicotear la instalación del Congreso.
lunes, agosto 07, 2006
¿Se puede salvar?
López Obrador está renegando de tantas cosas que poco falta para que, sin darse cuenta, reniegue de sí mismo
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación avanzó el sábado un paso más hacia la calificación definitiva de la elección presidencial, con el revés a Andrés Manuel López Obrador para realizar un recuento total de votos. El argumento fue sólido: el PRD, ni presentó las impugnaciones en los términos de ley en los 300 distritos, ni demostró las contradicciones en forma evidente, ni se apegó a la doctrina y a la jurisprudencia. En síntesis, fue un desastre jurídico lo que presentó el equipo de López Obrador para el Tribunal Electoral, aunque hasta que no concluya el proceso, tampoco Felipe Calderón podría sentarse en la silla presidencial. De hecho, lo que sucedió fue que entramos en una nueva fase incierta y llena de misterio por obra y gracia del candidato, hasta hoy, perdedor el 2 de julio.
López Obrador, que no es abogado sino economista, aseguró que los argumentos de los magistrados eran "endebles", que habían actuado con un criterio "estrecho y limitado", que no iba a aceptar ese fallo y los conminó a que lo rectificaran porque de otra forma, adelantó, no aceptará resultado alguno de la elección. ¿Alguien se siente sorprendido? Quizás sólo los más ingenuos. Si alguien ha sido congruente y consecuente de principio a fin ha sido López Obrador. Nunca se comprometió a aceptar su derrota, y jamás ofreció acatar a las reglas de la democracia. No denunció nada durante la campaña, dijo en una de sus múltiples entrevistas radiales, porque estaba convencido de que ganaría.
Como no fue así, hoy está convertido en una especie de Humpty Dumpty, esa figura en forma de huevo que ha ocupado miles de palabras no sólo en la literatura, como personaje de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, sino en los conceptos del lenguaje y, más cercano a lo que nos ocupa, en la ciencia política.
Humpty Dumpty es un símbolo de insensatez en el pertinente libro para la actualidad mexicana La marcha de la locura de Bárbara Tuchman, que menciona el caso de Luis XIV como uno de los paradigmáticos cuando se actúa en contra el interés propio, olvidando que la política debe ser política de un grupo y no de un individuo.
Luis XIV provocó el desplome de Francia al agotar sus recursos humanos y económicos, en una serie de medidas que su corte, lejos de cuestionar, le aplaudieron. Tan ciegos estaban que Madame de Pompadeur, la amante de su sucesor, haría una declaración tan famosa como soberbia: "Después de nosotros, el diluvio". Eso vino, en efecto, en forma de locura al persistir la insensatez.
El Humpty Dumpty que tiene López Obrador en su corazón lo está llevando por ese camino. Autodesignado como el hombre que tiene una misión sobre la tierra mexicana ve, al enfrentarse a los obstáculos, una gran conspiración en todo, desde el millón de mexicanos que contribuyeron al fraude electoral el 2 de julio, al fraudulento consejo general del IFE, a todos los medios de comunicación -menos su vocero y sus fieles, pero incluidos algunos con credenciales democráticas bien ganadas- que se sumaron a la cargada para consolidar la victoria "ilegal e ilegítima" de Felipe Calderón, a los gobiernos extranjeros que felicitaron al panista -como el conservador en Washington y el socialista en Madrid-, a los observadores internacionales que "no vieron nada", a más de un centenar de intelectuales que descartaron por completo la posibilidad de un fraude y al propio TEPJF cuyos magistrados, sugirieron algunos de los suyos, recibieron millonarios pagos por su voto.
Su discurso es, regresando a los conceptos de lenguaje, como el Humpty Dumpty de Alicia en el país de las maravillas, cuando le dice a Alicia con un tono de ironía: "Cuando uso una palabra significa exactamente lo que he elegido que signifique; ni más, ni menos", a lo que Alicia le responde: "La pregunta es si puedes hacer que las palabras signifiquen muchas cosas". Humpty Dumpty replica: "La pregunta es cuál es la que será la mejor; eso es todo". López Obrador se maneja en esos terrenos.
Su palabra significa muchas palabras para muchos públicos, como el diputado federal Emilio Serrano, quien en reacción al fallo del Tribunal Electoral reiteró que "estamos listos para morir en la lucha", o como algunos que en correos electrónicos procedentes de varias partes del país aseguran que están dispuestos a tomar las armas y pelear porque les sobran "cojones".
