Solo, difícilmente hubiera ganado Felipe Calderón, a quien Fox y su gobierno le dieron un empujón definitivo
"De ninguna manera -había advertido el presidente Vicente Fox a un grupo de empresarios- entregaremos el poder". Y en seis meses hizo el gobierno lo que no desarrolló durante cinco años: ejercer el poder para mantenerlo. Al final, con la victoria de Felipe Calderón en la elección presidencial, con lo que el PAN se mantendrá en el poder otros seis años más, se confirmó la hipótesis: la Presidencia, bajo Fox, modificó su cara, pero no su cuerpo. Por eso, los recursos de una Presidencia institucionalmente autoritaria puestos al servicio de su candidato, probaron que hoy, como antes, siguen vigentes.
El viejo régimen disfrazado de cambio funcionó como maquinaria de reloj. Al temido Andrés Manuel López Obrador lo vistieron con la imagen del miedo, y no hay mayor temor que sentir temor. A Roberto Madrazo Pintado le colocaron minas de profundidad en su propio partido y le enderezaron una campaña de desprestigio y conflicto. Con el primero, la táctica ayudó a desmotivar el apoyo ciudadano que había conseguido López Obrador de forma gratuita cuando el gobierno trató de llevarlo a la cárcel; al segundo le fueron estallando conflictos en el corazón de sus maquinarias de movilización electoral para distraerlas y neutralizarlas.
Internamente, el presidente Fox lanzó la más abierta campaña proselitista a favor del candidato oficial, y mantuvo la política social al servicio de Calderón, quien para reforzar la estrategia incorporó como coordinadora de su campaña a Josefina Vázquez Mota, que saltó directamente de la Secretaría de Desarrollo Social. Pero Vázquez Mota no se fue sola. Con ella abordó el barco calderonista Rodolfo Guzmán, quien acabó su gestión bajo la titularidad de Vázquez Mota como asesor en el programa Oportunidades, cuyo padrón, tomado indebidamente del gobierno federal, puso a disposición de la campaña triunfadora. Aprendieron bien del ex presidente Carlos Salinas, receta seguida por López Obrador cuando fue jefe de Gobierno del Distrito Federal: la política social sí compra votos.
Pero no eran suficientes. En las últimas semanas, varios miembros del gabinete foxista se fueron de pesca por el país en busca de votos estratégicos. Diferentes secretarios de Estado ofrecieron respaldos y recursos financieros a cada gobernador priísta a cambio de abandonar a Roberto Madrazo. Si bien Vicente Fox veía en López Obrador un enemigo letal por el resto de su vida, a Madrazo lo consideraba un tipo tramposo y mentiroso que lo había embarcado con una reforma fiscal que, después de comprometerse a sacar en el Congreso, lo traicionó. Había que liquidar a los dos. Al primero le aplicaron el antídoto de la política social y una campaña electoral negativa para subrayar que lo que seguramente concretaría, en caso de ganar, sería endeudamiento y nuevas crisis, y al segundo le fueron mutilando apoyos.
Madrazo contaba con 16 de los 17 gobernadores priístas para remontar la desventaja en las preferencias de voto y poner a funcionar la maquinaria del partido que lo llevaría, si funcionaba de acuerdo con lo previsto, al triunfo. Los gobernadores le ofrecieron su respaldo y denunciaron las maniobras del gabinete foxista, pero al final de cuentas, ese apoyo político no terminó de materializarse. En Jalisco, donde le habían encargado al gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, la operación política, hubo uno de los más grandes naufragios. El PRI esperaba una victoria en la gubernatura, para quitarle votos a Calderón en la presidencial, pero el torpedeo contra el candidato priísta al gobierno, Arturo Zamora, por su presunta vinculación al narcotráfico, terminó con él. Todavía este lunes, en los estados de México, Coahuila y Morelos, los priístas reportaron que dirigentes panistas trataron de comprar las voluntades de líderes locales del partido.
La victoria de Calderón, pese a todo, no fue fácil. La decepción de Fox impactó indiscutiblemente en Calderón, cuyo respaldo estimado en las urnas este domingo se calcula que será de aproximadamente 10 a 12% menos que el que tuvo el actual Presidente. Calderón, sin embargo, tampoco quiso romper con el Presidente ni hacer un deslinde por los escándalos de su familia. Fox y Calderón fueron aliados tácticos, pero nunca amigos. De hecho, el candidato ganador no era parte del neopanismo que se apoderó del partido desde hace casi una década, y mucho menos el candidato que hubiera deseado Los Pinos. Contendió contra el favorito de Fox, Santiago Creel, y lo derrotó. Arrancó su precampaña con un deficiente conocimiento de su figura en el país y luego su estrategia se hundió al grado que ya en la contienda tuvo que rectificar y apostar por una campaña de contraste, que es eufemismo de la campaña negativa que lanzaron sistemáticamente contra el perredista.
La estrategia le funcionó, pero no contaba con que el foxismo le daría otro golpe, cuyos efectos se sintieron este domingo y en las largas semanas de la campaña. Los acuerdos políticos que había alcanzado Calderón en la selección de candidatos a diputados y senadores, fueron desconocidos por el PAN, con cuyo dirigente nacional, Manuel Espino, nunca enganchó una estrategia de campaña, pero sí, en cambio, mantuvo una relación de permanentes escaramuzas. El rechazo del PAN por su candidato se reflejó en que la próxima Legislatura panista, que será la primera minoría, no tendrá su sello, sino el de Creel, quien obtuvo más prebendas que él, pese a haber perdido la nominación presidencial. Calderón aguantó todo, porque también es cierto que no tenía nada más que al gobierno federal y al PAN para tratar de llegar a la Presidencia.
En esa condición de debilidad y vulnerabilidad llegó a la jornada electoral, incierta para su equipo que veía que en la semana previa se había empatado tanto la contienda, que no les iba a sorprender la derrota. Los especialistas calculaban que para el mediodía del 2 de julio, López Obrador tendría una cómoda ventaja de cuatro puntos hacia las tres de la tarde y se alzaría con la victoria. No fue así.
El día arrancó con una ventaja de López Obrador de dos puntos sobre el panista, pero gradualmente se fue reduciendo. El recuento de votos este jueves fue similar. Sólo hasta el mediodía, con el recuento fluyendo del norte y el centro del país, confirmado por Puebla en la madrugada del 6, Calderón tomó la ventaja. El PRD ya había agotado toda su maquinaria cuando esa región se tiñó de azul. En toda esa zona, profundamente antilopezobradorista, salieron a las urnas con rabia, generando otro fenómeno colateral de la contienda de 2006, votando no por Calderón, sino contra el perredista. ¿Qué tanto fue ese ánimo el que decidió la elección? Mucho, junto con la debacle del PRI. Habrá que estudiar más el proceso, pero eso parece que ayudó a Calderón como, de haber ganado, hubiera sido también el caso de López Obrador.
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