Se acordarán, estimados lectores, del cuento de Andersen y del rey que anda desnudo, engañado por un genial ilusionista que lo convence de que lo ha revestido con la ropa más ligera, más exquisita y por tanto más cara del mundo. Y todos los cortesanos lambiscones, y todo el pueblo abusado por tanta propaganda, creen o fingen creer el cuento bonito y se maravillan con grandes ¡oh! y ¡ah! de admiración cuando pasa el rey. Hasta que un niño dice: "El rey anda desnudo", y todos descubren (¿?) con asombro que, efectivamente, el rey anda desnudo.
El presidente Chávez es a la vez el rey y el ilusionista; él engaña a su pueblo y a sí mismo cuando luce su ligero, exquisito y costoso traje bolivariano. ¿Qué tiene que ver con Bolívar ese coronel golpista que se encamina hacia la dictadura vitalicia y despilfarra el recurso no renovable de los "veneros del diablo"? Nada. Pero todavía no ha llegado la hora de abrir lo ojos y de ver al rey desnudo. Tiene y conservará, mientras dure la renta petrolera y va a durar un rato, una sólida base popular, entre 30% y 40% de la población; frente a una oposición dividida y sin gran proyecto, puede ganar las elecciones repetidas veces, tan es cierto que la democracia no es perfecta, que demos puede escoger mal y transformar la democracia en despotismo democrático, en cacocracia, como decían los antiguos. Ni modo, es la regla del juego.
Si el último y más oscuro de los senadores o diputados estadounidenses hubiese proferido la cuarta parte de lo dicho por Chávez contra Fox, la nación mexicana hubiera rugido hasta hacer temblar la tierra. Muchos comentaristas nuestros se lanzaron contra Fox. Curiosamente un sondeo realizado en Venezuela señalaba en esos días que 70% de los venezolanos estaba en desacuerdo, en este caso, de su presidente. Eso no lo tomamos en cuenta, ¿por qué? ¿Será que Vicente Fox habló como el niño del cuento de Andersen? Diciendo en voz alta lo que muchos piensan y no se atreven a decir porque temen ser acusados de reaccionarios. Hace 60 años Jean Paul Sartre dictaminaba que "todo anticomunista es un perro". "Todo anticastrista, todo antichavista es un perro".
¿Por qué no tomar en serio el artículo de Raúl Tortolero y la entrevista paralela que le hizo al entonces embajador venezolano en México, Vladimir Villegas? (larevista, suplemento de EL UNIVERSAL, 14 de noviembre). ¡Tiempo perdido! Contestan nuestros bolivarianos, vil bazofia, pura calumnia, pero no cabe duda que el requisitorio es duro: hablando del embajador, dice: "Este hombre es acusado de televisar grabaciones ilegales para atacar a opositores, de crear redes de espionaje internacional, de ser el artífice del financiamiento venezolano a Lula (entre julio de 2002 y su llegada a la presidencia en 2003), de asesorar y proporcionar fondos para las campañas de Marcelo Ebrard y Andrés López Obrador. Ah, y otro detalle: la PGR lo investiga en relación con cargamentos de armas provenientes de Venezuela supuestamente destinados al EPR".
Se sabe que Chávez financia movimientos en varios países de América Latina. Eso es de buena guerra y no debería sorprender a nadie, ni en Colombia, ni en Ecuador, ni en Perú (por cierto, todo el mundo olvidó que Chávez era muy amigo del Chino Fujimori y que denunció en su caída la mano negra del imperialismo), ni en México. El embajador Villegas reconoce, en la entrevista citada, la existencia de "círculos bolivarianos" en México, pero afirma que "sirven sólo para la solidaridad con Venezuela". Que la solidaridad con la Venezuela de Chávez le sirva a la vez a López Obrador sería algo perfectamente normal; lo que sería más desagradable sería eventuales conexiones con grupos armados mexicanos o con el narcotráfico. Ahora bien, para desgracia nuestra, todos los flujos de la droga se concentran sobre México porque es la antesala de EU, el centro desde el cual se despacha la mercancía a los cuatro vientos del vecino del norte. Pero, una cosa es la actividad de los narcos, otra cosa es el uso de su actividad por un Estado. El Estado de Fidel Castro lo hizo durante muchos años y eso está de sobra documentado cuando culminó con los "procesos" del general Ochoa y de los hermanos La Guardia.
No hay que ser miembro de la camarilla de Bush o panista para saber que Hugo Chávez, antes que trabajar para el bien de su pueblo, tiene un plan calculado y ambicioso para toda América Latina, que retoma el proyecto de su padrino y asesor, Fidel Castro.
El petróleo de Chávez, en nuestra época de precios altos, le permite no sólo subvencionar a Cuba, sino alargar su largo brazo en muchas partes del continente y sobrearmar a su ejército. Así Chávez ha revitalizado a Fidel y resucitado al El Che y a causas populistas que parecían muertas.
Les ha devuelto la esperanza a los mochileros europeos que ya se cansaron del subcomandante Marcos y que han descubierto el camino de la peregrinación a la nueva meca: Venezuela. Así Jean Paul Sartre visitó a Cuba por 1961 ó 62 y publicó en el cotidiano parisino de mayor tiraje una serie de reportajes titulada "Huracán sobre el azúcar". No me río de los peregrinos altermundistas de la vieja Europa; su fe busca un soporte hasta encontrarlo, no es diferente de la necesidad nuestra, pero me preocupa su ceguera, la facilidad con la cual se dejan seducir, hasta creer que ese rey que anda desnudo, luce las mejores vestimentas del mundo. Las podría en efecto lucir, él y todo el pueblo venezolano, si el petróleo las exportaciones dejaron en 2004 algo como 35 mil millones de dólares fuese sembrado de manera constructiva en el desarrollo de un país que sigue marcado por una profunda desigualdad.
¿Será el bolivarismo del presidente Chávez el más alto estadio del subdesarrollo?
Por: Jean Meyer
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