"El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son" (Protagoras). Metros = hombre, es alguien que habla, un ser parlante, elocuente, y lo hace en una lengua, en la medida en que la posee y la usa para expresarse. Asi al hombre se le mide por las cosas que lo rodean, este site esta dedicado a todas esas expresiones e ideas del hombre.
domingo, diciembre 31, 2006
El conflicto de Dafur


El conflicto de Darfur tiene lugar en una regio al este de Sudan, principalmente entre los Janjaweed, un grupo armado que recluta integrantes de las tribus de Abbala y gente pertenecientes a los lugares donde residen estas tribus. El gobierno sudanes quien ha manifestado no apoyar a los janjaweed, ha proveido armas, asitencia y ha participado en los ataques de los janjaweed, principalmente en los objetivos de los grupos etnicos de Fur, Zaghawa y Massaleit que residen en Dafur. El conlicto empezo en Julio del 2003. Durante la segunda guerra sudanesa entre catolicos y musulmanes, en Dafur las personas son principalmente musulmanes asi como los janjaweed.
Se calculan las muertes resultantes del conflicto en mas de medio millon segun las Naciones Unidas. El conflicto ha sido calificado por varios gobierno como un genocidio y un conflicto de limpieza etnica.
Actualmente se encuentran 7000 tropas de paz, estacionadas en la region pero que sus esfuerzos han sido insuficientes por la falta de equipos y recursos de los gobiernos.
El libano tiene derecho de existir
A lo largo de la historia muchos pequeños estados han tenido un destino melancólico, por encontrarse atrapados entre poderosos vecinos rivales, por ser la víctima de algún imperialismo o de su situación geográfica que hace de ellos un puente, un crucero, una base comercial o cultural deseable. Líbano, desde una independencia que tiene menos de 70 años, ha batallado duramente para sobrevivir. Sujeto del derecho internacional, miembro de las Naciones Unidas, ha sido golpeado sin misericordia por sus dos vecinos inmediatos, Siria e Israel, y ha servido de rehén, de colchón, de campo de batalla en el cual muchos adversarios lejanos y cercanos se enfrentan por personas interpuestas.
La guerra que Israel desató en el verano pasado en Líbano contra sus enemigos sirios e iraníes es el episodio más reciente de una tragedia que ha enfrentado durante muchos años a los libaneses en una terrible guerra civil. El asesinato del ministro Pierre Gemayel en noviembre, último de una serie de homicidios que se atribuyen a Siria, sitúa de nuevo a Líbano a un paso del abismo.
La ofensiva israelí, su fracaso y el reforzamiento consecuente de Hezbolá, el "Partido de Dios" chiíta, apadrinado por Irán y dueño del sur del país, luego el asesinato de Gemayel, todo esto puede llevar a la destrucción del país, un país que muchos están dispuestos alegremente a sacrificar. Hace 30 años, en Occidente hubo estrategas para entregar Líbano a los palestinos de Yasser Arafat que habían encontrado en el país del cedro un refugio generoso; sacrificar a Líbano y conseguir la paz para Israel, tal era el cálculo.
Poco importaba este pequeño oasis de paz y de fraternidad, que planteaba a EU (y a Europa) un problema irresoluble: conservar la amistad de los árabes (con su petróleo) y defender a Israel. Hace 20, 25 años, se intentó otra jugada, sobre el cuerpo social de Líbano otra vez, con un cambio en la víctima: ya no se sacrificaba a los cristianos, sino a los palestinos y, en dos momentos sucesivos, dos ejércitos extranjeros invadieron y se repartieron Líbano, el sirio y el israelí. Tsahal se quedó casi 20 años en el sur, y el ejército sirio se quedó hasta el 2005, en espera de la primera oportunidad para regresar, puesto que Damasco jamás aceptó la existencia de un Estado libanés independiente.
Hoy, la pregunta es saber si EU va a devolver Líbano a Siria para calmar las tensiones en la región y ganar una salida no demasiado desastrosa de Irak. Damasco y sus aliados, Irán en especial, cuya influencia crece a toda velocidad en el Medio Oriente, lo piensan. Algunos analistas dicen que atribuir toda la responsabilidad de las desgracias de Líbano a Israel, Siria e Irán es, si no un error, una exageración, y que los primeros culpables son los propios libaneses.
Según esa hipótesis, ellos han sido y son incapaces de construir un Estado, no merecen ser independientes y tienen que volver a su estatuto anterior de protectorado sirio (hasta 2005, pero el presidente actual e ilegítimo Lahud es el pelele de Damasco), el mismo heredero del protectorado francés (1918-1943), a su vez heredero del imperio otomano. Y de fortalecer su discurso con el argumento histórico clásico: a lo largo de 5 mil años de historia, los libaneses (y sus antepasados que llevaron muchos nombres) jamás han formado un Estado y el que nació al calor de la Segunda Guerra Mundial fue una creación del imperialismo anglosajón que desmantelaba el imperio colonial francés.
En ese esquema, los cristianos libaneses, casi la mitad de la población en aquel entonces, apenas la tercera parte hoy, habrían sido -dicen ellos, yo no- esquiroles, lacayos del imperialismo en turno. Esa última acusación no tiene ninguna base histórica, pero quien quiere ahogar a su perro dice que tiene rabia.
Lo indudable es que el país, mosaico de religiones y comunidades, con todas las variedades de cristianos y musulmanes, hasta con una pequeña comunidad judía remanente, es una caja de resonancia regional e internacional. Líbano carga con el fardo de una historia marcada por varias guerras entre Israel y los países árabes, por una sangría palestina permanente, por un terrorismo engendrado por la misma sangría y, más recientemente, por el desastre iraquí, el debilitamiento relativo de Siria y el resurgimiento de Irán como gran potencia regional, con o sin bomba nuclear.
Las vacilaciones estadounidenses, sus cambios de línea y de estrategia -si es que la tienen-, sus "patadas de ahogado", no hacen sino agravar la situación. En ese contexto, Hezbolá es a la vez un actor nacional libanés y un peón al servicio de Damasco y de Teherán. Puede ser admirado por haber derrotado, si no militarmente, al menos sicológicamente, a Israel, y detestado porque hace el juego de una Siria que quiere recuperar totalmente un Líbano que no se ha liberado de los temibles servicios de seguridad sirios.
México ha integrado desde hace más de un siglo una numerosa migración libanesa que, sin olvidar nunca sus raíces y parientes, se ha mexicanizado y ha enriquecido a nuestro país. México no puede hacer mucho en el escenario internacional para ayudar a Líbano pero los mexicanos debemos sentirnos solidarios con esa nación hermana. Nuestros amigos libaneses se enfrentan al reto de construir un verdadero Estado, contra tirios y troyanos que los quieren conquistar o vender.
En ese sentido nuestra simpatía va para los hombres y las mujeres de la "Primavera de Beirut", que luchan para escapar a la doble maldición de los enemigos del exterior y de las disensiones internas. Los libaneses lo podrían hacer, muchos quieren lograrlo, pero ¿Irán y EU, Israel y Siria, les permitirán intentarlo, les darán el tiempo necesario? Si desaparece Líbano, será un mal agüero para toda la región del Medio Oriente.
La guerra que Israel desató en el verano pasado en Líbano contra sus enemigos sirios e iraníes es el episodio más reciente de una tragedia que ha enfrentado durante muchos años a los libaneses en una terrible guerra civil. El asesinato del ministro Pierre Gemayel en noviembre, último de una serie de homicidios que se atribuyen a Siria, sitúa de nuevo a Líbano a un paso del abismo.
La ofensiva israelí, su fracaso y el reforzamiento consecuente de Hezbolá, el "Partido de Dios" chiíta, apadrinado por Irán y dueño del sur del país, luego el asesinato de Gemayel, todo esto puede llevar a la destrucción del país, un país que muchos están dispuestos alegremente a sacrificar. Hace 30 años, en Occidente hubo estrategas para entregar Líbano a los palestinos de Yasser Arafat que habían encontrado en el país del cedro un refugio generoso; sacrificar a Líbano y conseguir la paz para Israel, tal era el cálculo.
Poco importaba este pequeño oasis de paz y de fraternidad, que planteaba a EU (y a Europa) un problema irresoluble: conservar la amistad de los árabes (con su petróleo) y defender a Israel. Hace 20, 25 años, se intentó otra jugada, sobre el cuerpo social de Líbano otra vez, con un cambio en la víctima: ya no se sacrificaba a los cristianos, sino a los palestinos y, en dos momentos sucesivos, dos ejércitos extranjeros invadieron y se repartieron Líbano, el sirio y el israelí. Tsahal se quedó casi 20 años en el sur, y el ejército sirio se quedó hasta el 2005, en espera de la primera oportunidad para regresar, puesto que Damasco jamás aceptó la existencia de un Estado libanés independiente.
Hoy, la pregunta es saber si EU va a devolver Líbano a Siria para calmar las tensiones en la región y ganar una salida no demasiado desastrosa de Irak. Damasco y sus aliados, Irán en especial, cuya influencia crece a toda velocidad en el Medio Oriente, lo piensan. Algunos analistas dicen que atribuir toda la responsabilidad de las desgracias de Líbano a Israel, Siria e Irán es, si no un error, una exageración, y que los primeros culpables son los propios libaneses.
