domingo, junio 03, 2007

La mancha urbana mancha

Contra lo que se puede creer, no hay una "verdad" sobre el cambio climático. La responsabilidad humana en el recalentamiento está afirmada, como dogma, por la gran mayoría de los investigadores y de los expertos, pero hay otros, no menos serios, que discuten la validez del diagnóstico. ¿Asunto de fe? ¿afirmación de teólogos? Lo que sí es indiscutible como inadmisible es el saqueo acelerado de los recursos naturales no renovables y la destrucción de nuestro medio ambiente.
Entre 2000 y 2005, nuestro país ha destruido 2 mil 600 km cuadrados de bosques; las pérdidas son inmensas en América Latina, África, Rusia y Asia. No es consuelo saber que Brasil nos gana con 31 mil km cuadrados perdidos en cinco años, y también Venezuela con 3 mil y Bolivia con 2 mil 700 km cuadrados.
Regreso de Michoacán y, como cada año, podría escribir un artículo deplorando los incendios de pastizales y bosques, la basura que invade pueblos, carreteras, campos y ríos, el cemento que a ritmo acelerado de los nuevos y criminales fraccionamientos invade el valle de Zamora. Voy a hablar del desastre que se llama la mancha urbana de la megalópolis Mexico City.
Métanse a Google Earth y busquen nuestra capital, y podrán tomar la medida del desastre ya realizado y por venir. Estamos "manchando" lo que queda de los bosques que antiguamente rodeaban el Valle. No hablo de las tierras de labor que explican el nacimiento de las altas civilizaciones en el Anáhuac, en la región más transparente del aire: hace tiempo que las acabamos. Hablo de los bosques que el presidente Lázaro Cárdenas protegió, los del Ajusco, del Desierto de los Leones, etcétera.
Recuerdo que el entonces regente Manuel Camacho explicaba que no se podía permitir la destrucción de esos bosques, porque siendo la región más lluviosa del valle (cae entre un metro y 1.50 metros de lluvia al año) aseguran el 80% de la recarga del manto freático. ¿Por qué se le olvidó a Marcelo Ebrard, nuestro jefe político de la ciudad de México, el diagnóstico certero de quien era en ese momento su jefe inmediato?
Parece que nos fascina la urbanización masiva de Beizhing II con sus 300 torres babélicas y que no se nos ocurre que los proyectos semejantes, ya en camino arriba de Santa Fe, son desastrosos. La culpa no es de un individuo, nuestra administración comparte esos proyectos faraónicos, y todos los ediles de las grandes ciudades (y de las pequeñas también), en un singular unanimismo que reconcilia partidos e ideologías, se activan para que la mancha urbana manche más y más, para que el cemento recubra todo; para que terminemos todos en un colosal hormiguero. Ahora, en el caso que señalo, un hormiguero de termitas, porque estamos construyendo y vamos a construir torres, como las termitas. Torres de 20 a 30 pisos, cientos de torres, 15 mil departamentos, arriba de la sagrada línea de los 2 mil 500 metros de altura, antaño prohibida de cruzar; nos echamos sobre todas las barrancas -¡adiós ríos, bosques y microclimas!-, sobre el Desierto de los Leones. Acabaremos con el Monte de las Cruces, la Marquesa, el Valle del Conejo, llegaremos hasta Toluca. ¿Verdad, señores ediles de Huixquilucan que van a dar la mano a los ediles del DF? Construyen 15 mil viviendas en Bosques y Santa Fe y planean 16 mil más en Huixquilucan (primera etapa) según explica Virginio Félix en Espejo de Polanco de marzo 2007.
Es difícil alejar de la mente malos pensamientos, tales como el recuerdo de la estupenda película italiana que vi en mis años de estudiante, Manos sobre la ciudad, con el prodigioso Rod Steiger. Esa película de Francisco Rossi -si la memoria no me falla- denunciaba la colusión entre la clase política, las constructoras y la mafia; no recuerdo si en Palermo o Nápoles.
El cemento y la varilla, más la especulación sobre los terrenos configuran la santísima trinidad de los negocios jugosos. Sin contar con el orgullo de ser un gran constructor, un nuevo Faraón que dejará para las generaciones futuras el testimonio de su grandeza.
De su delirio de grandeza y de su irresponsabilidad. Nuestros ediles piensan, proyectan, actúan de manera exactamente contraria a como piensan, proyectan, actúan sus colegas europeos que intentan no repetir los errores del pasado, reparar los errores cometidos, recuperar lo que se puede salvar. Nada de inversiones a favor del coche, todo para el transporte público, el ciclista, el peatón, y antes que todo, parar el crecimiento cancerígeno de la "mancha", del melanoma urbano.
Desde 1970 y el Bracamontes de funesta memoria, el enemigo del Ajusco, hemos talado la mitad de los bosques capitalinos y el ecocidio de la deforestación, lejos de disminuir, acelera el ritmo. En Huixquilucan, además de los 16 mil departamentos aprobados, hay 30 millones de metros cuadrados listos para urbanizar, lo que formará conurbación con los proyectos que, a falta de nombre, llamaré Santa Fe II + Bosques II. Se pretende construir 2 millones de metros cuadrados de oficinas, comercios, malls y para dar libre paso a los 120 mil coches suplementarios se transformaría, en una visión de pesadilla, Reforma, Palmas y Bosques de Reforma en ejes viales y la carretera a Toluca en bulevar. Imagínense a esas hermosas avenidas-jardines reducidas a la tristeza de Revolución y Patriotismo... Que Seduvi me diga que me equivoco, que mis informantes se equivocan o me engañan y rectificaré con mucho gusto y despertaré de una pesadilla que no sería sino un mal sueño. Pero veo las fotografías aéreas, me asomo a las obras en curso, leo que Seduvi pidió 4 mil millones de pesos para conectar directamente el Poniente de la capital con Toluca lo que desatará la especulación inmobiliaria.
Otro urbanismo es posible, otra ciudad es deseable, en el DF y en todo el país. ¿Los ciudadanos nos quedaremos pasivos frente a esa urbanización perversa, inculta, agresiva, corrupta que nos afecta en sus aspectos ambientales, sociales y económicos?

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