Cuauhtémoc Cárdenas nos dijo: "No habrá problemas después de la jornada electoral. Es un avance muy grande en relación con 1988". De acuerdo, pero nuestro futuro presidente haría bien en escuchar lo que en Enrique V , Shakespeare le hace decir al soldado galés que afirma que obedecerá al rey "mientras esté usted honesto". Enrique V contesta: "¡Que Dios me guarde honesto!", y él mismo reflexiona: "¿Qué tiene de más el rey que un hombre? El ceremonial y nada más". El dramaturgo inglés es un gran maestro en ciencias políticas, tanto si no es que más que Maquiavelo; para él todos los reyes, todos los presidentes, los jefes de gobierno, diría hoy, son inferiores a su tarea, por la sencilla razón de que ella rebasa toda fuerza humana. La política es la consideración de humanos indistintos, como cantidades estadísticas, porque forman masas, especialmente a la hora del voto.
A la hora de las campañas electorales, la política se limita a tomar en cuenta nuestros instintos, de nosotros las masas, para complacerlos, canalizarlos, controlarlos. Tanto Shakespeare, como Maquiavelo, como Max Weber nos han enseñado que es imposible hacer política y considerar a los demás como sus "semejantes" o su "prójimo"; el político nos considera como un material que tiene que trabajar, una argamasa, un cemento, unas tablas. Nos quiere ganar, convertir a su opinión, agarrándonos por sorpresa, lisonjeándonos, despertando nuestras pasiones, odios, recuerdos, para no dejarnos el tiempo de analizar racionalmente.
Todo eso lo acabamos de vivir durante largos meses, durante años de una permanente, interminable, agotadora campaña electoral. Tanto la campaña como el voto movilizaron la credulidad, el miedo, la ignorancia, la falta de reflexión, las impresiones, la imitación, el contagio, o sea, nuestras partes más sensibles. Ahora que nos dimos un rey (y poco importa cuál), nos toca despertar la crítica, la reflexión, el valor, la originalidad en el pensamiento. El nuevo gobierno, por su parte, tendrá también que despertar esas cualidades y sumarles la moderación. No tardará en descubrir que cuando no estaba en el poder, cuando atacaba al gobierno anterior, se estaba atacando a sí mismo. "Quien ataca al rey, ataca a la ley y quien ataca a la ley ataca al rey", solían decir antes de la Revolución Francesa; en democracia, cada partido fuera del poder ataca su propio y futuro poder.
Maquiavelo, en el capítulo XVII de El Príncipe expresó un juicio terrible sobre todos nosotros: "Se puede decir generalmente de todos los hombres que son ingratos, cambiantes, disimulados, enemigos del peligro, ávidos de ganar; mientras les haces bien, son todo tuyo, te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, siempre y cuando la necesidad esté lejana; pero cuando se acerca, se escabullen. Los hombres dudan menos en hacerle daño a un hombre que se hace querer que al que se hace temer. Olvidan la muerte de su padre antes que la pérdida de su patrimonio". Y en su poema incompleto "El burro de oro", llega a decir que "un puerco no atormenta a otro puerco, un ciervo deja al ciervo en paz; tan sólo el hombre a otro hombre masacra, crucifica, despoja". El gran florentino llevó al extremo la reflexión pesimista sobre el "animal político" que somos y sobre esa constatación armó su teoría del Estado y su práctica política.
Tal pesimismo ultralúcido es una bebida muy fuerte que puede emborrachar, pero administrada con moderación nos permitirá enfrentar los retos que se presentan después de la manifestación de la voluntad del pueblo soberano. Pasamos por una etapa de desencanto, después de las esperanzas del año 2000, desencanto mezclado de miedo para algunos, de espera indefinida para otros, de esperanza personalizada para los últimos. Esa mezcla de sentimientos contradictorios correspondía a la decadencia de un régimen, mejor dicho de los hombres que tenían el poder antes de 2000 y que lo siguieron conservando en muchas esferas del gobierno foxista: Hacienda, el Banco de México y la PGR en manos de hombres del antiguo régimen, ¡todo un símbolo de continuismo! Le toca al nuevo presidente, a "nuestro" presidente (que hayamos votado por él o no, es nuestro) poner punto final al dominio de esa casta cuyo lento declive y desgaste ha suscitado una angustia colectiva, agravada por el sentimiento general de inseguridad.
Un pesimismo al estilo Maquiavelo nos llevará a devolverle toda su importancia a la política. Últimamente se nota algo como una hostilidad, un desprecio, hasta un odio por la política, cuando es la actividad que puede organizar la sociedad; quizá por tanta decepción, a la medida de esperanzas exageradas; un cambio de gobierno no significa que el nuevo presidente tenga una varita mágica, Vicente Fox nos lo demostró.
Como Lenin en ¿Qué hacer?, me gustaría decir que "hay una lógica de la política" y por lo tanto una lógica del poder indiferente a la revolución o a la reacción. Cuando los revolucionarios llegan al poder, tienen que obedecer a esa lógica, si no quieren perderlo. El poder es necesario, pero expuesto al doble peligro de la debilidad (Fox) y de la desmesura. Por eso el verdadero problema consiste en encontrar un justo medio, una democracia que sea una "mesocracia", es decir, un poder templado, ejercitado con moderación para bien de la comunidad y no de un grupo o de un hombre. La mesocracia acepta la existencia de la oposición, la legitimidad de los poderes intermedios y de los contrapoderes (Congreso, Justicia), en el sentido de Montesquieu, cuando decía que el poder debe parar al poder. Señor Presidente, por favor, sea usted "mesocrático" para lograr la seguridad y la concordia; negocie los compromisos necesarios, sin renunciar a su compromiso político.
El consenso negociado no significa ausencia de convicción ni de firmeza, puesto que se necesita mucha voluntad para admitir que el otro no está en el error cuando uno piensa tener la razón. Si no, nos encontraríamos en una situación de lucha a muerte entre amigos y enemigos, buenos y malos que hay que combatir y hasta exterminar
1 comentario:
LOS CARDENAS SON TRAIDORES, YA SE LE QUITO EL ASCO QUE LE TENIA A FOX, TRIO DE BANDIDOS JUNTANDO AL CHANCHO DE SU HIJO
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