Metafórica o literalmente, López Obrador enfrenta un problema y, a la vez, un desafío. Si el Tribunal Electoral va prefigurando lo que podría ser su resolución final sobre la elección presidencial, ¿cómo va a impedir que, no los farsantes como el diputado, sino algunos partidarios fieles que piensan que sin el perredista se les canceló su posibilidad de dejar de ser pobres y convertirse en ricos, efectivamente no empuñen un arma y procuren hacer la justicia prometida por su candidato? ¿Cómo va a empezar a recular en su inflamatorio discurso tan divisionista después del zape tan contundente que le dio el Tribunal? ¿Cómo pegar lo que hoy ha roto?
Él mismo se ha venido cerrando los espacios de maniobra y sacrificando en el camino a los propios perredistas, aquellos que ya ocupan cargos de elección popular o administrativos, como el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, que sigue acumulando faltas punibles por permitir los plantones -argumenta que no violan la ley, pese a que impiden el libre tránsito y afectan la libertad de terceros, consagrados por la Constitución-, o Marcelo Ebrard, quien como decenas de perredistas ganó el cargo en la misma elección que cuestiona López Obrador, y que ha endurecido su discurso para congraciarse con su líder, que le reclamó que no hiciera campaña y, en el exceso de la insensatez de la que habla Tuchman, hasta que no hubiera cancelado su boda.
Guardando la proporción con otras figuras de la historia, López Obrador está gastando capital humano y económico al obligar al PRD a que lo sigan en su marcha de la locura. O, por mencionar un solo botón de muestra, ¿cómo explicar de otra forma su resistencia a ceñirse a la ley y seguir elevando las expectativas de los más radicales, los más esperanzados, o los más ingenuos a dar todo por él solo? Humpty Dumpty es un personaje que los historiadores siempre han relacionado con violencia y tragedias, y los politólogos lo vinculan con aquellos líderes que destruyen todo a su alrededor.
No vaya a ser, por la dinámica que está imponiendo a los acontecimientos, que a López Obrador, parafraseando a Carroll y evocando al Ricardo III de Shakespeare -a quien identifican detrás de los acertijos de Humpty Dumpty-, al final de todo no le basten todos los hombres y los caballos del Rey para volverlo a poner en lo alto del muro en que estaba, tras haber destruido todo lo que había logrado.
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación avanzó el sábado un paso más hacia la calificación definitiva de la elección presidencial, con el revés a Andrés Manuel López Obrador para realizar un recuento total de votos. El argumento fue sólido: el PRD, ni presentó las impugnaciones en los términos de ley en los 300 distritos, ni demostró las contradicciones en forma evidente, ni se apegó a la doctrina y a la jurisprudencia. En síntesis, fue un desastre jurídico lo que presentó el equipo de López Obrador para el Tribunal Electoral, aunque hasta que no concluya el proceso, tampoco Felipe Calderón podría sentarse en la silla presidencial. De hecho, lo que sucedió fue que entramos en una nueva fase incierta y llena de misterio por obra y gracia del candidato, hasta hoy, perdedor el 2 de julio.
López Obrador, que no es abogado sino economista, aseguró que los argumentos de los magistrados eran "endebles", que habían actuado con un criterio "estrecho y limitado", que no iba a aceptar ese fallo y los conminó a que lo rectificaran porque de otra forma, adelantó, no aceptará resultado alguno de la elección. ¿Alguien se siente sorprendido? Quizás sólo los más ingenuos. Si alguien ha sido congruente y consecuente de principio a fin ha sido López Obrador. Nunca se comprometió a aceptar su derrota, y jamás ofreció acatar a las reglas de la democracia. No denunció nada durante la campaña, dijo en una de sus múltiples entrevistas radiales, porque estaba convencido de que ganaría.
Como no fue así, hoy está convertido en una especie de Humpty Dumpty, esa figura en forma de huevo que ha ocupado miles de palabras no sólo en la literatura, como personaje de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, sino en los conceptos del lenguaje y, más cercano a lo que nos ocupa, en la ciencia política.
Humpty Dumpty es un símbolo de insensatez en el pertinente libro para la actualidad mexicana La marcha de la locura de Bárbara Tuchman, que menciona el caso de Luis XIV como uno de los paradigmáticos cuando se actúa en contra el interés propio, olvidando que la política debe ser política de un grupo y no de un individuo.