Según esa hipótesis, ellos han sido y son incapaces de construir un Estado, no merecen ser independientes y tienen que volver a su estatuto anterior de protectorado sirio (hasta 2005, pero el presidente actual e ilegítimo Lahud es el pelele de Damasco), el mismo heredero del protectorado francés (1918-1943), a su vez heredero del imperio otomano. Y de fortalecer su discurso con el argumento histórico clásico: a lo largo de 5 mil años de historia, los libaneses (y sus antepasados que llevaron muchos nombres) jamás han formado un Estado y el que nació al calor de la Segunda Guerra Mundial fue una creación del imperialismo anglosajón que desmantelaba el imperio colonial francés.
En ese esquema, los cristianos libaneses, casi la mitad de la población en aquel entonces, apenas la tercera parte hoy, habrían sido -dicen ellos, yo no- esquiroles, lacayos del imperialismo en turno. Esa última acusación no tiene ninguna base histórica, pero quien quiere ahogar a su perro dice que tiene rabia.
Lo indudable es que el país, mosaico de religiones y comunidades, con todas las variedades de cristianos y musulmanes, hasta con una pequeña comunidad judía remanente, es una caja de resonancia regional e internacional. Líbano carga con el fardo de una historia marcada por varias guerras entre Israel y los países árabes, por una sangría palestina permanente, por un terrorismo engendrado por la misma sangría y, más recientemente, por el desastre iraquí, el debilitamiento relativo de Siria y el resurgimiento de Irán como gran potencia regional, con o sin bomba nuclear.
Las vacilaciones estadounidenses, sus cambios de línea y de estrategia -si es que la tienen-, sus "patadas de ahogado", no hacen sino agravar la situación. En ese contexto, Hezbolá es a la vez un actor nacional libanés y un peón al servicio de Damasco y de Teherán. Puede ser admirado por haber derrotado, si no militarmente, al menos sicológicamente, a Israel, y detestado porque hace el juego de una Siria que quiere recuperar totalmente un Líbano que no se ha liberado de los temibles servicios de seguridad sirios.
México ha integrado desde hace más de un siglo una numerosa migración libanesa que, sin olvidar nunca sus raíces y parientes, se ha mexicanizado y ha enriquecido a nuestro país. México no puede hacer mucho en el escenario internacional para ayudar a Líbano pero los mexicanos debemos sentirnos solidarios con esa nación hermana. Nuestros amigos libaneses se enfrentan al reto de construir un verdadero Estado, contra tirios y troyanos que los quieren conquistar o vender.
En ese sentido nuestra simpatía va para los hombres y las mujeres de la "Primavera de Beirut", que luchan para escapar a la doble maldición de los enemigos del exterior y de las disensiones internas. Los libaneses lo podrían hacer, muchos quieren lograrlo, pero ¿Irán y EU, Israel y Siria, les permitirán intentarlo, les darán el tiempo necesario? Si desaparece Líbano, será un mal agüero para toda la región del Medio Oriente.
lunes, diciembre 25, 2006
Las altas expectativas
La primera acción de política exterior que realizó Felipe Calderón como presidente electo fue una gira por América Latina. Era una señal, decía su estratega internacionalista, para retomar una relación maltratada durante el foxismo. La segunda será en enero, cuando viaje a El Salvador y a Nicaragua para la toma de posesión de Daniel Ortega. Los latinoamericanos han visto con muy buenos ojos estas iniciativas, pero la prudencia es un buen contrapeso para el entusiasmo original. Farol de la calle, señales contradictorias en casa. Dos nombramientos han regresado el desconsuelo.
El más controvertido es el de Gerónimo Gutiérrez, quien fue designado como subsecretario de Relaciones Exteriores para América Latina, después de que durante el periodo de Luis Ernesto Derbez como canciller foxista, estuvo encargado de las relaciones con América del Norte. No pudo haber caído más mal ese nombramiento debido, precisamente, a los antecedentes de Gutiérrez.
Durante su gestión previa, Gutiérrez se convirtió en un serio promotor de una especie de gobierno metaconstitucional con Estados Unidos y Canadá, a través de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), que permitiría agilizar el comercio regional dentro de los parámetros de seguridad derivados del 11 de septiembre. Todos los ajustes en las leyes y regulaciones para ponerlo en marcha quedaron salvados de supervisión legislativa y llevada al terreno de la decisión única y exclusivamente ejecutiva.
La gran apuesta a la integración del perímetro de seguridad norteamericano que condujo más allá de los límites políticos aceptables para la soberanía nacional es lo que tiene desconcertados, escépticos y hasta molestos a un número considerable de diplomáticos latinoamericanos en México.
En el nuevo subsecretario para la región ven no a quien pueda desplegar una nueva diplomacia de acercamiento con el hemisferio sur, sino a un enemigo en potencia. Gutiérrez no es visto como el garante de la nueva fase de relaciones con América Latina que ofrecía el presidente Calderón, sino como una cabeza de playa de sus enemigos naturales: Estados Unidos. Gutiérrez es percibido como una persona que fue utilizada por la secretaria de Estado, Condolezza Rice, quien hizo de lado una política hacia la región y usó al mexicano para fines domésticos.
En la cancillería mexicana ven con desconfianza a Gutiérrez porque consideran algunos diplomáticos que por hacerle servicios políticos a Rice se perdieron oportunidades para impulsar la reforma migratoria. El ejemplo que han señalado es que por petición de Rice al gobierno mexicano a través de Gutiérrez -o con el compromiso de él de hacerlo cumplir-, el ex presidente Vicente Fox no contrató los servicios de una agencia de cabildeo en Estados Unidos para ayudarles a sensibilizar al Congreso de la necesidad de una reforma migratoria integral y de las ventajas que podrían obtener los estadounidenses de ella. Rice le pidió a Gutiérrez que no contrataran a ninguna, dijo un diplomático que conoce los entretelones del tema, y que dejaran a la Casa Blanca que se ocupara del cabildeo.
El resultado fue que la reforma migratoria se convirtió en una herramienta electoral para fines exclusivamente internos en Estados Unidos, sin que a la administración Bush le interesara realmente obtener resultados de corto o mediano plazo que pudieran tener algún beneficio para los mexicanos. México perdió el momento para llevar adelante algunas partes de la reforma migratoria, al dejar que los políticos estadounidenses dirimieran sus apoyos electorales con los mexicanos indocumentados.
Pero si los latinoamericanos ven con profunda desconfianza a Gutiérrez, la llegada de Cecilia Romero como comisionada del Instituto Nacional de Migración les causa alarma. Esa dependencia que pertenece a la Secretaría de Gobernación es la responsable de manejar la política de refugiados, que aunque muy maltrecha en los últimos años, jamás había sido puesta en manos de una persona tan profundamente ideologizada y con un potencial de destrucción tan elevado.
La señora Romero es la esposa de Federico Müggenburg, el ideólogo de El Yunque, la organización de extrema derecha que ha dominado al gobierno en los seis últimos años. Aguerrida militante del PAN, ha estado involucrada por años en asuntos internacionales, con beligerancia contra todos aquellos regímenes que no entran en su perfil ideológico y generado conflictos diplomáticos como por ejemplo con Cuba, que es la nación que pudiendo redefinir el rumbo de la política exterior calderonista, ha sido relegada por el Presidente debido a las presiones internas de los panistas.
La señora Romero participa en la corriente inflamatoria del presidente del PAN, Manuel Espino, quien recientemente generó rispidez con Venezuela y nuevas tensiones diplomáticas entre Caracas y México con sus declaraciones intervencionistas en el reciente proceso electoral en aquella nación. Enemiga rabiosa de la izquierda latinoamericana, que ha hecho importantes avances electorales en los últimos años, también es opositora frontal de posiciones progresistas y socialdemócratas.
Con ella no hay duda. Por su carácter y estilo, las políticas migratorias contra los indocumentados serán reforzadas a palos -aunque le han quitado el control policial-, lo que generará tensiones no sólo con los centroamericanos que buscarán trato humano para sus ciudadanos, sino con los brasileños -cuya cancillería es enemiga histórica de la mexicana-, que han generado la nueva corriente migratoria hacia el norte, a través de la frontera con Texas.
Dureza contra los latinoamericanos y entreguismo ante Washington son las señales cruzadas que mandó Calderón a América Latina, donde tendría que estar reedificando el andamiaje que desde el gobierno de Carlos Salinas se comenzó a desmantelar. Pero si Romero es una enemiga abierta y declarada, Gutiérrez es un personaje desacreditado en esa parte del hemisferio.
El mensaje calderonista a la región es que el discurso latinoamericanista no termina de ser una retórica frente a la coyuntura electoral y su estrategia para legitimarse con acciones. Pero para efectos de la real politik, la dupla designada que verá los asuntos regionales representa una política de matracas sin sentido para lo que decía el Presidente que deseaba: una nueva era de relaciones con América Latina.
