La lucha contra el crimen en la frontera norte del país requiere de una amplia colaboración con Estados Unidos, que suele estar más peocupado por detener el flujo de trabajadores migratorios que por conjurar la amenaza de las mafias criminales de contrabandistas y narcotraficantes de ambos países, que pululan en la zona en busca del enorme y lucrativo mercado que hay de aquel lado del río Bravo, para sus ilícitas mercancías.
Es en ese contexto que se firmó ayer, en la ciudad de Brownsville, Texas, un acuerdo binacional para compartir la seguridad de la línea fronteriza, mediante patrullajes compartidos, en puntos de alto peligro para la seguridad de las personas. Carlos Abascal, secretario de Gobernación, y el titular de la oficina de Seguridad Interna de EU, Michael Chertoff, firmaron el memorándum que establece que las agencias de ambos gobiernos compartirán información clave para enfrentar al crimen organizado, de tal manera que estos grupos sean atacados con rapidez y eficacia.
Por supuesto, es importante todo esfuerzo que se haga por coordinar tareas, dado que la experiencia demuestra que al actuar desorganizadamente los únicos beneficiados son los grupos de delincuentes.
Aun así, lo firmado ayer ha de suponer un intenso intercambio de información y datos de inteligencia, pero no la cesión de algún aspecto de nuestra integridad territorial y soberanía, so pretexto de la lucha contra el crimen. México no puede permitir a agentes o militares extranjeros entrar a nuestro país a realizar labores policiacas o compartir información que ponga en riesgo nuestra seguridad nacional.
El acuerdo debe tener límites, los cuales están perfectamente delineados en nuestra Constitución. Aun cuando en el mundo hay una tendencia a que conceptos como territorialidad y soberanía sean cada vez más flexibles, es un hecho que nosotros, como país, no nos podemos permitir ningún tipo de debilidad al respecto. Para ellos es importante su seguridad nacional. Para nosotros es, asimismo, importante la nuestra.
Sobre todo cuando una buena parte de los problemas de seguridad en la frontera tiene como origen la lucha y codicia por el enorme mercado consumidor de estupefacientes que hay en Estados Unidos. Como de aquel lado no se hace mucho por abatir el consumo, entonces pretenden que la solución sea militarizar la franja divisoria.
México hace bien al poner de su parte en tal batalla, ofrecer el patrullaje de su territorio y vigilar a los delincuentes, con pleno respeto de la soberanía estadounidense, lo que propiciará, a su vez, respeto para la integridad mexicana. Respeto que, por otra parte, debería permear hacia otros temas de la agenda binacional, como se puede apreciar en la reunión interparlamentaria México-EU, que actualmente se realiza en Valle de Bravo y donde los congresistas del vecino país felizmente se oponen al levantamiento de un muro para detener el flujo de migrantes, pero que también se oponen a una amnistía de trabajadores migratorios.
Esta pequeña manera de ver el mundo por parte de los legisladores estadounidenses no permite avanzar con pasos firmes y decididos hacia acuerdos destacados en el tema migratorio, como sí ha sucedido en el tema de la seguridad fronteriza binacional.
Es preciso que de la interparlamentaria surjan puntos de consenso y trabajo diplomático que ayuden a nuestros compatriotas a hacer menos hostil su estadía en Estados Unidos.
Rechazar el muro es un buen principio, pero negar la amnistía va contra los flujos naturales del mercado laboral del que tanto se benefician la industria y la agricultura de EU.
La presente sería una buena oportunidad, además, para hacer que las reuniones interparlamentarias no sólo sean eventos huecos de los que suele no salir nada en concreto, sino el foro ideal para el desahogo operativo de los temas que atañen y preocupan a ambos países
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