Las negociaciones que deberían abrirse mañana, si Turquía no retira su candidatura, giran alrededor de la entrada de Turquía en la Unión Europea. Bien lo dijo la Comisión Europea, "es un proceso abierto cuyo desenlace no se puede garantizar". Curándose en salud dice que en caso de fracaso, Turquía "deberá anclarse en las estructuras europeas con el lazo más fuerte posible". Su candidatura ha pesado en el "no" a la Constitución europea de franceses y holandeses. De modo que ahora se plantea una doble pregunta: ¿cuál porvenir para Turquía, cuál porvenir para Europa? 50% de los europeos se oponen al ingreso de Turquía que es apoyado por 35%. El menor apoyo se registra en Francia, Austria, Alemania (ver No. 22 de Istor, www.istor.cide.edu).
Turquía es un gran país de 780 mil km2 con más de 70 millones de habitantes en rápido crecimiento demográfico. Es un gran país también por su historia, y su situación geoestratégica no ha perdido nada de su milenaria importancia, al encuentro del Oriente y Occidente, del Mediterráneo y del mar Negro, del agua y del petróleo. Bajo todos los aspectos, Turquía es importante para Europa, como Europa es importante para Turquía.
Los turcos, pueblos nómadas y guerreros, llegaron hacia el año 1000 a la frontera del imperio árabe; paulatinamente tomaron su control, convirtiéndose al islam. Conquistaron el imperio bizantino pero primero entraron en la Europa balcánica en el siglo XIV. A lo largo de los siglos XVI y XVII la fuerza de expansión del imperio otomano amenazó seriamente a Europa: en la batalla de Mohacs (1526) la nobleza húngara fue aniquilada y Hungría duró 150 años bajo el dominio turco; Viena estuvo a punto de caer en varias ocasiones, entre 1529 y 1683. El reflujo turco empezó en 1683, pero fue lento, por el valor del ejército otomano y la excelencia de su diplomacia. Así, Estambul supo jugar en medio de la alianza francesa contra el Sacro Imperio Romano Germánico, del Sacro Imperio contra Persia, de Inglaterra y Francia contra Rusia, de Alemania contra Inglaterra, y, entre 1945 y 1991, de Estados Unidos contra la Unión Soviética. Jugando entre las potencias, el imperio otomano, calificado en el siglo XIX temprano de "el hombre enfermo de Europa", supo mantenerse en los Balcanes, llamados entonces "la Turquía de Europa", hasta principios del siglo XX, y controla hasta la fecha los estrechos de Bósforo y Dardanelas.
En el siglo XIX el imperio intentó modernizarse sin europeizarse; la revolución de los jóvenes oficiales turcos en 1908 quiso acelerar las reformas, pero su nacionalismo no impidió las derrotas en las guerras de los Balcanes y el derrumbe final en la Primera Guerra Mundial, al lado de Alemania. El imperio otomano, multiétnico y plurirreligioso, se desintegró, pero su corazón turco emprendió en Anatolia la revolución nacional. Un joven y brillante general, nacido en Europa, en la ciudad de Tesalónica, Mustafa Kemal, luego llamado Atatürk, el "padre de los turcos", encabezó la constitución de un Estado-nación turco. El modelo fue el francés, bajo su forma jacobina, autoritaria y centralista: un Estado nacional, unitario, laico, "racional". La joven Turquía se unificó y modernizó a sangre y fuego; de los millones de cristianos (1913) quedan unos miles, los armenios (cristianos) desaparecieron del mapa, los kurdos sufrieron una turquización sistemática, a la cual contestaron con una larga lucha armada.
La nación turca, rudamente homogeneizada con la importante excepción kurda ofrece el plan arquitectónico y la fachada de una nación europea tipo francés. ¿Será eso suficiente para que se le pueda calificar de europea? Es una cuestión de definición ¿qué es Europa? Dejando ese tema a un lado, se podría decir que la historia otomano-turca, su comunidad de experiencia y de civilización, no es europea. Pero si uno se fija en las instituciones y las toma como un criterio de pertenencia a Europa, si uno ve que para cumplir los requisitos de la Comunión Europea Ankara proclama ahora los derechos del hombre, entonces se podría decir que Turquía debe entrar en dicha comunidad. Sería una aventura tan peligrosa como exaltante para ambas partes.
Ya dijimos que las relaciones históricas entre Europa y Turquía han sido largas y complejas. Los historiadores franceses han sido en general pro otomanos y existe en España una moda que quiere encontrar "raíces musulmanas" a Europa; pero, la conquista turca ha sido para las poblaciones balcánicas un trauma cataclísmico que no se olvida; uno puede decir que esos pueblos sufren de hipermnesia, pero eso es una realidad concreta y debemos recordar que la independencia griega ha sido una de las grandes causas de la Europa romántica.
Durante años, la candidatura de Turquía no fue examinada por Europa, gracias al veto de Grecia que no podía aceptar la invasión y partición de Chipre. Cuando Grecia se cansó de ser el malo de la fábula, la vía se abrió y la Unión tuvo que abandonar su hipocresía y enfrentar el problema. La confusión y la división no tardaron en manifestarse porque se trata nada menos que de la definición de Europa, de su futuro; se trata del islam: en muchos países europeos viven importantes comunidades musulmanas y la oposición a la entrada de Turquía es interpretada como una toma de posición contra el islam ("¿Es Europa un club cristiano?", preguntan los turcos).
Entre los partidarios de la entrada, hay unos optimistas eurocentristas que creen que eso ayudaría a derrotar el islamismo en el Medio Oriente y en el Magreb; esa orgullosa ilusión no resiste al examen. La evolución del islam en Turquía depende primero de los turcos y uno podría argumentar que la entrada prematura en Europa fortalecería a los fundamentalistas, en reacción al rudo choque de los cambios. Finalmente, el lector debe saber que los principales partidarios de la entrada son los estadounidenses.
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