No hay señales salvo las epidérmicas con los países en toda el área, que tendrá que seguir esperando un nuevo despertar mexicano, pues las personas clave para relanzar las relaciones con toda la región están lejos de ser las idóneas para restaurarlas y reconstruirlas, y no eliminan la suspicacia que, en el fondo del corazón de este gobierno, en realidad lo que se quiere seguir haciendo es el trabajo sucio a Washington.
El más controvertido es el de Gerónimo Gutiérrez, quien fue designado como subsecretario de Relaciones Exteriores para América Latina, después de que durante el periodo de Luis Ernesto Derbez como canciller foxista, estuvo encargado de las relaciones con América del Norte. No pudo haber caído más mal ese nombramiento debido, precisamente, a los antecedentes de Gutiérrez.
Durante su gestión previa, Gutiérrez se convirtió en un serio promotor de una especie de gobierno metaconstitucional con Estados Unidos y Canadá, a través de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), que permitiría agilizar el comercio regional dentro de los parámetros de seguridad derivados del 11 de septiembre. Todos los ajustes en las leyes y regulaciones para ponerlo en marcha quedaron salvados de supervisión legislativa y llevada al terreno de la decisión única y exclusivamente ejecutiva.
La gran apuesta a la integración del perímetro de seguridad norteamericano que condujo más allá de los límites políticos aceptables para la soberanía nacional es lo que tiene desconcertados, escépticos y hasta molestos a un número considerable de diplomáticos latinoamericanos en México.
En el nuevo subsecretario para la región ven no a quien pueda desplegar una nueva diplomacia de acercamiento con el hemisferio sur, sino a un enemigo en potencia. Gutiérrez no es visto como el garante de la nueva fase de relaciones con América Latina que ofrecía el presidente Calderón, sino como una cabeza de playa de sus enemigos naturales: Estados Unidos. Gutiérrez es percibido como una persona que fue utilizada por la secretaria de Estado, Condolezza Rice, quien hizo de lado una política hacia la región y usó al mexicano para fines domésticos.
En la cancillería mexicana ven con desconfianza a Gutiérrez porque consideran algunos diplomáticos que por hacerle servicios políticos a Rice se perdieron oportunidades para impulsar la reforma migratoria. El ejemplo que han señalado es que por petición de Rice al gobierno mexicano a través de Gutiérrez -o con el compromiso de él de hacerlo cumplir-, el ex presidente Vicente Fox no contrató los servicios de una agencia de cabildeo en Estados Unidos para ayudarles a sensibilizar al Congreso de la necesidad de una reforma migratoria integral y de las ventajas que podrían obtener los estadounidenses de ella. Rice le pidió a Gutiérrez que no contrataran a ninguna, dijo un diplomático que conoce los entretelones del tema, y que dejaran a la Casa Blanca que se ocupara del cabildeo.
El resultado fue que la reforma migratoria se convirtió en una herramienta electoral para fines exclusivamente internos en Estados Unidos, sin que a la administración Bush le interesara realmente obtener resultados de corto o mediano plazo que pudieran tener algún beneficio para los mexicanos. México perdió el momento para llevar adelante algunas partes de la reforma migratoria, al dejar que los políticos estadounidenses dirimieran sus apoyos electorales con los mexicanos indocumentados.
Pero si los latinoamericanos ven con profunda desconfianza a Gutiérrez, la llegada de Cecilia Romero como comisionada del Instituto Nacional de Migración les causa alarma. Esa dependencia que pertenece a la Secretaría de Gobernación es la responsable de manejar la política de refugiados, que aunque muy maltrecha en los últimos años, jamás había sido puesta en manos de una persona tan profundamente ideologizada y con un potencial de destrucción tan elevado.
La señora Romero es la esposa de Federico Müggenburg, el ideólogo de El Yunque, la organización de extrema derecha que ha dominado al gobierno en los seis últimos años. Aguerrida militante del PAN, ha estado involucrada por años en asuntos internacionales, con beligerancia contra todos aquellos regímenes que no entran en su perfil ideológico y generado conflictos diplomáticos como por ejemplo con Cuba, que es la nación que pudiendo redefinir el rumbo de la política exterior calderonista, ha sido relegada por el Presidente debido a las presiones internas de los panistas.
La señora Romero participa en la corriente inflamatoria del presidente del PAN, Manuel Espino, quien recientemente generó rispidez con Venezuela y nuevas tensiones diplomáticas entre Caracas y México con sus declaraciones intervencionistas en el reciente proceso electoral en aquella nación. Enemiga rabiosa de la izquierda latinoamericana, que ha hecho importantes avances electorales en los últimos años, también es opositora frontal de posiciones progresistas y socialdemócratas.
Con ella no hay duda. Por su carácter y estilo, las políticas migratorias contra los indocumentados serán reforzadas a palos -aunque le han quitado el control policial-, lo que generará tensiones no sólo con los centroamericanos que buscarán trato humano para sus ciudadanos, sino con los brasileños -cuya cancillería es enemiga histórica de la mexicana-, que han generado la nueva corriente migratoria hacia el norte, a través de la frontera con Texas.
Dureza contra los latinoamericanos y entreguismo ante Washington son las señales cruzadas que mandó Calderón a América Latina, donde tendría que estar reedificando el andamiaje que desde el gobierno de Carlos Salinas se comenzó a desmantelar. Pero si Romero es una enemiga abierta y declarada, Gutiérrez es un personaje desacreditado en esa parte del hemisferio.
El mensaje calderonista a la región es que el discurso latinoamericanista no termina de ser una retórica frente a la coyuntura electoral y su estrategia para legitimarse con acciones. Pero para efectos de la real politik, la dupla designada que verá los asuntos regionales representa una política de matracas sin sentido para lo que decía el Presidente que deseaba: una nueva era de relaciones con América Latina.
No hay señales salvo las epidérmicas con los países en toda el área, que tendrá que seguir esperando un nuevo despertar mexicano, pues las personas clave para relanzar las relaciones con toda la región están lejos de ser las idóneas para restaurarlas y reconstruirlas, y no eliminan la suspicacia que, en el fondo del corazón de este gobierno, en realidad lo que se quiere seguir haciendo es el trabajo sucio a Washington.
viernes, diciembre 22, 2006
Carstens y las marchas
La negociación del Paquete Económico no ha sido tan tersa para el secretario de Hacienda, Agustín Carstens. El martes tuvo que salir de la plancha del zócalo a bordo de una ambulancia del ERUM y rodeado de policías del DF. Usted recuerda que intelectuales realizaron una marcha rumbo al Palacio Legislativo de San Lázaro para solicitar un mayor presupuesto para la cultura. Ellos cruzaron por la plaza de la Constitución y en el camino se encontraron con el hombre de las finanzas.
Don Agustín caminaba sin preocupación alguna por el zócalo rumbo a su oficina ubicada en Palacio Nacional. Se percató de la movilización pero no del motivo. Algunos manifestantes lo reconocieron, lo rodearon y lo increparon. El secretario comenzó a sentir la presión. Policías del DF entraron al quite para rescatar a Carstens, que desencajado subió a la ambulancia. ¡Gulp !
El susto del secretario de Hacienda se desvaneció ayer con el acuerdo alcanzado con los seis coordinadores parlamentarios (PAN, PRI y PRD) en las cámaras de Diputados y Senadores para sacar adelante la Ley de Ingresos, sin el impuesto de 5% a los refrescos.
Hay plena confianza en la residencia oficial de Los Pinos sobre la pronta aprobación del Paquete Económico para el año entrante. Un enviado del PAN acudió a la casa presidencial para comunicar a Felipe Calderón que todo terminará el fin de semana, antes del domingo. De esa forma, podrá tomarse unos días de descanso, aseguró el emisario panista.
Roberto Madrazo tiene candidato a la dirección del PRI. El Negro será el quinto pasajero en la contienda. Héctor Hugo Olivares Ventura hace toda clase de preparativos para buscar la presidencia de su partido. Sus operadores y el madracismo lanzarán una campaña sucia contra la ex diputada Beatriz Paredes, bajo el argumento de que negoció una posición en el gabinete presidencial. Por ahí viene el fuego amigo . La competencia por la dirección del PRI estaría entre Enrique Jackson, Paredes, Javier Oliva, Alejandro Gárate y Olivares Ventura.
Algunos consejeros electorales tiene un propósito de Año Nuevo: hacer transparente el uso de los recursos y bienes que reciben del Instituto Federal Electoral, que encabeza Luis Carlos Ugalde. En este espacio le comentamos del choque de posiciones entre los integrantes del Consejo General por el uso de los vehículos y la justificación de viáticos en viajes al extranjero.
Bajo reserva le decimos que el presidente de la Comisión de Transparencia del IFE, Andrés Albo, redacta una minuta con el contenido de los compromisos, principalmente para establecer una bitácora diaria para el uso de los autos, porque para algunos consejeros es “un instrumento de trabajo”, pero para otros es una “prestación de trabajo”, conceptos que también son motivo de discrepancia. El asunto es que nadie quiere ser señalado por dar un mal uso a las unidades, sobre todo acusaciones de que sus familiares se benefician de ellas.
