Quiza se pueda comentar con calma lo que ha hecho este gobierno que ya entra en una breve recta final, marcada por las elecciones presidenciales de julio próximo. Los vendavales de la competencia desatada no permitirán más el ejercicio de la tranquila evaluación. El primer mérito de este gobierno presidencial foxista, que no panista, es negativo, como bien lo apuntó Gabriel Zaid: en 2000, todo el mundo, en vísperas y hasta poco después de las elecciones, pensaba que se iba a caer el mundo, de ganar la oposición. No pasó nada, ni golpe de Estado, ni motines, ni pánico financiero. Todo persistió tranquilamente en su ser.
Otro mérito negativo, muy importante, la calma que ha reinado durante cinco años en el mundo del trabajo. Se nos había profetizado que con Carlos Abascal en la Secretaría de Trabajo, con este hijo de Salvador Abascal el sinarquista, con este empresario, dirigente un tiempo de la cúpula empresarial, los sindicatos se iban a levantar en armas y los conflictos laborales a multiplicarse. Nada. La primera huelga importante, la metalúrgica en Michoacán, que acaba de pasar, ocurrió precisamente cuando don Carlos había dejado la secretaría.
No tener inflación, podría contarse como otro mérito negativo, en ausencia, pero no sé lo necesario de economía para poder ponderar los costos reales de tal resultado. Parece que la deuda externa va bien; queda la deuda de la banca que remonta a los gobiernos anteriores: Hacienda se equivocó gravemente dos veces con la banca, una primera vez al nacionalizarla, una segunda al privatizarla; las dos veces, todo lo malo estuvo en la forma. Repito lo que me dicen excelentes economistas y colegas.
La estabilidad financiera es un logro que viene de atrás, de los sexenios de Salinas y de Zedillo, con todo y el muy feo "error de diciembre". Pero esa baja inflación, ese peso fuerte tienen algo que ver con un crecimiento económico mínimo, a veces inferior al crecimiento demográfico, con una escasa generación de empleos, con la changarrización del país.
El proyecto de microempresas que sonaba bien fue un desastre que se debe a la Secretaría de Hacienda, esa Bastilla, castillo, fortaleza que no obedece a nadie sino a su señor secretario. Las trabas que Hacienda y la Secretaría de Economía ponen a las microempresas y a las cooperativas, los costos que les cobran, dizque para cuidar sus finanzas, todo conspira para esterilizar un programa que pudo ser exitoso. Lo que se les presta al año es tan ridículo que ni se puede mencionar.
Pasa lo mismo con el banco de servicios populares: funciona al re-vés de las intenciones, de manera que saca dinero de los pobres, para prestar a las grandes empresas. Capta las remesas que vienen del norte, 17 mil millones de dólares en 2004, o sea, 14% de las remesas mundiales.
Guillermo Ortiz opina que ese monto altísimo y creciente de los dineros que mandan nuestros "paisanos", se debe "a que ahora son mejores las vías para mandar el dinero, además que han crecido la seguridad y las opciones para hacerlo". ¡Nomás falta que metan a Sedesol en dicho banco!.
Y ya que estoy en la parte negativa, Pemex, además de todos sus problemas sigue siendo una caja negra: nadie sabe qué pasa con el dinero que entra, sale, entra, no sale. Hacienda es otra caja negra: nadie sabe dónde está el dinero que le ordeña a Pemex. Hacienda es un búnker de donde salen ucases que se mandan ejecutar violentamente, a veces de manera terrorista. Se pudo ver, recientemente con motivo del presupuesto de Pemex para 2006, cómo el castellano de esa Bastilla, nuestro secretario de Hacienda, maneja al Presidente, al Congreso, a todo el mundo.
Ciertos economistas críticos escribo cuasi bajo dictado atribuyen la crisis de nuestra industria, el cierre de las fábricas, el desempleo, a un contrabando gigantesco. ¿Pero cómo es posible que haya contrabando si vivimos bajo el régimen del TLC, del libre comercio? ¡El IVA, mis queridos lectores! El contrabando permite evadir nuestro alto IVA, el Impuesto Sobre la Renta, etcétera… ¡qué bueno que no pasó el proyecto del IVA universal! Además de ser un error político garrafal, hubiera sido una injusticia terrible. No hay impuesto más injusto (y más fácil de cobrar) que el impuesto indirecto. Eso lo saben todos, desde que aparecieron las primeras alcabalas hace 5 mil años. El desprestigio del sexenio empezó por ahí, gracias a Hacienda. En lugar de hacer una verdadera reforma fiscal, se destruye, sin querer, a una industria nacional que tanto costó levantar.
Termino con lo positivo: la transparencia creciente que no figuraba en el programa de nadie pero que la sociedad pidió a gritos; los políticos la votaron sin adivinar las consecuencias. Hoy no lo harían.
El único que se dio cuenta y la vetó o la ninguneó fue López Obrador en su feudo del DF. Otros logros son la vivienda popular, el nuevo Seguro Popular de salud, el apoyo a la educación de los menos favorecidos, tres líneas que atacan la pobreza que aflige gran parte de la nación. Al concluir el sexenio, 2 ó 2.5 millones de familias (10% del total) habrán adquirido vivienda propia, con tasas de interés bajas y crédito hipotecario.
Un millón de familias están protegidas con el Seguro Popular al cual acaba de integrarse el Distrito Federal. Va en el mismo sentido que la línea social de López Obrador, con sus programas de apoyo a los ancianos, a las mujeres solteras, a los discapacitados, a los alumnos. Ese programa ha sido posible gracias a la alianza del gobierno federal con los estados y los municipios. Si los resultados de nuestro sistema educativo dejan mucho que desear, no cabe duda que se hace mucho para los alumnos y los maestros. Su número ha aumentado arriba del crecimiento demográfico y 5 millones de alumnos cuentan con una beca (eran tres en el año 2000). En esos tres rubros, el dinero público va a las familias que más lo necesitan. Enhorabuena. Estos son logros de verdad que van más allá de la política en el peor sentido de la palabra: la polaca. Esa es la única verdadera política.
Por Jean Meyer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario