Quien piense que la elección presidencial terminó en las urnas se equivoca; la guerra política apenas comienza
A l final del día, la lucha había dejado un saldo inconcluso. El combate cuerpo a cuerpo por los votos en las calles de este país no terminó con la decisión del IFE de aplazar para el miércoles el comienzo del fin de la reñida y violenta contienda presidencial. De hecho, se podría decir que la verdadera guerra se inició después del cierre de casillas con la determinación del PRD y del PRI de no permitir que el abanderado del PAN, Felipe Calderón, quien aventajaba esta madrugada a Andrés Manuel López Obrador por escaso medio millón de votos y la mitad del recuento por delante, llegue a sentarse en la silla.
Desde anoche había una decisión que se podrá ir consolidando en el transcurso de los siguientes días: la elección presidencial dejó de ser un asunto de urnas y pasó a convertirse en un tema en el ámbito político. Estrategas de los partidos de oposición discutían anoche posibles estrategias a seguir para encaminar la defensa del voto, que piensan les robaron, fuera del circuito del IFE y encarrilarlo en una negociación de alto nivel, con compromisos firmados, con el partido gobernante y con Calderón. De hecho, la movilización del PRD en el zócalo de la ciudad de México y la proclamación de López Obrador de ir ganando la carrera presidencial, pese a los datos del PREP del IFE, están enmarcados en esa lógica.
El escenario no podía ser el peor. El consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, salió en cadena nacional para decir que su conteo rápido de más de 7 mil casillas, era insuficiente, estadísticamente hablando, para poder identificar una tendencia ganadora en la elección presidencial. Calderón salió a la televisión después de Ugalde -y López Obrador- para proclamarse también como ganador y dar a conocer una batería de encuestas de salida que lo colocaban por encima del perredista. Ante los ojos de estrategas de la oposición, Calderón buscaba apuntalar al IFE para que sea el árbitro electoral el que decida quién ganó la elección presidencial, y que no pase del domingo próximo, la fecha límite para el órgano electoral, para que este país tenga el nombre de su nuevo presidente.
No hay nada claro sobre lo que pueda suceder. El PRD entrará en una lógica de movilización callejera, pero el PRI, que tenía preparada una estrategia jurídica en este escenario, empezará a construir las condiciones de lucha política. El líder nacional del partido, Mariano Palacios Alcocer, esbozó ayer mismo las líneas que seguirán: no hay empate entre dos, sino entre tres; el PRI no está descartado, sino que la elección está indeterminada; la lucha no terminó, sino comenzó. El PRI está dispuesto a llegar al final del camino, que significa inclusive reventar la elección presidencial. ¿Por qué no hacerlo? Convertido en la tercera fuerza política nacional, no sólo se alejarían del poder supremo por otros seis años, sino que verían reducidos sus espacios legislativos en forma significativa, con lo cual sus figuras emergentes, como son los gobernadores nacidos después de los 50 y 60, podrían ver achatadas sus posibilidades futuras.
Lo interesante es que el PRD no parece encontrarse en carreta diferente. También López Obrador y los perredistas están dispuestos a llegar a las últimas consecuencias. ¿Qué significa esto? Lo que ya se planteó: en las condiciones actuales, de acuerdo a como perciben que se dio la elección presidencial, no serán ellos quienes legitimen un eventual triunfo de Calderón. En ambos casos, y es uno de los puntos que discutirán representantes de los dos partidos en reuniones secretas que comenzaron anoche, para que reconocieran el triunfo de Calderón necesitarían un compromiso de gobierno de coalición que vaya más allá de lo retórico. Tendría que suscribir un documento formal con los partidos de oposición donde aceptaría integrar realmente un gobierno de coalición, lo que lo obligaría a compartir el poder con la oposición.
Pero no están claras varias cosas. La primera es cómo tensar la liga de la gobernabilidad sin romperla, y llegar hasta el punto en que están dispuestos a soltarlas a cambio de un gobierno real y formal de coalición con el PRI. La segunda es si Calderón, el PAN y el presidente Vicente Fox estarían dispuestos a aceptar ese tipo de condiciones para que le levanten la mano como nuevo mandatario. En cualquier caso, lo que se avecina, por los preparativos que se están haciendo, es una tormenta.
El factor que la hace más delicada aún es lo que sucederá en las próximas 72 horas. En primer lugar, ¿cómo podrá Madrazo fortalecer su posición? Si puede identificar a los gobernadores que le fallaron, también puede ahora presionarlos. Como dijo anoche un especialista, el costo de las actas electorales en las zonas rurales y más alejadas, donde el PRI cuenta con estructura, puede comenzar a cotizarse en valores sumamente altos. Si Madrazo ganó tiempo con la declaración de Palacios Alcocer insinuando una batalla en tribunales, ese tiempo puede concretarse con casillas rellenadas con votos verdes para el PRI. Pero para hacerlo, Madrazo necesita elevar los costos políticos para quien le falle en el país, una situación que introducirá nuevos factores de inestabilidad a la movilización urbana que tiene el PRD en movimiento como arma de presión para que respeten su voto-su victoria, en palabras de López Obrador.
Ambos elementos trasladarán las elecciones mexicanas al mercado de los inversionistas extranjeros. Es buena suerte que por ser 4 de julio este martes, haya un puente en Estados Unidos y los mercados estén cerrados. Esto no significa, empero, que otros mercados en Europa y Asia no empiecen a reaccionar ante este escenario de caos político que se empezó a configurar la noche del 2 de julio. Reportes extraoficiales entre grupos de inversionistas sugieren que desde anoche se giraron instrucciones de vender y tomar posiciones en líquido, lo que de confirmarse en las próximas horas se empezaría a notar en la Bolsa de Valores y, en forma más gradual, en el tipo de cambio. No es una buena forma de cerrar la jornada electoral más importante que ha tenido el país.
Algo profundo está moviéndose en la clase política mexicana, pero nada de ello es positivo para los mexicanos. La guerra en ciernes está llevando al PRI y al PRD a edificar trincheras comunes y a pretender llevar los comicios hasta los tribunales, salvo que se pueda dar la negociación. Felipe Calderón, el PAN y el gobierno harán su defensa y buscarán, probablemente, aislarlos a través de la propaganda negativa.
Si no se alcanzan rápidamente acuerdos políticos de fondo entre los tres partidos, la incertidumbre tocará la inestabilidad y ésta, en su conjunto, afectará la gobernabilidad, la imagen y, como consecuencia directa, el futuro de millones de mexicanos que, realmente, no merecen ese final amargo de su fiesta cívica.
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