Luis XIV provocó el desplome de Francia al agotar sus recursos humanos y económicos, en una serie de medidas que su corte, lejos de cuestionar, le aplaudieron. Tan ciegos estaban que Madame de Pompadeur, la amante de su sucesor, haría una declaración tan famosa como soberbia: "Después de nosotros, el diluvio". Eso vino, en efecto, en forma de locura al persistir la insensatez.
El Humpty Dumpty que tiene López Obrador en su corazón lo está llevando por ese camino. Autodesignado como el hombre que tiene una misión sobre la tierra mexicana ve, al enfrentarse a los obstáculos, una gran conspiración en todo, desde el millón de mexicanos que contribuyeron al fraude electoral el 2 de julio, al fraudulento consejo general del IFE, a todos los medios de comunicación -menos su vocero y sus fieles, pero incluidos algunos con credenciales democráticas bien ganadas- que se sumaron a la cargada para consolidar la victoria "ilegal e ilegítima" de Felipe Calderón, a los gobiernos extranjeros que felicitaron al panista -como el conservador en Washington y el socialista en Madrid-, a los observadores internacionales que "no vieron nada", a más de un centenar de intelectuales que descartaron por completo la posibilidad de un fraude y al propio TEPJF cuyos magistrados, sugirieron algunos de los suyos, recibieron millonarios pagos por su voto.
Su discurso es, regresando a los conceptos de lenguaje, como el Humpty Dumpty de Alicia en el país de las maravillas, cuando le dice a Alicia con un tono de ironía: "Cuando uso una palabra significa exactamente lo que he elegido que signifique; ni más, ni menos", a lo que Alicia le responde: "La pregunta es si puedes hacer que las palabras signifiquen muchas cosas". Humpty Dumpty replica: "La pregunta es cuál es la que será la mejor; eso es todo". López Obrador se maneja en esos terrenos.
Su palabra significa muchas palabras para muchos públicos, como el diputado federal Emilio Serrano, quien en reacción al fallo del Tribunal Electoral reiteró que "estamos listos para morir en la lucha", o como algunos que en correos electrónicos procedentes de varias partes del país aseguran que están dispuestos a tomar las armas y pelear porque les sobran "cojones".
Metafórica o literalmente, López Obrador enfrenta un problema y, a la vez, un desafío. Si el Tribunal Electoral va prefigurando lo que podría ser su resolución final sobre la elección presidencial, ¿cómo va a impedir que, no los farsantes como el diputado, sino algunos partidarios fieles que piensan que sin el perredista se les canceló su posibilidad de dejar de ser pobres y convertirse en ricos, efectivamente no empuñen un arma y procuren hacer la justicia prometida por su candidato? ¿Cómo va a empezar a recular en su inflamatorio discurso tan divisionista después del zape tan contundente que le dio el Tribunal? ¿Cómo pegar lo que hoy ha roto?
Él mismo se ha venido cerrando los espacios de maniobra y sacrificando en el camino a los propios perredistas, aquellos que ya ocupan cargos de elección popular o administrativos, como el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, que sigue acumulando faltas punibles por permitir los plantones -argumenta que no violan la ley, pese a que impiden el libre tránsito y afectan la libertad de terceros, consagrados por la Constitución-, o Marcelo Ebrard, quien como decenas de perredistas ganó el cargo en la misma elección que cuestiona López Obrador, y que ha endurecido su discurso para congraciarse con su líder, que le reclamó que no hiciera campaña y, en el exceso de la insensatez de la que habla Tuchman, hasta que no hubiera cancelado su boda.
Guardando la proporción con otras figuras de la historia, López Obrador está gastando capital humano y económico al obligar al PRD a que lo sigan en su marcha de la locura. O, por mencionar un solo botón de muestra, ¿cómo explicar de otra forma su resistencia a ceñirse a la ley y seguir elevando las expectativas de los más radicales, los más esperanzados, o los más ingenuos a dar todo por él solo? Humpty Dumpty es un personaje que los historiadores siempre han relacionado con violencia y tragedias, y los politólogos lo vinculan con aquellos líderes que destruyen todo a su alrededor.
No vaya a ser, por la dinámica que está imponiendo a los acontecimientos, que a López Obrador, parafraseando a Carroll y evocando al Ricardo III de Shakespeare -a quien identifican detrás de los acertijos de Humpty Dumpty-, al final de todo no le basten todos los hombres y los caballos del Rey para volverlo a poner en lo alto del muro en que estaba, tras haber destruido todo lo que había logrado.
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