lunes, febrero 27, 2006

Los mochos

Los compadres de Felipe siempre lo convencen: de que se deje apoyar por Vicente Fox con una campaña de miles de veces al día en radio y televisión -esa sí vomitiva- que aunque ya suspendió la Corte, tiene un costo político que la gente empieza a cargarle no al Presidente, sino a él; de que siga yendo a las universidades a que los chavos lo zarandeen un día sí y otro también a causa del discurso de un joven viejo; de que vaya a que lo bendiga Onésimo, que fue el mismo que le echó las santas aguas a Labastida, luego a Fox ya ganón, ahora a Madrazo hasta que aguante, y si se puede a Felipe aunque sean más bien los santos óleos; de que acepte la suma de Bernardito con sus votitos y sus dobleces y sus cobardías y su precoz pero larga cola. Pero el colmo ha sido Aznar. Si alguien se hubiera propuesto la mejor manera de sabotear su campaña no habría encontrado un método más demoledor.
Felipe Calderón ha recibido uno de los embates más duros en su aspiración a la Presidencia. Más aún que las cartulinas que le reprochan su religiosidad política o su conservadurismo; todavía más que los mítines desangelados o las sillas vacías o sus tropezones en las entrevistas televisadas. El saldo del "apoyo" del ex presidente español será despiadadamente negativo y contraproducente. Las palabras dizque floridas del señorito José María Aznar no dejan lugar a dudas: "...Yo estoy aquí también para decir que espero, deseo que Felipe Calderón sea el nuevo Presidente de México por el bien de todos los mexicanos y por el bien de este país".
Y es cierto. Con todo y su cinismo estuvo aquí para decir lo que dijo. Para eso lo trajeron. Para eso le pagaron. Demasiados miles de dólares para lo poco que vale. Porque incluso en el círculo de conferencistas internacionales su cotización es ínfima. Eso sí, se defiende porque es muy habilidoso para decir lo que cada audiencia quiere. En otras palabras, hace discursos a la medida del cliente. Esa es su única gracia. Por lo demás, pocos ex mandatarios en todo el mundo están tan desprestigiados como él. En España no puede salir a la calle sin que lo insulten. Igual lo tachan de asesino que de represor. Los españoles tampoco olvidan cómo los devaluó frente a la comunidad internacional como peones del imperio cuando Bush decidió invadir Irak sin otra justificación que no sea la de quedarse con su petróleo; siempre guardarán en la memoria la humillación de la impudicia abyecta de aquella caravana hasta el piso, inclinando el testuz ante el amo que descendía del Air Force One en las Azores. España tampoco podría olvidar que fue esa política idiota de aparecer en la foto la que trajo el terror de Atocha, cuya dolorosísima factura le restregaron en la cara para encajarle la derrota en las elecciones que Aznar perdió, aunque maniobró desde el poder para evitarlo. Así que no sólo es un perdedor, sino un enemigo de la democracia. Un probado burro que habla de orejas.
La pregunta es a quién diablos se le ocurrió contratar a un tipo así para que le hiciera propaganda a Felipe. Quien lo trajo es otro jumento igual o un saboteador de su candidato. Porque los rebuznos de Aznar no le van a representar un solo voto más a Calderón. Por el contrario, va a pagar un montón de funestas consecuencias: mostrarse como un candidato tan menor que necesita refuerzos hasta de segunda mano; que es proclive a la entrega de recursos al extranjero; que juega sucio al violar la ley y prohijar injerencias ajenas e ilegales; que también juega sucio al permitir que su vocero temporal se le vaya a la yugular a López Obrador en su nombre mediante incontables y truculentas advertencias sobre los peligros del populismo. Por ello y más, desde ahora puede anticiparse una nueva baja en los porcentajes de preferencias del candidato panista. No habrá de pasar mucho tiempo para las próximas encuestas.
Por cierto, las de ahora ya deben ser muy preocupantes para panistas y priístas. Con sus variantes, EL UNIVERSAL, Reforma y Mitofsky reafirman el liderazgo de Andrés Manuel en la carrera presidencial. La distancia promedio entre el candidato de la coalición Por el Bien de Todos y el panista es de por lo menos ocho puntos, que según los expertos significarían más de 3 millones de votos que, a estas alturas, parecen una distancia imposible de acortar de aquí al 2 de julio.
Hay otros datos no menores en estas últimas mediciones de opinión. Roberto Madrazo está entrando a una fase terminal. Si bien no se desintegra, sí se derrite consistentemente. Aunque parece haber asimilado el ya célebre efecto precioso, el golpe lo sacudió con uno o dos puntos para abajo. Una encuesta más y Madrazo se irá a la lona sin remedio.
En el caso de Calderón la mala noticia es que parece haber alcanzado su principio de Peters. Está congelado. Y según algunos sondeos incluso empieza a perder puntos. De nada parece haber servido que sea el de mayor gasto y más amplio presupuesto. Desde su campaña no hay señales de aliento ni grandes concentraciones humanas. Si alguna calamidad le faltaba, ya sus compadres en el PAN se encargaron trayéndole al borriquito que no se sabe ni la "u", pero que eso sí, vino a ultrajar la Constitución mexicana con la complacencia de una reconvención light del gobierno foxista.
Para entripado de sus malquerientes, López Obrador destruyó otro mito de los tantos que le han endilgado: que venía en una pendiente inexorable después de aquel 45% de aceptación en los tiempos del desafuero; pero resulta que de noviembre a la fecha según Mitofsky ha recuperado cinco puntos y sigue a la alza, lo que probaría el éxito de su estrategia de ya dos vueltas a ras de tierra por todo el país. Pero la noticia más impactante, me dice Roy Campos, es que el efecto López Obrador ha provocado un fenómeno verdaderamente inusitado: el PRD se ha puesto a la cabeza también en las preferencias para diputados con 34.2% y sigue subiendo.
Sólo resta esperar variables como las elecciones en el estado de México y las designaciones de candidatos a senadores y diputados -que ayudan o estorban a su candidato presidencial- y que habrán de definirse en el mes que comienza.
Aunque para muchos, como los miles que fueron ayer al zócalo, la suerte ya está echada.

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