Los hilos de la profesora Elba Esther Gordillo se mueven contra la sección 22 del sindicato magisterial en Oaxaca. El Consejo Político Nacional del SNTE sesionará en las próximas horas para convalidar la creación de una nueva sección, la 59, que vendrá a ser el contrapeso de Enrique Rueda Pacheco.
Don Agustín caminaba sin preocupación alguna por el zócalo rumbo a su oficina ubicada en Palacio Nacional. Se percató de la movilización pero no del motivo. Algunos manifestantes lo reconocieron, lo rodearon y lo increparon. El secretario comenzó a sentir la presión. Policías del DF entraron al quite para rescatar a Carstens, que desencajado subió a la ambulancia. ¡Gulp !
El susto del secretario de Hacienda se desvaneció ayer con el acuerdo alcanzado con los seis coordinadores parlamentarios (PAN, PRI y PRD) en las cámaras de Diputados y Senadores para sacar adelante la Ley de Ingresos, sin el impuesto de 5% a los refrescos.
Hay plena confianza en la residencia oficial de Los Pinos sobre la pronta aprobación del Paquete Económico para el año entrante. Un enviado del PAN acudió a la casa presidencial para comunicar a Felipe Calderón que todo terminará el fin de semana, antes del domingo. De esa forma, podrá tomarse unos días de descanso, aseguró el emisario panista.
Roberto Madrazo tiene candidato a la dirección del PRI. El Negro será el quinto pasajero en la contienda. Héctor Hugo Olivares Ventura hace toda clase de preparativos para buscar la presidencia de su partido. Sus operadores y el madracismo lanzarán una campaña sucia contra la ex diputada Beatriz Paredes, bajo el argumento de que negoció una posición en el gabinete presidencial. Por ahí viene el fuego amigo . La competencia por la dirección del PRI estaría entre Enrique Jackson, Paredes, Javier Oliva, Alejandro Gárate y Olivares Ventura.
Algunos consejeros electorales tiene un propósito de Año Nuevo: hacer transparente el uso de los recursos y bienes que reciben del Instituto Federal Electoral, que encabeza Luis Carlos Ugalde. En este espacio le comentamos del choque de posiciones entre los integrantes del Consejo General por el uso de los vehículos y la justificación de viáticos en viajes al extranjero.
Bajo reserva le decimos que el presidente de la Comisión de Transparencia del IFE, Andrés Albo, redacta una minuta con el contenido de los compromisos, principalmente para establecer una bitácora diaria para el uso de los autos, porque para algunos consejeros es “un instrumento de trabajo”, pero para otros es una “prestación de trabajo”, conceptos que también son motivo de discrepancia. El asunto es que nadie quiere ser señalado por dar un mal uso a las unidades, sobre todo acusaciones de que sus familiares se benefician de ellas.
Los hilos de la profesora Elba Esther Gordillo se mueven contra la sección 22 del sindicato magisterial en Oaxaca. El Consejo Político Nacional del SNTE sesionará en las próximas horas para convalidar la creación de una nueva sección, la 59, que vendrá a ser el contrapeso de Enrique Rueda Pacheco.
lunes, diciembre 18, 2006
La pesadilla mexicana
Por decisiones torpes de sus gobiernos, México se quedó fuera de la transición en Cuba y en el umbral de problemas para su seguridad nacional
Los botones de alerta de varios gobiernos están prendidos desde hace varios días ante lo que consideran inminente: la muerte de Fidel Castro. Políticos mexicanos con estrechas relaciones con la diplomacia cubana comentan que el legendario líder cubano se encuentra en coma, en la última fase del cáncer que lo está carcomiendo. El zar de la inteligencia de Estados Unidos, John D. Negroponte, dijo el jueves pasado en una reunión con editores de The Washington Post que Castro ya no viviría años, y quizás tampoco meses. Desde hace semanas, los planes de los medios para la cobertura de la muerte del comandante se han acelerado, y a todos les urge llegar rápidamente a La Habana para ocupar butacas de primera fila en el último capítulo de una polémica, dinámica y protagónica vida.
En el epílogo de la vida de Fidel Castro se encuentra el inicio de la pesadilla mexicana. Su muerte será la metáfora del colapso de la política exterior mexicana de cuando menos los nueve últimos años. Desde el gobierno de Ernesto Zedillo la diplomacia mexicana tuvo un giro con Cuba. Paradójicamente, a un pragmático como Zedillo le faltó pragmatismo frente a Castro.
Pero si Zedillo comenzó a desmantelar en definitiva el andamiaje político construido con Cuba, Vicente Fox arrasó con lo poco que quedaba.
Pagando favores y amores, Fox se dejó llevar por su primer canciller Jorge Castañeda, para enfrentarse a Castro e incurrir en todo tipo de transgresión diplomática durante una cumbre de Naciones Unidas en Monterrey -la de la frase célebre del "comes y te vas" para evitar, bajo pedido de Washington, que se cruzara con el presidente George Bush-, que trajo una serie de secuelas que fueron helando la relación. La consecuencia fue la exhibición pública de la torpeza de Fox en una grabación dada a conocer por Castro donde revelaba los detalles de su comportamiento, que iniciaron otra escalada. Los servicios de inteligencia estadounidenses le entregaron al gobierno mexicano la ficha de diplomáticos cubanos con la petición implícita que los expulsaran. Fox así lo hizo y, para ocultarlo, clasificó el episodio como secreto durante 12 años.
Las relaciones nunca se restablecieron y los intentos del nuevo presidente Felipe Calderón por allanar el camino para un mejoramiento llegaron en la agonía de Castro. Uno de los cubanos más agraviados por Fox y Castañeda, el canciller Felipe Pérez Roque, es ahora una de las personas clave en la transición cubana.
Lo que ya sucedió es imposible reconstituirlo. La política servil de México ante Estados Unidos se convierte ahora en un dilema económico y estratégico, social y político. La falta de visión de los líderes mexicanos nos lleva ahora a problemas de seguridad nacional que fueron soslayados en su momento. Está claro que hay diferentes espacios y momentos para cada uno de ellos, pero lo que no está es si existen planes de contingencia para enfrentar la realidad que nos va a atropellar.
El más agudo, porque llegará como tromba, es el flujo masivo de cubanos que saldrán de la isla a la muerte de Castro. Dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores calculaban en vísperas del cambio de gobierno que a la muerte de Castro podrían llegar a las costas mexicanas, particularmente de Yucatán, aproximadamente 140 mil balseros. Aunque se pensaba que muchos de ellos llegarían con la esperanza de trasladarse a Estados Unidos, la realidad es que ese impacto súbito de personas representaría un agudo problema de refugiados, literalmente, de la noche a la mañana.
Si la política fuera de aceptarlos, eso significaría que habría que levantar carpas para que pudieran dormir, proveerles alimento y asistencia médica, y construirles ciudades artificiales durante años, como sucedió con los guatemaltecos durante la guerra, esperando su reinserción en Cuba. Pero la política mexicana en más de 12 años no ha sido ésa.
Desde el gobierno de Carlos Salinas, una encomienda del gobierno mexicano, también bajo pedido, es que todo inmigrante indocumentado que tenga en su horizonte Estados Unidos sea rechazado. Durante los 80 y 90, la Secretaría de Gobernación hizo el trabajo a la Patrulla Fronteriza estadounidense en territorio mexicano, deteniendo a centroamericanos en las rutas que le marcaban desde Washington. También durante el salinismo, todos los buques provenientes de China con inmigrantes fueron desviados por las patrullas de Guardacostas estadounidenses hacia aguas mexicanas, donde las autoridades tenían que hacer el trabajo sucio de detenerlos y deportarlos. Bajo esa lógica, el flujo de cubanos podría ser regresado al mar y a la deriva. ¿Cuántos de ellos sufrirían esa suerte?
El aparato logístico de la Marina mexicana no permite sellar las fronteras, lo que traerá como resultado el ingreso indocumentado de cubanos, cuyo volumen representará nuevas presiones a los servicios municipales, al mercado laboral y, de manera natural, en el fenómeno de la criminalidad.
En un segundo nivel, existe la alta probabilidad que, bajo Raúl Castro, Cuba acelere su apertura a la Deng Xiao-Ping. Esto es: cerrazón política y apertura económica, que de hecho ya empezó hace años. Al plegarse a Washington, México canceló sus ventanas de oportunidad económica y comercial con Cuba. Españoles, italianos y canadienses jugaron más inteligentemente y se repartieron con las Fuerzas Armadas cubanas, por ejemplo, los destinos turísticos más importantes. Como China, Cuba tiene una mano de obra altamente calificada que, en caso de apertura a la industria maquiladora, dijo alguna vez el ex canciller Fernando Solana, podrá robarse la industria de ese tipo que se encuentra en México.
Este país ha ido perdiendo ventajas comparativas para la inversión extranjera, y tan sólo en el sexenio pasado se fueron más de 600 empresas, principalmente a Asia. Cuba, para el gran mercado norteamericano, representa una mejor plataforma comercial que Asia, y comparativamente hablando, superior a la mexicana. Si llegara a perderse parte de la maquila en México, las presiones sobre el empleo se agudizarán aún más, lo que introduciría presiones sociales en regiones altamente conflictivas del país, como la frontera norte.
México se encuentra en una especie de sandwich de alto riesgo estratégico por las torpezas de sus gobernantes. ¿Hay forma de revertirlo? Ninguna. El tiempo nos alcanzó. Sólo resta la elaboración urgente de planes de contingencia para lo que viene, en este escenario que, además, no es de conflicto político-militar en Cuba -lo cual agravaría el panorama-, y esperar que, de concretarse ese flujo, se actúe con mayor inteligencia y tacto, en función de los intereses mexicanos y no para salvaguardar los de aquellos que, desde hace tres sexenios, se han asumido como nuestros patrones.
Los botones de alerta de varios gobiernos están prendidos desde hace varios días ante lo que consideran inminente: la muerte de Fidel Castro. Políticos mexicanos con estrechas relaciones con la diplomacia cubana comentan que el legendario líder cubano se encuentra en coma, en la última fase del cáncer que lo está carcomiendo. El zar de la inteligencia de Estados Unidos, John D. Negroponte, dijo el jueves pasado en una reunión con editores de The Washington Post que Castro ya no viviría años, y quizás tampoco meses. Desde hace semanas, los planes de los medios para la cobertura de la muerte del comandante se han acelerado, y a todos les urge llegar rápidamente a La Habana para ocupar butacas de primera fila en el último capítulo de una polémica, dinámica y protagónica vida.
En el epílogo de la vida de Fidel Castro se encuentra el inicio de la pesadilla mexicana. Su muerte será la metáfora del colapso de la política exterior mexicana de cuando menos los nueve últimos años. Desde el gobierno de Ernesto Zedillo la diplomacia mexicana tuvo un giro con Cuba. Paradójicamente, a un pragmático como Zedillo le faltó pragmatismo frente a Castro.
Pero si Zedillo comenzó a desmantelar en definitiva el andamiaje político construido con Cuba, Vicente Fox arrasó con lo poco que quedaba.
Pagando favores y amores, Fox se dejó llevar por su primer canciller Jorge Castañeda, para enfrentarse a Castro e incurrir en todo tipo de transgresión diplomática durante una cumbre de Naciones Unidas en Monterrey -la de la frase célebre del "comes y te vas" para evitar, bajo pedido de Washington, que se cruzara con el presidente George Bush-, que trajo una serie de secuelas que fueron helando la relación. La consecuencia fue la exhibición pública de la torpeza de Fox en una grabación dada a conocer por Castro donde revelaba los detalles de su comportamiento, que iniciaron otra escalada. Los servicios de inteligencia estadounidenses le entregaron al gobierno mexicano la ficha de diplomáticos cubanos con la petición implícita que los expulsaran. Fox así lo hizo y, para ocultarlo, clasificó el episodio como secreto durante 12 años.
Las relaciones nunca se restablecieron y los intentos del nuevo presidente Felipe Calderón por allanar el camino para un mejoramiento llegaron en la agonía de Castro. Uno de los cubanos más agraviados por Fox y Castañeda, el canciller Felipe Pérez Roque, es ahora una de las personas clave en la transición cubana.
Lo que ya sucedió es imposible reconstituirlo. La política servil de México ante Estados Unidos se convierte ahora en un dilema económico y estratégico, social y político. La falta de visión de los líderes mexicanos nos lleva ahora a problemas de seguridad nacional que fueron soslayados en su momento. Está claro que hay diferentes espacios y momentos para cada uno de ellos, pero lo que no está es si existen planes de contingencia para enfrentar la realidad que nos va a atropellar.
El más agudo, porque llegará como tromba, es el flujo masivo de cubanos que saldrán de la isla a la muerte de Castro. Dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores calculaban en vísperas del cambio de gobierno que a la muerte de Castro podrían llegar a las costas mexicanas, particularmente de Yucatán, aproximadamente 140 mil balseros. Aunque se pensaba que muchos de ellos llegarían con la esperanza de trasladarse a Estados Unidos, la realidad es que ese impacto súbito de personas representaría un agudo problema de refugiados, literalmente, de la noche a la mañana.
Si la política fuera de aceptarlos, eso significaría que habría que levantar carpas para que pudieran dormir, proveerles alimento y asistencia médica, y construirles ciudades artificiales durante años, como sucedió con los guatemaltecos durante la guerra, esperando su reinserción en Cuba. Pero la política mexicana en más de 12 años no ha sido ésa.
Desde el gobierno de Carlos Salinas, una encomienda del gobierno mexicano, también bajo pedido, es que todo inmigrante indocumentado que tenga en su horizonte Estados Unidos sea rechazado. Durante los 80 y 90, la Secretaría de Gobernación hizo el trabajo a la Patrulla Fronteriza estadounidense en territorio mexicano, deteniendo a centroamericanos en las rutas que le marcaban desde Washington. También durante el salinismo, todos los buques provenientes de China con inmigrantes fueron desviados por las patrullas de Guardacostas estadounidenses hacia aguas mexicanas, donde las autoridades tenían que hacer el trabajo sucio de detenerlos y deportarlos. Bajo esa lógica, el flujo de cubanos podría ser regresado al mar y a la deriva. ¿Cuántos de ellos sufrirían esa suerte?
El aparato logístico de la Marina mexicana no permite sellar las fronteras, lo que traerá como resultado el ingreso indocumentado de cubanos, cuyo volumen representará nuevas presiones a los servicios municipales, al mercado laboral y, de manera natural, en el fenómeno de la criminalidad.
En un segundo nivel, existe la alta probabilidad que, bajo Raúl Castro, Cuba acelere su apertura a la Deng Xiao-Ping. Esto es: cerrazón política y apertura económica, que de hecho ya empezó hace años. Al plegarse a Washington, México canceló sus ventanas de oportunidad económica y comercial con Cuba. Españoles, italianos y canadienses jugaron más inteligentemente y se repartieron con las Fuerzas Armadas cubanas, por ejemplo, los destinos turísticos más importantes. Como China, Cuba tiene una mano de obra altamente calificada que, en caso de apertura a la industria maquiladora, dijo alguna vez el ex canciller Fernando Solana, podrá robarse la industria de ese tipo que se encuentra en México.
Este país ha ido perdiendo ventajas comparativas para la inversión extranjera, y tan sólo en el sexenio pasado se fueron más de 600 empresas, principalmente a Asia. Cuba, para el gran mercado norteamericano, representa una mejor plataforma comercial que Asia, y comparativamente hablando, superior a la mexicana. Si llegara a perderse parte de la maquila en México, las presiones sobre el empleo se agudizarán aún más, lo que introduciría presiones sociales en regiones altamente conflictivas del país, como la frontera norte.
México se encuentra en una especie de sandwich de alto riesgo estratégico por las torpezas de sus gobernantes. ¿Hay forma de revertirlo? Ninguna. El tiempo nos alcanzó. Sólo resta la elaboración urgente de planes de contingencia para lo que viene, en este escenario que, además, no es de conflicto político-militar en Cuba -lo cual agravaría el panorama-, y esperar que, de concretarse ese flujo, se actúe con mayor inteligencia y tacto, en función de los intereses mexicanos y no para salvaguardar los de aquellos que, desde hace tres sexenios, se han asumido como nuestros patrones.
sábado, diciembre 09, 2006
viernes, diciembre 08, 2006
Estacionados en la corrupción
Los mexicanos seguimos percibiéndonos como un país de corruptos. Es más, de acuerdo con el Barómetro Global 2006, publicado por Transparencia Internacional (TI), pensamos que la policía, los partidos políticos, el gobierno y el sector empresarial -en ese orden- son altamente deshonestos y realizan prácticas ilegales para obtener beneficios. El dato es lamentable, por lo que refleja en niveles de desconfianza y porque muchas veces resulta de la experiencia en carne propia.
A lo largo de un par de años, en el indicador mundial de transparencia, que no es sino un índice para medir percepciones en cuanto a la corrupción imperante, México se ha estacionado como uno de los países donde los ciudadanos desconfían más de sus policías -4.5 de un índice donde 5 es el máximo rechazo.
Tampoco les va bien al gobierno en general y a los partidos políticos en particular, que reciben una calificación de 4.4 con el mismo parámetro.
Justo al iniciarse el sexenio las promesas como las del nuevo procurador Eduardo Medina-Mora, al tomar posesión ayer, asegurando que "no habrá espacio para la corrupción", caen en oídos sordos en casi la mitad de la población porque estadísticamente cree que el gobierno no sólo no lucha sino fomenta el fenómeno de la corrupción que arroja repercusiones negativas en tantos campos de la vida de la República.
No es un asunto de cruzadas morales, ni de renovaciones sexenales, sino de algo que ya tiene la capacidad de impactar en la seguridad nacional, al corroer las bases mismas de la convivencia entre mexicanos.
Organizaciones nacionales e internacionales cada vez con más frecuencia alertan de los peligros de ingobernabilidad derivados de la corrupción extendida en ámbitos públicos y privados.
