Cuando el precandidato presidencial Arturo Montiel decidió retirarse de la contienda por la nominación en el PRI, el ex presidente Carlos Salinas le mandó un mensaje de apoyo y advertencia. Le decía que estaba a punto de entrar en la parte más difícil y dolorosa de su vida y que lo más inteligente que podría hacer sería garantizar la seguridad de su familia. Viniendo de un personaje con la experiencia de Salinas, la recomendación tendría que ser tomada en toda su dimensión por Montiel. No le bastarán el calor y la cobertura política que le dio la estructura del PRI, en la más pura cultura maffiosi en las primeras horas de su renuncia porque, en efecto, como le anticipó el ex presidente, la pesadilla apenas empieza.
El aparato del PRI inició el control de daños, incluida la limpieza política que empezó a hacer rápidamente el gobernador del estado de México, delfín de Montiel, Enrique Peña Nieto, quien anunció que investigarían las presunciones de enriquecimiento ilícito de la familia de su predecesor, cuya divulgación televisiva lo inundó de una ilegitimidad que terminó ahogando su futuro político. La salida de Peña Nieto no era más que montarse en la ola, recortar sus propias pérdidas y jugar con la gente, ganando tiempo importante y aire político para que el Congreso mexiquense, dominado por los montielistas, lo exonerara este martes de cualquier responsabilidad en el manejo de los recursos del erario.
El Congreso mexiquense jugó a lo seguro, pues todas las cuentas públicas de los ejercicios fiscales de sus primeros cinco años de gobierno fueron aprobadas por la Legislatura local. Inclusive, cuando en este año se le complicaron las cosas a Montiel y tuvo que entrar en negociaciones con el secretario de Hacienda, Francisco Gil, desde Los Pinos se hizo una operación política con los legisladores panistas para que respaldaran al entonces gobernador y aprobaran su cuenta pública. En efecto, la Presidencia apoyó a Montiel en una forma que se sintió tan seguro, que cuando Roberto Madrazo, su principal adversario por la candidatura presidencial, le pasó hace poco más de dos meses al teléfono a Pedro Aspe, secretario de Hacienda durante el gobierno salinista, para que le ayudara a revisar sus cuentas y resolver los problemas que pudiera tener en ellas, el ex gobernador no prestó mucha atención y le respondió a Aspe que lo buscaría, aunque nunca lo hizo.
Montiel ha cometido errores de cálculo repetidamente. No evaluó con certeza las consecuencias de los recursos que estaba mostrando ante todos y las primeras investigaciones en la prensa escrita que hablaron de sus problemas con Hacienda. Puede estar incurriendo en el mismo error si, por todo el arropamiento que le dio el PRI, cree que su caso está cerrado con haber renunciado a la candidatura. Montiel fue amenazado por una fuerza superior hoy en día a los políticos mexicanos de que si no se iba seguirían maltratándolo, lo que también atemorizó a su equipo más cercano, que lo llevó a advertirle que si no declinaba, ellos renunciaban. Se fue, y ese equipo puede salvar la cara. Montiel es otra historia, pues el problema de la sospecha de enriquecimiento inexplicable trasciende fronteras y ámbitos de acción.
De hecho, las autoridades francesas tienen abierta una investigación sobre Montiel, en particular sobre su segunda esposa, Maude Versini, ciudadana francesa, que se inició cuando se prendió una alerta roja en el Tesoro galo por depósitos millonarios en firme. Estas alertas, que son internacionales, no son activadas salvo cuando se registran transferencias o depósitos irregulares superiores a los tres millones de dólares. De acuerdo con información que ya es del conocimiento del gobierno mexicano, esos movimientos de dinero conducen a otros niveles dentro de las estructuras de poder mexiquense. Las primeras líneas de conexión, según los indicios federales, conectan los recursos de la señora Versini a financiamientos aportados por el actual procurador interino de Justicia del estado de México, que ocupó el mismo cargo en el gobierno de Montiel, Alfonso Navarrete Prida.
De acuerdo con la información del gobierno federal, Navarrete Prida fue una pieza vital en el financiamiento de las actividades de la señora Versini, lo que, visto en retrospectiva, cuadra con las versiones en los círculos montielistas durante los meses previos a la decisión sobre el candidato del PRI a la gubernatura, que ubicaban al procurador como el hombre por el cual la esposa de Montiel estaba abogando, y con las quejas que realizaba en charlas con periodistas el entonces secretario de Gobierno mexiquense, Manuel Cadena, sobre el potencial de escándalo al que daban margen los recursos que manejaba la familia del gobernador.
Las llamadas de atención sobre el dispendio de la familia fueron dadas a Montiel por diversos actores a lo largo del tiempo, pero no escuchó. Hoy, no sólo se acabó su carrera política ascendente, sino que está en el umbral de meterse en problemas mayores. La pista que se le está siguiendo a Navarrete Prida tiene muchas aristas, de acuerdo con información en los más altos niveles del gobierno federal, y puede ser letal para Montiel y muy dañina para el nuevo gobernador Peña Nieto. En este momento, el caso Montiel se encuentra en una nueva fase. Agotada la parte política de su candidatura, quedan pendientes averiguaciones de mayor envergadura, donde existen muchas más preguntas que respuestas. El papel de Navarrete Prida, en este sentido, es esencial, según estas informaciones, porque puede no sólo explicar parte del dinero que se le adjudica a la familia Montiel, sino también arrojar luz sobre la descomposición sociopolítica en el estado de México
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