Desde hace por lo menos una década, pero ahora con furia benévola, todo desemboca en los imaginarios, el imaginario cul-tural, el imaginario televisivo, y así hasta llegar a la cumbre, el imaginario político, es decir, algo parecido al circuito de las creencias y las convicciones mayoritarias sobre temas relativos al poder, su obtención, uso, retención o pérdida.
Por abrupta, mi definición no es siquiera un atisbo, pero mientras no se pruebe lo contrario, éste es un artículo y no una tesis de posgrado sobre la resistencia de la pure-za revolucionaria al ejercicio del voto. (En Cuba nadie vota en sentido contrario y es, se nos dice, la mayor Revolución de todo el siglo XXI).
Es notorio el enfrentamiento y la fusión de dos certidumbres: la política es el espacio de la corrupción y el engaño y, complementariamente, la democracia es la única salida visible de un país subordinado a las catástrofes. Es ya histórica la identificación entre política y red de simulaciones y saqueos, y lo que sucede desde los inicios de la nación independiente. Se descree drásticamente de los gobernantes y, ritual y sectorialmente, se cree en las excepciones, cuyas virtudes animan la esperanza de un sector.
Los aferrados a la impugnación ("Todos los políticos actúan en contra nuestra") son proclives sin embargo a la confianza en las circunstancias excepcionales. Esta sería una de las conclusiones del imaginario político aún vigente: no se puede recelar siempre y, por lo mismo, no se debe confiar nunca.
La certeza dominante responsabiliza a los políticos o a la clase política de los mayores males de la República (una creencia libera a los empresarios de su alta res-ponsabilidad en el mantenimiento de la desi-gualdad, y no toma en cuenta a los altos cléri-gos). Del otro lado, se levanta en formas aún imprecisas la fe en la democracia y en la sociedad civil y con esto se inicia la recuperación de la política como voluntad comunitaria. Tan imprecisable como es la democracia y tan restringida y oscilante como parece la sociedad civil, es en esta zona de intuiciones y convicciones donde se localiza la energía solidaria y en donde las comunidades se recuperan de los daños de la política, los históricos y los cotidianos.
¿Qué significa en el imaginario político de una democracia primeriza que se generalice el reconocimiento del triunfo de un candidato? En la era del PRI el cinismo puebla el imaginario ("la imaginación popular", como se le dice) con chistes a propósito de la falta de suspenso. Ahora todo se rige por las nuevas instituciones o supersticiones: las encuestas, la sondeología, el clima de reyerta y debate interminables que transcurre en los medios electrónicos, la mercadotecnia y el análisis de contenido. (Así le llaman al primer empleo de los alumnos y egresados de Ciencias de la Comunicación).
Por lo mismo, el imaginario político, antes tan lleno de improvisaciones y lirismo, se sujeta a precisiones y mediciones antes inconcebibles, y depende en gran medida de la fe estadística, otro de los acercamientos religiosos a la política. Y por eso las encues-tas sobre los candidatos presidenciales no son como "cortes de caja" sino apariciones fulgurantes de la verdad que se repite -quién lo dijera- por ser cierto.
Desde hace meses, inevitablemente, Andrés Manuel López Obrador encabeza los polls, ya lejos de su competidor derechista, Felipe Calderón, y lejísimos de su paisano inconvincente, Roberto Madrazo. El sitio predestinado en el Hit Parade del 2 de julio pro-voca en los desfavorecidos las reacciones previsibles: desaliento, furia, desesperación, resentimientos anticipados, ganas de enmendarle la plana a la realidad, campañas de odio a nombre de las sensaciones de despojo. Pero en última instancia estas alteraciones del ánimo no son sino peregrinaciones a los santuarios de las encuestas, en donde no se piden milagros pero sí el aprecio de las deidades por sus fieles verdaderos.
Las declaraciones de Madrazo y Calderón podrían ser ex voto contrariados. Un ejemplo: "Soy corredor de fondo, estoy seguro que lo importante no es cómo arrancamos sino cómo cerremos y vamos a cerrar ganando las elecciones del 2 de julio. Tengo que mejorar mi tiempo de tres-cuatro en Los Ángeles en este maratón del 2 de julio" (Roberto Madrazo, La Jornada, 17 de marzo de 2006). Y si gano, Patroncita, ya sabes...
Lo clásico en el imaginario político ha sido el estrépito de las ideas y las personalidades; el fluir de las decepciones, las frus-traciones y los martirologios; la emergencia de los éxitos imprevisibles, y el folclor del oportunismo, ese acomodo en la cortesa-nía que se transforma en el turismo masivo de los tiempos sin alternativas. Pero la modernidad impone las encuestas y los sondeos y los grupos focales y los media-trainers y la diaria revisión febril de los resultados y la conversión de los encuestólogos en augures. Y sin que nadie lo evite, el conjunto de maniobras adoratrices en torno de los números, desemboca en el fatalismo que se acrecienta al ver que el rival más odiado se obstina en seguir en el primer lugar.
El odio es real y es teatral. La campaña de insultos y descargas coléricas contra AMLO va creciendo: se le llama lépero, patán, naco, peligro para México, autoritario, mesiánico, inquisitional, intolerante... El Hombre al que da gusto odiar. El Enemigo de las Instituciones. El "Deténganlo antes de que sea demasiado tarde". En la campaña presidencial de 2006 el imaginario político se concentra en el agigantamiento del enemigo, es decir, en el catálogo de discursos, ocurrencias, balandronadas, gestos, pronunciamientos críticos, promesas incumplibles del Peje. Es el personaje prácticamente único el que verifica el pulso electoral. ¿Y los otros? Allí están, cediéndole al Peje el tiempo de sus spots, entregándole el sentido de sus entrevis-tas que desbordan descalificaciones, agresiones, chistes, mofas. ¡Ah! Y francas vulgaridades. En un spot del PAN se usa la imagen de Hugo Chávez para igualarlo con AMLO. Protesta Chávez por los ataques de la derecha que intenta detener el triunfo de López Obrador, y... ¡oh, descubrimiento de la soberanía! El IFE protesta contra la intervención extranjera, el PAN se encona, el PRI exhuma de su desván la Doctrina Estrada (tenga que ver o no) y es de preverse el desa-fuero electoral de AMLO. Por su parte, en un acto muy desafortunado, él contribuye a la gresca tan innecesaria. Le exige al presidente Fox que se calle, le llama chachalaca, y evi-dencia un uso placentero del habla "muy mexicana" que denota pobreza de recursos.
Pues sí que resultan un tanto indescifrables los sucesos que registra el imaginario político. La democracia es también eso, el agotamiento de las vetas de la libertad de expresión, cuando a través de lugares comunes se quiere establecer un campo marcial, cuando la irritación y el desahogo se vuelven la fuente del entendimiento. Antes no era así y las frustraciones constituían la segunda piel de los oposicionistas; ahora seguirá siendo así, pero ya el culto por el desahogo no impide la emergencia de la crítica
1 comentario:
Por favor digan como citar este articulo!!! quien lo escribe, que hace? etc?????????????
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