No en balde el Banco Mundial tiene entre una de sus grandes preocupaciones, no sólo en México sino en el mundo, el combate a la corrupción, porque sus estudios demuestran que en la medida en que un país permite las ilegalidades el resultado es carencia de recursos para programas sociales y encarecimiento del costo para invertir y hacer negocios.
El descrédito en el que están los partidos políticos con el travestismo de sus representantes saltando entre siglas partidistas, según convenga a sus intereses, el uso de las manos y la fuerza bruta para conseguir espacios que no logran en la argumentación, abona a la mala imagen que se tiene de la actividad pública.
La prevalecencia de espacios fuera de la ley cada vez más grandes y la sospecha extendida de que sólo es rico quien participa de pactos ilícitos, y no quien trabaja y emprende, sólo pueden conducirnos al debilitamiento del Estado.
No es una buena noticia para la gobernabilidad democrática que los mexicanos nos reprobemos a nosotros mismos, que seamos un pueblo desconfiado de nuestras autoridades y de nuestros vecinos; claro que alguien puede decir que esto no es sino una descripción realista del país. ¡Qué triste!
O saneamos el tejido social y salimos del cinismo de que "el que no tranza no avanza" o nuestras calificaciones en transparencia seguirán siendo vergonzosas.
A lo largo de un par de años, en el indicador mundial de transparencia, que no es sino un índice para medir percepciones en cuanto a la corrupción imperante, México se ha estacionado como uno de los países donde los ciudadanos desconfían más de sus policías -4.5 de un índice donde 5 es el máximo rechazo.
Tampoco les va bien al gobierno en general y a los partidos políticos en particular, que reciben una calificación de 4.4 con el mismo parámetro.
Justo al iniciarse el sexenio las promesas como las del nuevo procurador Eduardo Medina-Mora, al tomar posesión ayer, asegurando que "no habrá espacio para la corrupción", caen en oídos sordos en casi la mitad de la población porque estadísticamente cree que el gobierno no sólo no lucha sino fomenta el fenómeno de la corrupción que arroja repercusiones negativas en tantos campos de la vida de la República.
No es un asunto de cruzadas morales, ni de renovaciones sexenales, sino de algo que ya tiene la capacidad de impactar en la seguridad nacional, al corroer las bases mismas de la convivencia entre mexicanos.
Organizaciones nacionales e internacionales cada vez con más frecuencia alertan de los peligros de ingobernabilidad derivados de la corrupción extendida en ámbitos públicos y privados.
No en balde el Banco Mundial tiene entre una de sus grandes preocupaciones, no sólo en México sino en el mundo, el combate a la corrupción, porque sus estudios demuestran que en la medida en que un país permite las ilegalidades el resultado es carencia de recursos para programas sociales y encarecimiento del costo para invertir y hacer negocios.
El descrédito en el que están los partidos políticos con el travestismo de sus representantes saltando entre siglas partidistas, según convenga a sus intereses, el uso de las manos y la fuerza bruta para conseguir espacios que no logran en la argumentación, abona a la mala imagen que se tiene de la actividad pública.
La prevalecencia de espacios fuera de la ley cada vez más grandes y la sospecha extendida de que sólo es rico quien participa de pactos ilícitos, y no quien trabaja y emprende, sólo pueden conducirnos al debilitamiento del Estado.
No es una buena noticia para la gobernabilidad democrática que los mexicanos nos reprobemos a nosotros mismos, que seamos un pueblo desconfiado de nuestras autoridades y de nuestros vecinos; claro que alguien puede decir que esto no es sino una descripción realista del país. ¡Qué triste!
O saneamos el tejido social y salimos del cinismo de que "el que no tranza no avanza" o nuestras calificaciones en transparencia seguirán siendo vergonzosas.
sábado, noviembre 11, 2006
viernes, noviembre 03, 2006
Danza con lobos
La visita de Felipe Calderón a Washington no pinta del todo bien, pues su discurso hacia Estados Unidos ha estado totalmente equivocado
Felipe Calderón visitará al presidente George Bush el 9 de noviembre próximo, casi una semana después de las elecciones intermedias, en el peor momento en que podría hacerlo, aún si contra todos los pronósticos los republicanos mantienen el control de la Cámara de Diputados y del Senado. La popularidad de Bush se encuentra en el vecindario en 30%, similar a los históricos más bajos, rivalizando con el crepúsculo de la carrera de Richard Nixon por el Watergate, y con Gerald Ford, cuando le otorgó un indulto presidencial. Se da también en el contexto de un debate entre historiadores sobre si Bush se recordará en el futuro como uno de los peores mandatarios en la historia estadounidense, nefasto como Andrew Johnson que fue incapaz de detener la guerra civil, incapaz como Herbert Hoover, que llevó al país a la Gran Depresión, o calamitoso como Warren Harding, un invento cuya corrupción no resistió más de dos años en la Casa Blanca.
Con este presidente enfrente, Calderón cumplirá con el ritual que siguen los presidentes electos en México y, para ser justos, de buena parte del mundo: acuden a rendir honores a la metrópoli y tratar de establecer el preámbulo de una relación provechosa. En el caso mexicano, es más estratégica, al tener su economía totalmente injertada en el sistema productivo estadounidense y vivir con el aliento que lo riega desde el norte. Calderón, quien gobernará durante los dos años que le quedan a Bush, si es que los demócratas, en caso de tomar control del Capitolio no cumplen la amenaza de enjuiciarlo políticamente para que sea expulsado del poder, no tendrá una luna de miel con Washington, como siempre aspiran los noveles mandatarios mexicanos, porque todo ahí tiene sabor amargo.
Pero más allá de todos esos factores exógenos que enfrentará Calderón al encontrarse con Bush, el Presidente electo llegará con un déficit por falta de cálculo y visión estratégica. No va a pasar inadvertido que en su primera gira en esa calidad, por Centro y Sudamérica, su principal pronunciamiento regional fue en contra de la construcción del muro fronterizo, y que en la más reciente a Canadá, igual. No está mal desde un punto de vista político y ético, pero no ha sido arropado. El muro es una coartada electoral que responde a las ansiedades y angustias de los estadounidenses, que llevó incluso a los legisladores más liberales de Estados Unidos a alinearse con el metabolismo nacional y firmar abrumadoramente la ley del muro. Si tan sólo hubiera dado muestras de estar al tanto de sus preocupaciones, la declaración en contra del muro, que va a contracorriente de las expectativas de un electorado que ha mostrado ser bastante antimexicano, no parecería estar tan lejano de las necesidades emocionales estadounidenses.
¿Por qué Calderón no ha englobado sus mensajes hemisféricos mostrando preocupación por lo que más alarma a los estadounidenses? Porque no tiene nada concreto e imaginativo para abordar el tema de la inseguridad fronteriza y el fenómeno del narcotráfico en los estados colindantes con México. Estos temas han hecho de la relación una red aún más compleja de lo que históricamente ha sido. Aunque desde los 80 la relación ha estado narcotizada, reduciendo un poco ese énfasis en los últimos años por el debate migratorio, hoy se han juntado ambos fenómenos, pero desde la perspectiva mexicana, para peor. El acotamiento que tiene Bush en materia de migración se ha agravado por la forma como se metió el tema de lleno a la campaña electoral intermedia, eliminando las líneas que normalmente dividen a republicanos y demócratas en la materia, y unificándolos en la misma dirección que, por razones de votos, los guían sus electores. Por ejemplo, Jack Davis, que está buscando la curul demócrata en el muy liberal estado de Nueva York, declaró recientemente a The Washington Post a propósito del impacto negativo de una amnistía para indocumentados: "Ya veo a los radicales mexicanos diciendo que el presidente (James) Polk tomó su tierra en la guerra con México. Bien, les tengo noticias: ¡Esa la perdieron, nenes!".
Las campañas electorales antimigratorias y antimexicanas siempre vinculan a los indocumentados con el problema de la seguridad nacional. Recientemente, un subcomité del Congreso presentó un reporte de 36 páginas sobre la violencia fronteriza donde alerta sobre el incremento de la actividad de narcotraficantes mexicanos en Estados Unidos enfatizando una vez más la necesidad de una estrategia contra ellas. El muro, olvida Calderón, no responde en realidad a la migración indocumentada, sino a las preocupaciones en Estados Unidos contra el narcotráfico y el terrorismo. La razón de ese muro y del envío de la Guardia Nacional a la frontera con México señala claramente que los estadounidenses están convencidos de que el gobierno mexicano no puede garantizar seguridad en la región.
Calderón no ha tenido más que tropiezos en el campo. Inclusive, en la última reunión de alguaciles estadounidenses fronterizos no envió a quien se supone serviría de enlace en el tema, sino como emergente estuvo Arturo Sarukhán, quien lleva las relaciones internacionales en el equipo de transición, y que fue responsable de los temas del narcotráfico durante una buena parte de su estadía en la Embajada de México en Washington. Es una mala señal porque Sarukhán no va a ser ni procurador general ni secretario de Seguridad Pública ni zar de las drogas en el gobierno de Calderón. A menos de un mes y medio de que asuma, este fenómeno, que es el de mayor preocupación en Estados Unidos con respecto a la relación con México, no tiene una cara todavía con la cual se podrán arreglar.
