Se extiende día con día la miseria y la pobreza. Como un cáncer. Aumenta el número de pobres en México, y los que ya eran pobres, hoy son más pobres que ayer. En contraste, el tema es noticia diaria, para divulgar programas de asistencia oficial, o para divulgar nuevas promesas.
Sólo en el extremo de la propaganda, aparece el milagro de la supuesta reducción mágica de la pobreza.
Quien no hace mucho hincapié sobre el tema, es la Iglesia católica. No sabría bien por qué motivos, si porque está más pendiente ahora de la política, o es por aquel dicho de Jesucristo que los pobres siempre estarían con nosotros.
Tenemos miseria y pobreza, desde luego, en las comunidades aborígenes y en las comunidades campesinas de todo el país. Tenemos miseria y pobreza en el segmento de la población desempleada, que lo son de manera permanente, y muchísimos de ellos desde hace 30 años.
Por otro lado, las llamadas clases medias, hablando en general, también han venido empobreciéndose, en primer lugar, por el mismo desempleo que castiga por igual a la inmensa mayoría de los egresados de universidades y escuelas superiores; y, en segundo lugar, por la carestía del dinero bancario, una carestía que golpea a todos los demás mexicanos de estas mismas clases medias.
Otro segmento de la pobreza, lo forman los obreros y los trabajadores todos, por el régimen de los minisalarios, señal inequívoca de que el verdadero propósito del gobierno es el fomento de la pobreza; el cultivo de la miseria; y de paso demostrar que los sistemas de pensiones, lo mismo que los de la seguridad social, montados sobre estos salarios mínimos, conducen necesariamente al fracaso total.
En México, por esa larga y persistente crisis, existen muchos y muy graves problemas. Pero ninguno es tan grave como el de la pobreza. La delincuencia, por ejemplo, con ser tan grave, al final, cuando nos decidamos, la enfrentaremos puño contra puño, y nos hará triunfadores, aun sobre las policías y los funcionarios corruptos.
¿Cómo hacer frente a la miseria y la pobreza? Dos son las respuestas que oímos a diario. El asistencialismo oficial y las promesas de campaña, recordando que en México casi todos los meses estamos en alguna elección política y que los que ahora prometen, mañana son gobierno.
Y no hay nada más errado que esas dos respuestas, porque, a la postre, el asistencialismo oficial es, en el mejor de los casos, un programa para comprar votos, es, en tiempos de elecciones como los actuales, pura propaganda electoral, que, por cierto, está penada por la ley; es, sobre todo, renuncia absoluta a hacer algo más que aumentar la burocracia multiplicando esta clase de acciones asistencialistas.
El asistencialismo, como política, como acción de gobierno es un disparate. Ningún país del mundo, ninguna doctrina sólida en el mundo, asigna entre los fines fundamentales del Estado y de la política, el asistencialismo. Precisamente por la sabiduría del proverbio que dice más vale enseñar a pescar al hambriento que darle un pescado.
Por supuesto que el asistencialismo oficial es un fracaso; y lo será todas las veces. Basta mirar el estado de pobreza y de miseria en que están las comunidades indígenas de nuestro país, a pesar de las crecientes cifras, aprobadas a su favor, en cada uno de los últimos presupuestos del Estado.
Esos presupuestos se gastan y se consumen por la misma burocracia en cuyas manos está el asistencialismo.
Pero, incluso, admitiendo que todos esos pesos llegaron a sus destinatarios últimos, al final tendríamos el mismo total fracaso, porque no es regalando pescados como se remedia el hambre, sino enseñando a pescar a los necesitados.
Ahora bien, nadie debe esperar que el neoliberalismo, a cuyo amparo y protección ya se acogió el mismísimo candidato del sol azteca, hablando, paradójicamente, desde el que se dice el estado más pobre de México, saque adelante al país ya que este modelo tiene como objetivo precisamente hacer crecer la pobreza y la miseria.
Por ello, en otras palabras, el objetivo es el desmantelamiento total del Estado, quitándole sus empresas y entidades; apoderándose de sus obras y servicios; de todos, incluidos los sistemas de pensiones y de seguridad social, no digamos los bancos, las aerolíneas y los aeropuertos; o los que están en la mira como Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Y, en su caso, prohibiéndole asumirlos en el futuro.
Ahí están la miseria y la pobreza, extendidas sobre casi todo el territorio nacional, efecto de la larga y profunda crisis en que estamos sumidos; efecto también del constante desmantelamiento del Estado y de su incapacidad, que es connatural e intrínseca del modelo neoliberal, para crear empleos dignamente remunerados, para ejercer la rectoría en la economía que aún se ordena en el texto constitucional; incapaz siquiera de poner al alcance de los obreros el inmenso ahorro que ya tienen en el sistema bancario, a través de tasas de interés del mismo nivel que otorgan dichos bancos en sus países de origen.
1 comentario:
Me parece que tienes toda la razón, el asistencialismo no soluciona nada, tan sólo tapa un problema que tiene una raíz mucho más profunda, que encontramos en la historia de México.
En lo personal mi misión es combatir ésta situación, yéndome a la raíz de cada persona, donde encuentra su valor propio, su derecho a una vida más digna, y su iniciativa y motivación para acceder a oportunidades que sí existen, pero que muchas veces no se creen merecedores de ellas.
Cada uno ha de modificar la manera en la que piensa para dejar atrás creencias que venimos arrastrando generación tras generación "no vales, no puedes, la mujer a la casa, (todavia existe), el gobierno me lo tiene que dar todo, la culpa la tienen los demás), y regresar la responsabilidad a cada uno de nosotros para mejorar nuestra vida y nuestro entorno.
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