Durante años, el baile flamenco fue fiel a sí mismo de tal forma que cuando un bailarín improvisaba un zapateado se escuchaba el sordo rumor de la reprobación.
Desde hace poco tiempo surgen los que aportan nuevos pasos, nuevos gestos y también un nuevo concepto de la tradición gitana.
No debe de espantarnos que un arte que estuvo tan apegado a las tradiciones ahora insiste en volverse moderno y pretenda que el tiempo que vivimos se infiltre en la tradición gitana.
Eran los gitanos gente que dentro de sí misma guardaba una tradición que hasta había convertido en idioma.
Pasaban por el mundo cargando no sólo sus costumbres, sus odios y también una resistencia que los hacia intransitables para aquellos que no pusieran la palabra libertad por encima de cualquier otra palabra.
Hoy en cada ocasión en que se anuncia un bailarín nuevo aparece su afán de modernizar al bailarín viejo que lleva dentro.
Lo que cabe preguntarse en estos días es si los antiguos ritmos gitanos que hasta nosotros nos han llegado no terminaran por ser asesinados por el afán de modernizarse de estos gitanos de reciente cuño.
Y los que hemos visto a bailarines y bailarinas famosos en sus días, pero ya ausentes de las carteleras tenemos la sensación de que debía de implantarse algo así como una escuela de "baile a la antigua".
Lo que acaso equivaldría a un museo de la gitanería andante, pero todo esto lo digo sin convicción, ya que como miles de seres humanos me debato entre el respeto por el ayer y mi afecto por el hoy, que es tanto como vivir en el filo de la navaja.
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