Este sí es un problema serio del Presidente electo, quien está cometiendo el mismo error en el que incurrió el presidente Vicente Fox en su trato con el gobierno de Estados Unidos. Los estadounidenses siempre han sido muy claros: están dispuestos a dar lo que quieren dar. Si un gobierno les pide lo que ellos tienen en mente, se los dan; si no, claro que no. Fox les pidió una reforma migratoria, cuando Bush estaba dispuesto a darle otras cosas, como una ampliación del TLC. Al no entender Fox esa lógica, empantanó la relación, logró una regresión en el trato y la confianza, y terminará su sexenio con una de las peores relaciones bilaterales en la memoria.
Para Calderón el problema que tiene será identificar los temas en los cuales no sólo Bush, sino el nuevo Congreso que se vota el primer martes de noviembre, querrá dar a México. Las líneas están perfiladas, seguridad fronteriza y combate al narcotráfico, pero en el horizonte de Calderón se ven nubladas. Tiene poco tiempo para preparar la visita a Washington, pero ya no puede seguir perdiéndolo, a menos de que desee seguir la ruta de Fox: mucho estruendo, poca efectividad. Mucho desgaste y un rotundo fracaso.
Felipe Calderón visitará al presidente George Bush el 9 de noviembre próximo, casi una semana después de las elecciones intermedias, en el peor momento en que podría hacerlo, aún si contra todos los pronósticos los republicanos mantienen el control de la Cámara de Diputados y del Senado. La popularidad de Bush se encuentra en el vecindario en 30%, similar a los históricos más bajos, rivalizando con el crepúsculo de la carrera de Richard Nixon por el Watergate, y con Gerald Ford, cuando le otorgó un indulto presidencial. Se da también en el contexto de un debate entre historiadores sobre si Bush se recordará en el futuro como uno de los peores mandatarios en la historia estadounidense, nefasto como Andrew Johnson que fue incapaz de detener la guerra civil, incapaz como Herbert Hoover, que llevó al país a la Gran Depresión, o calamitoso como Warren Harding, un invento cuya corrupción no resistió más de dos años en la Casa Blanca.
Con este presidente enfrente, Calderón cumplirá con el ritual que siguen los presidentes electos en México y, para ser justos, de buena parte del mundo: acuden a rendir honores a la metrópoli y tratar de establecer el preámbulo de una relación provechosa. En el caso mexicano, es más estratégica, al tener su economía totalmente injertada en el sistema productivo estadounidense y vivir con el aliento que lo riega desde el norte. Calderón, quien gobernará durante los dos años que le quedan a Bush, si es que los demócratas, en caso de tomar control del Capitolio no cumplen la amenaza de enjuiciarlo políticamente para que sea expulsado del poder, no tendrá una luna de miel con Washington, como siempre aspiran los noveles mandatarios mexicanos, porque todo ahí tiene sabor amargo.
Pero más allá de todos esos factores exógenos que enfrentará Calderón al encontrarse con Bush, el Presidente electo llegará con un déficit por falta de cálculo y visión estratégica. No va a pasar inadvertido que en su primera gira en esa calidad, por Centro y Sudamérica, su principal pronunciamiento regional fue en contra de la construcción del muro fronterizo, y que en la más reciente a Canadá, igual. No está mal desde un punto de vista político y ético, pero no ha sido arropado. El muro es una coartada electoral que responde a las ansiedades y angustias de los estadounidenses, que llevó incluso a los legisladores más liberales de Estados Unidos a alinearse con el metabolismo nacional y firmar abrumadoramente la ley del muro. Si tan sólo hubiera dado muestras de estar al tanto de sus preocupaciones, la declaración en contra del muro, que va a contracorriente de las expectativas de un electorado que ha mostrado ser bastante antimexicano, no parecería estar tan lejano de las necesidades emocionales estadounidenses.
¿Por qué Calderón no ha englobado sus mensajes hemisféricos mostrando preocupación por lo que más alarma a los estadounidenses? Porque no tiene nada concreto e imaginativo para abordar el tema de la inseguridad fronteriza y el fenómeno del narcotráfico en los estados colindantes con México. Estos temas han hecho de la relación una red aún más compleja de lo que históricamente ha sido. Aunque desde los 80 la relación ha estado narcotizada, reduciendo un poco ese énfasis en los últimos años por el debate migratorio, hoy se han juntado ambos fenómenos, pero desde la perspectiva mexicana, para peor. El acotamiento que tiene Bush en materia de migración se ha agravado por la forma como se metió el tema de lleno a la campaña electoral intermedia, eliminando las líneas que normalmente dividen a republicanos y demócratas en la materia, y unificándolos en la misma dirección que, por razones de votos, los guían sus electores. Por ejemplo, Jack Davis, que está buscando la curul demócrata en el muy liberal estado de Nueva York, declaró recientemente a The Washington Post a propósito del impacto negativo de una amnistía para indocumentados: "Ya veo a los radicales mexicanos diciendo que el presidente (James) Polk tomó su tierra en la guerra con México. Bien, les tengo noticias: ¡Esa la perdieron, nenes!".
Las campañas electorales antimigratorias y antimexicanas siempre vinculan a los indocumentados con el problema de la seguridad nacional. Recientemente, un subcomité del Congreso presentó un reporte de 36 páginas sobre la violencia fronteriza donde alerta sobre el incremento de la actividad de narcotraficantes mexicanos en Estados Unidos enfatizando una vez más la necesidad de una estrategia contra ellas. El muro, olvida Calderón, no responde en realidad a la migración indocumentada, sino a las preocupaciones en Estados Unidos contra el narcotráfico y el terrorismo. La razón de ese muro y del envío de la Guardia Nacional a la frontera con México señala claramente que los estadounidenses están convencidos de que el gobierno mexicano no puede garantizar seguridad en la región.
Calderón no ha tenido más que tropiezos en el campo. Inclusive, en la última reunión de alguaciles estadounidenses fronterizos no envió a quien se supone serviría de enlace en el tema, sino como emergente estuvo Arturo Sarukhán, quien lleva las relaciones internacionales en el equipo de transición, y que fue responsable de los temas del narcotráfico durante una buena parte de su estadía en la Embajada de México en Washington. Es una mala señal porque Sarukhán no va a ser ni procurador general ni secretario de Seguridad Pública ni zar de las drogas en el gobierno de Calderón. A menos de un mes y medio de que asuma, este fenómeno, que es el de mayor preocupación en Estados Unidos con respecto a la relación con México, no tiene una cara todavía con la cual se podrán arreglar.
Este sí es un problema serio del Presidente electo, quien está cometiendo el mismo error en el que incurrió el presidente Vicente Fox en su trato con el gobierno de Estados Unidos. Los estadounidenses siempre han sido muy claros: están dispuestos a dar lo que quieren dar. Si un gobierno les pide lo que ellos tienen en mente, se los dan; si no, claro que no. Fox les pidió una reforma migratoria, cuando Bush estaba dispuesto a darle otras cosas, como una ampliación del TLC. Al no entender Fox esa lógica, empantanó la relación, logró una regresión en el trato y la confianza, y terminará su sexenio con una de las peores relaciones bilaterales en la memoria.
Para Calderón el problema que tiene será identificar los temas en los cuales no sólo Bush, sino el nuevo Congreso que se vota el primer martes de noviembre, querrá dar a México. Las líneas están perfiladas, seguridad fronteriza y combate al narcotráfico, pero en el horizonte de Calderón se ven nubladas. Tiene poco tiempo para preparar la visita a Washington, pero ya no puede seguir perdiéndolo, a menos de que desee seguir la ruta de Fox: mucho estruendo, poca efectividad. Mucho desgaste y un rotundo fracaso.
martes, octubre 31, 2006
domingo, octubre 29, 2006
Oaxaca, baño de sangre
El jueves pasado, en el programa de televisión Código 2006 , de Proyecto 40, hice una pregunta a nombre de muchos mexicanos a Ulises Ruiz, "el gobernador" de Oaxaca. "Le pregunto no al político, ni al funcionario, sino al ser humano: ¿está usted consciente de que su restitución como autoridad en Oaxaca va a ser el resultado de un baño de sangre? ¿No le importa que para seguir siendo gobernador se requiera la muerte de muchos? ¿Usted sabe que dentro de 10 ó 15 años el recuerdo de toda esta coyuntura y la mención de su nombre evocarán una tragedia?". Ulises Ruiz no se inmutó y respondió con una larga parrafada sobre la importancia de la negociación. Su verdadera respuesta la dio unas horas más tarde, en la madrugada, cuando un líder de la APPO fue secuestrado a punta de pistola por un comando de desconocidos. Al día siguiente, personas armadas, pertenecientes al gobierno municipal y al estatal, bajaron de una camioneta blanca para hacer disparos contra los retenes de la APPO, con el saldo conocido de varios muertos. Uno de ellos, el periodista estadounidense Bradley Will, de la agencia Indimedios.
Al cierre de este artículo no se desencadena aún el desenlace que parece inevitable. A la fecha han caído asesinadas una docena de personas, pero seguramente habrá muchas víctimas más, antes de que termine todo esto. Más allá de la posición política de cada uno de los lectores, hay un dato de la realidad que se impone: los muertos son de un solo bando. Podemos estar en desacuerdo con los métodos o estrategias de la APPO y cuestionar la intransigencia de maestros que condenaron a sus alumnos a perder la escuela, pero es un hecho que "los de abajo" son los que terminan poniendo a las víctimas.
Por desgracia la muerte de oaxaqueños morenos, anónimos y prescindibles no parece conmover a muchos. A lo largo de los meses, mientras se fueron enlutando los hogares de los que cayeron por goteo como resultado del ataque intermitente a los retenes, pocos se tomaron la molestia de exigir la destitución de Ulises Ruiz. Las notas internacionales se centraban en las pérdidas turísticas y comerciales del centro de Oaxaca. Sin embargo, todo esto cambió con la muerte de un extranjero, uno de los suyos.
La foto de Bradley Will yaciente en el pavimento ha recorrido diarios y noticieros de todo el mundo este fin de semana. Es una "pérdida de guerra" que no entraba en los cálculos de Ulises Ruiz. El ataque perpetrado el viernes por la tarde tenía como propósito provocar la última gota que derramara el vaso y obligar a las fuerzas federales a intervenir de una vez por todas. Llama la atención que el operativo fue en plena tarde y sin buscar siquiera alguna provocación o choque que de alguna manera lo justificara. Simplemente llegaron en sus camionetas, descendieron hombres con armas de alto poder y dispararon a retenes y periodistas. El mensaje fue claro y contundente. Si el gobierno federal no ha entrado a Oaxaca para no provocar un baño de sangre, los matones locales le demostrarían que la espera también se llenaría de sangre. Ahora la Secretaría de Gobernación tendría la coartada para intervenir. En cierta forma lo hace incluso para "proteger" a los manifestantes que están siendo acribillados. Espero que todo esto no sea más que resultado de la estulticia y barbarie de un gobernador convertido en sátrapa prehistórico. Ulises Ruiz ha dicho que los agresores son autoridades municipales, fuera de control, como si los esbirros de estos municipios priístas pudiesen atreverse a tomar una acción política de esta magnitud por su propia voluntad. Quisiera creer que esto no es un arreglo fríamente calculado con las autoridades del centro para precipitar el desalojo de Oaxaca.
Recordemos que el movimiento originalmente era una reivindicación gremial. El torpe y sangriento intento de desalojo de junio pasado por parte de Ulises provocó que se convirtiera en una protesta para exigir justicia. Desde entonces la APPO ha pedido una sola cosa: el retiro de Ulises y la investigación por sus crímenes. Es lamentable que el desenlace de todo esto sea una acción represiva, en nombre de la ley, y en contra de las víctimas que reclaman la aplicación de ley.
Tendríamos que preguntarnos dónde estaban hace un año todos aquellos que ahora exigen la restitución del estado de derecho, mientras Ulises Ruiz perseguía medios de comunicación, desaparecía disidentes y golpeaba derechos de comunidades. Durante meses, antes del conflicto del magisterio, los afectados interpusieron denuncias en contra de las agresiones del gobernador. Noticias de Oaxaca, el diario líder en la entidad, ha interpuesto media docena de demandas o denuncias en los tribunales que controla el gobernador. Ninguna ha prosperado pese a que hubo asesinatos y destrucción de instalaciones de por medio.
Si al final todo esto no sirve más que para reinstalar al gobernador, el daño será incalculable. Respetar al estado de derecho debería significar la investigación de todos los delitos, incluyendo los asesinatos por parte de las autoridades locales a lo largo de estos meses. Si el gobierno federal, en nombre de su alianza incondicional con el PRI, simplemente restituye al gobernador y encuentra chivos expiatorios entre policías de rango inferior, se habrá consumado una infamia mayúscula. Me temo, además, que se habrán dado enormes coartadas a los que consideran que nuestras instituciones no tienen remedio.
La tragedia de Oaxaca puede provocar un germen de rabia e inestabilidad si el baño de sangre simplemente sirve para imponer, una vez más, la inequidad y la injusticia ancestral. Pero también podría ser el arranque de una nueva forma de hacer política. Lo sabremos pronto. Sería lamentable que la única esperanza de ajuste de cuentas proceda de la indignación internacional que provoque el asesinato de un periodista extranjero. Nuestros muertos todavía valen muy poco.
Al cierre de este artículo no se desencadena aún el desenlace que parece inevitable. A la fecha han caído asesinadas una docena de personas, pero seguramente habrá muchas víctimas más, antes de que termine todo esto. Más allá de la posición política de cada uno de los lectores, hay un dato de la realidad que se impone: los muertos son de un solo bando. Podemos estar en desacuerdo con los métodos o estrategias de la APPO y cuestionar la intransigencia de maestros que condenaron a sus alumnos a perder la escuela, pero es un hecho que "los de abajo" son los que terminan poniendo a las víctimas.
Por desgracia la muerte de oaxaqueños morenos, anónimos y prescindibles no parece conmover a muchos. A lo largo de los meses, mientras se fueron enlutando los hogares de los que cayeron por goteo como resultado del ataque intermitente a los retenes, pocos se tomaron la molestia de exigir la destitución de Ulises Ruiz. Las notas internacionales se centraban en las pérdidas turísticas y comerciales del centro de Oaxaca. Sin embargo, todo esto cambió con la muerte de un extranjero, uno de los suyos.
La foto de Bradley Will yaciente en el pavimento ha recorrido diarios y noticieros de todo el mundo este fin de semana. Es una "pérdida de guerra" que no entraba en los cálculos de Ulises Ruiz. El ataque perpetrado el viernes por la tarde tenía como propósito provocar la última gota que derramara el vaso y obligar a las fuerzas federales a intervenir de una vez por todas. Llama la atención que el operativo fue en plena tarde y sin buscar siquiera alguna provocación o choque que de alguna manera lo justificara. Simplemente llegaron en sus camionetas, descendieron hombres con armas de alto poder y dispararon a retenes y periodistas. El mensaje fue claro y contundente. Si el gobierno federal no ha entrado a Oaxaca para no provocar un baño de sangre, los matones locales le demostrarían que la espera también se llenaría de sangre. Ahora la Secretaría de Gobernación tendría la coartada para intervenir. En cierta forma lo hace incluso para "proteger" a los manifestantes que están siendo acribillados. Espero que todo esto no sea más que resultado de la estulticia y barbarie de un gobernador convertido en sátrapa prehistórico. Ulises Ruiz ha dicho que los agresores son autoridades municipales, fuera de control, como si los esbirros de estos municipios priístas pudiesen atreverse a tomar una acción política de esta magnitud por su propia voluntad. Quisiera creer que esto no es un arreglo fríamente calculado con las autoridades del centro para precipitar el desalojo de Oaxaca.
Recordemos que el movimiento originalmente era una reivindicación gremial. El torpe y sangriento intento de desalojo de junio pasado por parte de Ulises provocó que se convirtiera en una protesta para exigir justicia. Desde entonces la APPO ha pedido una sola cosa: el retiro de Ulises y la investigación por sus crímenes. Es lamentable que el desenlace de todo esto sea una acción represiva, en nombre de la ley, y en contra de las víctimas que reclaman la aplicación de ley.
Tendríamos que preguntarnos dónde estaban hace un año todos aquellos que ahora exigen la restitución del estado de derecho, mientras Ulises Ruiz perseguía medios de comunicación, desaparecía disidentes y golpeaba derechos de comunidades. Durante meses, antes del conflicto del magisterio, los afectados interpusieron denuncias en contra de las agresiones del gobernador. Noticias de Oaxaca, el diario líder en la entidad, ha interpuesto media docena de demandas o denuncias en los tribunales que controla el gobernador. Ninguna ha prosperado pese a que hubo asesinatos y destrucción de instalaciones de por medio.
Si al final todo esto no sirve más que para reinstalar al gobernador, el daño será incalculable. Respetar al estado de derecho debería significar la investigación de todos los delitos, incluyendo los asesinatos por parte de las autoridades locales a lo largo de estos meses. Si el gobierno federal, en nombre de su alianza incondicional con el PRI, simplemente restituye al gobernador y encuentra chivos expiatorios entre policías de rango inferior, se habrá consumado una infamia mayúscula. Me temo, además, que se habrán dado enormes coartadas a los que consideran que nuestras instituciones no tienen remedio.
La tragedia de Oaxaca puede provocar un germen de rabia e inestabilidad si el baño de sangre simplemente sirve para imponer, una vez más, la inequidad y la injusticia ancestral. Pero también podría ser el arranque de una nueva forma de hacer política. Lo sabremos pronto. Sería lamentable que la única esperanza de ajuste de cuentas proceda de la indignación internacional que provoque el asesinato de un periodista extranjero. Nuestros muertos todavía valen muy poco.
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